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16. Resultado impredecible

Podía sentirlo en todo su cuerpo, la rabia y la impotencia se convertían en un calor intenso. Alessa sentía que toda ella estaba a punto de estallar, deseaba volar en pedazos el laboratorio entero mientras veía el cuerpo exánime de Annelien tendido sobre la camilla, así que optó por llamarse a la calma. Debía pensar e intentar analizar lo que había sucedido, de modo que observó la incómoda escena con detenimiento. La pelirroja estaba sujeta por anillos metálicos en sus muñecas, brazos, piernas y tobillos, lo cual dejaba bien claro que no había sido traída ahí por voluntad propia.

—Tú habías ido a cazarla, maldito —dijo para sí misma, murmurando entre dientes con la vista baja—. Por eso no fue a dar sus clases, por eso encontramos su casa de esa forma.

Volvió a mirar a Annelien y se sintió terrible, no podía dejar de culparse por dejarla sola horas atrás. En tanto, los cabellos anaranjados de su profesora se desparramaban sobre sus hombros y la parte superior de su torso. Más que dormida, parecía una enferma terminal, con la piel pálida; su respiración y pulso cardíaco eran monitoreados por una máquina adyacente a su cápsula cilíndrica. Alessa, al verla así, sentía como si ella misma se desgarrase.

—¿Qué te hicieron, Ann? —dijo para sí misma. Si hubiese estado en carne y hueso, podría incluso haber derramado una lágrima. La rabia no tardó en retornar a ella— Te voy a sacar de aquí, no importa cómo, es una promesa.

A continuación, cerró sus ojos e intentó concentrarse. Debía hacer algo, no sabía qué, pero debía hacerlo rápido.

—Pyrea, ¿estás ahí? —pronunció con su voz, tomándose a sí misma por sorpresa. Por un momento había olvidado que estaba fuera de su cuerpo y por lo tanto no podía pensar sin hablar.

Sea como sea, necesitaba hablar con la mujer de fuego, así que esperó durante varios segundos, pero no obtuvo respuesta alguna. Empezaba a ponerse nerviosa por el prolongado silencio cuando una sensación de vacío la invadió; de pronto se sintió mareada y débil. Un hormigueo recorrió todo su cuerpo y entonces sintió miedo, no sabía qué estaba pasando pero se sentía como si estuviera a punto de desmayarse, como si le pesara cada vez más moverse, pero nada de eso tenía sentido si ella estaba fuera de su cuerpo.

Entonces, una parálisis se apoderó de ella seguida de un espasmo, su brazo se movió solo. Luego, su otro brazo y sus piernas le siguieron.

—Pyrea, ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? —gritó, a sabiendas que el espectro estaba detrás de todo aquello.

No hubo respuesta alguna, sino que todo su cuerpo se movió por sí solo hasta alcanzar el cuerpo inconsciente de Marko. Su mano se estiró por sí sola y con el dedo índice señaló la frente de él. En ese momento, ella sintió un alivio inmediato; la pesadez había desaparecido instantáneamente y podía volver a controlar su cuerpo. Se fijó cómo su dedo seguía apuntando hacia Marko, justo sobre su frente.

—¿Quieres que entre en la mente de Marko? —dijo en tono molesto, todavía contrariada por lo que acababa de pasar. De inmediato se arrepintió de preguntar, pues comenzó a asentir de forma involuntaria. Ella reaccionó tomándose la cabeza con brusquedad— ¡ESTÁ BIEN, YA ENTENDÍ QUE NO PODEMOS HABLAR!

Puso las manos sobre el tablero y soltó un nuevo suspiro. Levantó su mano derecha y la puso sobre la frente de Marko. Sus ojos anaranjados se iluminaron, y a continuación toda ella.

—Espero no arrepentirme de esto —imploró, justo antes de fragmentarse por completo.

Alessandra quedó convertida en partículas pequeñas y anaranjadas que se arremolinaron sobre la frente de Marko y se metieron dentro de su cuerpo.


Julio de 2032, Reino Unido.


Acostado en la camilla de pruebas, con un generoso racimo de cables terminados en electrodos dispuestos alrededor de su cabeza, él esperaba por la activación del mecanismo, listo para dar la orden de iniciar. Junto a él, ella revisaba la configuración del sistema y verificaba el correcto arreglo electrónico por última vez, guiándose por la pantalla holográfica desplegada sobre la tablet que sostenía en su mano derecha. Tras introducir un código en aquella pantalla, una serie de números y cuadros de texto empezaron a generarse a una velocidad que imposibilitaba su lectura, hasta que se dejó ver un texto en gran tamaño cubriendo todo el holograma: «SE HAN SIMULADO EXITOSAMENTE TODOS LOS POSIBLES ESCENARIOS». Al leer esto, Annelien sonrió, mientras Friedrich se mostraba confundido.

—¿Qué ha sido eso? —dijo Friedrich, tumbado sobre la cama de pruebas, apenas moviéndose y mirando de reojo a la pelirroja.

—No podría permitirme que algo le ocurriese, doctor Weiss —dijo ella pasando su mano por la imagen holográfica, la cual se desvaneció al instante—. Ya había hecho esto al diseñar y configurar este sistema, pero para asegurarme he vuelto a hacer correr el algoritmo de su funcionamiento con todos los posibles casos de cada una de sus variables, para así asegurarme de eliminar cualquier riesgo. Con respecto a preservar la vida, hay que ser exageradamente precavidos. —Al decir esto último, miró a Richard, quien esperaba en el panel de control a unos cuantos metros de ella, sonriéndole, a lo que este respondió sonriendo de vuelta y guiñando un ojo.

—No conforme con todos tus conocimientos y haber creado un mecanismo nunca antes visto, has resultado ser una gran programadora —dijo Friedrich, esbozando una sonrisa—. Sin duda alguna, no nos equivocamos al elegirte.

—Le permito todos los halagos cuando ya tengamos un resultado real, luego de eso podré agradecerle por esta oportunidad, doctor —dijo ella mientras devolvía la sonrisa.

—¿Cuando me llamarás por mi nombre, Annelien? —dijo él en un tono jovial.

—Cierto, disculpa, Friedrich, supongo que todavía no me acostumbro...

—Ve al panel de control, es momento de comenzar —dijo y tomó a Annelien del brazo antes de que se retirase—. ¿Lista para cambiar el mundo?

—Solo si ustedes lo están —dijo ella y volvió a mirar hacia Richard antes de acercarse a él.

—Puedes contar con eso —le respondió Richard, con su acostumbrada media sonrisa, para luego dirigirse a su amigo—. A tu señal, Friedrich.

—Adelante... Prosigan...

Una vez hubo Friedrich dicho esto, Richard pulsó la tecla virtual de inicio. Lo siguiente que el doctor Weiss sintió fue un desvanecimiento total. Sin embargo, solo percibió que habían transcurrido segundos cuando pudo ver nuevamente, pero de una perspectiva distinta. Ahí estaban frente a él Richard y Annelien, revisando los paneles virtuales que se mostraban frente a ellos, conversando sobre sus observaciones. No le prestó mayor atención a lo que se decían, pues su interés reposaba en otra cosa: su extraña perspectiva. Por alguna razón se sentía ligero, sin sensación de frío ni calor en su cuerpo, la sensación de una corriente eléctrica recorriendo su cabeza había desaparecido tan pronto había perdido la consciencia, pero él seguía tumbado en la cama de pruebas, o más bien eso se suponía.

Fue entonces que se percató que se encontraba de pie, sin recuerdo alguno del momento en el cual se había levantado de la camilla. Apenas pudo creer lo que veía cuando decidió voltear a ver la cama de pruebas que había dejado a sus espaldas. Sobre ella había un cuerpo inmóvil con electrodos adheridos a distintos puntos de su cabeza, nada menos que el suyo. Sin saber cómo reaccionar, lo primero que hizo fue acercarse. Al ver en detalle se percató que el pecho de aquella imagen suya se inflaba, respirando normalmente, claramente dormido. Al poner su mano frente a su cara, vio un contorno azulado en ella, notando que podía ver a través de sí mismo.

Todo cuanto veía parecía atentar contra todo lo que había creído hasta ahora. Frente a él, sus dos compañeros seguían charlando normalmente como si nada. No tardó en darse cuenta de que no podían verlo. El tiempo transcurría y su confusión aumentaba.

—¿Qué es todo esto? ¿Es un sueño acaso? —dijo para sí mismo.

Sin embargo, ni el sueño más lúcido se podría llegar a sentir como aquello. Era una consciencia plena, una sensación difícil de describir. No sabía qué pensar acerca de lo que le estaba ocurriendo, hasta que a su mente vino lo impensable.

Mi cuerpo está ahí, pero yo estoy aquí... Ellos están ahí, pero no pueden verme... ¿Es esta mi alma? ¿Esta es la prueba de que existe? Yo mismo lo dije... El resultado era impredecible... El resultado es este...

En ese momento, se dio cuenta que todo cuanto pensaba lo estaba diciendo en voz alta, no podía evitar decir lo que pensaba. Richard y Annelien no parecían percatarse de nada, asumió que tampoco podrían escucharlo. Comenzó entonces a prestar atención a lo que se decían.

—Richard... Creo que lo hemos logrado —decía la pelirroja, señalando la pantalla holográfica.

—Veo lo mismo que tú, pero no parecen haber cambios significativos. ¿Qué tan confiables son esas lecturas? —le respondió él, a lo que ella se puso la mano en el mentón.

—Pues... Probablemente no lo sabremos hasta que lo hagamos despertar, esperemos un poco más a ver si hay cambios —dijo ella finalmente.

—¡No lo hagas! ¡No todavía! —Friedrich hubiese deseado dirigirse a Annelien, pero ella claramente no podía escucharlo—. ¿Qué es lo que está sucediendo? Debo entenderlo, cueste lo que cueste...

Tras detenerse a pensar un momento, y en vista del poco tiempo con el que contaba, resolvió moverse, intentar ver todos los detalles posibles. Los minutos transcurrieron, la conversación entre ambos proseguía, la información se mostraba y desaparecía en las pantallas, Annelien la leía e interpretaba en cuestión de segundos, pero ya no era la única capaz de ello, ahora Friedrich también podía. Aquello era como agilizarse en todo sentido, como si la capacidad de retención de información se le hubiese disparado.

—Hora de despertar, doctor —escuchó decir a Annelien.

Lo siguiente que sintió fue cómo su peso volvía de golpe, como si todo su cuerpo estuviese hecho de plomo y lo hubiesen lanzado al agua. Todo se volvió oscuro. Sintió de nuevo el frío de la habitación sobre su piel, junto con una gran pesadez, como quien despierta después de haber dormido más de lo necesario. Tras dedicar unos segundos a reponerse por completo, removió de su cabeza los electrodos. Richard y Annelien le miraban expectantes; él les devolvió la mirada, se sentó sobre la cama de pruebas, y, antes que cualquiera de los dos hablase, él se les anticipó.

—¿Por qué te resulta tan difícil llamarme por mi nombre, Annelien? —dijo él con una sonrisa de lado.

—Que... ¿Qué quiere decir? —dijo Annelien con un tono incrédulo.

—«Hora de despertar, doctor», es lo que has dicho al dar la orden de finalización, justo antes de despertarme —dijo él de forma tajante.

Annelien y Richard se mostraban ambos confundidos.

—¿Podías oírnos, Friedrich? —Esta vez fue Richard quien se animó a preguntar.

—Oírlos y verlos, pero solo yo a ustedes... Ustedes no podían verme, no podían oírme...

—No entiendo de qué hablas. No te moviste de tu lugar en ningún momento —replicó Richard—. Pudo haber sido un sueño lúcido, es perfectamente factible. Sin embargo...

—Sin embargo sería triste pensar que toda esta investigación tenga como conclusión que este proceso sin precedentes solo sirva para generar sueños lúcidos, pero no te preocupes, puedo demostrar que no lo fue.

—Friedrich —le interrumpió Annelien, quien se veía completamente pasmada—. Claramente no te entendemos, por favor explícanos qué fue lo que pasó mientras dormías. Según las lecturas del sistema...

—Si no te molesta, Annelien, puedo yo mismo explicar lo que decían esas lecturas para que compruebes que es cierto lo que digo.

—No te entiendo, Friedrich, no entiendo nada.

El hombre hizo un rápido repaso mental antes de finalmente comenzar su explicación.

—En la imagen de la pantalla holográfica se veía una electrosimulación de lo que ocurría en mi cerebro cuando le fue introducida la energía adicional. En ella se apreciaba perfectamente que mi núcleo mental no físico había dejado de ser intermitente para empezar a brillar a través de la red eléctrica. —Al escuchar esto, Annelien no pudo evitar abrir sus ojos por el asombro. Él había visto exactamente lo mismo que ella—. Por otra parte, tú, Richard —dijo y señaló a su compañero—, pusiste a correr el cronómetro que guardas en tu bolsillo justo al percatarte de ello, esperando una reacción, y se te ha olvidado ponerle pausa. —A su vez, Richard revisó sorprendido su bolsillo, en donde estaba su cronómetro todavía corriendo, ni siquiera él mismo se había percatado—. ¿Necesitas saber más? Detuviste el proceso, Annelien, porque tras varios minutos no viste ningún suceso particular, pero ya debes sospecharlo... Sí, hubo un suceso particular, un resultado impredecible.

La pelirroja meditó un momento las palabras de Friedrich, quien había hecho una pausa. Sus ojos estaban iluminados, como si hubiese cumplido un objetivo.

—Cuéntalo todo entonces, Friedrich, creo que nadie puede explicar mejor que tú lo que sucedió —dijo ella esbozando su hermosa sonrisa.

—Lo que veían ambos era mi cuerpo tendido en esta cama, pero yo no estaba ahí, estaba fuera de él, a mi libre albedrío, invisible a sus ojos e inaudible a sus oídos. Eran mi alma y mente, unidas en una sola entidad, fuera de mi cuerpo. El núcleo mental no físico, al estar completo, permitió eso... Annelien, Richard, esta investigación apenas comienza. —Al decir cada una de estas palabras, una euforia absoluta se notaba en él—. Nosotros... Hemos comenzado a cambiar el mundo.

El negro volvió a hacer aparición. Junto con él, lo hizo también el rojo, enunciando un texto que ya resultaba familiar.


Fin de tercera simulación...


Todo empezaba a cobrar sentido después de lo que acababa de presenciar. Marko miraba al vacío que quedaba una vez la simulación había finalizado, pero sus pensamientos se habían quedado con las frases de Friedrich: «Resultado impredecible... Cueste lo que cueste... Cambiar el mundo». Aquellas palabras correspondían con lo que había visto en su mirada, ese cambio de semblante; en lo más oscuro de sus pensamientos se asomaba la idea: eran señales de una persona que comenzaba a corromperse.

—Acabas de ver la última simulación disponible sobre la investigación. Si quieres preguntar algo, Marko, este es el momento. —Escuchó la voz de Richard a sus espaldas.

Marko volteó a mirarlo. La imagen de Richard se distorsionaba cada tantos segundos, como quien viera un video con interferencia. Algo extraño estaba sucediendo, pero su parte racional le decía que debía concentrarse en obtener toda la información posible.

—¿Qué fue lo que pasó con Friedrich?

—Luego de este primer experimento, Friedrich se obsesionó con ir más allá, quería explorar los límites de aquello que habíamos descubierto, todavía a costa de los posibles riesgos y consecuencias físicas. Annelien no estuvo de acuerdo y por eso abandonó la investigación meses después de lo que acabas de ver.

—Entiendo...

«Así fue como ambos se separaron», pensó Marko.

—Al final, todo condujo a esa noche, a la noche cero.

—¿«Noche cero»?

Richard asintió. Iba a decir algo cuando la distorsión deformó su imagen sobremanera y esta vez él sintió un dolor que lo hizo encorvarse, dando un quejido sordo.

—Profesor, ¿qué está sucediendo? —Marko sintió cómo el miedo hacía acto de presencia.

—Debes verla... —Richard intentaba recomponerse pero la distorsión insistía en hacer borrosa su imagen. Él sentía una pesadez tremenda, junto con un dolor que no era físico, sino mental, sus pensamientos en sí mismos le causaban dolor—. Se nos acaba el tiempo, Marko, pero debes ver una última cosa...

Marko, por su parte, apretó sus puños. Recordaba las palabras de Pyrea acerca de Richard, pero a su vez recordaba las palabras de Richard sobre sí mismo la noche anterior.

«Si algo llega a pasarme, Marko... Si algo malo llegara a suceder y existiera tan solo una mínima posibilidad de que tú puedas ayudarnos, no podemos desaprovecharla, debes saber todo cuanto sea posible, tener a tu disposición todas las herramientas necesarias»

—Solo hagámoslo de una vez...

Finalmente, Richard se recompuso como pudo y se dirigió al sistema por última vez.

—Acceso a registro secreto: Noche Cero. —Tan pronto dijo esto, el entorno comenzó a cambiar a toda velocidad, en tanto él miró a su alumno una vez más—. Marko, este es el final del camino...

Pretendiendo que entendía lo que su profesor había querido decir, Marko asintió. Todo se volvió negro por un instante antes que el texto rojo volviese a aparecer.


Archivo de registro secreto: Noche Cero. Cargando simulación...



Cuando pudo ver de nuevo, estaba en el vacío, el mismo escenario de la noche anterior cuando despertó en su subconsciente, solo que esta vez no era el suyo. No se distinguía nada a su alrededor, pero ella sabía que no estaba sola, podía sentirlo.

—Me encanta que seas tan intuitiva, Alessandra. —Una voz femenina y conocida se escuchó a sus espaldas, no había duda, se trataba de...

—Pyrea... —Alessa se dio vuelta con parsimonia, casi con fastidio.

Entonces pudo verla, la misma figura esbelta, femenina y fantasmal, ardiendo en llamas, toda anaranjada y resplandeciente, con sus ojos del mismo color brillando con aún mayor intensidad. Su sonrisa maliciosa podía ser tan graciosa como espeluznante. Sí, era Pyrea, tal y como la recordaba.

—¿Me prefieres así o más parecida a ti? —dijo, al momento que sus llamas se apagaban y su piel se volvía tan blanca como la de Alessa, su cabello pasaba de ser fuego a una melena marrón oscura muy abundante, permaneciendo sus ojos siempre anaranjados como magma volcánico.

—Me da igual, Pyrea. —Se encogió de hombros—. No es divertido que tomes el control de mis movimientos, ¿sabes? Además, ¿a qué te refieres con «intuitiva»? —dijo la chica, mirando al espectro con indignación, casi con desprecio.

—No tuve otra opción. Cuando sales de tu cuerpo no tienes tu cerebro físico a disposición para hablar conmigo, pero fuiste lo suficientemente intuitiva para darte cuenta de eso —contestó Pyrea, risueña como una niña traviesa.

Alessandra se quedó observándola, cayendo en cuenta de lo poco que realmente sabía de aquella entidad que ahora vivía dentro de su mente. Pyrea la miró expectante, sabía que Alessa estaba a punto de hacer una pregunta.

—¿Qué eres exactamente, Pyrea?

El espectro la miró fijamente y luego volvió la vista al vacío, como buscando las palabras.

—No es fácil definirlo, pero haré mi mejor intento —explicó con expresión divertida, como si le emocionara el desafío—. El problema con esa pregunta es que todo el lenguaje que utilizo lo he sacado de tu mente, Alessandra. No soy un ser humano, de hecho ni siquiera tengo un sexo definido, es decir, no soy hombre ni mujer. Esto que ves es solo la forma que adopté, la carcasa. —Se señaló a sí misma de arriba a abajo—. Entre todas las palabras y conceptos que has leído o visto alguna vez, creo que el que más se acerca a lo que soy es «un dios», o bien «un demonio».

—No tiene sentido. Dioses y demonios son opuestos, Pyrea, o al menos así lo entendemos la mayoría de las personas. Se supone que un dios es bueno y un demonio es malo, pero esto ya debes saberlo —replicó Alessandra.

Pyrea negó con la cabeza.

—El bien y el mal son solo conceptos surgidos en la imaginación del ser humano. En el universo tales elementos no existen, solo existe el equilibrio y el desequilibrio. —Miró a Alessa de forma sugerente—. Toma este ejemplo: Lectros y yo somos similares, pero tenemos orígenes opuestos. Él fue concebido para mantener el orden, mientras que yo fui concebida para alterarlo, ¿cuál de los dos es el «bueno»?

—¿Ambos? —aventuró Alessandra insegura, o más bien, demasiado segura de que estaba equivocada.

La mujer de fuego volvió negar, sonriendo, enternecida por la ingenua valentía de Alessandra.

—Ninguno de los dos, Alessa —afirmó, para luego proseguir con su explicación—. El orden y el caos son los dos elementos que conforman la existencia misma. —Abrió sus manos y en una de ellas generó una esfera de energía amarilla y en la otra una esfera de color azul—. El caos sin orden colapsa, y el orden sin el caos se estanca. Son fuerzas opuestas que se necesitan la una a la otra para generar equilibrio en el universo. —Llevó ambas manos abiertas al frente y las esferas se fusionaron en una hermosa espiral de energía—. Si una llega a predominar, se produce el desequilibrio. —Tras decir esto, hizo desaparecer su pequeño espectáculo de luces.

»Lo que debes entender es que si Lectros y yo hemos alcanzado el mundo físico siendo fuerzas opuestas es porque hay un desequilibrio importante que corregir; Lectros pensó que ese desequilibrio era causado por mí, por eso me atacó dentro de tu mente. Sin embargo, lo que te he mostrado hasta ahora, lo que vi aquella noche cuando me uní con tu mente es la prueba de que la amenaza viene de otra parte y es mucho más grande de lo que imaginamos. Por eso tú y yo estamos aquí —concluyó Pyrea, refiriéndose a la mente de Marko.

—¿Cómo podemos luchar contra eso? —Alessa apretó sus puños, impotente y llena de incertidumbre—. Quiero decir, ¿siquiera somos capaces de hacerlo? —Se mordió los labios con preocupación—. Marko fue atacado y se encuentra en peligro, Ann fue secuestrada y está inconsciente, ¿qué podemos hacer nosotras?

El espectro se encogió de hombros.

—Lo único que puedo decirte con total certeza es que haremos todo lo que esté a nuestro alcance. Cuando llegue el momento de luchar, que llegará, debes dejarte llevar por mí. —Pyrea se acercó a la temerosa Alessandra, tomó sus manos y le dedicó una expresión dulce y maternal—. Pase lo que pase, necesito que confíes en mí.

—Lo haré —respondió ella, asintiendo—. Confío en ti, Pyrea. -—Hizo una pequeña pausa y miró a su alrededor— ¿Qué deberíamos hacer ahora?

Pyrea asintió en respuesta.

—Primero que todo, es importante que sepas dónde te encuentras. —Señaló al vacío a su alrededor—. Esto es el subconsciente, la única región física realmente activa del cerebro mientras este duerme.

—Si se supone que está activa, ¿por qué se ve completamente vacía? —preguntó Alessa, confundida.

—Eso es porque Marko no está durmiendo realmente, Alessandra. Su parte consciente está ausente, pero activa, dentro de la computadora de Richard. Para traerlo de vuelta, debemos movernos de aquí. —Ante la confusa mirada de la chica, el espectro procedió a explicarse mejor—. Si entramos en una mente somos como un pensamiento más, y los pensamientos no son otra cosa sino energía con forma definida. Si concentramos suficiente energía en un solo punto podemos crear canales para trasladarnos por las distintas partes de la mente de Marko. Si Richard, o más bien la entidad que vive dentro de él, quisiera llevarse a Marko, debe estar esperando que su consciencia regrese de la computadora, ocultándose en algún lugar de su mente.

—Espera, Pyrea, déjame ver si entendí. —Hizo un gesto de pausa con la mano—. Nos moveremos a través de la mente de Marko, buscaremos al ente que controla a Richard y lucharemos contra él, ¿no es así?

—Es correcto, Alessa, y en el proceso también podemos divertirnos un poco. —Adoptó una expresión pícara, como si planificara una fechoría.

—¿A qué te refieres, Pyrea? —Alessa la miró con ojos entrecerrados.

—¿Que acaso no te interesa saber algunas cosas acerca de Marko? —La amplia sonrisa de Pyrea volvió a aparecer—. Sé que sí, porque lo he visto en tus pensamientos: el concepto que tiene de ti, su vida antes de conocerte, qué le paso mientras lo escuchabas a través del micrófono, puedo ayudarte a encontrar los lugares donde puedes descubrir todo eso.

La chica se rió para sí misma. Era francamente gracioso que un ser que ni siquiera era humano pareciese conocerla mejor que ella misma.

—Está bien, Pyrea, tienes razón —Volvió a encogerse de hombros, con resignación—. Tú ganas, pero hagámoslo lo antes posible, para luego puede ser demasiado tarde.

Con una sonrisa triunfante, Pyrea abrió sus brazos, encendió sus puños cerrados en llamas, y seguidamente todo su cuerpo. Sus ojos comenzaron a brillar como dos soles pequeños y enseguida lo hizo el resto de su cuerpo. Acto seguido, en medio de un grito agudo y vibrante hizo chocar sus puños. Se dejó oír un gran estallido que abrió una especie de portal enfrente de ella, un cúmulo de energía blanca que parecía atraerlas a ambas hacia él.

—Toma mi mano, Alessandra...

Ella, pasmada por la impresión, sabía que no tenía alternativa.

—Pyrea... —El espectro la miró de vuelta—. Confío en ti.

La mujer llameante asintió y la tomó de la mano. Ambas se introdujeron juntas en el túnel, el cual desapareció en medio del vacío subconsciente.

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