32. Berserker
Lo último que recuerdo es a Ricky estrangulándome, después de eso, perdí el conocimiento y todo se tornó oscuro. Mis fuerzas se extinguían. ¿Así se sentía morir? Pensé que habría dolor, mas lo único que sentía era somnolencia; como si la pesadez de mil noches en vela me invadieran.
¿Qué pasaría con el resto? ¿También morirían? Y todo por mi culpa... Les había fallado a cada uno de ellos, y en especial, a la persona que más me importaba en el mundo.
Perdón, Ryan...
—¿Perdón por qué? —me respondió.
Ryan apareció de la nada frente a mí. Estaba alucinando, claramente. Supongo que así deliraban todas las personas al borde de la muerte. Pero si esto sería lo último que mis ojos verían antes de cerrarse para siempre, al menos palidecería viendo al hombre más hermoso del mundo.
—Te amo —le dije.
—Yo igual —contestó, acariciándome las mejillas—. Pero aún no puedes irte.
—No quiero hacerlo —musité—, pero no puedo hacer nada más...
—¿Recuerdas lo que te conté sobre la vacuna?
—¿El berserker? —cuestioné.
—Sí, El Berserker.
—No recuerdo muy bien... Me pesa el cuerpo y también la mente, todo se ve borroso...
—El Berserker es la clave para detener a Ricky —comentó—. Si todo lo que leí es cierto, podría ser nuestra mejor arma.
—¿A qué te refieres?
—En la antigüedad, Los Berserker eran guerreros vikingos que combatían bajo cierto trance psicótico —explicó—. Si la información en aquellos archivos es real, esta vacuna podría ser un arma mortal.
—Espera... —Mis memorias adquirieron un poco de claridad—. Creo que recuerdo lo que me dijiste antes de que Ricky llegara. ¿Era algo así como una especie de acelerador metabólico?
—Según lo que pude investigar en mis experimentos, es algo así. Pero no tuve tiempo de probarlo —confesó—. El Berserker tiene una sustancia que estimula tu cerebro y libera las cadenas que lo atan, haciendo que tu verdadera fuerza se manifieste. El único inconveniente es que es extremadamente peligroso. Tu cuerpo se empezará a degenerar si no tienes combustible para seguir explotándolo. —Ryan me miró preocupado—. Tú serás el primero en probarlo, y podrías morir en el intento.
—¿De qué hablas? —pregunté—. Intenté conseguir más tiempo y no lo logré. Ricky nos venció.
—¿Quién dijo que nos había vencido? —Ryan sonrió, y de su bolsillo sacó una inyección con un líquido escarlata—. Si nos hubiera vencido, ¿entonces por qué tengo esto?
—No... No sé. ¿Ese es El Berserker?
—En efecto.
—Lo debo estar imaginando —dije—. Estoy delirando y esto debe ser un sueño, ¿no?
—¿Crees que lo es?
—¿Qué más podría ser? Estoy muriendo... —Di un vistazo abajo y vi las mordidas que los zombies me habían propinado. Todo mi cuerpo estaba sangrando—. Supongo que a mi subconsciente le hubiera gustado haberlo logrado, pero no pude...
—Te equivocas —me refutó—. Es real y te lo voy a demostrar.
Ryan tomó mi brazo, puso en posición la aguja, la insertó e introdujo el contenido de la inyección dentro. Lentamente, aquel líquido escarlata se unió a mí y trajo consigo una sensación hirviente que calcinaba todo mi organismo.
—¡¿Qué mierda es esto?! —exclamé.
Sentía como si me estuvieran quemando vivo. Cada nervio de mi sistema estaba siendo abrasado. El dolor era insoportable y empecé a revolcarme en el suelo. Cuando giré para ver a Ryan, este ya había desaparecido, esfumándose en el vacío de mi inconsciencia.
Mi panorama se vio sumergido en un mar de llamas. ¿Este era el infierno? El calor que corría por mis venas no cesaba. Y como si fuera un demonio, comencé a producir guturales por doquier. No podía controlar mis emociones, tampoco mis acciones.
Una extraña ira se instaló en mi ser. Mi visión también adquirió una tonalidad rojiza. Y cuando observé mi cuerpo, ya no había sangre. Las heridas habían desaparecido. No encontré mordidas ni rasguños, todo había sanado.
¿Qué mierda me estaba ocurriendo?
¿Así es como las personas malas pagaban sus pecados? ¿Este era el sufrimiento eterno? Mis brazos, mis piernas, mi pecho... Todo inundado en una sensación hirviente que me agobiaba. Y justo cuando pensé que ya no lo soportaría más...
Desperté.
Lo primero que vi fue a Ryan. El verdadero Ryan, no el de mis alucinaciones. Estaba en el fondo del laboratorio, sujetado por varios zombies para que no escapara. Y luego, mis ojos pasaron a la persona que se encontraba delante de mí.
Ricky.
La ira que sentía en mi delirio había trascendido a la vida real. Y pude percibir que incluso Ricky la sentía, porque dio un respingo cuando puse mis ojos sobre él. Pero por alguna razón no podía moverme, aún me sentía pesado. No sabía qué me estaba sucediendo.
—¿Así que aún estás vivo? —habló Ricky, sorprendido—. Perfecto. Tendré más tiempo para jugar contigo antes de que solo seas un patético cadáver.
Acercándose a mí, agarro mi cuello y me alzó de nuevo contra la pared. Volví a intentar mover mi mano, pero apenas lograba sacudir mis dedos.
—Quítame tu sucia mano de encima —espeté.
—¿O si no qué? ¿Qué piensas hacer al respecto? —Se mofó Ricky.
El hecho de poder hablar me sorprendió, no creí que pudiese articular palabras en mi deplorable estado; por alguna razón estaba recuperando mis fuerzas. ¿Pero cómo había pasado? La inyección que Ryan me aplicó en mi estado de inconsciencia no había sido real, ¿o sí?
Todavía sentía mis venas hirviendo. Mi cuerpo entero parecía estar en llamas. Estuve a punto de pensar que era un efecto del desgaste que había sufrido tras las mordidas, pero cuando bajé la vista, noté que, en efecto, mis heridas se habían regenerado. Y no solo eso, también había una... ¿inyección en mi brazo?
Atisbé a Ryan desde la lejanía y vi el arma que Jennifer le había entregado en el suelo, a su lado. ¿Acaso la usó? ¿Pudo terminar la vacuna a tiempo?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el estrujón de Ricky. Cada vez comprimía con mayor ahínco mi cuello con la intención de romperlo. Pero algo extraño sucedió... En vez de ahogarme por la falta de oxígeno, sentía como si su agarre no me estuviera haciendo nada en absoluto.
Pude ver la confusión en el rostro de Ricky mientras me apretujaba con más ímpetu que antes. El resultado seguía siendo el mismo, mi cuello resistía su apretón como si estuviera hecho de roca.
—¿Qué pasa? —Me burlé—. Incluso una niña tiene más fuerza que tú.
—¡Cállate, imbécil! ¡Te voy a matar! —gritó, al tiempo que usaba su otra mano para agarrarme el cuello.
Intenté levantar mis brazos y noté que mi energía estaba volviendo, pero aún no podía hacer mucho. Lo único que logré hacer fue poner mis manos sobre las muñecas de Ricky, tratando de apartarlo en vano.
—¡¿Todavía tengo las fuerzas de una niña?! —El tono en su voz destilaba odio.
—S-sí —respondí entre dientes.
—Mírate... —Ricky comenzó a burlarse—. ¡Aquí vas a morir, imbécil! Aunque antes de asesinarte..., ¿quisieras decir unas últimas palabras? —Esto último hizo que explotara en carcajadas.
De repente, como por arte de magia, una extraña sensación surcó por mi cuerpo. Y vino acompañada de una agradable energía que me hizo sentir lleno de vitalidad. El dolor que me invadía mientras sentía mi cuerpo calcinándose se esfumó, y en su lugar, un intenso deseo por matar se instaló en mí.
—Sí —contesté—. ¡Muere!
Apreté fuertemente sus muñecas con mis manos y, sorprendiéndome incluso a mí, las escuché quebrarse. La sonrisa que Ricky tenía en su cara desapareció y fue reemplazada por un grito de dolor. Después, con una patada, lo mandé a volar hasta hacerlo chocar contra la pared, justo al lado de Ryan.
Su ejército de zombies no dudo en abalanzarse sobre mí. Primero vinieron tres, saltando al mismo tiempo en mi dirección. Pero con una fuerza descomunal que emanaba de mis brazos, partí el cráneo de dos de ellos y esquivé el mordisco del tercero. Luego, un voraz apetito me invadió y clavé mis dientes en el último, arrancándole el cuello hasta decapitarlo.
Engullí la carne sin pensarlo. Algo en mi interior me incitaba a devorar lo que se me atravesara. Los demás zombies empezaron a aproximarse, y vi cómo Ricky se levantaba tras la patada que le había propinado. Cuando me vio asesinando a sus esbirros con tanta facilidad, el miedo se instaló en su ser y corrió hacia la puerta para fugarse.
—¡Ni pienses que te dejaré escapar! —le grité, con una furia que escapaba por mis poros.
Otros cinco zombies fueron aniquilados mientras intentaba perseguir a Ricky, pero me había cogido ventaja y ahora se encontraba huyendo en los corredores del laboratorio.
«¡Cómelos! ¡Cómelos!», me decía una voz en mi cabeza.
Tenía que ir tras él, pero mis incontrolables ansias por devorar carne eran mayores y terminé haciéndole caso a esas voces. Le propiné mordiscos a los cuerpos y engullí sin siquiera masticarlos. La energía que me proporcionaban me hacía sentir más fuerte, justo como Ryan me había comentado antes de que Ricky entrara al edificio; El Berserker necesitaba combustible.
—Es una máquina para asesinar. —Recordé sus palabras—. Si los archivos son reales, aquel «hechicero» creó esta vacuna para detener a sus propias creaciones. Los colonizadores no tenían oportunidad alguna contra los zombies, pero El Berserker sí.
Después de deleitarme con la carne de mis víctimas, atisbé a Ryan en el rincón de la habitación. Los demás muertos vivientes habían escapado junto a Ricky, dejándolo libre. Él tan solo me miraba sorprendido, y, en el fondo, un poco asustado. Por escasos segundos lo vi como una presa y mi mente casi me arrastra hacia él para devorarlo, pero pude controlarme y salí del lugar para perseguir a Ricky.
Mis habilidades parecían haberse intensificado, porque, aunque Ricky había tenido tiempo de fugarse, aún podía escuchar sus pasos en la lejanía; estaba cerca de la salida.
Mi velocidad también incrementó. Y cuando observé el tamaño de mis brazos, noté que estaban más hinchados. ¿Así era como funcionaba El Berserker?
Con zancadas bestiales atravesé la sala de máquinas y experimentos para introducirme por los pasillos del laboratorio. Desde mi posición podía escuchar a Ricky y su ejército asediando la puerta de metal en la entrada. El desespero por salir se acrecentaba, y yo era la razón de ello.
Cuando llegué al último corredor, pude verlo con sus zombies golpeando la puerta. El metal se había hundido un poco, pero romperla necesitaría de una fuerza mayor.
Al notar que yo me encontraba cerca, la ansiedad atacó a Ricky como nunca y ordenó a su ejército atacarme. Aún quedaban casi veinte muertos vivientes. Y sin vacilar, todos juntos, como una estampida, se acercaron a mí para devorarme. Era el último intento que Ricky tenía para aniquilarme. Moriría yo o moriría él, no había opción intermedia.
Los zombies se abalanzaron sobre mí al mismo tiempo y clavaron sus dientes en varias partes de mi cuerpo. Momentos antes, sus mordidas me habrían provocado grandes heridas. Pero ahora, por alguna razón, apenas quedaban plasmadas sus marcas y la sangre que exhumaban de mis heridas era mínima.
Al parecer mi cuerpo había adquirido una capa de piel más gruesa, o mis músculos se habían hecho más magros y compactos. Ryan me habló sobre ello, pero lo había olvidado.
El ejército de Ricky me rodeó en todas las direcciones, sujetándome de las extremidades para impedir mis movimientos. Pero ni siquiera todos ellos podían contrarrestar mi nuevo poder.
Zarandeé mi mano derecha con violencia y mandé a volar a tres de los esbirros que la sostenían. Después, tras liberarla, aproveché para tomar el cráneo de un cuarto que había clavado sus dientes en mi pierna y lo apreté hasta destruirlo. Posteriormente, tomando su cuerpo, lo usé como arma para golpear a varios y mandarlos lejos de mí.
Con menos ataduras que antes, empecé a destripar cuerpos por doquier al mismo tiempo que ingería lo que atrapaba con mis manos. Entré en un trance de frenesí caníbal que jamás había experimentado en mi vida.
Mientras me hacía más fuerte, los zombies perdían más compañeros. Ninguno tenía posibilidades contra mí. Eran muertos vivientes recién transformados luchando contra El Berserker; la máxima creación de aquel científico.
Al terminar de saciar mi apetito y aniquilar a cada uno de ellos, el camino quedó despejado para mi última víctima; Ricky. Acorralado en la entrada, no sabía a dónde ir. La ansiedad lo carcomía por dentro.
—¿Qué pasó, Ricky? —le dije desde la distancia—. ¿Dónde está tu actitud de matón?
—¡¿En qué mierda te transformaste?! ¡¿Qué coño eres?!
Mis músculos se habían agrandado luego de devorar a su ejército. Ahora parecía un verdadero monstruo. Pero ya no tenía hambre. ¿Esta era la transformación final de El Berserker? ¿Había llegado a mi límite?
Los disparos entre zombies y humanos aún se escuchaban afuera. Tenía que ayudarlos, pero la puerta impedía mi salida, y el comunicador para hablar con Jennifer había sido destruido por los esbirros de Ricky.
Si quería socorrerlos, tendría que hacerlo a mi manera...
—¡¿Qué haces!? —exclamó Ricky al verme en posición ofensiva, preparándome para cargar contra la puerta.
—¡Detente, imbécil! ¡Detente! —seguía gritando mientras yo corría con una velocidad sobrehumana hasta él.
—¡Para, maldita sea, para! —Fue lo último que alcanzó a decir antes de que mi tacleada arrasara con la puerta de metal, destruyéndola, y expulsándolo por los aires.
Ricky salió volando algunos metros hacia delante. Y al caer al suelo, pude apreciar una gran herida en su vientre. A duras penas podía respirar. Se empezó a arrastrar en la acera en su último intento por fugarse, pero no lo dejaría salirse con la suya.
Los disparos aún se escuchaban en la distancia, pero después de destruir la puerta, cesaron. Cuando miré los alrededores, la oficial Jennifer estaba en las lejanías junto al detective Brown y su pelotón; todos mirando en mi dirección. Y había una razón en particular para hacerlo.
El ejército de Ricky había venido a rescatarlo.
Aunque la policía había derrotado a más de la mitad de los zombies, aún quedaban unos cincuenta vivos. Seguramente Ricky los había llamado con su telepatía para que lo rescataran, y ahora ignoraban a los agentes para concentrarse sólo en mí.
Diez de sus esbirros fueron los primeros en llegar, pero con mi nueva fuerza les resultó imposible neutralizarme como lo habían hecho antes. Con una patada atravesé el cuerpo de dos zombies y mis manos destrozaron cerebros como si estuvieran hechos de mantequilla, demasiado blandos.
Los oficiales, que observaban de lejos, comenzaron a disparar al resto de muertos vivientes que se aproximaban hacia Ricky para ayudarlo. Uno por uno fueron cayendo; mi brutalidad los aniquilaba de un golpe y los agentes, con su armamento pesado, también los erradicaban con misiles y ametralladoras.
Al final, solo dos zombies quedaban. Ambos arrastraban a Ricky fuera del campo de batalla, intentando escapar. Pero sería en vano.
Corrí hasta ellos a toda velocidad; la determinación en mi ser jamás había sido tan grande. Y cuando estuve lo suficientemente cerca, los embestí con fuerza y los mandé a volar. Sin embargo, se levantaron e intentaron abalanzarse sobre mí, pero dos disparos en la distancia impactaron en sus cabezas.
El detective Williams y Vicky estaban ayudando en la causa.
Ahora el único zombie vivo era Ricky, que intentaba escabullirse por el suelo como la rata de alcantarilla que era. Mientras me acercaba, su miedo incrementaba y usaba los brazos para arrastrarse con mayor desespero.
—¡Espera, no me mates! —gritó cuando lo tomé del cuello y lo alcé.
Teniéndolo frente a frente, sonreí y dije:
—¿Por qué no debería matarte?
Me agradaba verlo suplicando. Después de todo lo que hizo, era una dicha observar lo débil que en realidad era. ¿Casi morimos por esta escoria?
—¡Tengo dinero, tengo joyas, tengo lo que quieres!
—¿Lo que quiero? —pregunté—. No, no me interesa el dinero ahora.
—Te conozco, George —comentó—. Sé lo que quieres; dinero. Además, podemos conquistar el mundo juntos. Los humanos no serán un obstáculo. ¡Podremos estar juntos!
Solté una carcajada.
—En serio estás loco —le dije—. ¿Crees que quiero estar contigo? Ni siquiera estando a punto de morir dejas de ser un iluso.
—¡Espera, espe... —Mi mano comprimió su cráneo, destruyéndolo e interrumpiendo sus palabras.
Un rio de sangre bañó mi brazo y solté el cuerpo del asco que me provocó. Ya no habrían más disparos ni más muertes, esta había sido la última. Giré para ver los alrededores y vi que los oficiales estaban ayudando a sus compañeros heridos.
Cerca de la entrada del laboratorio, Ryan salía corriendo con algo en sus brazos. Y entonces, de la nada, una extraña sensación invadió mi ser. Eran esas ganas de devorar carne de nuevo. Mis músculos se estaban contrayendo; perdían volumen.
—¡No te acerques! —le grité a Ryan.
Pero hizo caso omiso a mi declaración. Y oculta entre su bata de científico reveló una pequeña pistola; la pistola que la oficial Jennifer le había dado. En ella puso una inyección y me disparó. Sabía lo que estaba haciendo, así que no la esquivé. El proyectil impactó en mí, introduciendo su contenido rápidamente.
Segundos después, sentí que mi cuerpo ardía en llamas. Ahora entendía lo que había experimentado Joseph al recibir la vacuna. Y luego, sin poder controlar mis movimientos, caí al suelo con estrépito, pero unos brazos me recogieron.
—Estarás bien —dijo Ryan—. Te lo prometo.
—L-lo sé —pronuncié con mi último aliento—, confío en ti.
****
Nota: yay, capítulo final.
No sé si les gusto o no, y no sé si lo quiero saber. Lo único que me importa es que ya terminé esta vaina xD
Tuve un pequeño bloqueo y básicamente me forcé a terminar la historia porque si no lo hacía ahora, jamás lo iba a hacer. Y ya me estaba carcomiendo por dentro v:
Pero tranquilos, pronto publicaré el epílogo, así que esto no será lo último que leerán.
Gracias a todos por llegar hasta aquí. Me imagino que si llegaron, es porque al menos los entretuvo. Y sino, pues qué masoquistas son xD
Bye, cuídense. c:
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