30. Sueño reparador
La corriente de energía que se desprendía de aquella figura era descomunal...
... Marko seguía ahí, recibiendo de lleno aquella brutal descarga, resistiéndose a caer.
En ese punto, era como si la fuerza que le mantenía de pie no le perteneciera...
... aquello era algo más, algo que venía desde adentro...
... algo que casi podía escuchar hablándole dentro de su mente...
... realmente era una voz, pero él no entendía, no alcanzaba a distinguir lo que le decía...
... sostenido por una energía nueva y extraña contra aquel horroroso y desconocido adversario, cerró sus ojos y en sus pensamientos intentó responder a aquel llamado...
«¿Quién eres? ¿Qué estás diciendo?»
—Soy yo, Marko.
Marko reconoció de inmediato aquella voz, cómo no reconocerla...
—Lectros... ¿Eres tú quien me sostiene? ¿Qué es...?
—No por mucho tiempo, Marko... Solo hay una forma de vencer a este monstruo... Solo hay una forma en la que sobrevivirás...
—¿Cuál es? Solo dilo...
—Vincularnos... Unir tu mente con mi energía... Sin embargo, una vez lo hagas no habrá vuelta atrás... Ni yo mismo sé cuáles serían las consecuencias.
—De todas formas, si no lo hago igual estaré muerto... Si muero, él gana... Y si él gana, no quiero ni imaginarme lo que pasará... De todas formas, nunca he sido normal, Lectros, y si es necesario renunciar a mi humanidad, lo haré sin más... Pero no pienso abandonar, no pienso rendirme... No ante él, ni ante nadie...
—El tiempo se agota, Marko... ¿Cuál es tu decisión?
—Tú ya la conoces...
—Entonces, que así sea...
En ese momento, en que esas últimas palabras cerraron el diálogo sostenido en su mente, pudo sentir la electricidad recorriendo hasta el último rincón de su cuerpo, que ya no era un simple y frágil cuerpo resistiéndose a la potente energía que fluía en su contra, sino una energía desmesurada contenida en un cuerpo indestructible, que contrarrestaría todo a su paso.
Si antes no retrocedió, menos lo haría a partir de ahora, pues a partir de ahora, ya no era solo Marko, a partir de ahora eran Marko y Lectros, un ser eterno, una manifestación de la energía destinada a mantener el equilibrio, tanto sobre el universo, como a través de él. Fue así como él, consciente de la fuerza nueva y avasalladora de la que acababa de ser imbuido...
... dio un paso al frente, luego otro, y así, sin prisa pero sin pausa, empezó a avanzar hacia aquella brillante figura...
... el ente habló con una poderosa voz.
—¿Cómo es posible? ¿Cómo es que puedes avanzar? ¿Cómo has resistido todo esto? ¡Tú, un simple humano!
... Marko se detuvo, esbozó una maliciosa sonrisa y movió sus labios para responder, pero la voz que salió de su garganta no era solo suya...
—Muy sencillo. No soy un simple humano...
Dijo esto en el instante en que abrió sus ojos, transformados en dos faros luminosos cuyo iris ahora brillaba en una luz púrpura incandescente, la cual fue, durante ese breve instante, lo único que pudo verse.
Luego de ello, la oscuridad regresó...
Junto con la oscuridad, volvió la luminaria misteriosa allá en lo alto del firmamento, reflejada en el agua de la laguna situada junto al semicírculo de tierra bordeado por árboles que se perdían en la niebla negra y espesa. El mismo terreno circular, mitad agua, mitad tierra, todo teñido de púrpura, volvió a constituir la totalidad de su campo visual.
—No... Otra vez no... ¡¿Qué es esto?! ¡MALDITA SEA, NO! -Comenzó a gritar, tomándose de los cabellos, pisando el suelo con fuerza al verse nuevamente atrapado en aquella realidad extraña, en medio de la frustración que le causaba el desconocer la razón de lo que veía, la razón de estar ahí.
Fue entonces que una voz, aquella voz tan particular e inconfundible, le respondió desde las sombras, sobresaltándolo.
—¿Has escuchado alguna vez el popular término «sueño reparador»? —preguntó retóricamente la gruesa y vibrante voz, justo antes de tomar forma frente a él, en medio de destellos eléctricos de color púrpura—. Pues tú, Marko, literalmente te encuentras en uno.
Ante esta repentina aparición, como si todo se aclarase para él, Marko simplemente se dejó caer sobre sus posaderas sobre el césped, sintiendo un misterioso alivio que lo hizo soltar un suspiro, llevándose una mano a la frente y luego usar ambas para frotarse por un momento el rostro, agobiado por completo. Su mirada se tornó seria y perdida hacia el frente, en la expresión de su rostro se notó el fastidio cuando puso los ojos de lado, el mismo fastidio con el que se dirigió al espectro púrpura sin mirarlo siquiera.
—Debí suponerlo, nunca te aburres del mismo papelucho de hacerte el misterioso —rezongó, justo antes de entornar los ojos con firmeza hacia Lectros, que lo miraba fijamente—. Solo lo preguntaré una vez: ¿Dónde estoy? Me lo vas a decir y te vas a olvidar de tus típicos rodeos, ya estoy hastiado de siempre sentirme confundido.
—Tal y como acabo de decírtelo —replicó la figura púrpura con una expresión sorprendentemente similar a una sonrisa—, te encuentras en un «sueño reparador», es decir, un estado en el que tu mente se ausenta mientras se repone. En pocas palabras, Marko, te encuentras en coma.
Instantáneamente, todo él se estremeció al escuchar esas palabras, a su vez que sintió como si una tecla especial fuese pulsada en su cabeza, pues un conjunto de rápidas imágenes se reprodujeron frenéticamente ante sus ojos, haciéndole recordar, entre muchas otras cosas, un detalle siniestro, que a pesar de lo turbio que se vio en la rápida secuencia que acababa de presenciar, la sola idea de dilucidarlo era aterradora.
La inmensa presión que sintió en ese momento encima de sus hombros, producto de las visiones, le hizo sostenerse la cabeza y comenzar a jadear. El pulso le tembló, pero finalmente se decidió a formular la inquietante pregunta.
—Le... Lectros —jadeó Marko de forma insegura y temblorosa— ¿Qué le ocurrió a...?
En ese instante, sin dejarlo siquiera completar la interrogante, Lectros se le adelantó.
—Murió, Marko, no hay más que decir...
—¡¿QUÉ?! —exclamó Marko, con una expresión de total horror dibujada en su rostro, llevándose nuevamente las manos a la cara— No puede ser... Pero... ¿Acaso no hay forma de...?
—No hay nada que podamos hacer. Confórmate con saber que mientras más rápido lo aceptes, más rápido podrás seguir adelante... —afirmó tajantemente, haciendo una breve pausa antes de proseguir—. Más oportunidad tendrás de evitar que suceda lo mismo con alguien más, con cualquiera de los que todavía peligran.
A pesar de la veracidad de las palabras de Lectros, él no alcanzó a contenerse. Se lanzó hacia adelante, quedando a gatas sobre el pasto púrpura, y comenzó a golpear repetidamente el suelo con su puño cerrado. La rabia, la impotencia y un vacío inconmensurable se apoderaron por completo de él, haciéndole proferir gritos desgarradores mientras continuaba golpeando el suelo con todas sus fuerzas. Un golpe, dos, luego tres y así hasta perder la cuenta. Golpeaba con tanto ímpetu que en el mundo físico de seguro se habría fracturado la mano por arremeter de esa forma contra la dureza del sustrato. Continuó golpeando hasta que el cansancio hizo mella en él.
Al detenerse, comenzó a jadear nuevamente, esta vez por la recién terminada agitación, para luego pasar de los suspiros a los gritos mientras hablaba.
—No puede ser... ¡No puede ser!... ¡NO PUEDE SER! —gritó nuevamente, para luego postrar la frente contra el suelo, mientras comenzaba a gritar entre dientes.
Una vez hecho esto, empezó a calmarse involuntariamente. Por muy dolorosa que resultase la noticia, nada la cambiaría su lamento, el cual no cesaba para sus adentros, pero que optó por sustituir por su rabia infinita, una con la que miró nuevamente a Lectros y le hablo desde lo más profundo de su garganta.
—Por favor, dime que podemos destruir a ese infeliz —dijo Marko, refiriéndose a la entidad verde, mientras apretaba los dientes, lleno de furia, mirando al espectro morado, que mantenía una expresión neutra, con sus brazos cruzados—, porque yo... Yo no me detendré ante nada... No hasta que lo haga desaparecer, de esta y de todas las realidades...
—Sea cual sea tu objetivo, Marko, no tiene sentido si no te concentras en lo que realmente importa —respondió Lectros, sin variar su expresión autoritaria—, y eso es salir de aquí, de este confín perteneciente a ningún lugar.
Ante esas palabras, él volvió a sentirse confundido, y la confusión no hacía sino alimentar su rabia.
—¡¿Salir de aquí?! ¡¿Y CÓMO SE SUPONE QUE LO HAGA?! ¡NI SIQUIERA SÉ DÓNDE ESTOY! ¡¿A DÓNDE ME HA TRAÍDO EL COMA?! ¡RESPONDE DE UNA VEZ!
—Pues, antes que nada, deberías estar más atento a la amenaza...
—Pero qué... —Marko interrumpió su propia pregunta al percatarse de los dos ojos púrpura que en ese momento vio brillar en la laguna, junto con las líneas luminosas, reconociendo de inmediato a la serpiente.
Sin embargo, ya era demasiado tarde, pues para cuando se puso en alerta el reptil ya había repetido su salto desde el agua, alcanzando su cuello en una fracción de segundo. Para cuando él movió su mano para intentar atajarla, los colmillos del ofidio se hundían nuevamente en su carne. Acto seguido, la bestia ponzoñosa volvió a enrollarse en torno a él, forzándolo a desplomarse al suelo por el peso exagerado.
Nuevamente, el veneno contrarrestó todo inútil esfuerzo por liberarse, trayendo consigo la oscuridad total.
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