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6. Llamada nocturna


Cuando lo vio aparecer, ella no pudo disimular su sonrisa.

—¿Cómo me encontraste tan rápido? —preguntó ella en cuanto él llegó junto a su mesa.

—Pues... —Hizo una breve pausa, mientras se sentaba en la silla de enfrente—. Ya que no te dio tiempo de decirme el lugar donde buscarte, me decidí empezar por el último lugar donde nos habíamos visto durante el día.

Ella asintió, y en un acto reflejo, acercó su mano. Antes de que ella pudiera arrepentirse, él la tomó entre las suyas. Al ver su expresión apenada, él movió sus labios diciendo: «Está bien». Vistos los acontecimientos más recientes, ya no había motivos para cohibirse.

—Perdona si he sido una pesada desde que nos conocimos, hablando de mí misma sin parar —dijo ella, mordiendo sus labios con nerviosismo—. Hoy desperté pensando en que me gustaría saber más de ti.

Él le dedicó una sonrisa enternecida y soltó su mano con un movimiento sutil.

—Primero que todo, quiero aclarar que no eres ninguna pesada —dijo, risueño—. En segundo lugar, propongo que nos presentemos debidamente, que no lo hemos hecho hasta ahora. —Carraspeó y adoptó un tono humorístico y teatral, extendiendo su mano—. Mi nombre es Marko Bozanovic, es un placer conocerte.

—Me parece bien, así que debo decir que el placer es todo mío —respondió ella entre pequeñas risas—. Soy Alessandra Weiss.

—¿Weiss? —Marko se detuvo, con cierta sorpresa— ¿Como el fundador de este instituto, el Dr. Friedrich Weiss?

La cara de Alessa cambió repentinamente. Algo de la pregunta parecía haberla afectado.

—¿Pasa algo, Alessa?

—Él es mi padre... —Su voz fue un débil susurro. Ella bajó su cabeza, como si no quisiera mirarlo.

Fue entonces que él lo comprendió todo. Era de conocimiento público que el célebre Dr. Friedrich Weiss, reconocido científico, llevaba aproximadamente año y medio en un aparente coma. No fue difícil unir los puntos con lo que Alessandra le había contado hasta ahora. En resumidas cuentas, todo desembocaba en la noche del accidente donde ella había adquirido su extraña condición. No pudo evitar sentirse avergonzado por haber hecho una pregunta tan imprudente.

—Lo siento mucho, Alessa, no debí preguntar eso, no tenía ni idea que...

Ella negó lentamente y subió la mirada con parsimonia.

—No... No te preocupes, ¿sí? Es solo que... —Volvió a establecer contacto visual con él, sus ojos estaban húmedos—. Pensé que lo había mencionado: soy la única hija de Friedrich Weiss.

Marko respiró hondo.

—No puedo pedirte que confíes en mí con tan poco tiempo conociéndonos, pero después de todo lo que ha pasado en este corto tiempo, lo que me has contado, mostrado y compartido conmigo, no me pidas que no me preocupe por ti.

Ella, en medio de su expresión afligida, esbozó una sonrisa de labios juntos. Sin dudarlo un segundo, volvió a tomarlo de la mano.

—No es necesario que lo pidas, yo sí confío en ti...

Hubo un breve silencio. Él adoptó una expresión cálida y comprensiva, apretando su mano con delicadeza.

—Ahora entiendo muchas cosas —dijo, asintiendo—. Por eso querías que te ayudara.

—Perdón, Marko, de verdad lo siento mucho —susurró ella, con voz entrecortada.

—¿Por qué pides disculpas?

—Por meterte en esto... —Negó con su cabeza—. Nadie merece ser parte de esta locura en que se ha convertido mi vida desde hace año y medio. De verdad lo siento. Cuando supe que eras como yo, pensé que podrías saber algo que yo no supiera y...

—Detente, Alessa, deja de culparte —insistió él, sin despegar sus ojos de los de ella—. Es cierto, todo esto es una locura, pero nada de esto es tu culpa, si estoy aquí es porque yo lo elegí. Quiero estar aquí, contigo, quiero ayudarte en lo que esté a mi alcance.

Ella no hizo más que sonreír, apretando sus manos cariñosamente. Se disponía a responder algo cuando miró el reloj de la cafetería.

—Dios mío, ya son casi las ocho...

Marko dio un sobresalto, no podía creer que el tiempo transcurriera tan rápido.

—¿Podrás llegar a tiempo? —preguntó él, apenado por haberle quitado tanto tiempo— ¿Dónde tienes tu clase?

En cuanto ella repasó su horario, ninguno cabía en sí mismo de la sorpresa: ambos compartían esa clase.

—¿Esto es en serio? —preguntó, emocionado.

—Pues parece que sí —replicó ella, mostrando una sonrisa pícara, mientras le invitaba a acompañarla—. Vamos, que se nos hace tarde...

Al llegar al salón, este casi se había llenado por completo. La clase estaba a punto de comenzar. Ambos tomaron asiento, ella detrás de él.

Pasados unos minutos, entró por la puerta la profesora, una mujer joven, de unos treinta años. Su largo cabello era anaranjado cobrizo y caía en ondas sobre sus hombros y espalda, su figura era esbelta, delgada y bien proporcionada, la blancura de su piel hacía resaltar sus ojos verdes. 

En resumidas cuentas, era una mujer hermosa, espectacular, imponente, divina.

Marko, todavía teniendo en mente todo lo ocurrido los últimos días, no pudo evitar quedar hipnotizado ante aquellos atributos físicos, ante aquella belleza sin parangón, al igual que todo ser humano presente en el aula. Incluso Alessandra quedó impactada, pero no tardó en percatarse del trance en el que se encontraba su ahora compañero de clase.

Presenciar instintos básicos manifestados de una forma tan corriente en una persona tan analítica como él no hizo sino causarle gracia a la chica, que se le acercó despacio para susurrar en un volumen que él pudiese escuchar.

—Luego de esto te reto a que me repitas su nombre —le susurró ella en un tono burlón.

—¿Ah? —Marko agitó la cabeza con sobresalto al percatarse de que la profesora ya llevaba unos minutos de haber comenzado a hablar—. Ehmmm... Creo que no la escuché bien.

—Tal vez, pero tus ojos sí funcionan perfectamente, en cualquier momento se saldrán de tu cabeza —le dijo ella, con el mismo tono burlesco.

—¿De qué hablas? Solo estoy pensativo, es todo —dijo él, nervioso, a sabiendas de que ella estaba en lo cierto.

—No me mientas, nunca te saldrá bien, tus ojos siempre te delatan —dijo finalmente Alessa, sin reparar en lo que acababa de decir, hasta que Marko viró los ojos hacia ella frunciendo el ceño.

—No responderé a eso porque la profesora merece atención a su clase.

—La tuya sin duda la tiene —sentenció ella, virando los ojos desde Marko hasta el frente con una sonrisa pícara en el rostro.

En ese momento, Marko se dio cuenta que la mujer había anotado para la vista de todos su nombre y su profesión.

Annelien Hagens. Ingeniera biomédica

—Por si se lo preguntan, mi nombre y mi apellido son extranjeros, al igual que la mayoría de ustedes. —Marko por fin comenzaba a enfocarse en lo que decía y no en cómo lucía la bella mujer—. En mi caso, es porque nací en Ámsterdam. Sé hablar español y francés mejor de lo que hablo inglés, pero las reglas son reglas, no puedo dirigirme a ustedes en otro idioma que no sea este —dijo ella, encogiéndose de hombros con una media sonrisa.

Para efectos de Marko, una mujer que denotase inteligencia con esa vivacidad y esos atributos físicos era lo más cercano a la perfección que podría existir. La clase prosiguió normalmente hasta que la mujer pareció recordar algo.

—Bueno, creo que se me olvidó algo muy importante —dijo Annelien al voltearse a mirar al colectivo, todavía sonriente—, no nos hemos presentado.

«¿De verdad no se da cuenta de todos los ojos encima de ella?», pensó Marko, al tiempo que Alessa le movía el codo derecho para que se espabilara.

—No querrás pasar pena con ella —dijo Alessa intentando contener la risa ante la mirada perdida de Marko—, mejor le prestas atención, tenemos que presentarnos.

Annelien comenzó por el lado opuesto a donde se encontraban Marko y Alessa. Mientras recorría a los alumnos uno por uno, él volvió a perderse en sus pensamientos. Esta vez, pensó en todo lo ocurrido los últimos dos días, en Alessandra, en la noche anterior sobre el tejado de la Torre Observatorio y sobre todo, en lo que podría ocurrir de ahora en adelante. Era todo tan misterioso, tan incierto, que incluso llegaba a asustar.

Para cuando Marko volvió a la realidad, Annelien estaba a punto de llegar hasta él. Justo a tiempo. Se presentó debidamente. Al pasar a Alessa, notó que el rostro de la profesora cambió.

—¿Alessandra Weiss? No hay duda, debes ser tú —dijo la mujer, mientras Alessa asentía confundida.

—¿Nos conocemos, profesora? —preguntó Alessa.

—No, pero sé quién eres, aunque mejor dejamos eso para más tarde, creo que estarás de acuerdo.

Alessa asintió con la cabeza. La clase prosiguió, todo con normalidad. Las interrogantes seguían en la cabeza de Marko, y ahora se habían volcado sobre su profesora.

«¿Quién es ella? ¿Cómo sabe quién es Alessa? ¿Hasta dónde sabrá acerca de ella?»

Una vez terminada la clase, Alessa se incorporó de su asiento mientras el resto de la gente abandonaba el aula, le hizo señas a Marko para que la esperara sentado y se dirigió directamente hacia Annelien. Sostuvieron una conversación de unos diez minutos; Marko no alcanzó a escuchar nada. Finalmente, Alessandra regresó al frente de él y le pidió que la acompañase afuera.

—¿Tienes algo que hacer justo ahora? —le preguntó ella una vez fuera del salón.

—Mis clases son seguidas, Alessa, justo ahora debo moverme antes de que se haga tarde. Si quieres, termina de contarme en la noche, cuando nos veamos en el bosque.

—Pues... Ella acaba de pedirme que me quede a hablar con ella, y sobre todo, me pidió discreción. Creo que ella podría ayudarme, trabajó con mi padre.

—Si quieres, me cuentas en la noche, cuando nos veamos en el bosque —replicó Marko.

—Lo haré, te lo prometo, ve a tu clase y en la noche nos veremos, ¿está bien?

Él sonrió, y sin poder contenerse, con su mano le acarició un lado del cabello.

—Allí estaré, Alessa.

Ella se mordió los labios, tomó su mano y lo miró fijamente, abriendo su boca poco a poco. En sus adentros, revivió por un segundo cada sensación de la noche anterior. Sabía perfectamente lo que quería hacer, pero no, estaba segura de que no era el momento adecuado. En cambio, se acercó al oído de Marko.

—Gracias por tu compañía...

Para sorpresa de él, ella le rodeó con los brazos encima de sus hombros. Lo abrazó con firmeza y le dio un cálido beso la mejilla. Él, sin mostrar resistencia, correspondió el abrazo con ternura. Sus brazos envolvían perfectamente la espalda de Alessa, como si estuviese hecha a su medida. Todo él se estremeció, sintió incluso que se sonrojaba, pero nada importaba, solo sentir, sentirla a ella, sentir que podía protegerla, y sobre todo, que ella sentía esa misma conexión con él.

Apartaron sus rostros con cautela y él volvió a mirarla. Al igual que él, ella estaba completamente sonrojada. Sus ojos verde oliva brillaban ante el reflejo de la luz, junto con una radiante sonrisa.

—Podría acostumbrarme a esto —susurró él, con timidez, negado a soltarse de ella.

Ella le dedicó un breve silencio donde no hizo sino mirarlo a los ojos, mientras sonreía.

—Tengo tanta suerte de haberte encontrado —dijo ella finalmente, con una voz dulce y serena.

Marko sintió como si un cincel invisible grabara en piedra esas palabras en su mente. Alessandra, por su parte, sin dejar de sonreír, siempre con sus labios juntos, se soltó del tierno agarre y volvió a meterse en el aula de clases, donde Annelien la esperaba.

Así se quedó Marko unos minutos, parado en medio del pasillo, pensando en la última vez que se había sentido de esa forma.

De repente, tuvo una sensación extraña, una especie de vibración recorrió todo su cuerpo y lo hizo sentirse ansioso, inseguro, expuesto. Se puso en estado de alerta y miró en todas direcciones. Alguien lo había estado observando a la distancia y ahora caminaba en dirección a él. Miró la silueta mientras se acercaba, expectante.

Entonces pudo verlo bien, era una figura que él conocía. Un hombre alto, bien vestido, de rostro inexpresivo y penetrantes ojos azules.

—¿Profesor Richard?

—Buenos días, Marko.

—Bu... Buenos días... —De nuevo esa sensación, de nuevo esa misma incomodidad permanente que le producía estar cerca Richard—. Yo... ¿Ha venido a dar clases en este salón? —No tenía ni idea de por qué acababa de preguntar eso.

—Es interesante... —Richard ignoró totalmente la pregunta de Marko—. Hace dos días me preguntabas por ella y hoy puedo ver que la relación entre ambos ha avanzado bastante rápido.

Presa de los nervios, Marko no supo qué responder, como a quien capturan con las manos en la masa.

—Sé que no es de mi incumbencia, pero ¿por qué permaneciste ahí parado, sin mirar a ningún lado, luego de que ella entrara al salón?

A pesar de lo extraña y perturbadora que era la pregunta («¿quién carajo pregunta eso?»), Marko hizo un esfuerzo titánico por contestarla con algún sentido.

—Yo... Ehmmm... Supongo que solo reflexionaba un poco —respondió, incómodo, intentando evadir una conversación larga con Richard para que este se retirase pronto.

—Te entiendo Marko, no es fácil cuando nos damos cuenta que nuestras pesadillas no son tales.

Aquello fue demasiado para Marko, quien no pudo reaccionar de otra forma. Inhaló aire con brusquedad, tragó grueso y abrió rápidamente los ojos. Obviamente, Richard se dio cuenta de esto, y al intentar el muchacho responder cualquier cosa, el hombre lo paró en seco.

—Tranquilo Marko, no te esfuerces en negármelo, tu reacción confirma que estoy en lo cierto.

—C... Co... ¿Cómo lo sabe? —preguntó Marko, hecho un manojo de nervios, con voz temblorosa.

—Eso puedo explicártelo si vienes conmigo hoy mismo después de clases, pero te advierto que debes ser discreto. Al fin y al cabo, la humanidad no fue concebida para enterarse de todo esto.

La voz de Richard sonaba serena y amistosa, como de costumbre, sin perder nunca la seriedad. Marko respiró profundo, pensó por unos segundos y finalmente se animó a responder.

—¿Puedo preguntar qué es lo que quiere exactamente?

—Podría decir muchas cosas para disimular mis verdaderas intenciones, como muchos suelen hacer. —Miró fugazmente dentro del salón de clases vacío, donde solo estaban Alessandra y Annelien, conversando animadamente—. Sin embargo, prefiero ser directo: creo que tú puedes ser de bastante ayuda en todo este asunto, pero para ello, hay cosas que debes saber. Alessandra debe haberte contado muchas cosas, pero hay mucho más que ella todavía desconoce, y yo estoy dispuesto a mostrártelo todo.

Tras una breve pausa, Marko volvió a dar un respiro antes de contestar.

—¿Dónde quiere que nos veamos, profesor?

—Búscame en mi despacho al terminar tus clases. Desde ahí te guiaré a donde quiero que vayamos.

Luego de llegar a un acuerdo, ambos abandonaron la escena. Sí, todo era turbio y sospechoso, pero si algo necesitaba Marko para ayudar a Alessandra, era información, y con tal de obtenerla, casi cualquier riesgo valdría la pena.



El reloj marcaba las siete y media de la mañana cuando el repique de su teléfono móvil le despertó. La llamada era vía internet, es decir, provenía de otro país. El identificador le indicó un nombre.

«Allá todavía es de madrugada. ¿Qué hace llamándome a estas horas? Algo no marcha bien...» 

Contestó. No se había equivocado. Una voz masculina, que denotaba una gran agitación, comenzó a hablarle desde el otro lado.

—¡Los circuitos que diseñaste! ¡Rápido! ¡Hubo un error revirtiendo el mecanismo! ¡Dime como parar el proceso de forma segura! —El hombre hablaba con gran rapidez, le costaba entenderle.

Hizo un esfuerzo por interpretar rápido lo que podría estar pasando.

«¿«Revirtiendo» ha dicho? Sin una fuente lo suficientemente grande... Oh no... Eso no...»

—Debes desconectar la máquina de la fuente eléctrica, de inmediato, antes de que lo conviertas en un vegetal. Instalé un mecanismo de bloqueo por si algo así ocurría, pero te advierto, la fuente podría colapsar, ten cuidado.

No hubo respuesta. A continuación se oyó una gran interferencia y un sonido extraño del otro lado. La llamada se colgó automáticamente. Sabía que en cualquier momento recibiría una nueva llamada, así que conectó el teléfono a su dispositivo de grabación de llamadas. En efecto, tras 20 minutos de silencio volvió a entrarle una llamada. La misma voz contestó.

—Esto no tiene precedentes —dijo el hombre, esta vez en un tono mucho más calmado.

—Dime por favor qué ocurrió.

—Me advertiste sobre el riesgo de invertir el mecanismo. Me dijiste que necesitaríamos una fuente bastante grande de almacenamiento para sacar el exceso de energía de su cerebro. Aun así, no me imaginé que un transformador que fácilmente podría haber almacenado la energía del motor de un avión sería insuficiente.

Suspiró al escuchar estas palabras. No daba crédito a ellas.

—Ni siquiera yo sabía con certeza cuánta energía física podía generarse, sabíamos que el resultado era incierto, ¿por qué no me avisaste antes de iniciar la transferencia?

—No te estoy culpando, no era algo previsible. No te avisé porque no lo hice yo, lo encontré cuando ya el proceso había iniciado. Él mismo lo inició sin darme la oportunidad de supervisar nada. —La voz del hombre sonaba pesada, como si le costara mantener el habla.

—¿Cómo se encuentra él? ¿Sufrió daños durante la falla? —Preguntó eso por parecerle lo más urgente, pero en realidad tenía demasiadas interrogantes.

—Te seré sincero, su condición es estable, tiene pulso moderado, respira normalmente, su temperatura corporal es normal, simplemente duerme. Pero he ahí el detalle, no responde a ningún estímulo, no logro despertarlo. Algo no anda bien. No tengo a disposición los equipos para examinarlo como es debido, debo llevarlo al hospital.

—Desde acá no puedo hacer nada sin información. Por favor, en cuanto te hayas hecho cargo de él, pídele a la computadora que emita un reporte descriptivo y envíamelo.

—Creo que hemos tocado algo muy delicado, Annelien, no sé qué consecuencias tenga esto. Demoré en volver a llamarte mientras estaba inconsciente. Salí de mi cuerpo... —Hizo una pausa repentina e indefinida.

—Richard, por ahora encárgate de Friedrich, es prioridad. Luego hablamos de esto. Mantenme al tanto de cualquier eventualidad.

—Lo haré, me retiro por ahora.

Annelien finalmente colgó la llamada, llevándose una mano a la frente, frustrada.

«¿Qué hemos hecho? ¿Qué pasará ahora?»


A continuación, se hizo presente el silencio...


Annelien había detenido su relato y ahora miraba a Alessandra, expectante.

Alessandra, por su parte, sentía como si su mente estuviese siendo pinchada con alfileres; estaba confundida y a la vez indignada, no podía creer que después de tanto tiempo supiera tan poco sobre su propia situación. Se sintió tan tensa que tuvo que ponerse de pie antes de pronunciar palabra alguna, dando pasos por aquí y por allá frente a su profesora, que la miraba con calma sentada frente a un escritorio.

—Esto es increíble —murmuró Alessandra entre dientes—. Ha pasado un año y medio desde el accidente, y en todo ese tiempo, el señor Richard no ha querido contarme ni siquiera la pequeña parte que usted acaba de contarme. —En ese momento, no pudo contener su ira y le dio un violento puñetazo a la mesa— ¡¿PUEDE USTED CREER ESO?!

El eco de su grito resonó por todo el salón vacío. Sin embargo, Annelien pudo mantener la calma y tomó su mano para intentar calmarla.

—Luego de todo lo que he visto, y de haber hablado con él los últimos días, puedo creer lo que sea. Tranquila, no estás sola. —Miró a Alessandra a los ojos y esta relajó un poco su semblante—. Tiempo atrás confiaba en él, tiempo atrás... —Se contuvo de decir lo que pensó, y el dolor se asomó en sus adentros. Negó con la cabeza y soltó un suspiro—. Ya no puedo confiar más en él...

Alessandra también suspiró profundo, y con tono de resignación, se dispuso a hacer preguntas.

—¿Cómo supo quién era yo? Mi padre, Richard... ¿Tan siquiera me nombraron alguna vez?

La pelirroja adquirió una expresión pensativa, hurgando entre sus propios recuerdos.

—Hace unos tres años, me uní a la investigación de tu padre. Durante poco más de un año, él, Richard y yo fuimos un equipo de trabajo. —Hizo una breve pausa para mirar a Alessandra y esta asintió, invitándola a continuar—. En ese período de tiempo, obtuvimos resultados extraordinarios, pero en el proceso surgieron problemas entre nosotros y acabé abandonando el proyecto. No me gustaba la dirección en que íbamos y decidí dar un paso al costado. —Realizó una nueva pausa y miró hacia abajo, como excavando entre sus adentros para desenterrar cada detalle—. Sin embargo, Richard me mantuvo al tanto de todo, y entre muchas otras cosas, me habló de ti. Era como si de cierta forma supiese que algo malo ocurriría pronto y se concentró en suministrarme la mayor cantidad de información posible. Así fue, hasta la noche del accidente...

—Lo recuerdo como si fuese ayer —intervino Alessandra, poniéndose tensa, apretando los puños fuertemente—. Recuerdo despertarme en medio de la noche, recuerdo atravesar una puerta, recuerdo ver mi propio cuerpo dormido y no tener la más remota idea de qué debía hacer.

—Yo también lo recuerdo, tal y como te lo conté, sobre todo porque, después de esa noche, Richard se negó rotundamente a darme más información. Le insistí sin cesar durante semanas y meses, hasta que cortó toda comunicación conmigo.

Alessandra se llevó las manos a la cabeza y se frotó el cabello, frustrada.

—Ush, ¡no puede ser! —Pronunció la chica en medio de un sonoro gruñido, apretando los dientes— ¡Así me ha tenido durante año y medio! Me ha tenido atrapada en la punta del iceberg. Ha pretendido que yo, una afectada, me mantenga al margen de lo que queda de su dichosa investigación, con la que supuestamente busca la forma de traer a mi padre de vuelta. —La rabia fue ascendiendo por su garganta hasta rasgarla—. Maldición, no soporto tanta impotencia...

Annelien dirigió una mirada melancólica a Alessa.

—Yo puedo ayudarte a descubrir el resto de ese «iceberg», Alessandra —afirmó ella en un tono confidente—, pero antes de contarte más, quiero pedirte perdón, por todo lo que ha pasado. Todo fue nuestra propia culpa. Todo. Lo que le ocurrió a tu padre, lo que te ocurre a ti...

Alessandra volvió a respirar hondo e hizo un esfuerzo por recobrar la compostura, mirando a Annelien con una triste expresión comprensiva.

—¿Por qué se echa la culpa, profesora? Al fin y al cabo, fue un accidente, ¿no es así?

—Por favor, solo llámame por mi nombre, Alessandra, no estamos en clase y no quiero mantener distancias contigo. Si quieres, puedes llamarme solo Ann. Y con respecto a tu pregunta, debo disculparme precisamente por eso, por aquel maldito accidente. Nos creímos dioses, creíamos haber conseguido controlar algo que estaba hasta entonces fuera del alcance del ser humano.

»Accedimos a un mundo más allá de éste, olvidándonos que desconocíamos la gran magnitud de esa energía que hallamos, una que la ciencia daba por ficticia: la energía espiritual, una fuerza que trasciende a lo físico. Fue culpa nuestra porque pensamos tanto en profundizar la investigación, en dónde podríamos llegar. —Tras decir todo esto, la hermosa mujer dio una larga exhalación—. De manera irresponsable, ignoramos todos los riesgos...

—Ann, para empezar, puedes llamarme Alessa —contestó la chica de cabello corto, tras un breve silencio.

—¿Te confieso algo? —Preguntó la profesora, a lo que la chica asintió— Para conocer bien tu condición, para saber exactamente qué te ocurrió la noche del accidente, tuve que infiltrarme en la oficina de Richard y robar sus archivos.

—Situaciones drásticas requieren acciones drásticas —dijo Alessandra, encogiéndose de hombros—. Entonces, supongo que entiendes qué es lo que ocurre conmigo todas las noches mientras duermo.

—Sí, exactamente... De eso quiero hablarte...

—Siendo sincera —interrumpió Alessandra—, salir de mi cuerpo al dormir no es el problema. De hecho, con el tiempo se hace llevadero, se siente como tener una energía ilimitada, poder moverte sin caminar y ser, a fines prácticos, un fantasma. Es algo excepcional, es la prueba inequívoca de que el alma existe. —A pesar de lo animada que se escuchó mientras explicaba esto, su expresión se iba transformando en aflicción a medida que avanzaba—. El problema es que mi aspecto no es como el del señor Richard, ni como el de Mark...

Alessandra se llevó las manos a la boca y contuvo la respiración. Annelien levantó la vista con sus ojos totalmente abiertos, y al ver la reacción que la chica había tenido, no hizo sino sonreír pícaramente.

—¿Como el de Marko, querrás decir? —La pelirroja adoptó una gran sonrisa triunfante mientras se reclinaba en su asiento con los brazos cruzados. Al fin comprendía el por qué Richard lo tenía bajo observación— ¿Marko Bozanovic? ¿El chico que se presentó justo antes que tú?

—¡NO! —dijo Alessa en un grito ahogado, apoyando ambas manos en el escritorio de Annelien.

—Shhh... Tranquila, tu secreto está seguro conmigo, es solo que... —Annelien hizo una breve pausa— ¿De verdad existen personas que salen de su cuerpo naturalmente?

—De hecho ni siquiera él mismo lo sabía, lo supo cuando me conoció... Él... me vio y se aterrorizó... Pensaba que era una pesadilla —dijo ella, bajando su cabeza.

La esbelta pelirroja no dejaba de sonreír, parecía emocionada con lo que Alessandra le contaba.

—Pues no fue precisamente miedo lo que yo vi en él mientras estuvo aquí en el salón contigo.

Alessa abrió por completo sus ojos, ruborizándose.

—Espera, n... ¿No pensarás que...? M... Ma... Marko y yo... —Lo que intentaba ser una respuesta se había vuelto un balbuceo, así que hizo una pausa y respiró hondo—. Es que... Él y yo apenas empezamos a conocernos... Yo...

—No he dicho nada —dijo la profesora, tras breves risas—. Y bueno, por suerte para ti, no hay manera que el tiempo retroceda, solo serán más y más días conociéndose el uno al otro, nunca menos.

—Muy bien, ¿por qué no volvemos a donde estábamos?

—A ver, solo una cosa más: ¿cómo hiciste para que Marko dejase de tener miedo de ti?

—Fue al verme en persona que tuvimos la oportunidad de hablar y le hice darse cuenta de que no soñaba, sino que se salía de su cuerpo. Perdió el miedo hacia mí y... Pues... Ahora quiere ayudarme... Digamos que... —Al final, Alessa se dio por vencida en buscar excusas y le guiñó el ojo a su profesora, dedicándole una sonrisa cómplice—. Las cosas son bien distintas ahora.

La esbelta mujer asintió, comprensiva, y se mostró curiosa de nuevo.

—Sigo sin entender... ¿Qué tienes tú de aterradora al salir de tu cuerpo? ¿Cómo sabes cómo te ves? ¿Qué tienes de especial que Marko o Richard no son igual de aterradores?

—Bueno, para hacértelo corto, la diferencia está en que ellos son casi iguales a su forma humana. En cambio mi piel es opaca como la cerámica, blanca como un hueso, mis ojos son anaranjados y brillan con una intensa luz. Además, a Marko y al señor Richard no los pueden ver quienes están despiertos. Yo, en cambio, he debido ver cómo la gente a mi alrededor se aleja de mí desde que todo esto comenzó, me ven fuera de mi cuerpo por las noches, luego me ven en persona y me evitan, rehúyen de mí como si estuviese poseída.

La cara de Annelien cambió, ahora parecía a punto de desmoronarse, tomó de las manos a Alessa, dejó que el silencio volviera a hacerse presente y, acto seguido, le habló en voz baja.

—Alessa, debes ver lo que extraje de los archivos de Richard. Quizás a ti puedan verte porque tu energía es superior a la de ellos cuando sales de tu cuerpo. Todo esto es, en parte, mi culpa, y quiero compensarte con la verdad.

El rostro de Alessa también se transformó, parecía afligida, de nuevo frustrada, con la misma impotencia.

—Annelien, de verdad no te considero culpable, no conocías los riesgos. Yo, por mi parte, ya tuve suficiente de pensar que soy un monstruo, no lo soy y tampoco quiero serlo. Quisiera, cuanto menos, encontrar la forma en que nadie pueda verme y poder deambular por las noches en paz. Justo ahora no hay nada que me asuste más que el propio miedo.

—Por favor, déjame compensarte todo, quiero ayudarte hasta donde pueda, creo que lo más justo es que te diga todo lo que sé. Sin embargo, mi consejo es que nadie sepa esto más que tú y yo, al menos por los momentos. Si se lo dices a Marko, no sé lo que podría ocurrir.

—Está bien, Annelien, adelante, te escucho...

—No —replicó la mujer, negando con la cabeza, mientras se ponía de pie—. Lo mejor es que lo dejemos hasta aquí, por ahora. De ser posible, me gustaría reunirnos en mi habitación esta noche. —Dio otra pausa pensativa— ¿Dónde puedo buscarte en cuanto te desocupes?

Alessandra asintió sin chistar.

—Hago prácticas por las tardes en la Torre Observatorio. Si quieres, puedes buscarme allí a las 6:00PM, a esa hora ya estaré libre.

Ambas mujeres se estrecharon la mano en señal de acuerdo. Un secreto estaba a punto de ser desvelado, y una vez sucediera no habría marcha atrás. El caos estaba a punto de manifestarse, solo era cuestión de tiempo.

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