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Coronel Mamá

El Coronel da la señal del ataque y es el primero en despegarse del grupo. Apenas llegan al medio de las arenas que unas bombas saltaron llevándose con ellas una buena cantidad de los soldados del Coronel. Después que explotan los explosivos, los militares de la escuadrón cargan ellos también. Los ataques de los soldados del Coronel son demasiado débiles y aún más sus espadas no tienen fuerza para perforar las armaduras de los militares del escuadrón, el Coronel está perdiendo la batalla y sus hombres. Los únicos que están haciendo desastres en el grupo del escuadrón, son los tres tenientes que son hábiles en esquivar.

—Kouche! (¡Al suelo!) —Todos los soldados del Coronel obedecen al orden, el Coronel es el único que se queda de pie, pero unos brazos, un cuerpo, alguien, lo hace tumbarse en el suelo poniéndose encima de su cabeza. 

Los militares del escuadrón levantan sus espadas al uniso pero antes de que pueden bajarlas sobre los cuerpos tumbados de los soldados y de su Coronel, un multitud de cuatros patas les ponen espalda al suelo y perforan sus pieles con unos dientes afilados. Si las cámaras o los celulares o cualquier aparato para grabar una escena estuviera en la mano de alguien que no está en la arena en estos momentos, ésta escena hubiera sido lo más increíble que hubieran filmado.

Cada uno de los soldados del Coronel están tumbado en la arena, las manos sobre la cabeza. El Coronel también está en el suelo con alguien cubriéndose su propia cabeza con sus manos y vestido de negro, tumbado sobre él y un grupo de escuadrón con armaduras resistente a las nuevas armas mortales haciéndose morder por un grupo de lobos gigantes. 

Cuando cada uno de los militares del escuadrón tuvieron sus mordiscos, los lobos esperan un minuto para darle la bienvenida a los nuevos lobos. Y de las armaduras, las piernas y los brazos se convierten en patas veludas y las cabezas humanas en cabezas de lobos. Los nuevos lobos se ponen furiosos y intentan atacar a los ancianos, pero uno de ellos, con una media luna en la frente, pega un grito que les pone en sus sitios. 

El lobo con la media luna que de momento está roja por el sangre de los soldados, gira y se pone delante del Coronel. Pasa su lengua llena de sangre sobre la mano del Coronel y hace dos pasos atrás, si podemos hablar de dos pasos para los lobos. 

El individuo vestido de cazador se levanta y da la mano al Coronel para hacer lo mismo, se rasca la garganta y todos los soldados levantan sus cabezas y cuando se dieron cuenta que los lobos están delante de ellos y que no los van a hacer nada, se levantan quitándose el polvo encima. La persona vestido de cazador, que no es uno, claramente, porque un cazador nunca hubiera ayudado al ejército del Coronel. Saluda a los lobos bajando su cabeza y su cuerpo como lo hacían los príncipes y princesas de Disney o de los tiempos de los reinos. El lobo de la media luna en la frente hace lo mismo, imitado por sus compañeros y muy pronto por los nuevos lobos y después se van en la misma dirección que vinieron. 

El Coronel y sus soldados siguen mirando la persona. Ya habían visto aquella escena, era con la muchacha del bar. ¿Acaso es ella quién los salvó? La última vez que la vieron era en la ciudad bendecida por Ochora, la CBO, ¿cómo es posible que haya llegado hasta aquí? Eso explica porque tiene ella también un caballo, hubieran jurado que es un chamaco que está debajo del uniforme del cazador, pero después de ver ésos gestos, ahora están seguros que es la muchacha del bar. 

No queriendo decir tonterías y más avisado que los otros, el Coronel rompe el silencio que se había puesto en la arena apestando la sangre fresca y la muerte.

—Muchas gracias por la ayuda e… —dice el Coronel. 

—¿Cómo llaman a la que les hace la comida, les lava la ropa, les levanta en la cama, les cuida y les pega cuando hacen tonterías? Dime.

Todos se quedan en silencio. La voz de la mujer es picante, pero sus palabras son tan dulces que hace olvidar que lo dijó con tanto ego y orgullo. El teniente Vladįč hace unos pasos hacía ella con los ojos desorbitados, el teniente Adlof la mira de arriba a abajo, su postura no puede mentirle, el teniente Karel mira su cintura de cowboy y el diseño en sus flechas y es allí que entendieron todo. Abrazan a la mujer en un abrazo de cuatro tan fuerte que casi la sofocan. 

El Coronel todavía no puede creer que es en lo que está pensando, se dice que puede que eso no sea más que el fruto de su imaginación, que seguro que están muertos todos o están soñando, pero, ¿cómo es posible que todos están soñando con la misma cosa? 

—Coronel, ¿estás contando las posibilidades para que sea real? —dice Vladįč con una sonrisa de pura felicidad. 

El Coronel mirá al teniente Vladįč que está sonriendo por primera vez después de la desaparición de Jacomelo. Vuelve a mirar la mujer que sigue guardando su capucha.

—¿Quién eres? —Ella no responde. Ladea la cabeza como si se está burlando del Coronel, los soldados se ponen a reír— ¿Cuál es tu nombre?
Esta vez, levanta su capucha y la máscara que impedía a los otros de ver su rostro.

—Algunos me conocen como Jacomelo pero creo que hace demasiado vato —responde la mujer negra. 

Vuelven a reír de su broma, saben que a Jacomelo le da igual que el nombre parece a la de un chico y que lo dice porque unos años antes el Coronel buscaba una arma o un hombre como Jacomelo.

—¡Te había pedido de no seguirnos hasta aquí! —Los soldados se sorprenden de la reacción del Coronel. Parecía no estar contento de que Jacomelo esté en vida.

《"¡Tú te quedás aquí! No te queremos en las patas."》Las palabras del Coronel resonaron en la cabeza de Jacomelo. Fue por culpa de esas palabras que no escuchó los pasos de los cazadores detrás de ella y que la capturaron aunque no fué sin pelear y herir gravemente al que tenía delante.

—Y te dije que no quería estar en… —Las palabras se quedaron atrapadas en los labios de Jacomelo que se queda boquiabierto cuando el Coronel le agarra el brazo para darle un fuerte abrazo, uno aún más fuerte que el de los tres tenientes combinados.

 Jacomelo tarda en reaccionar y después devuelve el abrazo al Coronel dándole palmaditas en la espalda.

—No nos vuelvas a dar tanto miedo mamá… no vuelvas a hacerlo —Jacomelo, el teniente Adlof, el teniente Vladįč, el teniente Karel y todos los soldados se quedan boquiabiertos cuando escuchan las palabras del Coronel. Por primera vez desde que conocen al Coronel, es la primera vez que escuchan que tuvo miedo de algo—. Bueno... es tiempo de preparar la ciudad para la llegada de los ciudadanos...hmhm… ¡Ándale! ¿Qué están esperando?

El Coronel se seca las lágrimas de alegría que se descendían sobre su mejilla. Y llega el momento el más duro, el momento donde el ser humano sobrepasa el soldado, en el que el corazón sobrepasa el ego, el orgullo, la envidia o la razón. Los soldados se ponen al trabajo, cogen las armaduras y reúnen los cuerpos de los otros soldados caídos en el combate que sea detrás de los muros o en la arena. 

Es un trabajo duro tanto físico que mentalmente, llevar el cuerpo de uno que ha sido tu compañero de equipo o que te salvó la vida un día o que ha sido el amor de tu vida, llevar el cuerpo de un hermano, de un amigo o de un ser querido y saber que no tuviste tiempo para pedirle perdón, para decirle que lo quieres, para hacerle la pregunta que siempre quisieras hacerlo, pero que tenías miedo, para cumplir tu promesa con él o sin ni siquiera para decirle un pequeño adiós. 

Coger algo que le pertenecía: "Un collar, una pulsera, una espada, un uniforme, un saco, una cintura…" y saber que él nunca lo llevará más, que él nunca te mirará con una sonrisa bailando en el uniforme, que él nunca te ayudará a manejar tu espada y a mejorarte. Darte cuenta que todo lo que existió entre él y tú ya no existe y no existiera en cualquier futuro que sea en ésta vida y que no tienes derecho de guardarlo en tu mente porque eres soldado y sabés que un día también tú te irás.

Una vez todos los cuerpos reunidos, los soldados ponen fuego debajo de la madera que les sirve de mesa celeste.

—Que el espíritu de los soldados de la gran América les reciba en su casa, que cada uno de vosotros sean coronados soldados de la liberación y que sus nombres sean escrito en la piedra de la historia de la nueva Manhattan. ¡Descansan en paz soldados! —dice Jacomelo. 

El fuego acaricia los cuerpos fríos de los soldados y manda a sus almas el olor dulce de sus sangres quemándose. Las palabras de Jacomelo subieron al cielo y el cielo le responde con un rayo. Desde muchos años, es la primera vez que los soldados hacen la señal de la cruz y que hacen subir una oración al cielo.

—¡Soldados!

—¡Sí Coronel!

—¡A sus armas! —Los soldados, los tres tenientes cogen sus armas. Jacomelo no hace ningún movimiento —Y a su arco Jacomelo.

Jacomelo fué sorprendida de escucharlo, pero se pone inmediatamente en acción.

—¡Sí Coronel!

—¡Preparado! —La cuerda del arco de Jacomelo gruñe, las armas de los soldados lo responden— ¡Fuego!

Y fue el sonido de las balas y de las tres flechas de fuego de Jacomelo que acompañó al cielo a las almas de los soldados muertos en el combate.

Una vez acabado, los soldados se reúnen con Jacomelo para escuchar cómo había logrado salvarse de los cazadores, pero eso es otra historia. Silencioso como el viento, la voz de Ochora se hace escuchar profundamente del bosque sorprendiendo a los soldados que creían que se había ido.

—¿Cómo es posible que esté de vuelta Ochora? —pregunta Vladįč. 

—Ochora está donde yo estoy. Y donde está Ochora, yo estoy —contesta Jacomelo pellizcando la nariz de Vladįč. 

—Eso si es cierto, Ochora y tú sois la plaga del Coronel —Se burla Vladįč. Los soldados se ríen y Ochora imita sus carcajadas de alegría—. Estabamos pensando en tu pregunta y tenemos la respuesta.

Jacomelo ladea la cabeza y mirá sonriendo al teniente Vladįč. Este mirá uno trás otro a los otros dos tenientes y afirman con la cabeza.

—Desde ahora para siempre, te llamaremos… ¡Coronel Mamá! —dice Vladįč. 

Jacomelo sonríe y toca la mejilla de cada uno de los tenientes para acabar poniendo sus dos manos en las mejillas del teniente Vladįč.

—¡Siempre fuiste mí preferido pero no es por tanto que otros no pueden serlo también! —Dice esta última frase mirando a los otros tenientes y a los soldados. Se levanta y imitando la voz del Coronel llama a sus hijos—: ¡Hijos de Coronel Mamá!

—¡Sí Coronel Mamá!

—A dormir que mañana tendremos más trabajo. 

—Nooo.

—¡Ándale bastardos de su madre! Sino serais vosotros que os hareis de comer. Jajajajaja

Es riendo de las bromas de Jacomelo, ahora llamada Coronel Mamá que soldados y tenientes vuelven en las tiendas que habían instalado unas horas antes.


¡De sorpresa en sorpresa!

Dime si pensaste en Jacomelo como la ayuda externa.

Dime si encontraste una frase o una acción que te hizó pensar que ella era la ayuda externa.

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