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El secreto de las murallas

Cuando el soldado vió los ojos de Vladįč, bajó su arma. 

—Somos Kaele y Vitti, cazadores, querremos ir en el bosque en busca de carne fresca.

—¿En el bosque? —pregunta el soldado perplejo. 

—Sí … en el bosque —contesta Vladįč de mala gana.

—¿Y pensáis que nosotros les vamos a dejar pasar? —grita el soldado entendiendo lo que pasa. Levanta su arma otra vez como si estuviera a punto de dispararles.

—Vitti y yo, y esos dos cazadores novatos les llevamos comida y bebida que no encontrarán en el bosque en cambio de nuestro boleto de ida y vuelta.

—¡Abren los sacos! —grita el soldado aunque sabe que no hace falta verificar nada. Si no quieren levantar sospechas, deben actuar así. 

Los supuestos cazadores novatos abren los sacos y levantan algunos de los provisiones nutritivos para que el soldado pueda ver: "Pan, pollo, mantequilla, leche..". Él hizo un gesto y pudieron pasar en un hueco que antes estaba escondido por una pared.

—Soy el Mayor Lynx —dice el soldado—... tengan cuidado en el bosque que desde hace tiempo grita más que las almas condenadas a vivir en la tierra para pagar por sus pecados.

—Gracias "Mayor Lynx" —apostilla Vladįč sabiendo que él no es más que un simple soldado del ejército—... Pero creo que son ustedes quiénes tendrían que tener cuidado por vivir tan cerca de la orilla. ¿No tenéis miedo que los del bosque os piden pagarlos el alojamiento?

El supuesto Mayor Lynx le da una mirada de hostilidad a Vladįč después de escuchar su burla. Ordena a los otros soldados tomar los sacos y volver donde se escondieron la mayoría de los soldados porque ya estaban discapacitados o muriendo de hambre. 

Seguido de los dos militantes del comandante que supuestamente son cazadores novatos, los dos tenientes del Coronel entraron en el bosque sin preparación ninguna para enfrentar lo que les espera. 

Vladįč se pone a reír nerviosamente cuando se acuerda de la pregunta de Karel cuando el comandante les había pedido por dónde pasaron sus armas. 

—¿Porqué utilizar armas cuando la naturaleza está llena de peligrosos agujeros? —había contestado Karel.

Aquellos mismos peligrosos agujeros son los que les esperan en el bosque, no saben a qué profundidad es, ni lo qué hay en el fondo. Para ellos el agujero el más peligroso en aquel preciso instante es el mismo bosque que ellos podrían llamar naturaleza. 

—Como dijó Kaele (KL), nosotros cazadores no necesitamos armas humanas cuando tenemos a la naturaleza a nuestra alcance —él también había hecho el elogio de la naturaleza, pero ahora que casi está al medio del bosque, se pide si la naturaleza será tan cerca de sus alcances o si hará elogio de la fuerza de sus habitantes. 

Hecha un vistazo a Karel y ve el mismo miedo en sus ojos. Ganaron muchas batallas juntos, llevaron al cabo misiones que muchos calificaron de suicidios, enfrentaron el desierto con el Coronel y ahora están aquí, los dos contra el bosque.

Con un gesto de la cabeza, se animan entre sí. Son soldados, si deben morir, deben morir como los soldados que son. 

Un pajarito azúl, amarillo y negro que les observaba en silencio desde que llegaron grita antes de volar lejos del bosque. Deberían haber retrocedido, pero ya habían llegado, ya estaban donde la carne fresca camina y salta sin peligro, con descuido.
 
Dentro de las murallas, la vida había vuelto igual, ósea casi. En los labios de cada uno se escuchaba una única frase: "El Coronel ha sido derrotado y Adlof está prisionero del hombre que mató a su mujer." Todos sabían que a las ocho esta noche, los prisioneros estarán instalados en medio de la ciudad para ser castigados, una única persona no pasó por aquellas etapas y esa persona sigue siendo un desconocido para los que no hacen parte de la ciudad aunque algunos secretos se dicen sobre las camas. 

Cada día, cada 8 de la tarde, un pajarito azúl amarillo y negro cantaba una canción melancólica al aire. Ninguno de ellos saben lo que significa esa canción, ninguno de ellos podrían saber el porqué de su canto a esas mismas horas. Empezaron a llamarlo "Ochora, voz de la melancolía", Ochora porque viene cada vez que la gran campanada suena las ocho de la tarde. 

Para sus mayores sorpresas, Ochora no espera las ochos para llegar y ponerse sobre la misma rama del mismo árbol hoy; desde las seis y media, mira a cada lado como esperando que alguien entrase o saliese de un edificio. Los habitantes de la ciudad se quedaron mirándolo sorprendidos, algo pasará en esta ciudad pero no saben qué. 

17 de julio del año 2096, a las siete y media de la tarde, Ochora abre majestuosamente el pico y empieza a gritar con una fuerza demasiado grande para un pajarito tan pequeño. Los habitantes empiezan a tener miedo, contrariamente a su antiguo canto, aquel canto no lleva la paz ni la tristeza aún menos la melancolía sino el terror. 

Las grandes puertas de las murallas se abren en par en par sobre los dos cazadores llevando cuatros animales muertos pero ni rasgos de los dos militantes que les acompañaban al salir de la ciudad. Ochora grita aún más fuerte. 

Hablan con el comandante y ése último pone nervioso las manos en la cabeza. Un sonido como una carcajada sale de las pequeñas gargantas de Ochora. El comandante lo fulmina con los ojos y invita los cazadores a seguirle. Ochora canta una melodía tan triste que las lágrimas salieron de los ojos de la mayoría.

—¡Usted debe pagarnos más que lo convenido! —dice Karel enfurecido— Hemos estado a menos de un milímetro de la puerta de la muerte.

—Jajaja…¿¡ pagarlos más!? ¿Dónde están los dos militantes que salieron con vosotros? —pregunta el comandante. 

—Ellos salieron corriendo cuando escucharon el grito del pájaro —contesta Vladįč—. Nos han abandonado a los lobos gigantes del bosque.

—Y cuando los encontramos, estaban… —empieza a decir Karel sin saber si contarle aquella parte.

—¿Estaban qué? —grita el comandante con una pizca de miedo en la voz.
—Transformándose en hombres-lobos... supongamos —acaba diciendo Vladįč.

Alguien detrás de la puerta puso un grito de alegría. Antes de que tengan tiempo de ver quién es, su silueta ya había desaparecido detrás del muro de una de las casas. Volvieron dentro, esperando tener respuestas sobre la manera rara que están comportándose al escuchar eso. El comandante se sienta y invita a los dos tenientes a sentarse también.

—Cuando asaltamos la ciudad, hemos tenido el mejor éxito que ningún militante había tenido antes de nosotros. La ciudad no contaba muchos hombres, fué fácil y divertido de ver como se rebelaban aquellas idiotas como si podían hacer algo contra nosotros quiénes siempre llevamos armas con municiones infinitos...jajajaja… —cuenta a los tenientes— Fué divertido vivir aquí, combatir los que querían apropiarse de la ciudad o los de la ciudad que querían ponernos fuera del lugar donde nosotros ya habíamos puesto nuestros sellos hasta aquel día…

El comandante se serve una copa de vino rojo que parece tener siglos encerrado en su despacho. Los dos tenientes no rechazaron su oferta pero no bebieron ni una gota del líquido que tienen en la mano.

—Uno de las guardias, que ya está muerto, vió dos pequeños bisontes salir del bosque. Jugaron mucho antes de qué uno de ellos cae muerto perforado de las flechas de la guardia. Él fué a buscarlo, el otro pequeño ya se había huido en el bosque, él nos llevó la carne y festejamos mucho por comer carne de bisonte.

Se sirve una segunda copa, se levanta de su despacho y mira los techos de los árboles del bosque que se ve desde su ventana.

—En la noche, entendimos un lobo gritar. Cuando nos fuimos a averiguar dónde estaba gritando aquél lobo, nos dimos cuenta que estaba en el cuarto de la guardia. ¿Pero qué verga hace un lobo en su cuarto? Pensando que él estaba en peligro, abrimos las puertas de sus habitaciones y el lobo salió volando sobre nuestras cabezas. ¡Era impresionante! —él parecía verdaderamente admirativo— Combinando nuestras fuerzas, hemos llegado a capturarlo aunque saltaba de un lado al otro. Parecía tener tanta furia que miedo. Aquella noche, Ochora gritó de la misma manera que le hizó cuando les vió entrar.

—¿Ochora? ¿Quién es ese Ochora? —pregunta Karel.

—Ochora es el maldito pajarito azúl amarillo y negro que viene instalarse cada vez que la campanada suena las ocho horas de la tarde. Según su canto sabemos si todo anda bien o anda mal en la ciudad.

—¿Y qué pasó después? —quiere saber Vladįč.

—Entramos a buscar a la guardia pero lo único que encontramos fueron sus ropas en pedazos como si él hubiera engordado tanto que explotó. Jacky, así se llamaba la guardia, llevaba puesto siempre el collar que había cogido en el cuello de una jovencita cuyo esposo se llamaba también Jacky. No sabemos por cuál milagro el lobo pudo tener el mismo collar. Y es cuando nos dimos cuenta. Nunca fueron cuentos de hadas las historias de hombres-lobos y el lobo que hemos capturado no es más que Jacky, el guardia del lado este de la ciudad.

El comandante vuelve a sentarse y acomodarse sobre la silla principal de su despacho, mira la ahora y deja escapar un suspiro.

—Pero a diferencia de los cuentos de hadas, Jacky no volvió a ser humano…

—¿Lo habéis matado antes? —pregunta Karel quién quería entender lo que pasó aquella tarde en el bosque.

—No...nooo... queríamos saber cómo pudo llegar esto, saber lo que le llegó al buscar el pequeño bisonte. 

—¿No fué por culpa de la carne del bisonte? Podría ser envenenado por alguna razón extraña.

—¡Bien pensado cazador Kaele! Pero…

—Vitti...Yo soy Vitti, Kaele es él —corrige Vladįč. 

—Perdón… jajaha… bien pensado cazador Vitti…

—¿Pero? —Insiste Vladįč. 

—Pero el origen no podía ser el bisonte porque todos comimos de su carne, todos los militares y militantes tuvieron su trozo de carne de bisonte —explica el comandante—. Esperamos el día siguiente y dos días más pero nada. Jacky seguía siendo un lobo; los cuentos de hadas nos mintieron siempre, los hombres mordidos por los lobos no se convertían en hombres-lobos sino en lobos llenos de furia y de miedo, más salvajes que los ordinarios y más peligrosos…

"No todo es como en las cuentas de hadas."

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