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Ochora salvavida

*En el presente*

Al final su nombre es revelado, la cabeza de la mujer negra cae, se desmaya. El militante de la NAP se levanta, después de grabar esta parte de la historia de su prisionera, tiene que mandarlo a su jefe. El pajarito azul, amarillo y negro silencioso intenta pasar por los agujeros de las barras de la ventana pegando gritos horribles. La mujer sigue con la cabeza mirando el suelo, gotas de sangre salpican la madera del suelo de la habitación. 

El pájaro empieza a dar gritos de desesperación. Jacomelo no puede morir, su Jacomelo, su amiga no puede morir. Cuando uno de los otros militantes del segundo ejército de la NAP escucha los gritos del pajarito, entra y hace inspeccionar a la mujer cuyo nombre es Jacomelo, según la historia que contó. Ahora más que nunca, la necesitan en vida, si en realidad ella es Jacomelo como pretende y que el pájaro cantante es Ochora su fiel amigo, pues capturaron a la fugitiva, la más popular, rebelde y buscada por Las Alturas. 

—¡Agua! ¡Llévame agua!

Llevan agua, salpican su cara con el líquido frío, pasan toalla en su cara, pero la mujer no se movió. Ochora sigue pegando sus gritos, sigue intentando entrar en el cuarto por las aberturas de las barras.

—Abre las ventanas… —ordena el militante. 

—Tenemos como orden de dejar las barras… —dice otro militante. 

—¡Abre esas malditas putas ventanas! —grita el primer militante. Abren las ventanas y Ochora entra volando. Se instala sobre la cabeza de la mujer negra y empieza a gritar— Tenemos que salir…

—¿Salir y dejar...?

—Si no queréis que muera la que os hará ricos, es momento de dejarla sola con su pajarito raro. Habéis escuchado su historia, ya le ha salvado cuando el ejército del Coronel fue emborrachado por Osanky y sus cazadores —explica el primer militante—. Y si para salvarle tiene que estar dentro con ella y a solas, los vamos a dejar; aunque ella quisiera, no podrá pasar por las ventanas para irse.

Ochora pega su grito de carcajadas. Los militantes lo fulminan con sus miradas, pero no llegaron a intimidar al pequeño pájaro. Al final, se deciden a salir del cuarto y dejarlos juntos. Ochora despliega las alas, vuela al cielo para volver con otros pájaros más llevando una fruta en las patas y el bendito líquido en el pico. 

Un grupo de pájaros se ponen bajó la barbilla de Jacomelo y levantan su cabeza, antes de que le den los frutos, dejan caer en sus labios entreabiertos el líquido. Ochora es el último en verter su gota y después deja caer el fruto que tenía en sus patas. Los pájaros que sostienen la cabeza de la mujer negra se despliegan de su barbilla y ella empieza a masticar. ¡Está en vida! 

Uno, tras otro, los pájaros llevan sus frutas a la mujer negra que levanta la cabeza y abre la boca cada vez que uno de ellos llega a la altura de su cabeza. Una vez terminado, los pájaros se ponen delante de ella y silban el canto que aprendieron con Ochora el pajarito azul, amarillo y negro, silencioso, voz de la melancolía. "Mucho woulo ooo, mucho woulo ooo. Wa ede m chante chante sa monkonpè mwen, awoulowoulowoulo monkonpè mwen. Wa ede m chante chante sa, monkonpè mwen, awoulo woulo woulo monkonpè mwen… Mucho woulo oooo, mucho woulo oooo, mucho woulo monkonpè mwen… mucho woulo monkonpè mwen, wa ede m chante chante sa monkonpè mwen...awoulo woulo woulo monkonpè mwen…"

La voz de la mujer se hace escuchar entre las melodías de los pájaros. Los hombres del ejército de la NAP quedan pasmados al escuchar su voz tan ronca cantar una melodía tan dulce. Ella, quien minutos antes estaba casi muerta, está cantando con los pájaros.
"Awoulo woulo woulo... monkonpè mwen...wa ede m chante chante sa monkonpè mwen…"
Las frases en Criollo no significan nada para los militantes. 

—¿Qué pasa aquí? —El militante jefe está de vuelta. Se queda un poco con los otros escuchando la melodía y de repente... silencio total… ni canto de pájaros… ni voz ronca cantando una melodía triste... solo silencio. Abrieron las puertas y se encontraron con la ventana cerrada sin las barras y a la mujer en la misma posición— ¿Y si continuamos la historia?

Ella no responde. El militante jefe se sienta sobre la silla.

—Me hablaste de los elogios de aquel Coronel que desgraciadamente sigue en libertad, me contaste tu historia siendo Jacomelo… pero, ¿qué pasó después? ¿Cómo pasaste de Jacomelo una simple propietaria del Môle a la fugitiva doblemente más buscada del nuevo continente?

Silencio. La mujer negra levanta la cabeza, su ojo se había curado milagrosamente, tiene esa mirada que te hace sentir que se está burlando de ti aunque sus labios no están sonriendo. Se pone de pie y mira al militante con tristeza.

—¿¡De verdad quieres saber eso!? Sabes si te cuento todo, tendrás que tener cuidado… a la media luna.

El militante también se pone de pie. Ya había escuchado citar la media luna y si se acuerda bien, se trata del lobo que transforma en lobos los que él muerde y no en hombres-lobos. 

—Los lobos no llegarán hasta aquí y si llegan les mataremos todos cortándoles la cabeza como hizo el comandante —dice el militante en jefe.

—Pobrecito… un día sabrás lo que llegó al comandante… y al lobo que supuestamente mató —se burla la mujer, quién ahora todos saben que es la famosa Jacomelo. 

—¿Qué quieres decir? —pregunta curioso el militante en jefe. 

—Pasamos en cosas serías. Necesitaba fuerza para lo siguiente, pero ya lo tengo. ¡Gracias Ochora! 

Ochora pega un grito de alegría. El militante gira la cabeza y se sorprende al ver el pájaro sobre las paredes de la ventana. No lo había escuchado venir ni había sentido su presencia, ese pájaro es realmente silencioso cuando no canta o ríe en carcajadas.

—Así que Ochora no es un cuento de hadas ni un toque de fantástico que pusiste en tu historia… —piensa el militante en voz alta. 

—Tampoco es la historia que estaba contando, así que... continuamos… 

—También hace parte de la historia. Si me fío a lo que me contaste sobre la CBO, Ochora juega un papel superimportante. Cantó cuando Jacky la guardia se iba a convertir en lobo, cantó cuando los dos supuestos cazadores, ósea, el teniente Karel y el teniente Vladįč entraron en el bosque seguido de los dos militantes que se hicieron pasar por cazadores novatos —recita el militante—. No cantó a las ocho como su costumbre cuando el puto del Coronel y los ciudadanos esos estaban planificando eliminar el comandante y su ejército de la ciudad, cantó cuando la ciudad que lleva su nombre fue liberado, te dio comida y no sé qué más cuando pasaste la noche intentando despertar al Coronel ese, fue tu única compañía durante seis meses en la jungla… ¿Tengo que continuar?

Ella le sonríe, su sonrisa es dulce pero también letal. Es el disfraz que esconde la agilidad de sus pensamientos y la rapidez de sus acciones.

—Por favor —dice ella como para insistir al comandante de seguir—... Es reconfortante saber que hay alguien para hacer los elogios de Ochora. Pero no tengo tiempo ahora y Ochora está esperando el fin de la historia…

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