10. Naranja y púrpura
La luz producida por el choque entre ambos contendientes llenó de luz el vacío. Todo el entorno vibraba de tal forma que lo único que se escuchaba era un zumbido ensordecedor. Solo podían distinguirse dos nubes fluorescentes, una morada y otra anaranjada, que giraban una en torno a la otra y formaban espirales con sus estelas, sin llegar a mezclarse. En cada movimiento, descargas eléctricas chocaban contra ígneas llamaradas.
De un momento a otro, el desplazamiento fue ralentizándose hasta que ambas estelas quedaron estáticas. De inmediato se redujeron desde sus extremos hasta quedar solo las dos fulgurantes figuras humanoides de Pyrea y Lectros a punto de impactar nuevamente. Como puestos en cámara lenta, el puño de Pyrea, encendido en intensas llamas, se fue acercando al puño de Lectros, envuelto en centelleantes descargas eléctricas. Ambas fuerzas descomunales impactaron y se generó un estallido que emitió un brillo cegador.
Ambos combatientes fueron lanzados a extremos opuestos del espacio. Lectros cayó muy cerca del punto donde Marko observaba mientras sostenía a una casi inconsciente Alessa entre sus brazos, abrazándola mientras ella no dejaba de retorcerse, pues sentía su cabeza a punto de estallar. La voz de Marko era rabia, impotencia y miedo, todo eso combinado en una sola súplica.
—Lectros, por favor, deben detenerse, Alessandra... Tiene que haber alguna otra manera...
—Es aquí y ahora, Marko —dijo Lectros incorporándose—, mi prioridad absoluta es detenerla. Aún hay tiempo para Alessandra.
En ese instante Lectros desapareció, dejando una estela anaranjada. Pyrea lo había embestido a toda velocidad y ya lo había desplazado varias decenas de metros. Antes que él pudiese reaccionar, lo tomó de la muñeca y con una rápida sacudida lo estampó contra el suelo, despidiendo chispas moradas en el impacto. Rápidamente ella ascendió varios metros en el aire y sus brazos comenzaron a brillar. Sus puños se cargaron de energía y ella disparó con ellos dos llamaradas similares a la ignición prolongada de una turbina, directo hacia Lectros, que aún no se levantaba del suelo.
Lectros gruñó de dolor al recibir las ígneas descargas de Pyrea, pero tras breves segundos de soportar aquel embate, sus ojos volvieron a brillar y se removió del paso de las llamaradas, ascendió a gran velocidad y con su puño cargado golpeó de lleno a Pyrea, haciéndola descender varios metros. Acto seguido, descendió a toda velocidad y se estrelló encima de ella, luego la tomó del cuello y comenzó a volar a ras del suelo, arrastrándola mientras volaban chispas anaranjadas por la fricción.
Pyrea contrarrestó el agarre girando sobre su propio cuerpo y provocó que la trayectoria de ambos cambiase. El vuelo de Lectros se desestabilizó y ambos se precipitaron al suelo rodando varios metros hasta que la mujer de fuego logró zafarse. Ella ascendió tan rápido como pudo para contraatacar, pero el impacto de un rayo púrpura le forzó a detenerse y la dejó suspendida en el aire, paralizada. Lectros voló en dirección a ella y comenzó a dispararle descargas eléctricas. Pyrea fue electrocutada una y otra vez sin poder moverse, profiriendo sordos quejidos de dolor. Lectros ascendió hasta lo más alto y descendió como una centella, impactó contra la mujer llameante y la estrelló contra el piso.
Mientras todavía se encontraba en el suelo, Lectros dejó de levitar, la sostuvo del cuello y la alzó en el aire, propinándole una fuerte descarga eléctrica desde sus antebrazos, mientras Pyrea forcejeaba por soltarse, visiblemente debilitada.
—Con esto bastará —dijo Lectros, pensando que el combate estaba por terminar.
—No tienes idea de cuánto te falta —jadeó Pyrea.
Sus ojos y brazos volvieron a brillar y ella disparó dos nuevas llamaradas contra su adversario, acertándole a quemarropa y enviándolo a varias decenas de metros de distancia.
—Qué difícil pones las cosas —dijo Lectros con una media sonrisa mientras se incorporaba de nuevo.
Ambos comenzaron a cargar todo su cuerpo de energía y la dirigieron toda a sus respectivos puños. A continuación, ambos apuntaron y dispararon una llamarada monumental desde el lado de Pyrea y una ráfaga de relámpagos por parte de Lectros. Al impactar ambas descargas, la energía empezó a acumularse en el lugar de la colisión, formando una gigantesca esfera que se alternaba entre anaranjado y púrpura. Todo el lugar, el aparente vacío, comenzó a estremecerse sin control. Ninguno de los dos cesaba en su ataque.
Aquella sobrecarga era demasiado para Alessandra, que aún en brazos de Marko empezó a tener violentos espasmos. La desesperación se apoderó de él.
—¡DEBEN DETENERSE YA! ¡ALESSA NO RESISTIRÁ!
Aunque Pyrea ya sabía esto, pero al escuchar las palabras de Marko reaccionó con gritos histéricos.
—¡NO! ¡ALESSANDRA! ¡NO MORIRÁS! ¡NO LA MATARÁS, IMBÉCIL!
Con una incontenible furia llenando su mirada, soltó su descarga de llamaradas. La esfera de la colisión y todo su ataque fueron deshechos, y quedaron solo los relámpagos de Lectros yendo directo hacia ella. Pyrea voló a toda velocidad sorteando las descargas eléctricas hasta llegar a Alessandra; le puso la mano en la frente justo cuando ella, Alessandra y Marko fueron alcanzados por los relámpagos.
Hubo un inmenso destello de luces tanto moradas como anaranjadas, seguido de una explosión que iluminó todo el vacío.
Lectros miró hacia el lugar del impacto, temiendo haber hecho un daño irreversible. Sin embargo, toda la luz se contrajo en una milésima de segundo, siendo absorbida por completo por su mano... La mano de Alessandra, ahora puesta de pie delante de Marko, envuelta en un aura anaranjada, con los mismos ojos de brillante luz anaranjada de su forma espíritu. Pyrea no se veía por ninguna parte, había desaparecido.
Tanto Marko como Lectros miraban la escena, incrédulos.
—Esto no es posible, no puede ser cierto —dijo Lectros para consigo mismo.
En ese momento, los labios de Alessandra se movieron; su voz y la de Pyrea resonaron al unísono...
—SÍ ES POSIBLE, LECTROS, LO ESTÁS VIENDO JUSTO AHORA, Y ES MOMENTO DE QUE DESAPAREZCAS...
Ella colocó sus manos abiertas a los lados de su cuerpo, a la altura de su cintura. Empezó a ascender y sus manos empezaron a brillar con gran intensidad; ella las llevó al frente y formó entre ellas una bola luminosa de color naranja que comenzó a crecer progresivamente. Marko miraba la escena tan impresionado como horrorizado, mudo de la impresión.
Lectros permanecía estático, mirando con detenimiento la imagen que tenía enfrente.
—Muy bien, ahora tengo doble trabajo —dijo él, en tanto sus ojos y puños volvían a brillar.
Ascendió a gran velocidad, retrotrajo su brazo entero, el cual se iluminó en púrpura formando un amplio campo eléctrico alrededor de él. Sacudió su puño hacia adelante y una colosal descarga eléctrica salió disparada en dirección a Alessa.
Los ojos de la chica se iluminaron. La esfera que Alessandra sostenía recibió de lleno la descarga de Lectros y comenzó a crecer; la energía era tanta que podía escucharse el flujo de los rayos al impactar contra ella. Aquella bola de fuego siguió incrementando su tamaño y aclarando su color hasta que la descarga de Lectros cesó. La esfera absorbió por completo el ataque eléctrico, volviéndose totalmente blanca y alcanzando el tamaño de la propia Alessa.
—Imposible, ¿qué está sucediendo aquí? —dijo Lectros para sí mismo, habiéndose quedado casi sin energía tras ese ataque.
A pesar de que podía escucharlo, la chica ni se molestó en responder a Lectros. En lugar de eso, hizo un gran destello con sus ojos y gritó.
—¡LARGO DE AQUÍ!
Un rayo de luz fue despedido desde la esfera y Lectros no tuvo más alternativa que interponer sus manos, pero fue inútil; el rayo lo alcanzó de lleno. Sintió un dolor intenso, y cuando se dio cuenta, su cuerpo se desvanecía. Entonces profirió un grito desgarrador, justo antes de desintegrarse por completo en el aire.
La bola luminosa de Alessandra había desaparecido. Ella descendió lentamente mientras su aura llameante fue disminuyendo y atenuándose hasta desaparecer. Una vez tocó de nuevo el suelo quedó de espaldas a Marko, que la miraba expectante.
Un suave susurro se escuchó en su interior, como una voz entre sus pensamientos...
Antes de que él dijera cualquier cosa, la chica se desvaneció y en un parpadeo estaba frente a él, sellándole los labios con el dedo índice.
—No digas nada —dijo ella con su doble voz—, mejor salgamos de mi mente, que ya ha soportado bastante.
A continuación, sus ojos brillaron fugazmente y cegaron a Marko por un segundo. Él se esfumó en el acto y Alessandra quedó sola en medio del vacío de su subconsciente. Entonces escuchó aquella voz de nuevo.
«Pon tu mano en tu frente y luego sepárala poco a poco», dijo la voz venida desde sus adentros.
La chica obedeció la instrucción y en cuanto lo hizo vio cómo se materializaba una figura anaranjada frente a ella. Era la mujer llameante de nuevo.
—Pyrea...
—Gracias por confiar en mí, Alessa —respondió el espectro con un inesperado tono maternal, mirándole fijamente—. Te gusta que te llamen así, ¿no es cierto?
Ella asintió con expresión seria.
—Sí, Alessa está bien. —Se encogió de hombros antes de continuar, con expresión resignada—. Supongo que no tenía otra opción, era esto o sino... ¿Morir de un colapso mental?
—Su energía sumada a la mía era mucho más de lo que tu mente es capaz de soportar, así que debíamos sacarlo de aquí.
—¿Y ahora qué? —Alessa adoptó una expresión desafiante— ¿Qué piensas hacer conmigo?
La mujer de fuego negó con la cabeza y le sonrió cálidamente.
—Ahora estamos vinculadas, Alessa, no puedo hacerte daño. Te necesito a ti para seguir en este mundo, así que todo mi poder te pertenece ahora.
—No lo entiendo, ¿qué sucederá ahora?
—Luego te lo explicaré todo con calma. —Pyrea tomó a Alessa de la mano con inusitada ternura—. Por ahora, necesitas despertar.
En ese instante, Alessa cerró sus ojos en el vacío y los volvió a abrir en el bosque; Marko estaba allí, frente a ella. De nuevo estaban en aquel claro boscoso donde se habían visto las dos noches anteriores. El amanecer llegaría en cuestión de minutos.
Marko miró a Alessandra, detalló sus ojos anaranjados, tomó su mano y se sintió distinto. Ya no se sentía como un contacto con un cuerpo humano, era más bien como una radiación. No había sensibilidad alguna en su piel ya que ni siquiera había piel. Ambos habían vuelto a ser almas, tal y como recordaban que se sentía. Se había ido todo ese universo de sensaciones corpóreas que sentirían estando despiertos y que hasta hacía minutos la mente de Alessa reproducía: calor, frío, dolor, textura, pulsaciones, cualquier tipo de tacto, todo. Nada de eso podrían volver a sentirlo hasta estar despiertos de nuevo.
Para Marko era como ver de nuevo a la primera versión de Alessa que había conocido, la misma de su «pesadilla»: fría en sus expresiones, con sus ojos imbuidos de un vibrante resplandor anaranjado y su piel pintada de un color blanco uniforme, brillante como la luna llena. Detalló todo esto una vez más, pero esta vez lo comprendía todo.
—Siempre fueron ambas, tanto tú como ella. Por eso tu voz suena de esa forma, por eso tienes sus ojos.
La chica soltó un largo suspiro.
—Quiero pensar que todo irá mejor a partir de ahora —dijo Alessa, cruzándose de brazos mientras miraba al horizonte—. Todavía tengo un montón de preguntas, pero al menos ahora sé qué es lo que pasa conmigo.
—Desearía tener alguna de las respuestas, de verdad —respondió Marko—. Lo que acaba de pasar es... —Apretó sus puños, impotente ante la sensación de no tener nada bajo su control—. Todo esto es una locura.
Alessandra le dedicó una inesperada sonrisa. Le enternecía sentirlo preocupado por ella.
—Si te soy sincera, estoy agradecida.
Marko puso un claro gesto de incredulidad, frunciendo el ceño.
—¿Agradecida? ¿Por qué? —El temor ante todo lo que acababa de presenciar, y todo lo que podría ocurrir luego, superaba a Marko, quien no pudo evitar preguntar con total crudeza— ¿Acaso no odiabas tu condición? ¿No odiabas verte así como te ves?
—Tú mismo lo habías dicho, Marko —replicó ella, sin inmutarse—. Le tememos a lo desconocido, y yo desconocía lo que me ocurría y el por qué me ocurría, pero la razón era simple: Pyrea. Ella empezó a vivir dentro de mí y se hizo una sola conmigo. Por eso salgo de mi cuerpo al dormir, por su energía sumada a la de mi mente. Por eso me veo así, porque ella se ve así. No sé de donde proviene, ni qué es ella, ni por qué empezó a vivir aquí dentro —Señaló a su cabeza—. Sin embargo, esas son preguntas que debo hacerle a ella cuando vuelva a manifestarse; todo lo que sé es que ahora estamos vinculadas.
—Respondiste todo menos la pregunta más importante, Alessa, ¿agradecida por qué? Y de todas formas, ¿por qué confiar en Pyrea ahora? —preguntó de nuevo Marko, aún sin comprender tan repentino cambio de parecer.
—Estoy agradecida con Pyrea porque ahora comprendo todo lo que me ha estado sucediendo. Además, ella salvó mi vida. Cuando mi mente estuvo al borde del colapso el sufrimiento se hizo insoportable, por un momento pensé que era el fin. Sin embargo, ella abandonó la pelea contra Lectros y se arriesgó a ser alcanzada, destruida por los rayos; se fusionó conmigo y nos salvó a ambas. También me hizo salvarte a ti. Intenta recordarlo bien.
Marko sabía que todo lo que le acababa de decir Alessa era cierto. Sin embargo, la idea de que Lectros hubiese desaparecido, dejándolo sin saber todo lo que él tenía para decirle era frustrante.
—La descarga de Lectros no estaba destinada a nosotros, sino a ella. No nos salvó a nosotros, o al menos ese no era su objetivo. Todo lo que ella quería era salvarse a sí misma. Te salvó a ti y desea «protegerte» porque, por alguna razón que ni tú ni yo conocemos, Lectros tenía el deber de sacarla de tu mente. Alessa, tú deberías haber tenido una vida normal, nunca debiste haber pasado por todo esto—dijo Marko en un tono muy elevado, claramente molesto.
—Me da igual lo que debería haber sido o no, Marko. —Parecía que esta vez los papeles se habían invertido, Marko se alteraba y Alessa permanecía tranquila—. Estoy realmente feliz de no tener una vida normal; salir de mi cuerpo al dormir y estar consciente de ello me ha hecho sentir una libertad sin igual, tan solo recuerda anoche, allá arriba en el observatorio. —Se acercó a Marko y le tomó de las manos, rogándole con la mirada que confiara en ella—. Entré en pánico tan pronto Pyrea apareció, es cierto. Eso es porque justo antes de aparecer en mi mente, tomó el control de mi cuerpo y me hizo mover en contra de mi voluntad, justo antes de dejarme inconsciente. —Ella vio la expresión de horror de Marko, así que se adelantó a ser interrumpida y se encogió de hombros—. En el fondo, sé que no tuvo otra opción, yo estaba a punto de tomar unos medicamentos que podrían haberme hecho mucho daño. Estoy segura de que no quiere hacerme daño. No sé cómo explicarlo, pero es como si su mente y la mía estuviesen sincronizadas. —Apretó las manos de Marko y lo miró directo a los ojos—. Confía en mí, es lo único que te pido.
Marko negó con la cabeza.
—Quisiera entenderte, Alessandra, pero francamente no puedo. Todo lo que acabas de decir son cosas que supones, pero nadie puede asegurar que sean ciertas. Quiero decir, es bueno que seas optimista, yo intentaría serlo en tu lugar, pero ¿qué podría pasar si te equivocas? Ella podría haber hecho todo esto para que confíes en ella... ¿Tienes idea del riesgo que estás corriendo?
Alessa lo miró por unos segundos hasta finalmente sonreír, entrecerrando sus ojos color fuego. Recordó por un segundo lo que había sucedido dentro de su mente, justo antes de la pelea de los dos seres espectrales y aquella sensación cálida volvió a despertar en ella. Ella se dejó llevar y con un movimiento sutil acercó su rostro al de Marko y le plantó un tierno beso en la mejilla. Él la miró, contrariado, lo había tomado por sorpresa.
—No preguntes cosas tan complicadas cuando ya nos quedamos sin tiempo —dijo esto y miró hacia el Este.
Marko miró hacia el mismo lugar y vio salir los primeros rayos del sol. Alessa empezó a desintegrarse hasta desaparecer por completo. Él, por su parte, sintió cómo su cuerpo le «llamaba», así que se dejó caer hacia atrás.
En cuestión de segundos, el claro boscoso quedó en completa soledad.
De vuelta en la vivienda de Annelien, tenues sonidos empezaron a romper el silencio en el recibidor. La pelirroja todavía dormía acostada boca arriba en el sofá mientras Alessandra, tumbada en el suelo sobre su costado, abría los ojos y se sentaba sobre el suelo, pegando su espalda a la pared. Miró a su alrededor, se permitió respirar un momento y entonces recordó lo que había ocurrido antes de quedar inconsciente. Se palpó la cabeza con las manos pero no sintió nada, ni dolor, ni la más mínima lesión; ella recordaba haberse golpeado muy fuerte la cabeza, pero para su sorpresa estaba intacta.
De repente, una voz femenina le hizo dar un sobresalto.
«Todo está bien, Alessa»
Toda ella se estremeció. La voz venía desde dentro de su cabeza.
—Pyrea, pero qué carajo...
«No es necesario que hables, Alessa. Aquí, en tu realidad, también puedo escuchar tus pensamientos»
Alessandra respiró profundamente.
«No entiendo. Recuerdo perfectamente haberme golpeado la cabeza», dijo ella para sus adentros.
«Es verdad, te golpeaste fuerte, por eso curé tus daños antes de que despertaras», contestó el espectro.
La chica se llevó la mano a la frente, no podía creer que todo aquello fuese real. Era todo tan absurdo que incluso resultaba gracioso.
«Mierda... Esto es una locura, de verdad», pensó Alessa entre tenues risotadas.
«Podemos hacer muchísimas cosas, Alessa. Puedo mostrarte cuando quieras»
En ese momento, Alessandra miró al frente y se encontró con el reloj de pared colgado encima de la puerta de entrada, marcaba las 6:30 AM.
—Me parece bien. —Volvió a hablar con su voz, sonriendo—. Sin embargo, creo que lo que necesito justo ahora es un baño. Ya me falta poco para entrar a clases.
Entonces recordó dónde estaba, miró a su izquierda y vio a su profesora inmóvil sobre el sofá y los nervios le invadieron.
«¡Dios mío, Ann! Ella está...»
«No te preocupes, Alessa, solo está dormida. Anda, vamos a despertarla»
Haciendo caso a la mujer espectral, Alessandra se acercó a la pelirroja, quien pesar de haber sido forzada a dormir se veía cómoda y tranquila, durmiendo profundamente. Alessa detalló por un momento a Annelien, recordó la reacción de Marko al ver a aquella mujer por primera vez y pensó que no podía culparlo; era increíblemente hermosa, incluso dormida. No era solo una belleza física, era algo inexplicable lo que se sentía al estar cerca de ella. Para Alessandra era algo nuevo, algo que nunca pensó que le ocurriría.
«Interesante, nunca antes te había atraído una mujer», le dijo Pyrea desde sus pensamientos.
Alessandra se sonrojó y no pudo evitar sonreír, apenada.
«Si te sirve de algo, sigo prefiriendo a los hombres»
«A Marko, específicamente». Alessa frunció el ceño, casi podía ver la sonrisa burlona de Pyrea mientras decía esto.
«No voy a responder a eso. Ahora, ¿cómo la despertamos?»
Tras un breve silencio, el espectro volvió a hablar.
«Coloca tu mano sobre su frente y déjame fluir a través de ti»
La chica hizo caso a la indicación y colocó su mano derecha sobre la frente de Annelien. Por un instante, sus ojos y su mano brillaron en color anaranjado. La pelirroja se movió, primero débilmente, desperezándose y luego, tan pronto recordó lo que había ocurrido antes, se sentó de un salto sobre el sofá.
—¡ALESSA! —La pelirroja dio un grito y de inmediato se dio cuenta que la chica de cabello corto estaba junto a ella— ¡Dios mío! ¿Qué pasó? Tú estabas...
—Todo está bien Ann, no te preocupes —susurró Alessandra, poniéndole la mano en el hombro.
Entonces escuchó otra vez la voz de Pyrea en su mente, indicándole lo que debía hacer a continuación.
—No Alessa, no puede estar todo bien. —Annelien negaba nerviosa con la cabeza—. Pude ver cómo tus ojos se iluminaban, y luego... —La voz le empezó a temblar—. Y luego, tú...
—Shhh... Te prometo que todo está bien. —Alessa tomó de la mano a su profesora para calmarla—. Tengo algo que mostrarte.
En un esfuerzo por permanecer calmada, la pelirroja suspiró.
—¿A qué te refieres, Alessa?
A continuación, Alessandra le colocó sus dedos corazón e índice en la sien y sus ojos volvieron a iluminarse en color anaranjado. Mientras tanto, Annelien vio cómo los sucesos de la noche anterior se reproducían ante sus ojos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro