La derrota
Las campanas de la ciudad empezaron a tocar la hora. El comandante se queda escuchando sin decir nada: "47, 48, 49,50,51,52, 53, 54,55..."
—Va llegando la hora de olvidar todo eso...jajaja jajaja jajaja —dice sin poder esconder el miedo en su voz—… pero antes de que llegue la hora del espectáculo más maravilloso del universo entero, déjame terminar.
Los dos tenientes del Coronel se miraron, se está llegando la hora. El comandante está medio borracho y estará seguramente en medio de sus dulzuras. No necesitan hablar para saber que hacer, ya están preparados para poner en marcha sus planes.
—He tenido que cortar la cabeza del lobo y quemar su cuerpo para que aquel virus no se propague en la ciudad. Nunca nos aventuramos en el bosque y ustedes son los primeros que volvieron después de irse —explica el comandante mirándolos de manera rara.
—¿Creés que somos infectados? —pregunta Vladįč.
Debajo de su larga carpa, Karel estaba saliendo su cuchillo, Vladįč hacía lo mismo. Ninguno de ellos ha sido infectado, pero el plan no es dejarse capturar por los militantes de Las Alturas, sino liberar la ciudad de ellos, acapararse de la ciudad como alojamiento de los soldados que ya no pueden seguir combatiendo y continuar sus caminos hasta la casa blanca dónde reina el tirano que se proclamó rey de toda América y América latina:" México, Cuba, Canadá…" todos esos países están bajó control de los de Las Alturas; para matar el árbol, tienen que tomarlo por las raíces.
—Jajaja… no… jajajaj… sino que no hubieras podido sostener la copa. Jajaja
—Jajaja… —los dos tenientes siguieron al comandante en sus carcajadas ridículas demasiadas repetidas.
Las campanadas vuelvan a sonar, empezaron por las horas: "Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho." Y siguieron los minutos:"uno, dos tres, cuatro, cinco."
—¡Maldito imbécil! —maldice el comandante— ¿Por qué no sonaron a las ocho y puntos?
El comandante salió furioso de su despacho seguido de los dos supuestos cazadores. Todos los habitantes que estaban afuera esperando el canto de Ochora para empezar la fiesta fueron sorprendidos al escuchar la campana sonar a las ocho y cinco minutos. Comentaban entre ellos sobre algo, mostrando con los dedos algo en los árboles.
—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué están todos enseñando los árboles? —pregunta el comandante.
Nadie responde. Todos se quedan fijando el mismo punto y suspirando. Salen de "hmm" y pasan por "hmmmm" para llegar a decir al uniso un último "hmmmmmmmmmmmmmmmmmmm" a helar la sangre.
La noche no promete fiesta, pero el comandante no cree en esas cosas, levanta su pistola y da tres tiros en el aire; el sonido de las balas atravesando el aire resonó al igual que las campanadas gritando las ocho horas y diez minutos de la tarde.
—Hoy es 17 de julio, un día como otros. Estamos en las ocho horas de la tarde, una hora como todas —grita el comandante a quien quiere escuchar — Ochora nos cantó otra canción y eso antes de las ocho, lo que significa que O-Cho-ra no es más que un pa-ja-ri-to más como todos los demás pájaros.
17 de julio… La gente empieza a susurrar entre ellos…
17 de julio…, ¿por qué algunos de ellos temían esos datos?...
17 de julio... Ochora voz de la melancolía seguía en la rama del árbol, la cabeza bajó las dos alas como si se escondía de algo o no quería ver pasar algo…
17 de julio… El comandante ordena salir con los prisioneros…
17 de julio… La muchacha del bar sale con una persona escondida bajó una ropa de viuda…
17 de julio... El Coronel y Adlof son instalados en el medio de la plaza…
17 de julio... El comandante se sienta entre las dos muchachas…
17 de julio… Los dos supuestos cazadores se cambian de ropa para conformarse al combate…
17 de julio...17 de julio 2096.
Uno de los militantes se pone de pie delante la multitud. Sus ojos sonriendo con ironía pasan de cada persona. Él enseña con los dedos uno de los primeros que están delante de él: "Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez…" sin avisar, la gente que estaba en filas separadas se convirtió en un solo grupo de personas.
El militante no pudo contar más, pero ellos empezaron a decir en coro: "35, 36, 37, 38, 39…” el militante silbó en su silbato para llamar a sus compañeros, ellos vinieron y muy pronto fueron ellos quiénes tenían miedo. El comandante no podía levantarse, demasiado borracho para entender lo que pasaba. "53, 54, 55, 56, 57, 58, 59.." Las nueve sonaron en las campanadas.
—¿Qué está pasando? —pregunta a medio dormido el comandante.
—No… nada... comandante —respondió la voz suave de la muchacha que se escondía detrás de las ropas de viuda.
Hace un gesto con las manos a la muchacha del bar y los dos llevan el comandante a su cuarto.
Los ciudadanos habían seguido el plan del Coronel. Durante las horas que él estuvo dentro, tuvo la ayuda de muchos y formó otro grupo de soldados en los ojos de los militantes presentes.
Mujeres como hombres trabajaron para que sea posible, hasta Ochora el pajarito silencioso les ayudó sin que pidieran su ayuda.
Caminando delante de los ciudadanos furiosos y contentos de tener un líder, el Coronel, quien fué liberado minutos antes por los dos tenientes se acordó de una de las preguntas que hizo la Haitiana: "¿Cuál será sus reacciones si vosotros lucháis por vuestra libertad?".
Después de seis años luchando para liberar terrenos y permitir a otros sobrevivir, es la primera vez que encuentra respuesta a la pregunta de la jovencita. Tienen miedo, los militantes de Las Alturas son humanos como ellos; ellos también tienen miedo, ellos también pueden ser vencidos.
—Gente de esta hermosa ciudad bendecida por sus trabajos, como dijo la joven Haitiana propietaria del Môle San Nicolás: "¡Liberación!” —grita alguien.
—¡Liberación! —gritaron al uniso.
Ochora dejó salir el mismo sonido que suena a carcajadas irónicas. Los militantes y militares de Las Alturas se dieron cuenta demasiado tarde que ya no tenían armas.
El club ha sido asaltado sin que se dan cuenta, sus reservas de armas han sido pillados, pero ninguno de los habitantes llevaba otra armas que no sea cuchillos o flechas, el comandante sigue siendo desaparecido y las dos muchachas también.
Abrieron las puertas diciéndose que podrían escapar porque ninguno tenía armas con balas, pero para su mayor sorpresa, les esperaba detrás de las murallas el grupo de rebeldes que estaba detrás del esqueleto de las paredes de Google con unos revólveres a la altura de sus cabezas.
Antes de que pudieran decir una sola palabra, el viento unió su voz al grito de Ochora el pajarito silencioso voz de la melancolía y al de las balas salpicando el cuerpo de los militantes y militares de Las Alturas.
Los ciudadanos tuvieron miedo de esas nuevas personas creyendo que era otro asalto. Cuando los soldados entraron en la ciudad, con los enfermos y heridos, se pusieron delante del Coronel y saludándolo dijeron:
—"¡Mi Coronel!"
El Coronel les saluda también antes de girarse frente a los ciudadanos. Levanta la mano para pedir que se callaran.
—Queridos ciudadanos, como la mayoría de ustedes ya se dieron cuenta, soy el que todos llaman "El Coronel"...
El pueblo grita su adoración al escuchar el apodo. Algunos de ellos entendieron hablar del Coronel, pero no creyeron que él podría ser la persona que tantas veces escucharon que los militares y militantes hacían el elogio detrás de las espaldas del comandante.
—Cuando planeamos invadir la ciudad, no pensamos que podríamos encontrar a gentes prisioneras de sus propios muros sino a una base militar. Ahora estáis libres: mujeres, hombres, chicos, chicas, estáis libres y no dejáis a nadie más cogeros aquella libertad.
El pueblo aplaude al Coronel. Uno de ellos se acordó del comandante y hizo la pregunta. Todos se volvieron en la dirección donde siempre se quedaba el comandante para participar en las fiestas de las ocho que siempre organizaba. El comandante y las dos muchachas que estaban con él desaparecieron.
—Vamos a buscarlo —gritó alguien en la multitud.
—Si vamos a buscarlo —respondió otro seguido de otros.
El Coronel levantó su mano por segunda vez pidiendo silencio.
—Querida gente, permitid que yo, el Coronel, os lleve la cabeza de ese maldito personaje y de sus amantes que os hicieron ver todos los colores del invierno.
—¡Mi Coronel! —grita Karel.
—Teniente Karel. Muchas gracias por llevar a cabo nuestro plan —le dice el Coronel.
—¡Es un honor mi Coronel! ¡Coronel!
—¿Tienes algo que decirme teniente Karel?
—Mi Coronel, la muchacha que no llevaba disfraces es una esclava sexual. En el bar vimos cómo le trató el idiota que se hace llamar el comandante —contesta Karel—. No sabemos quién es la otra muchacha, lo único que sabemos es que nunca fué presentado a los ciudadanos y que el comandante iba a hacerla suya esta noche.
—Muchas gracias, teniente Karel.
—¡Mi Coronel! Tengo más noticias —dice Vladįč de repente.
—¡Te escuchamos teniente Vladįč!
—Mi Coronel, la otra mujer es también una esclava, pero según los rumores de los dos militantes quienes salieron al bosque con nosotros, es una fugitiva la más buscada en el nuevo continente.
—¿Quieres decir que Japón, Rusia, China y aliados la están buscando?
—Mi Coronel, no sé qué quisieron decir por qué se pusieron mudos al escuchar el grito del pajarito azul, amarillo y negro. Hablaron de algo... Jacomelo, creo —contesta Vladįč dejando atónito al Coronel.
¡Hola amilectores! Espero que están bien. Gracias por seguir leyendo.
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