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La llegada de los lobos

El Coronel se giró al instante que escucho aquel nombre. Es la segunda vez que escucha aquel nombre aunque la primera vez es de hace cinco años y medio, cuando él había sido salvado por los del blindado negro.

—... siguen buscando… no tiene que estar lejos —decían en la radio que sostiene uno de los hombres del blindado—... se salvó... perdieron a Jacomelo… Últimas noticias, Jacomelo ya no está en Cuba…

Los hombres viendo que el Coronel se quedó pensativo, entraron en las habitaciones del comandante y salieron con la muchacha del bar que estaba llorando.

—¡Coronel! Solo encontramos a ella... y... dice que no se acuerda de lo que pasó —dice uno de los hombres.

El Coronel miró con paciencia a la muchacha. De repente, ella se levanta seca sus lágrimas y sonríe al pueblo que la mira con curiosidad. Después, hace unos pasos para ponerse delante del Coronel.

—Ahora si me acuerdo de lo que pasó Coronel.

El Coronel levanta las cejas y la invita a subir las escaleras que la llevarán a su lado. Ella sube sonriendo a cada uno de la asamblea.

—¿Qué pasó dentro? ¿Dónde están el comandante y su mujer? —pregunta el Coronel. 

La muchacha se pone a reír fuerte, muy fuerte, como si el espíritu del pajarito raro había cogido posesión de su cuerpo.

—¿Su mujer? Ella no es su mujer —contesta la muchacha. 

—¿Qué pasó dentro? ¿Dónde están? —pregunta el Coronel. 

—Coronel, ella me mandó decirte que la guerra está a punto de coger otra dimensión, que los habitantes del cielo y del medio de los árboles se están preparando para cazar a los hombres malos y que muy pronto todos estarán orgullosos de volver a decir que son libres —recita la muchacha. 

Gira para enfrentarse al pueblo y levanta las dos manos como hacían las curas para bendecir el pan y el vino que representaban el cuerpo y la sangre del Cristo.

—Querido pueblo de la nueva ciudad, querido pueblo de la ciudad de Ochora el pajarito azúl, amarillo y negro, Ochora el pajarito silencioso, Ochora la voz de la melancolía de las fiestas de las ochos; tengo un mensaje para vosotros.

Toma un suspiro antes de recitar lo que le había aprendido la mujer.

—A partir de hoy, no tengan miedo de los habitantes del bosque, a partir de hoy son vuestros amigos. A partir de hoy, no habrán vuestras murallas a cualquier sea la persona si no lleva la marca del lobo. A partir de hoy estarán protegidos por los habitantes del bosque pero ¡ojo! No toman su amabilidad por debilidad y nunca en sus infinitos años de vida no abren la boca para imitar el sonido de los lobos o decir "wuuu". 

《Sean San Tomás y estaréis muertos antes de ver para creer. ¡Es una advertencia! La libertad tiene precio, sean bueno y los elementos de la naturaleza con ella serán buenos con vosotros. 》

《Pueblo de la CBO (Ciudad bendito de Ochora), abre las gargantas, grita vuestra alegría, canta al cielo vuestra libertad y para que los todavía no conocen el significado de aquel nombre, grita para que el cielo les bendiga: "¡Liberación!".》

El pueblo grita: "¡Liberación! ¡Liberación! ¡Liberación!"

—¿Quién les mandó aquella noticia tan prometedora? ¿Los habitantes del bosque los van a proteger? —se burla el Coronel. 

La muchacha enfrenta al Coronel y le enseña la puerta de la entrada. Un grupo de lobos se habían reunidos durante el discurso de la muchacha. Están en posición sentada y miran con sus ojos feroces a la población. Sus dientes afilados, llenos de sangre dejan pensar que tuvieron que cenar antes de entrar en la ciudad. 

Entonces, abrieron el pasó y un hermoso lobo negro con un medio lunar en la frente caminó hacía ellos seguido de cinco pasos por sus compañeros. La muchacha baja las escaleras y les saluda bajando su cabeza como hacían los príncipes y princesas, delante del lobo con el lunar. Cuando la muchacha levanta la cabeza, el lobo hace lo mismo seguido instantáneamente por sus compañeros. 

Dos jóvenes lobos llevaron a la muchacha dos bisontes adultos, la muchacha se vuelve a bajar la cabeza agradeciéndoles para la carne que llevan que es la señal acordado para que pueda terminar su discurso antes de volver a dirigirse a los ciudadanos.

—Gente de CBO, sean testigos de las palabras de Jacomelo —grita la muchacha. 

El pueblo entero escuchó el grito que puso los ciudadanos. Unos kilómetros de las murallas, Ochora abre el pico y canta una dulce melodía y los ciudadanos de CBO se quedaron silencioso para escuchar tanta alegría en la voz de Ochora el pajarito azúl, amarillo y negro.

El Coronel detiene la muchacha cuando esta está a punto de retirarse en una de las habitaciones vacías del ex comandante.

—¿Dónde está el comandante? —pregunta severamente. 

—¿Acaso no te gustó el lobo gris con una luna diseñada en la piel? —pregunta la muchacha con una voz dulce. 

El Coronel se queda pasmado al escuchar eso. Si lo que dice esta muchacha es cierto, el ex comandante ha sido infectado, mordido por un lobo, ¿pero quién lo marcó? En aquel preciso instante se acuerda de la otra mujer y de Jacomelo.

—¿Qué pasó con la otra mujer? Y ¿Qué es Jacomelo? —pregunta precipitadamente el Coronel presionando más fuerte los brazos de la muchacha. 

La muchacha le da una palmadita en el hombro antes de quitarle su mano que la detiene.

—¿Porqué sigues buscando dos personas? ¿Porqué quieres saber dónde está? —le pregunta al Coronel. 

Entra en la habitación dejando detrás al Coronel con sus pensamientos.

—¡Coronel! —La muchacha se había vuelto y le miraba a lo alto de las escaleras. Le sonríe y le hace un guiño con su ojo derecho— Y, ¿si buscas mejor quién es Jacomelo en vez de buscar qué es?

En el preciso instante, el Coronel entendió lo que le escapaba, Jacomelo no es una arma ni menos una cosa, Jacomelo es una persona; Jacomelo es una mujer… ¡La Mujer!

Tres días después de la charla con la muchacha, el Coronel y sus soldados, antiguos y nuevos se pusieron en marcha para otra guerra. El soldado Kymco,  quién se hizó pasar por el Mayor Lynx cuando salieron los supuestos cazadores, fue encargado de llevar los mensajes al general y recibir los nuevos órdenes. Dos días después, volvió con una orden escrito del general con el sello puesto al pie de la carta.

—¡Manhattan nos espera! —Fue lo único que dijó el Coronel. 

Descansaron durante dos días y el tercer día se ponen en marcha con nuevas municiones y caballos encontrados y llevados al CBO por sus nuevos amigos los lobos. 

Llegan en un campo militar, todo esta silencioso, el humo está fresco en el aire. Bajan de los caballos y se ponen a inspectar cada rincón del pequeño base militar. Escuchen ruidos y muy rápido se esconden detrás de una tienda.

—¡Eres bien ágil y rápida! ¡Atrápala! —grita un militante. 

—¿Porqué quieren atraparme? Yo no hice nada —se escucha decir la voz de una mujer.

—¿Piensas que no nos dimos cuenta que estás detrás de eso? —le pregunta otro militante. 

—No es porque soy la única mujer de aquí… —empieza a decir la voz de la mujer. 

—Eso es...te vamos a aprender a comportarte como una mujer debe comportarse —dice un tercer hombre. 

—Tan macho que me pido si tienes huevos… jshs —se burla la mujer con su voz dulce y a la vez viril. 

El ruido de una bofetada seguido del grito de la mujer rompe el silencio que se había puesto entre el rango de los soldados del Coronel.

—Coronel —susurra Vladįč —, son solo tres hombres y una mujer. Ningún rastro de los otros. 

—Tenemos que descansar, nos falta tiendas y no creo que ellos sean amigos —susurra Adlof. 

—Teniente Adlof, dijiste algo con cual no estoy de acuerdo —susurra el Coronel. 

—¿De qué se trata Coronel? —pregunta Adlof. 

—Dijiste que nos falta tiendas pero creo...no, estoy seguro de que ya tenemos tiendas donde dormir —sonríe sin dejar de pulir su arma— ¡Bendecida sea la naturaleza!

—¡Bendecida sea la naturaleza! —Respondieron en un coro de susurro.

Avanzan silenciosamente detrás de los tres hombres que se preparaban para violar a la mujer, una mujer negra con ropas del ejército de Las Alturas puestas. Se paran creando que la mujer dejará percibir sus presencias pero ella parece ignorarlos o está ciega, ya que sigue hablando ferozmente con los hombres que la mantienen prisionera.

—¿Si no te falta huevo, qué te faltaría? —sigue burlándose ella— Jajas ¿Pito?

El hombre levanta otra vez su mano pero antes de que tenga tiempo para darle otra bofetada, una bala atravesa su cabeza por detrás y sale por delante. 

Los dos otros hombres toman sus armas pero antes de que tengan tiempo de hacer otro movimiento, el Coronel les dispara cada uno en la cabeza.

—Tres idiotas de menos… —Tras decir esas palabras, la mujer se levanta y intenta quitarse las cuerdas. El Coronel la toma por las cuerdas y la tira en una de las tiendas.

—¿Quién eres? —pregunta ferozmente. 

Ella la mira sonriendo, esa misma sonrisa que dió a los militares cuando vió aparecer detrás de ellos él y sus soldados. El Coronel gira inmediatamente esperando ver otro militar pero no vió nadie. Cuando vuelve a girar la cabeza, ella tenía una pistola en la mano, las cuerdas han sido cortadas y ella sonreía.

—Tenés que tener más cuidado Co-ro-nel… si yo quisiese, usted ya hubiese sido alma y cuerpo separados —Baja su pistola y le pone en su cintura—. Lo siento Coronel, no soy tipo de quedarme más de dos días en el mismo lugar…

Hace un agujero en la parte trasera de la tienda y antes que el Coronel pueda impedirlo sale huyendo. Unos segundos después, su cabeza negra aparece sonriendo dentro del agujero que hizo en la tienda.

—Un consejo Coronel, no comen la comida que verán en la mesa; es-tááá "pu-drida". Y para saber quién soy, tendrás que dejar de buscarme en otras partes —Y se va después de mandarle un beso en el aire al Coronel.

Esta vez no vuelve. El Coronel sale de la tienda, los soldados esperaban detrás para saber lo que pasó dentro.

—Ella se fue... ágil y rápida, los militantes tenían razón, ésa mujer es fluido como el agua —dice un Vladįč admirativo. 

—¿Coronel que hacemos? —quiere saber Karel.

—Nos instalamos esta noche y mañana en la madrugada seguiremos nuestro camino —contesta el Coronel sin dejar de pensar en lo que iban a poder comer.

"Un consejo Coronel, no comen la comida que verán en la mesa; es-tááá "pu-drida"", la voz de la mujer negra resuena en el oído del Coronel que se da inmediatamente cuenta del peligro que corren sus hombres que ya están compartiendo la comida. 

—¡Mierda! —grita al ver a Adlof llevar la cuchara a su boca. 

¡Hola amilectores! Espero que lo hayan disfrutado.

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