Epílogo
UN AÑO DESPUÉS
Los padres de Ryan habían venido a nuestra boda para hablarme en privado antes de que empezara. Querían darme ánimos y desearme suerte. Por alguna razón les caía bien, a pesar de haber puesto a su hijo en una situación tan precaria como la del año pasado.
—Cuídalo bien, ¿sí? —dijo la señora Memphis.
—Claro que lo haré —le respondí—. La última vez les dije que sacrificaría mi vida para protegerlo si era necesario, y eso hice. No lo dudaría un segundo si tengo que volver a hacerlo.
—Te creemos —habló el señor Memphis—. Bienvenido a la familia. —Me ofreció un estrechón de manos.
Luego de eso, salieron de la habitación.
Aunque habíamos eliminado la amenaza de Ricky, el coronavirus siguió asediando al mundo entero, obligándonos a postergar la cuarentena por más de lo que esperábamos. Sin embargo, luego de un año, los científicos pudieron encontrar una cura y las restricciones para salir cada vez eran menores. Por eso pudimos organizar una pequeña reunión.
—Sobrevivimos al apocalipsis —comentó Ryan cuando desperté días después tras la vacuna que me había aplicado—. ¿Recuerdas lo que me prometiste?
—Sí. —Sonreí, un poco mareado todavía—. ¿Te quieres casar conmigo?
Los labios de Ryan esbozaron una sonrisa, y su cabeza se meneó de arriba a bajo, indicando que aceptaba mi propuesta.
Ahora, un año después, me esperaba en el altar. Yo caminaba por la alfombra mientras todos me veían acercarme hacia él. Algunos compañeros de trabajo de Ryan fueron invitados, como también algunos de sus familiares.
Por mi parte, había invitado a Joseph y su esposa; Ryan y yo nos habíamos convertido en los padrinos de su pequeña hija, y ahora ella era nuestra dama de honor en la ceremonia. Con sus manitos tiraba flores en el camino como si fuera un hada con poderes mágicos.
Ryan también había invitado a los detectives. La oficial Jennifer y Brown se hallaban juntos en la iglesia. Durante todo el año tuvimos contacto con ellos. Habíamos llegado a un acuerdo; no me meterían a la cárcel si yo prometía no meterme en problemas. Era una forma de agradecimiento por haberlos salvado en el bar, y también por socorrerlos con Ricky, evitando un inminente apocalipsis zombie.
El detective Williams y Vicky también habían venido. Creo que por fin habían logrado entenderse, aunque su relación de amor y odio todavía predominaba.
Cuando terminé de recorrer el camino hacia el altar, Ryan me esperaba rebosando alegría. Llevaba puesto un elegante traje azabache. Después de todo lo que había vivido, esta era la mejor experiencia que me había pasado en toda mi existencia.
Ya no tendría que robar más para sobrevivir, ni arriesgar mi vida en estúpidas misiones para otras personas. Ahora viviría con Ryan sin preocupaciones. El dinero no sería problema; con los ahorros que tenía pude abrir una empresa de marihuana medicinal. Ryan también se había unido a mi causa y hacía investigaciones para hallar nuevos medicamentos a base de cannabis.
Mi mansión, mi auto y todo lo demás me habían sido expropiados por la policía, pero no me importaba. Con los recursos que consiguieron a través de mis pertenencias lograron reparar el centro de investigaciones en el que Ryan trabajaba. Y mientras tanto, yo vivía con él.
—¿En qué piensas? —susurró Ryan para que el padre no lo escuchara.
—En todo —respondí en voz baja—. Se siente raro ser un humano de nuevo. Y también estar aquí contigo...
—Estaremos bien. —Me tomó de la mano—. Te amo.
—Yo igual —le contesté con una sonrisa.
El padre terminó de recitar su discurso y llegó a la parte que todos estábamos esperando. Mirando a Ryan, abrió la boca y pronunció:
—¿Aceptas a George Evans como tu legítimo esposo? ¿Prometes serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Acepto —dijo Ryan.
El padre se dirigió entonces a mí, con las mismas palabras, y al terminar, una sensación abrumadora invadió todo mi cuerpo. La multitud esperaba mi respuesta y yo tenía un nudo en la garganta de la emoción. Tuve que carraspear y tragar saliva para poder contestar a la pregunta más importante de mi vida.
—Sí, acepto.
Un intenso ósculo consolidó nuestro pacto. El beso más apasionado y efusivo que jamás nos habíamos dado. Uno que presagiaba un próspero futuro y dejaba en el pasado oscuros capítulos. Uno que nos uniría para siempre hasta que la muerte nos separara, si es que algún día moríamos.
FIN.
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