11.
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—¡Despierta, despierta!, ¡Vamos levántate! —le decía una voz en la cabeza a Nina, la voz era la suya misma pero ella estaba muy cómoda como para querer prestarle atención —¡Cállate y déjame seguir durmiendo! —decía otra voz más intensa y ella le hizo caso.
Se restregó la cara contra la ventana y de nuevo pensó: —¿Porqué está tan dura la cama?, ¿cuánto llevo durmiendo?, ¡ay tengo hambre!, sería mejor si bajara a la cocina en busca de algo, ¡ey!, ¿pero cuando llegué yo a casa?. Se preguntó revolviendo sus pensamientos haciendo que el sueño poco a poco dejara de dominarla, sólo entonces se acordó el cielo nublado por la ventana del colegio, del día caluroso que había vivido y seguido de la advertencia de Reubén.
Abrió los ojos de par en par, acomodó sus lentes y tosió. Con disimulo se limpió un rastro de baba que tenía en la mejilla mientras se ponía derecha y se vio así misma sentada adentro del bus que hacía mucho se había subido, se quitó algo que no recordaba que traía de encima, buscó su teléfono para ver la hora: siete veintitrés.
Nina estaba asustada, la lluvia, la amada lluvia que estaba esperando con ansias todavía estaba ahí afuera y gracias a ella no podía ver a un palmo de distancia porque las calles estaban sombrías y llenas de una neblina de smog y otros vapores.
Se puso en pie tirando por allá un paraguas que tenía atravesado entre las piernas, dejó en el otro asiento una pesada prenda de cuero, se acercó al conductor y no se sabe con cara se apareció por el espejo pues el chofer dio un brinco cuando la vio asomarse por el espejo.
—Disculpe señor, ¿dónde estamos?. —pregunto ansiosa
—Cerca del centro
—¿Cuántas vueltas he dado? yo me subí en el parabus de la esquina del colegio, eso fue a las cinco.
—Pues la verdad no has dado ninguna vuelta de más, por la lluvia el tráfico es de locos y he tenido que sortear el camino por diferentes rutas, al final todas estaban congestionadas y aquí sigo, pero pasando esta fila de carros me emparejaré con la avenida principal, ¿es donde te bajas, no?.
—Si, gracias por la explicación, por cierto, alguien olvido un paraguas y una chaqueta o capa de cuero en el asiento junto a mi.
—¿Olvidar?. No, no creo que sean prendas olvidadas.
—Pues mías no son.
—¿No son de tu novio?, el chico ese alto sobre quien venías dormida todo el camino, se bajó en el complejo si no mal recuerdo.
—¿N-novio? —logro pronunciar Nina —¡Pero si yo no tengo novio! —increpó aún más asustada que cuando se despertó.
—Debe de ser entonces algún amigo o conocido tuyo, se sentó a tu lado y por lo que yo vi venías muy cómoda con él.
—¿Dice usted que era alto?.
—Así es, muy alto de hecho.
—¡Ya se quien es! —dijo aliviada —¡Gracias y disculpe, no suelo dormirme en los autobuses! —sonrió y se regresó a su asiento.
Nina agarró lo que creía era una chaqueta y al extenderla se dio cuenta a primera vista que era muy larga para ser una chaqueta y el diseño se veía como sacado de revista —debe ser una gabardina, no recuerdo habérsela visto nunca a Rhú, a lo mejor es nueva, ¡uy que fashion se me esta poniendo el en harinado!. ¡Que guapo debe de verse con esto puesto!, ¡ay Nina ya tus pensamientos suenan como los de Moira!, ¡cruz, cruz! —pensó y haciendo una seña en el aire se pegó una carcajada acallada por sus mismas manos.
En cuestión de minutos el colectivo directo luego indirecto de la ruta 101 - B por fin se estacionaba para dejar en la parada de siempre a Nina.
Se colocó la gabardina o mas bien la gabardina se tragó su cuerpo - porque era inmensa - cogió el paraguas, se saltó un charco que parecía ir a dar al otro lado del mundo y se sentó en la banca vacía del parabus, era ya muy tarde y las calles ya no tenían almas errantes por sus aceras y avenidas.
Nina sintió un poco de temor, a esa hora siempre estaba en la seguridad de su casa, tarareaba una canción que le calmaba en momentos de pánico y gracias a todos los santos que invocó en sus rezos internos en pocos minutos la ruta 7-C que la lleva directo hasta su casa apareció como salida de la nada.
Ya dentro del autobús Nina llamó a su madre para comunicarle su paradero y la señora Cassiani luego de darle un sermón se alegró de que estuviera bien y en especial de que no se hubiera mojado. Nina también agradecía que Rhú hubiera coincidido con ella sin siquiera haberlo planeado.
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