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La mujer del ejército

—¡Coronel! El general ordenó el asalto de Manhattan. Los militares aprendieron lo que pasó con Osanky y sus hombres, se están preparando porque saben que estamos en camino —dice un hombre después de entrar en la tienda del Coronel. . 

El Coronel termina su plato antes de levantar la cabeza. Sentado en su tienda, organizaba los planes de batallas para lo que antes era la maravillosa ciudad de Manhattan, comiendo el plato delicioso que le había llevado el teniente Vladįč. Pone su firma en la carta que horas antes estaba escribiendo para el General y la entrega al hombre que le llevó las noticias del General.

—Está bien. ¡Gracias! 

—¡Mi Coronel! —dice para despedirse. 

Kymco, el encargado de las noticias y órdenes entre el Coronel y su General, saluda al Coronel antes de salir de la tienda. Afuera se encuentra con la única mujer de la banda, ella no hace parte del ejército y no tiene rasgos de Americana o Cubana o latinoamericana. Sus ojos sonrientes fijan con curiosidad la entrada de la tienda donde el teniente Vladįč entró después de que él salga. Kymco camina hasta llegar enfrente de la mujer.

—¿Qué haces aquí maldita mujer? —pregunta Kymco con arrogancia. 

La mujer negra no le hace caso, sus ojos siguen siendo fijados sobre la tienda del Coronel. Kymco, quién no sabe quién es la mujer, le toma el brazo y lo tuerce. La mujer negra hace una mueca y cuando ve salir de la tienda del Coronel, el teniente Vladįč con el plato vacío del Coronel, gira ágilmente su brazo y poniendo su pie detrás de los pies de Kymco lo pone espalda al suelo. 

Sorprendido, Kymco no reacciona rápidamente. Se levanta e intenta coger su revólver. La mujer negra sonríe dejando salir de su garganta una carcajada asfixiada, luego le enseña el revólver que está buscando. La mujer negra había disfrutado de su momento pensativo para quitarle todas sus armas: "revólveres y cuchillos". 

Kymco se enfada, los soldados del ejército del Coronel estaban mirando la escena y él no podría dejarse ridiculizar por una mujer, una mujer negra como él lo pensaba en aquel entonces. Corre sobre uno de los soldados y le arrebata su espada, la mujer sonríe y hace un largo "Awuuuu" con sus labios voluptuosos sin emitir ningún ruido. 

Kymco había escuchado decir por soldados, militantes, militares como ciudadanos que esta palabra, no se debía pronunciar si uno no está en peligro, él nunca había intentado y por desgracia, la mujer también lo sabe. 

Él levanta su espada y carga sobre ella, quien esquiva graciosamente antes de tomar una katana que estaba disimulada en la arena. Kymco carga de nuevo, cortando en pedazos el aire con la espada del soldado, y cada vez, la mujer esquiva con gracia y agilidad. Se ponen a hacer el famoso círculo de pies en la arena, cada paso de la mujer es un salto gracioso; los soldados se ponen a reír, la mujer se burla abiertamente de Kymco bailando con sus saltos. 

Kymco carga, ella hace el contorno de su espada con su katana y pone la punta de la espada al suelo. Luego, salta sobre los hombros de Kymco para ponerse detrás de él y le da una palmadita en las nalgas como las que las madres dan a sus hijos. Los soldados ríen de aquel gesto, la mujer negra saluda al público que la aplaude. Después se gira para enfrentarse a Kymco que apenas se levanta del suelo con la rabia coloreando de rojo su cara enmascarada por el polvo del suelo. 

La mujer negra hace una mueca con los dientes que la hace parecer más a una niña que a una mujer. Levanta su katana y haciéndola tocar las cuerdas del viento, dibuja un infinito invisible antes de hacer un círculo con una punta y poner la punta de la katana al lado de su pie derecho. Por primera vez en el duelo, la mujer negra carga sobre su adversario. Kymco viéndola venir carga también. Están a punto de chocar cuando alguien dispara en el aire.

—¡Basta! —grita la voz de un hombre. 

Kymco baja su espada y lo devuelve al soldado, la mujer negra baja también su katana. Los soldados abren el paso al hombre quien había gritado y puesto fin en el combate de Kymco y de la mujer negra. El hombre mide 1,70 m, blanco, con pelos grises por el polvo; debe tener al menos cuarenta años o menos. 

—Kymco, ¿cómo puede ser que no te encontré en medio camino? —grita enojado— ¿Acaso es lo que te mandé hacer por aquí?

—¡Mi…! —empieza a decir Kymco.

—¡Déjame terminar! Debiste llevarme las cartas desde hace dos días y no… no viniste. Al contrario, tuve que venir aquí con algunos soldados para ver si no os han asaltado en el camino o si no han asaltado el ejército del Coronel. Claramente, nadie puede ser mejor servido que por sus propios manos —El hombre levanta su pistola y lo apunta en la cabeza de un Kymco temblando de miedo—. Y para agregar más, te dejas ridiculizar por una mujercita. En nuestros tiempos, las mujeres rebeldes ya casi no existen. Kymco, Kymco, Kymco… Dame dos razones para no matarte y cambiarte por esa, mujercita quién te dio una buena palmadita…

—A tu revólver le falta cargador —dice la mujer burlándose del hombre. El hombre inspecciona su revólver y, ciertamente, ya no tiene el cargador de balas. Mira a la mujer que le sonríe antes de mostrarle el cargador que había quitado del arma del hombre sin que se diera cuenta. Ella le devuelve su cargador—... Puedes matarlo, pero no pienso seguirle. Pertenezco al ejército del Coronel y que…

—¿De qué Coronel? —El Coronel quien había salido de su tienda cuando escuchó el sonido del disparo avanza en medio del grupo que habían formado. Mira ferozmente a la mujer quien sujeta su mirada, aunque sus ojos sonrientes se convirtieron en ojos miedosos, luego a Kymco y después saluda al hombre— ¡Mi general!

Todos los soldados presentes, menos Kymco se quedaron sorprendidos. Ninguno de ellos, ni el teniente Vladįč ni el teniente Karel ni aún menos el teniente Adlof, conocía de carne y hueso al general. Dejaron caer las cosas que tenían en manos para saludarle.

—¡Mi general! —gritaron para saludarlo. 

La mujer no hizo lo mismo. El General la mira atentamente.

—¿Y tú Jovencita, no vas a saludarme?

La mujer miró de reojo al Coronel, torció la nariz, torció la boca y puso los ojos en blanco.

—Perdón, pero, sí ubicas que él Coronel dijo no conocerme —Sacude la cabeza y entra en la tienda.

El Coronel le pide al general que le siga en su tienda después de tomar las cartas en las manos de Kymco. Los soldados vuelven a sus ocupaciones y Ochora el pájaro silencioso, se queda sobre la misma rama, observando todo sin soltar ni un grito.

—¿Quién es ella? —pregunta el general. 

—No es más que una prisionera de guerra. No sé como, pero llegó convencer a mis soldados que sería de gran ayuda y pidieron que se quedara —contesta el Coronel, mintiendo un poco, ya que él es quién ordenó que no dejen ir a Jacomelo. 

—Me imagino… Hablamos de esos planes…

El Coronel y el general se pusieron a trabajar. Los planes de Manhattan están más liados de lo que creían. Según las últimas noticias, una nueva oleada de militares había llegado a la ciudad y llevaron nuevas armas.

—Tenemos que adquirirnos de estas armas.

—No es una mala idea general, pero, ¿cómo conseguir armas que solo se encontraba en videojuegos?

—¿Qué quieres decir Coronel?

—Jacomelo me dijo…

—¿Jacomelo?

—Es la mujer del ejército…



Hola amilectores, ¿qué les pareció la lección que Jacomelo le dio a Kymco?
Gracias por leerme y apoyarme.

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