—Qué raro... —murmuró Ricky—. ¿No hay luces prendidas? Pensé que nos estarían esperando. No podré ver nada desde aquí. Supongo que tendré que hacerlo...
Ricky ordenó a doscientos de sus zombies rodear el perímetro. Los otros cien permanecerían junto a él como un escudo y atacarían de frente la entrada del laboratorio para introducirse y destruir la cura.
Cuando todos estuvieron en posición, Ricky se concentró y, como si pudiera tejer una red invisible, conectó su mente con la del resto. Después, dándoles una orden telepática, los obligó a gritar con todas sus fuerzas.
Las imágenes que llegaban a Ricky eran claras. Una fotografía panorámica del lugar protegido por soldados con armas listos para disparar esperaba frente a sus narices.
—¿En serio creen que sus estúpidas balas nos detendrán? —Esbozó una sonrisa—. ¡No nos harán ni cosquillas! ¡Ataquen!
Los doscientos zombies rodeando el laboratorio se precipitaron hacia el campo de batalla con ferocidad. Ricky todavía no entraría en acción, primero mandaría a sus súbditos para distraer a los agentes y luego, cuando la entrada al laboratorio estuviera expuesta, la asediaría con los cien zombies que tenía como escudo personal.
—¿Por qué no han prendido las luces todavía? —Pensaba en voz alta—. Con el ruido que hicimos ya deberían haber notado nuestra presencia. ¿Qué mierda traman?
La colisión era inminente. Los zombies de Ricky se acercaban cada vez más a los oficiales. Era cuestión de segundos hasta que atacaran en todas las direcciones posibles. Pero justo cuando se encontraban a algunos metros, las luces del lugar se prendieron.
No eran cualquier luces. Eran potentes, demasiado brillantes. Los zombies recién transformados tenían una visión sensible que solo funcionaba bien en la noche. Y con un fulgor tan intenso, se vieron obligados a cerrar los ojos por unos segundos y detener su ritmo. Incluso Ricky, desde la lejana posición en la que se encontraba, tuvo problemas para divisar el campo de batalla.
Lo que vino después fueron disparos. Los agentes habían preparado aquella trampa para enceguecer a los zombies y aprovechar la oportunidad a su favor. Ricky, con sus ojos enchinados, aún teniendo dificultades para observar el terreno, notó que algunos de sus esbirros estaban siendo aniquilados.
Inmediatamente dio la orden mental a sus zombies para que cerraran los ojos. Luego, como lo había hecho antes, hizo que gritaran con todas sus fuerzas para que reemplazaran su panorama ocular por la ecolocalización.
Funcionó.
Los muertos vivientes ahora veían lo que tenían adelante y empezaron a esquivar las municiones de sus contrincantes. Sin embargo, la distracción de las luces les había costado una pérdida de más de cuarenta zombies.
Ricky sabía que la entrada era custodiada por treinta guardias. El resto de los agentes, que podía contabilizar en casi cien, cuidaban el perímetro. Con sus zombies distrayendo a la mayoría, entrar sería fácil. Así que puso en marcha la segunda fase de su plan: el ataque frontal.
Ricky y su escudo de cien muertos vivientes emprendieron el asedio. La determinación en sus ojos era clara, no había espacio para dudas en su cabeza. Los otros ciento sesenta zombies que habían sobrevivido a la trampa de las luces estaban a punto de chocar frente a frente contra los agentes, pero justo antes de llegar, la segunda trampa se activó.
Sorprendido, Ricky vio cómo salían del suelo estacas de metal que empalaron a veinte de sus muertos vivientes. Las estacas cubrían la totalidad del perímetro, representando un muro de dos metros que protegía el laboratorio.
Definitivamente los estaban esperando. Era un ataque premeditado y habían tenido tiempo para planificarlo con precisión. Primero las luces, ahora las estacas. Ricky empezaba a enojarse.
Para su suerte, la mayoría de los zombies sintieron las vibraciones de la tierra y saltaron con antelación. Si no fuera por las sobrehumanas habilidades que poseía su ejército, además de la red neuronal que parecían compartir, la historia habría sido diferente.
Después de evadir las estacas de metal, la verdadera batalla comenzó. Muertos vivientes y humanos, una estampida de bestias caníbales contra hombres con trajes protectores. Ricky, desde donde estaba, pudo apreciar a uno de los agentes disparándole en la cabeza a uno de los suyos, aniquilándolo al instante.
Luego, otros dos zombies aparecieron de la nada y sometieron al policía a la fuerza. El oficial tenía una armadura cubriéndole todo el cuerpo; los muertos vivientes intentaron morderle el cuello, pero fracasaron miserablemente. Así que decidieron destruir el casco que lo protegía con una brutalidad inhumana, y cuando su trabajo dio resultados, lo atacaron sin piedad hasta dejar su rostro irreconocible.
Sin embargo, Ricky no tenía tiempo para observar el resto. Tenía que entrar al laboratorio. Ya le faltaba poco para llegar. Cuando se aproximaba a las estacas de metal, pudo evadirlas sin dificultad alguna. Con un simple salto pasó al otro lado.
La entrada no estaba muy lejos. Ricky podía entreverla. Pero primero tendría que deshacerse de los treinta guardas que la protegían. Si decidía distraerlos con la mitad de los cien zombies que disponía como escudo, podría entrar al lugar con los otros cincuenta.
Así que, cuando estuvo lo suficientemente cerca, separó su grupo en dos; uno para seguir usándolo como escudo, y el otro para mandarlo contra los agentes. Pero Ricky no se percató de que los oficiales estaban llevando a cabo su tercera trampa.
Una ametralladora oculta entre unas cajas fue revelada.
De la nada, Ricky escuchó disparos que lo aturdieron por un segundo. Al mirar a la derecha, notó que tres de sus zombies estaban en el suelo. Sin vacilar por un segundo, Ricky dio la orden a sus esbirros para que se dispersaran en múltiples direcciones y así tuvieran menos probabilidades de ser impactados.
El resultado fue satisfactorio. Solo cuatro zombies más fueron derribados. Cuando Ricky miró hacia delante, la entrada del laboratorio parecía estar abierta. ¿Por qué?
Tenía un mal presentimiento. Y aquel mal presentimiento venía acompañado de otra extraña sensación, la misma que había sentido en El Sepulcro cuando saltaba hacia la azotea del edificio colindante.
Era George.
Se encontraba junto a los treinta guardas que custodiaban el lugar. Parecía estar hablando, pero Ricky no podía apreciar con claridad sobre qué. No fue sino hasta que se concentró con minuciosidad que pudo entender algunas palabras:
—¡Necesitamos más tiempo! —Sus oídos lograron captar.
Ricky sonrió. Había llegado justo a tiempo para destruir la vacuna y no había nadie que pudiera detenerlo. George volvió a introducirse en el laboratorio, aunque la puerta no fue cerrada. Algo que a Ricky le seguía pareciendo raro.
De repente, vio a una mujer de dos metros que cargaba algo en su espalda. Ricky no podía descifrar quién era, pero su imponente presencia le recordaba a la mujer que lo atacó en el bar. La mujer reveló lo que escondía detrás y lo llevó hasta su hombro. Ricky no pudo evitar sentir pavor en ese momento.
Un lanzacohetes apuntaba directamente en su dirección. La mujer apretó el gatillo y una ráfaga de humo acompañó el gran proyectil. Ricky alcanzó a esquivarlo de un salto, por poco, pero otros cinco de sus zombies sufrieron nefastas consecuencias.
La furia en el rostro de Ricky era evidente. Ordenó a la mitad de sus muertos vivientes atacar a los treinta guardas y la otra mitad se dirigió con él hacia la entrada del laboratorio. Él mismo quería enseñarle una lección a esa mujer, pero no podía perder más tiempo, la cura necesitaba ser destruida y sería estúpido quedarse afuera.
Antes de entrar, presenció cómo uno de sus zombies se precipitó sobre la oficial, pero la mujer usó el lanzacohetes para golpearlo, mandándolo lejos. Después, otro zombie saltó en su dirección y la tumbó en el suelo, pero uno de los agentes interfirió.
—¡Jennifer! —gritó el susodicho mientras le disparaba al zombie en la cabeza y la ayudaba a pararse.
—Gracias, Michael. —La escuchó decir.
Ricky se encargaría de ella personalmente cuando terminara de asaltar el laboratorio. La haría pagar por haber obstaculizado sus planes. Pero ahora era menester seguir adelante, así que no lo pensó demasiado y se introdujo en el centro de investigaciones.
¿Por qué estaba abierta la entrada? A Ricky le pareció extraño, sabía que tramaban algo. ¿Acaso no querían proteger la vacuna? ¿No era eso lo más importante para los oficiales? ¿Entonces por qué no pusieron más empeño en detenerlos?
Al pasar la entrada con su ejército de cuarenta zombies, un largo pasillo les dio la bienvenida. Y en el fondo de este, la misteriosa figura de un hombre custodiaba una puerta que conectaba con más corredores.
—¿Planeas detenerme tú solo? —habló Ricky burlándose de George.
—Viniste para nada —le respondió—. Aquí vas a morir.
De manera súbita, Ricky escuchó que la puerta de la entrada se cerró a sus espaldas. Cuando giró para observarla, se dio cuenta de que no era una puerta cualquiera; parecía hecha de un tipo de metal grueso, impenetrable. Sin embargo, había algo más: de la puerta colgaban pequeños cañones.
—¡Ahora! —gritó George a través de un comunicador que tenía en su muñeca.
Después de aquello, los cañones dispararon pequeños depósitos con agujas en la punta. Eran vacunas. Ricky no lo dudó y mandó a cinco de sus zombies para que sirvieran como una barricada, sacrificándolos.
Los zombies recibieron todos los impactos. Y tras unos segundos, cayeron al suelo. Luego, convulsionaron violentamente hasta vomitar sangre en todas las direcciones posibles y colapsaron. Sus corazones no volvieron a latir.
«¿Qué mierda fue eso?», pensó Ricky.
Sin perder tiempo, volteó de nuevo para enfrentar a George, pero ya no estaba. Había cruzado la puerta y ahora corría por los demás pasillos. Ricky lo persiguió y atravesó la puerta también, dejando el largo corredor atrás.
Las instalaciones se bifurcaban en dos caminos, pero Ricky pudo escuchar los pasos de George y eligió tomar el de la derecha. Al fondo pudo divisar su figura y comenzó la persecución en su búsqueda. Esta vez lo asesinaría sin piedad.
Ricky notó que George se estaba comunicando con alguien a través del pequeño aparato que cargaba en su muñeca. Concentrándose en sus habilidades auditivas, Ricky pudo escuchar la conversación que estaba teniendo.
—Ya eliminamos a la mitad de ellos —hablaba una mujer que Ricky reconoció como la oficial de la entrada—. Quedan unos cien aproximadamente. Pero estamos perdiendo fuerzas. Nosotros somos cincuenta en total.
—¿Crees que podrán superarlos? —preguntó George.
—Aún tenemos más trucos bajo la manga —contestó la oficial—. Los francotiradores están en sus posiciones. ¿Cómo vas tú?
—Ricky me persigue, pudo evadir la primera trampa. Necesito que actives la siguiente o logrará llegar a Ryan.
Luego de escuchar lo último, Ricky perdió la concentración y no logró captar más palabras. La paranoia se instaló en su ser. ¿Cuál sería la próxima trampa? Sus ojos deambularon por todo el lugar; era un corredor estrecho como el anterior, excepto que esta vez había un tubo de ventilación en el techo.
—¡Ya! —gritó George desde la lejanía.
De las paredes salieron cuchillas, parecidas a las estacas que usaron para rodear el perímetro del laboratorio; solo que esta vez, en lugar de emerger desde el piso, las cuchillas aparecieron en ambos lados con la intención de cercenar por la mitad a cualquiera que las cruzara.
Ricky actuó con rapidez y saltó a los tubos de ventilación, introduciéndose en estos junto al resto de su ejército. Pero no todos corrieron con la misma suerte y fueron rebanados en dos. Había estado cerca, mas no había sido suficiente para detenerlo.
Ricky continuó avanzando a través de la ventilación y cuando dejó atrás las cuchillas, bajó con sus muertos vivientes para seguir la persecución. Ahora disponía de veinticinco zombies nada más. Las trampas habían jugado en su contra, pero no fueron capaces de interrumpir sus planes.
Sonrió victorioso cuando vio a George preocupado al final del pasillo. Por la expresión en su rostro, supo que ya no tenía más trucos bajo la manga. Pero en vez de seguir corriendo, George se detuvo y esperó hasta que Ricky lo alcanzara.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Ricky—. No me digas que planeas detenerme tú solo contra todo mi ejército de zombies.
—Sí tengo que hacerlo, lo haré. —George se paró firme—. No me importa morir. Pero no dejaré que pases a la siguiente habitación.
—¿Quieres proteger a tu amado Ryan a costa de tu vida? —Ricky soltó una carcajada—. ¡Qué romántico! Pero no tengo tiempo qué perder, así que apártate por tu propio bien.
—No —sentenció George.
—Está bien, entonces muere.
Ricky avanzó hacia la puerta e ignoró la declaración de George. Aunque deseaba matarlo con ansias, lo más importante era detener el proceso de la vacuna. Así que ordenó a cinco de sus zombies encargarse de George mientras él se introducía más allá de la puerta.
Incluso si George estaba en mejor estado que sus esbirros, no podría derrotar a cinco a la vez. Moriría de cualquier manera. Sin embargo, George lo intentó, y antes de que Ricky pudiera entrar a la puerta, George se interpuso en el camino. Pero sus muertos vivientes lo tomaron de las extremidades y lo empujaron, enviándolo por los aires y haciéndolo chocar contra la pared.
Los cinco zombies se quedaron atrás para devorar a George mientras Ricky pasaba el umbral hacia la nueva zona del laboratorio. Lo que se presentó ante sus ojos tras cruzar la puerta fue un gran salón con diversos artefactos científicos; desde máquinas gigantes, hasta tubos de cristal inmensos en los que fácilmente cabría una persona entera.
Ricky avanzó por el lugar con un objetivo claro en mente: destruirlo todo. Los muertos vivientes empezaron el asedio rompiendo vidrios y dañando cables por doquier. ¿Pero en dónde estaba la dichosa cura?
Los gritos de los zombies retumbaron en las paredes. Ricky necesitaba obtener imágenes de todo el lugar y había decidido usar su ecolocalización de nuevo. Sin embargo, las visiones que recibió a continuación le parecieron raras.
Apenas una persona se encontraba en el interior, en uno de los cuartos que yacía más adelante. ¿Dónde estaban el resto de científicos? Ricky reconoció la figura de aquel hombre como la de Ryan. No cabía duda. Y sin pensarlo dos veces, ordenó a su ejército avanzar hasta su ubicación. Lo más seguro es que estuviera terminando la vacuna y no lo iba a permitir.
Cuando Ricky abrió la puerta del cuarto, Ryan estaba metiéndose algo en los bolsillos. No alcanzó a apreciar de qué se trataba, pero no le importó. Ryan giró, con evidente nerviosismo, y se percató de que Ricky estaba en la habitación.
—¿Me extrañaste? —pronunció Ricky con una sonrisa en su rostro.
En una de las mesas en las que el científico trabajaba había una pequeña pistola, diferente a las comunes; su diseño era extraño a los ojos de Ricky. Ryan la tomó e introdujo una especie de vacuna por ella. Ricky saltó hacia él, sin darle oportunidad de disparar, y lo sometió contra la mesa.
—¿Pensabas matarme con esto? —habló Ricky mientras en su mano sostenía la pistola que el científico había intentado utilizar—. Qué malagradecido eres. Estuviste con nosotros por un mes; te dimos comida, agua y todo lo que necesitabas. ¿Y así nos pagas? —Ricky hizo un mohín de decepción y tiró el arma a un lado—. Esperaba más de ti, Ryan.
El científico le dedicó una mirada llena de desconcierto y comentó:
—Definitivamente ya perdiste la cordura.
—¿La cordura? —Ricky comenzó a reírse—. Sí, hace mucho, supongo. Y hablando de cordura, ¿cómo han tratado a mi amiga Roxana?
—Está en la cárcel —contestó—. Aunque probablemente termine en el manicomio como tú.
—Es verdad... —Ricky hizo una pausa, como si recordara algo—. Esa tipa estaba mal de la cabeza. Me caía bien. Tal vez después de destruir este lugar vaya a rescatarla.
El sonido de la puerta interrumpió la amena charla que Ricky estaba entablando con el científico. Cuando vio a sus espaldas, notó que George entraba en la habitación. O lo que quedaba de él...
—¡Vaya, te subestimé! —Se burló Ricky.
George caminaba con pasos débiles, tambaleando. Habían mordidas en sus brazos, en su torso, y rasguños en toda su cara. De repente, cayó al suelo con estrépito. Sin embargo, la determinación aún brillaba en sus ojos, y empezó a arrastrarse por las baldosas.
—Pobrecito —dijo Ricky—. Qué patético. ¡Pero, oye, podemos jugar a algo! Este juego se llama: «¿A quién mataré primero?» —Sus carcajadas inundaron el lugar.
—T-te mataré, h-hijo de puta —musitaba George, apenas audible.
—¿Sabes qué? —Ricky usó sus fuerzas para empujar a Ryan contra la pared, provocando que soltará un grito de dolor y cayera al piso—. El científico fue bueno conmigo mientras estuve en ese extraño coma en el bar. Así que le perdonaré la vida por ahora y comenzaré contigo, George.
Ricky se aproximó hasta el moribundo cuerpo de George y lo alzó desde el cuello. George intentaba golpearlo, pero sus esfuerzos eran por demás en vano. Ricky lo hizo chocar contra la pared, aún con su agarre en él, y empezó a apretarlo con más fuerza.
—¿Recuerdas cuando me rechazaste, imbécil? —El odio en la voz de Ricky era más claro que el agua—. Mírame ahora. Si tan solo hubieras aceptado mi propuesta... Pero ya es muy tarde. —Ricky apretó con mayor ahínco el cuello de George, haciéndolo crujir levemente.
—E-es tarde p-para ti, idiota —habló George—. Y-ya tenemos la c-cura.
—Me da igual, no me importa a cuántos tenga que matar. ¡Aniquilaré a todos los humanos de ser necesario! ¡Los haré besarme los talones y adorarme como el dios que soy! —La maquiavélica risa en el rostro de Ricky daba miedo.
Una intromisión en el dispositivo que George cargaba en su muñeca interrumpió la escena. Una voz femenina decía algo al otro lado del comunicador:
—¿Cómo está todo allá, George? Necesitamos información. Los zombies aún nos superan en número aquí, pero pronto vendrán las patrullas que custodiaban la ciudad para socorrernos —finalizó.
—Las cosas van mal —respondió Ricky a través del comunicador—, muy mal.
Sus últimas palabras fueron acompañadas por una carcajada.
—Están perdidos —siguió hablando Ricky, ahora mirando el rostro de George—. Todos morirán. No hay nada que puedas hacer.
De repente, Ricky captó un sonido a sus espaldas. Cuando giró, vio a Ryan alcanzando la pistola que estaba en el suelo. Y después, metiéndose la mano en el bolsillo, sacó una vacuna. Aunque esta era de un color rojizo, diferentes a las demás. Cargó el arma y la disparó en dirección a Ricky.
—¡No puede ser, estuvo cerca! —Se burló Ricky tras esquivar el proyectil.
Le pareció patética la lenta reacción del científico. Los zombies eran mucho más ágiles y sus capacidades auditivas eran superiores. No habría tenido oportunidad de asestarle con el proyectil ni aunque estuviera a un metro de distancia.
Ricky ordenó a sus zombies sostener al científico para que no volviera a moverse. Luego, volviendo a George, que lo había soltado cuando evadía el proyectil, notó que ahora estaba en el suelo con la vacuna incrustada en su brazo.
—¡Mira lo que hiciste, qué grosero! ¡Aún quería divertirme con él un rato! —exclamó Ricky, deshaciéndose en carcajadas—. ¡Acabas de asesinar a tu querido novio!
Esta vez fue Ryan el que soltó una carcajada, desencajando el ánimo de Ricky. ¿Por qué se reía? ¿Acaso estaba ciego? ¿No podía ver lo que le había hecho a George?
—¿Ah? ¿De qué te ríes, idiota? —habló Ricky. Sin embargo, después de unos segundos, Ryan todavía no paraba sus carcajadas—. ¡¿De qué mierda te ríes?! ¡Responde!
Ryan se detuvo.
—No fallé —contestó, triunfante—. ¡Di justo en el blanco!
Ricky puso sus ojos en George, que aún yacía tirado en el suelo, inconsciente y con un estado deplorable. Pero vio algo extraño... Sus heridas estaban sanándose a una velocidad alarmante. Era un tipo de regeneración que Ricky no conocía ni había visto jamás.
Y entonces, de la nada, George abrió los ojos. Ojos rojos, llenos de ira y vida. Luego, con aquellos globos oculares endemoniados, le dedicó una mirada a Ricky, y este no pudo evitar dar un respingo del miedo que le provocaron.
El berserker había sido activado.
****
Nota: OMG, EL PRÓXIMO CAPÍTULO ES EL FINAAAAAAAAAAAL AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH
Se llamará "Berserker" jijijijijijiji
Aunque tranquilos, después de ese sigue el Epílogo.
Disculpen la mediocridad, en serio. Pero al menos por fin voy a terminar la historia <3
Gracias a todos los que siguen leyendo, aunque sean fantasmas. Literal, voy a llorar :'D
Por fin, chamos, por fin. POR FIN. Gracias, Jesús, por darme la fuerza para seguir, amén <3
xD
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