Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Penumbras

Entre los focos de luz que iluminaban el campus entero, dos figuras femeninas realizaban una extensa caminata desde la Torre Observatorio hasta las viviendas al fondo del instituto. A pesar del largo recorrido, para Alessandra se hizo corto y llevadero. Annelien había resultado ser mucho más que solo una mujer hermosa e inteligente, era también cálida, vivaz y persuasiva, con un don natural para encontrar siempre algo de qué hablar y hacerlo interesante. Conversaron sobre infinidad de cosas durante el trayecto, tanto que cuando Alessandra se dio cuenta ya estaban frente a la vivienda de su profesora, quien le abrió la puerta e ingresó detrás de ella.

La pelirroja encendió la luz y Alessa se encontró con un recibidor a su derecha, con una ventana al fondo desde donde se veía la luz nocturna de las farolas del campus y a su izquierda, una pequeña cocina con pequeño comedor, todo cuidadosamente acomodado en una estancia modesta, no muy grande pero sí muy acogedora.

—Pensé que me habías dicho que recién habías llegado al instituto el lunes —comentó Alessa—. Parece que llevaras toda la vida viviendo aquí.

—Cuando duermes poco, como yo, tienes más tiempo disponible —respondió Ann, sonriendo, para luego cambiar el tema de inmediato—. ¿Está bien si empezamos ahora mismo?

Alessandra la miró y asintió, entendiendo la urgencia del asunto. Sin más demora, ambas mujeres se encaminaron a través del pequeño corredor que desembocaba en tres puertas.

—Por aquí —le indicó la pelirroja a Alessa mientras abría la puerta a su izquierda.

El dúo se encontraba ahora en una habitación parecida a un pequeño laboratorio. Había una computadora ya armada sobre su mobiliario, una impresora 3D, una especie de escáner corporal y una mesa metálica con un plano extendido sobre ella; el resto de los aparatos aún estaban guardados en cajas, nada que ver con el orden y pulcritud del recibidor.

Annelien guió a su compañera hasta la mesa metálica y dio un rápido repaso al plano extendido sobre ella.

—¿Sabes lo que es esto? —Preguntó la pelirroja, señalando una sección del plano.

Alessa miró rápidamente el plano. Parecía estar hecho de una película fotográfica, pero al tocarlo parecía tener relieve y varias figuras y colores cambiaban en él según la posición de la luz, la cual era provista por una lámpara montada sobre un eje en forma de anillo.

—Es una simulación impresa, recuerdo que mi padre solía utilizarlas —dijo la chica, a lo que Ann asintió.

—Eso es correcto, pero ¿reconoces lo que aparece en ella? Mira con atención.

Haciendo caso a su profesora, Alessa empezó a detallar la impresión cuidadosamente; era un modelo computarizado de un laboratorio unido a una vivienda, como una fotografía tomada desde arriba con una fecha y hora marcadas en números digitales en una esquina. En cuanto se dio cuenta de qué se trataba, algo se revolvió dentro de ella. Emocionada y a la vez asustada, comenzó a señalar diferentes puntos del plano.

—Este es el transformador que estalló, aquí estaba mi padre. —Alessandra señaló el centro del laboratorio—. Mi habitación quedaría subiendo en esta dirección. —Recorrió con su dedo todo el trayecto desde la escalera del laboratorio, pasando por el pasillo hasta llegar a su habitación. Al ver la silueta femenina que se marcaba sobre la cama de esa habitación, un pesar repentino la invadió, convirtiendo su voz en un débil susurro—. Esta soy yo... —Tomó un poco de aire y puso ambas manos sobre la mesa, a los costados del plano—. Esta es mi casa, a las 1:15 AM del doce de septiembre del dos mil treinta y tres. —Hizo una breve pausa y dio un profundo suspiro—. La noche en que ocurrió el accidente.

Sobrevino un breve silencio. Annelien sabía que era necesario abordar poco a poco la situación. Sin mover a Alessa de su sitio, se situó frente a ella, del otro lado de la mesa, y cambió la posición de la lámpara que iluminaba el plano, rotándola en sentido horario. La hora marcada en la esquina del plano acababa de cambiar a las 1:30 AM.

—A esta hora exacta recibí la primera llamada de Richard, tal y como te conté. —Alessa asintió expectante, en tanto su profesora procedía con su explicación—. En este momento, tu padre se encontraba conectado vía electrodos al mecanismo que diseñé, pero el proceso había fallado y Richard intentaba por todos los medios evitar un daño irreversible, por eso me llamó a mí. Sin embargo, a pesar de seguir mis recomendaciones, no pudo evitar el colapso total del sistema. —Ann volvió a mover la lámpara y la hora en el plano avanzó hasta las 1:34 AM. Esta vez, los colores se habían intensificado fuertemente en la sección del laboratorio y la figura de Friedrich se veía completamente blanca—. Este es el momento en que se corta la primera llamada, el momento exacto en que se produce la explosión, y más adelante... —Movió la lámpara y el tiempo avanzó hasta las 1:50 AM—. Aquí es cuando Richard me llama por segunda vez, fíjate en este cambio—. Señaló una vez más el transformador, a lo que Alessa asintió, cada vez más nerviosa. En el plano, un halo de luz verde parecía llenar el laboratorio entero—. Estos colores no aparecen en ningún otro punto de la simulación, todavía no he podido determinar de qué se trata.

En ese momento, Alessandra fue superada por su propia ansiedad y miró a su compañera con una mirada suplicante, pero justo antes de hablar, la pelirroja le hizo un gesto de pausa con la mano.

—Ya lo sé, quieres saber qué pasó contigo. Intenta ser paciente, que estoy a punto de mostrártelo, mira esto... —Annelien volvió a mover la lámpara en sentido horario y el tiempo avanzó hasta las 3:00 AM—. Mírate a ti misma en este punto. Aquí ya estabas fuera de tu cuerpo. —La chica obedeció y se vio a sí misma. Había aparecido una nueva figura en la imagen junto a su cuerpo dormido, se trataba de ella misma en su forma espectral.

Entonces, Ann miró de nuevo a Alessa mientras un silencio tenso se apoderaba de la estancia. La mirada de la pelirroja había cambiado, se veía preocupada e incluso sombría, sabía que lo que estaba a punto de decir tendría consecuencias. Alessandra lo sintió al leer la mirada de su profesora, era el miedo rebullendo en sus adentros, sus manos comenzaban a temblar sin control.

—Ahora, quiero que hagas un esfuerzo por mantener la calma. —Ann tocó el hombro de su alumna, en señal de apoyo—. Lo que estoy punto de mostrarte no será fácil de digerir, pero quiero que sepas que haré todo lo posible para ayudarte. —Alessa tragó grueso y asintió.

Annelien volvió a rotar la posición de la luz, esta vez en sentido antihorario, retrocediendo hasta las 2:45 AM, donde solo se veía la figura de Alessa dormida en su habitación. Acto seguido, se devolvió a la posición previa y de inmediato repitió la operación, retrocediendo y avanzando alternativamente. Un efecto visual se generó en el plano: una intensa luz anaranjada se originaba en el transformador del laboratorio, avanzaba por las escaleras y el pasillo y llegaba hasta la figura de Alessandra dormida, y una vez allí, se atenuaba poco a poco hasta convertirse en la figura espectral de ella.

—Que... ¿Qué es eso? —Preguntó Alessandra, con un delgado hilo de voz. Solo pensar en la respuesta le aterrorizaba.

Finalmente, la pelirroja, entre idas y vueltas en el plano, detuvo la lámpara en el punto que estaba buscando.

—Aquí está...

La imagen se había detenido en un fotograma tomado a las 2:59 AM. La estela color fuego había desaparecido del laboratorio y el pasillo; en su lugar, junto al cuerpo dormido de Alessandra, había una figura humana completamente anaranjada, poniéndole la mano sobre la frente.



Ya había visto aquel panorama: su residencia a la distancia, las luces artificiales del campus y el mismo sendero boscoso a sus espaldas. La noche era lúgubre y las nubes tapaban la luna casi en su totalidad, así que la iluminación era escasa.

Todo se sentía diferente, había algo extraño e incómodo en el ambiente, una presencia pesada que se hacía sentir con cada vez más fuerza. Fuera lo que fuera, acechaba entre las sombras y se acercaba a sus espaldas; era algo desconocido pero descomunal. Presa de los nervios, Marko se giró para ver detrás de sí.

—¿QUIÉN ESTÁ AHÍ? —El eco de su grito retumbó en la casi total oscuridad.

Fue entonces que vio una pequeña luminaria frente a él que despedía un suave destello púrpura, pulsante e intermitente. A cada pulsación que daba, el objeto crecía y su brillo se intensificada, hasta convertirse en una esfera luminosa.

Como hipnotizado por el extraño resplandor morado, Marko sintió el impulso de tocar aquella extraña bola de luz. Sin embargo, tan pronto extendió su mano hacia la esfera, esta se contrajo de golpe y segundos después, se expandió de forma masiva, cegando su visión por un instante. Acto seguido, cuatro rayos violetas salieron de la gran figura y pasaron a través de su cuerpo, hasta que la luminaria finalmente desapareció. Entonces notó que otra luz del mismo color brillaba detrás de él, como una enorme lámpara de neón puesta a sus espaldas.

Sintió de nuevo el mismo arrebato de energía, pero mucho más pesado y fuerte que antes. Había algo, o tal vez alguien, esperando a que él se diera la vuelta. Una sensación muy familiar volvió a invadirle; era el miedo apoderándose otra vez de su mente. En ese momento, una voz que no podía ser humana lo llamó por su nombre.

—¡MARKO! —La voz sonaba como si fuese emitida por un altavoz gigante.

Él sabía que no era un sueño ni mucho menos, sabía que estaba fuera de su cuerpo, sabía que quien fuera que estuviese detrás de él era real, y sabía que no le quedaba de otra sino darse la vuelta y afrontar su destino, cualquiera que este fuese. Así fue, se dio la vuelta y se encontró con un hombre alto de complexión fuerte. Sí, era una figura humana, pero solo era la figura, pues todo su cuerpo brillaba con una intensa luz morada. Si de verdad existía algo semejante a un dios, sin dudas aquel ser era la prueba. Antes de que Marko pudiese tan siquiera reaccionar, la voz gruesa y resonante volvió a aplastar el silencio.

—ES HORA DE IRNOS —dijo, poniendo su dedo índice en la frente de Marko.

A continuación, Marko sintió una corriente eléctrica de magnitudes colosales recorrer su cuerpo, el cuerpo en el que no estaba... De alguna manera, aquel ser se las estaba arreglando para causarle una sensación de asfixia, dolor, aplastamiento, como si fuese a su cuerpo al que se lo estuviese haciendo, como si un relámpago estuviese impactando directamente contra él. Lo único que veía eran rayos eléctricos rodeándolo, como si de una red de pesca se tratase, mientras su alrededor se desvanecía, haciéndose cada vez más oscuro y borroso.

No podía moverse ni gritar, ni siquiera podía ver con claridad a su verdugo.

Finalmente empezó a sentir una sensación de vacío absoluto en su pecho, en su cabeza, en cada centímetro de su cuerpo. Su propia alma se resquebrajaba, se pulverizaba en el aire, estaba sucumbiendo al ataque de aquel ser. No podía ni siquiera pensar en que estaba muriendo, el sufrimiento era tan descarnado que él solo deseaba que terminase cuanto antes. Solo fugaces imágenes alcanzaron a llegar a su mente, su madre, su hermano, su difunto padre, Alessandra, Leo, el bosque, el instituto... Era como ver una infinidad de pantallazos uno tras de otro con un dolor inenarrable de por medio.

Apenas alcanzó a pensar por un instante en lo que vendría después de desaparecer. Eso y nada más, pues al instante siguiente, su mundo se convirtió en penumbras.



Sentada en el sofá del recibidor con las piernas recogidas, Alessandra lloraba contra sus rodillas como si intentara protegerse de algo invisible. Recordar cada palabra de Annelien junto con lo que acaba de ver en aquel plano era como clavarse un puñal en distintos sectores del pecho, era un poco más de líquido que hinchaba cada vez más sus demacrados párpados. El miedo, la impotencia, la frustración, todo eso se había apoderado de ella. Saberse en una situación como la suya y no tener solución la destrozaba por dentro.

Alessa miró la hora, ya era la 1:00AM y no veía forma en que pudiese dormir esa noche. Su mente era un mar de pensamientos en marea alta. Sin embargo, todo aquel llanto era un mero desahogo, lo verdaderamente importante era la solución momentánea que su profesora le había suministrado, la misma que tenía en sus manos.

Sentía un gran pesar por dentro. Pensaba en qué sucedería ahora con ella... Con ella y con Marko... A pesar del poco tiempo conociéndolo, de una forma inexplicable y genuina, ella ansiaba volver a verlo esa noche. Pensaba en lo que le diría, en la excusa que inventaría para que no supiese la verdad, en el peligro que ella misma podía representar, en volver a causarle miedo a alguien, así hasta que decidió actuar al respecto. Sacó dos pastillas del recipiente que tenía en sus manos.

—Si quieres, Alessa, puedes quedarte aquí esta noche y regresas a tu vivienda temprano por la mañana. —Ann llegó con un vaso de agua en mano, lo colocó sobre la mesa frente al mueble y se sentó junto a su alumna—. De esta forma, comprobaremos si realmente funciona. Dos pastillas cada noche deberían evitar que salgas de tu cuerpo.

Alessa la miró, avergonzada, intentando contener el llanto, sintiéndose una cobarde.

—Todo estará bien, ¿sí? —Como una madre consolando a su hija pequeña, la pelirroja acarició a su compañera entre el cabello y la mejilla. Su voz sonaba cálida y dulce—. Son neuro-supresores, en teoría apagarán una parte de tu cerebro y obligarán a lo que sea que tengas dentro a quedarse ahí. Solo será temporal, mientras busco la manera de solucionar de una vez por todas todo este asunto.

—Gracias, Ann —susurró Alessandra, asintiendo entre lágrimas.

«Marko... Cuánto lamento no poder acompañarte esta noche». Eso fue lo último que pudo pensar por sí misma.

Al intentar llevarse las pastillas a la boca, su brazo se detuvo, y a continuación todo su cuerpo se puso rígido, quedando completamente paralizada, como si se hubiese transformado en una estatua. Fue ahí cuando sintió el terror más puro e incontenible, uno que se disparó violentamente cuando una voz femenina y resonante, que hizo vibrar sus tímpanos, le habló venida desde dentro.

«LO SIENTO, ALESSANDRA, NO PUEDO PERMITIRTE HACER ESO...»

—¿Alessa? ¿Pasa algo? —Escuchó la voz de Annelien a su costado, pero ni siquiera pudo voltear a mirarla.

Su brazo derecho, que sostenía las dos pastillas, dio una brusca sacudida por sí solo y arrojó con violencia las pastillas. Antes que Annelien pudiese reaccionar, la mano de Alessa se posó sobre su frente y brilló con luz anaranjada, como si tuviese fuego por dentro. La pelirroja quedó inconsciente en el acto y cayó acostada boca arriba sobre el sofá.

Si hubiese sido por ella, el grito más desgarrador y desesperado hubiese salido en ese momento de su garganta, pero ella ya no era la dueña de sus movimientos, y como si todo lo anterior no fuese suficiente para llenarla de pánico, sus piernas se pusieron de pie y empezaron a caminar solas hasta ponerla frente a un espejo.

Una vez allí, en la imagen que su reflejo le devolvía pudo ver cómo sus ojos se abrieron del todo por sí solos y enseguida se iluminaron en un intenso color anaranjado, dejándose ver una lágrima cayendo desde uno de ellos, producida exclusivamente por ella; era una lágrima de desolación absoluta, de la más profunda desesperación al sentir cómo su cuerpo era manejado por un titiritero invisible.

A continuación, su cabeza giró sola hacia el recipiente de las pastillas y sus piernas respondieron a ello desplazándose hasta donde este se encontraba.

Alessa sentía su corazón latir más rápido que nunca, como si fuese a salirse de su pecho, o más bien como si fuese a estallar ahí dentro. Su mano se estiró hasta coger el recipiente y sus desobedientes ojos lo observaron mientras caminaba en contra de su voluntad hacia el baño. Temblando en sus inútiles esfuerzos por retomar el control de su cuerpo, su mano vertió en el agua del sanitario todo el contenido del frasco de pastillas que le había dado Annelien. Acto seguido, su otra mano tiró de la palanca, dejando que el remolino de agua se llevase su única esperanza de volver a tener una vida normal. Después de dejar el frasco vacío en un sitio seguro, volvió al recibidor en contra de su voluntad. Sus párpados empapados de lágrimas nublaban prácticamente toda su visión.

De pie frente al sofá donde Ann yacía inconsciente, se detuvo en seco y entonces sintió como todo el peso desaparecía de su cuerpo. Sus ojos volvieron a ser verdes. Sus piernas volvían a ser suyas, su cabeza, sus brazos... Todo su cuerpo. Sin embargo y para mala suerte suya, no estaba preparada para retomar el control y no pudo reaccionar a tiempo, por lo que sus rodillas, repentinamente desentumecidas, cedieron ante su peso, el resto de su cuerpo siguió la caída y finalmente su cabeza impactó contra el suelo, volviendo negro todo a su alrededor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro