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23. Detective Williams en Acción II

Joe observó cómo Malcolm se perdía tras la puerta con el otro chico, y una vez desapareció de su panorama ocular, un instinto de protección se activó en él. «Maldita sea, ¿por qué tuvo que venir a este lugar?»

Luchó contra sí mismo para no llamarlo a gritos o salir corriendo hasta él y sacarlo del bar. Tenía una misión que cumplir, lo más prudente era guardar la calma y no generar más atención de la que ya poseía. ¿Pero qué era más relevante, su hermanito o la operación?

Mientras elucubraba sobre una posible solución, vio a Vicky coqueteando con una pelirroja. Segundos después, las dos se unían en un apasionado beso. «Qué rápida es», pensó. Sin embargo, la escena fue eclipsada por una enorme figura que se plantó ante el detective.

—¿Qué hace un hombre tan guapo como tú, tan solo por acá? —comentó este, tomando lugar en su mesa para quedar frente a frente.

Era Krayn, a Joe no le cabía la menor duda. Nunca lo había visto antes, pero su aura acosadora lo delataba. Ni siquiera llevaba cinco minutos en el bar y ya estaba acortejándolo; su fetiche por los rubios era evidente.

—Dijeron que habría bebidas gratis. —El detective seguía alterado por lo de su hermano, y estar en esta nueva situación le provocaba un poco de ansiedad. «¿En serio tendré que ligar con este tipo para conseguir información?».

Krayn tenía una cara ancha y rasgos duros. Una cicatriz surcaba su mejilla izquierda, casi llegando a sus labios, estos últimos un poco gruesos. Pero tenía una sonrisa simpática, o al menos intentaba producir una. 

—Te noto algo nervioso —dijo el hombre—. ¿Es la primera vez que vienes por aquí?

—Sí —murmuró—, realmente no conocía este lugar. Pero alguien me habló de él. Me contaron que su dueño se hace llamar Krayn.

El sujeto sonrió, sus ojos contemplaban al detective indiscriminadamente, cautivado por su belleza.

—Es verdad, así le dicen, y justo estás hablando con él. Mucho gusto. —Estiró su mano en dirección a Joe. Este la estrechó—. ¿Y tú cómo te llamas?

—Soy Alex —mintió.

—¿Alex? —Krayn pasó la lengua por sus labios—. Bonito nombre... —Le dedicó una mirada maliciosa acompañada de una sonrisa—. Entonces dime, Alex, ¿quieres algo de tomar?

En circunstancias normales, Joe no tomaría alcohol. Pero su trabajo era infiltrarse y encajar en el grupo. Además, quería embriagarse un poco para amortiguar el suplicio que le causaba tener que ligar con Krayn.

—¿Hay Whisky? —«En serio lo necesito».

Krayn hizo una seña a uno de los camareros. El barman se acercó a la mesa y tomó el pedido. Segundos después, traía una botella de Whisky que parecía pertenecer a una prestigiosa marca. Krayn sirvió dos shots y le ofreció uno al detective.

—¿Alguna vez te han dicho que tienes unos ojos preciosos? —habló Krayn—. Parecen dos zafiros brillantes.

—Gracias... —Joe bebió el shot, y después tomó la botella para ingerir más. Se le había ocurrido un plan para obtener información y, de paso, rescatar a su hermano, pero primero quería prepararse mentalmente para llevarlo a cabo.

«Juro que después de esto no voy a querer ser más detective».

Krayn lo miraba embelesado. Le encantaban las facciones marcadas y el rostro simétrico del detective. Sin embargo, lo que más le gustaba eran sus rubios cabellos.

—Veo que te gusta —siguió Krayn, observando al agente Williams deleitándose con el alcohol—. ¿Hay otra cosa que te guste? Me encantaría conocerte mejor.

El agente Williams se encontraba entre la espada y la pared. No quería llegar muy lejos, pero sabía que, de no arriesgarse, su hermano y la misión podrían verse perjudicados.

—Me gustan muchas cosas... —comentó, sin poder creer lo que estaba a punto de decir—. Me gustan los hombres grandes, con brazos fuertes, de esos que te pueden... —Se detuvo en ese instante, su boca no podía pronunciar nada más.

—¿Que te pueden qué? —indagó Krayn, mordiéndose los labios.

—Bueno, tú sabes —respondió, al tiempo que bebía más Whisky. 

—No lo sé, ¿acaso es lo que creo que es?

Joe estaba rojo de la vergüenza. No podía creer que había dicho algo así, pero era parte de su plan. El instinto paterno que sentía hacia su hermano era mayor que las repercusiones de lo que aquella conversación podría desencadenar.

—Tal vez —dijo el detective—. Pero no me gusta hablar de esas cosas en público. Soy un poco tímido.

Krayn, aún mordiéndose los labios, contestó:

—¿Te gustaría un poco de privacidad, solos tú y yo? Quizás así te animes a contarme lo que te gusta.

«Dios, ¿qué estoy haciendo?»

—Me encantaría —indicó—. Es una lástima que no se pueda en este lugar.

—¡Claro que se puede! —Krayn sonaba animado, como un niño contento jugando con su muñeco favorito—. Solo tenías que decirlo, tus deseos son órdenes. —Sonrió.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Joe.

—Solo sígueme, te llevaré a un lugar en el que podremos tener mucha privacidad. —El tono que usaba parecía esconder otras intenciones—. Y ahí hablaremos de lo que te gusta, y de lo que no te gusta. —Volvió a sonreír—. La pasarás muy bien, te lo aseguro.

«Mierda... Ya no hay vuelta atrás».

Krayn se levantó de la mesa y dirigió su cuerpo hacia la barra del bar, invitando al detective. Joe siguió sus pasos, un poco nervioso, mientras cargaba su botella de Whisky y seguía bebiendo.

Miró alrededor y notó que ya casi nadie lo estaba observando. ¿La presencia de Krayn los intimidaba? De acuerdo a George, nadie se metía con Krayn. Y no era de extrañarse, medía casi dos metros y era demasiado robusto.

«¿Cómo voy a lidiar con este sujeto?».

Al llegar a la barra, Krayn abrió la puerta y con su mano le hizo una señal al agente para que entrara primero. Mientras lo hacía, Joe atisbó una última vez lo que dejaba atrás. Fue entonces cuando vio a Vicky observándolo, y a su lado, la pelirroja también lo miraba con un ápice de suspicacia.

Sus figuras se perdieron cuando el imponente cuerpo de Krayn se interpuso. El detective giró la cabeza y se enfocó mejor en lo que tenía en frente. Al fijarse bien, se encontró con un pasillo que se extendía varios metros adelante.

El corredor tenía seis puertas laterales; tres a la derecha y tres a la izquierda. Pero también contaba con una al final del pasillo, la cual supuso se trataba del sótano que conectaba con la sala de torturas.

Escuchó la puerta cerrarse a sus espaldas. 

—Es por aquí —dijo Krayn mientras ponía una mano en su cintura para direccionarlo al primer cuarto de la izquierda.

Aquello incomodó al detective, pero trató de seguirle la corriente. Krayn posó su mano sobre la manilla y la giró, abriendo la puerta. Joe entró, seguido del otro, y el pasillo quedó atrás.

La habitación contaba con una cama y una pequeña mesa de noche, nada más. La intención del agente era noquear a Krayn, ¿pero cómo lograría contrarrestar la fuerza de un hombre tan corpulento y gigante como él? 

Si lo enfrentaba cuerpo a cuerpo, no lograría derrotarlo fácilmente, incluso con todo su entrenamiento. Además, no era una opción viable; un enfrentamiento tan directo produciría demasiado ruido y advertiría al resto.

No tenía más opción que ser sutil. Ya tenía algo en mente, pero le costaría un poco ponerlo en práctica.

—Ponte cómodo —escuchó a Krayn decir.

Joe suspiró y tomó un lugar en la cama. El dueño del bar también hizo lo mismo, sentándose a su lado. Y estando ahí, aprovechó para tomar la mano libre del oficial y decir:

—Ya tenemos más privacidad, como deseabas. —Sonrió—. ¿Entonces, me vas a contar qué es lo que te gusta?

El detective tenía que lograr ponerlo en una posición vulnerable si quería que su plan diera resultados. De otra manera, no funcionaría.

—Bueno... —Carraspeó—. Te decía que me gustaban los hombres con brazos fuertes.

—¿Ah, sí? —Krayn, aún sosteniendo la mano libre de Joe, la dirigió a su brazo izquierdo—. ¿Te gustan los míos?

El detective se percató que los brazos de aquel sujeto eran dos veces más grandes que los suyos. «No voy a poder contrarrestar una fuerza así en un enfrentamiento directo». Aprovechó el momento para estrujar su brazo, a lo que Krayn respondió con un gesto placentero, y después le dijo:

—Me encantan. ¿Pero sabes qué me gusta más? —añadió el detective, mordiéndose el labio con picardía mientras sostenía contacto visual con Krayn.

«Voy a vomitar».

—¿Qué? —preguntó el otro, muy interesado.

—Me gusta cuando me quitan los pantalones con los dientes.

Krayn hizo un mohín de sorpresa, que después fue reemplazado por una sonrisa. La invitación a la lujuria que le estaban ofreciendo era tentadora.

—¿Quieres que lo haga? —habló.

—¿Qué estás esperando? —sentenció el detective, retándolo.

A Krayn le gustó su actitud desafiante. Sin pensarlo dos veces, bajó de la cama y se puso de rodillas frente a Joe. Desabrochó su pantalón y acercó la boca a ellos, instalando sus dientes en la tela con el objetivo de empujarlos.

Mientras lo hacía, Joe esperó con paciencia el momento oportuno para detonar el plan que había construido. Cuando Krayn se encontraba en el punto más bajo, casi tocando el suelo y totalmente inocente de lo que pasaba a su alrededor, el detective aprovechó para estrellar con todas sus fuerzas la botella de Whisky en su cabeza.

El recipiente de vidrio se fragmentó en mil pedazos. Krayn cayó inconsciente al suelo y junto a él, un diminuto hilo de sangre que se extendía lentamente por las baldosas. El golpe había sido contundente, Joe sabía a la perfección en qué área de su cráneo debía asestar el porrazo.

Rápidamente acomodó sus pantalones y dejó la comodidad de la cama atrás. No tenía tiempo qué perder, Malcolm estaba en alguna de las otras habitaciones y debía buscarlo. Pero antes de retirarse, amarró el cuerpo de Krayn con la sábana de la cama y cubrió su boca con la almohada.

Al salir, lo primero que hizo fue revisar la habitación de enfrente. Cuando vio lo que había dentro, se arrepintió de haberla abierto. Un grupo de individuos estaba teniendo una orgía. 

—Hey, ¿por qué no entras, guapo? —gritó uno, invitándolo a pasar.

Joe respondió cerrando la puerta. «¿Qué mierda es este lugar? ¿Un bar o un burdel? Ya veo por qué nunca dejan que nadie entre a esta zona».

Continuó su búsqueda en el siguiente cuarto de la derecha, y para su fortuna, esta vez sí era el correcto. Encontró a Malcolm besándose con el chico de antes. Agradeció por dentro no habérselo encontrado de otra forma.

—¿Joe? —pronunció su hermano cuando escuchó la puerta abrirse.

—Tenemos que irnos —Fue lo único que respondió.

El detective se aproximó hasta su ubicación y lo tomó de la mano. Malcolm la apartó con brusquedad y dijo:

—¿Qué mierda haces? ¿Y por qué coño estás aquí? ¿Acaso me estabas siguiendo?

—Te lo explicaré después, Malcolm. No tenemos tiempo. Estás en peligro aquí, es mejor que nos vayamos.

El otro chico tan solo observaba la escena incrédulo, no entendía quién era Joe ni tampoco qué estaba ocurriendo.

—¿Y por qué estoy en peligro? —habló Malcolm—. ¿Acaso te molesta que tenga novio? No me digas que ahora quieres actuar de «padre sobreprotector».

—¡No es eso! ¡Estoy aquí por mi misión! Este es el bar en el que tenía que infiltrarme.

—¿Qué? —El estupor se instaló en el rostro de Malcolm.

Joe se dio cuenta que había hablado de más. Aquel chico con el que su hermano estaba, lo escuchó, y si le avisaba a alguien más, estarían en peligro. Especialmente si pertenecía a Las Águilas Negras que aún quedaban con vida.

El joven se percató de que Joe lo observaba y entró en pánico. Intentó salir de la habitación corriendo, pero Joe intervino y lo atajó, incapacitándolo.

—¿Por qué lo trajiste aquí? —interrogó Joe al chico.

—¡Deja en paz a Mark, idiota! —exclamó Malcolm.

—¿No te das cuenta? —habló Joe—. Te trajo aquí por una razón, y quiero descubrir cuál. —El detective apretó al joven contra la pared—. Dime, ¿perteneces a Las Águilas Negras?

—No sé de qué hablas, viejo —respondió mientras intentaba zafarse—. Solo me invitaron a una fiesta, eso es todo.

¿En serio decía la verdad o intentaba salvar su pellejo? Joe lo estrujo y Mark dejó escapar algunos quejidos.

—¿Crees que soy tonto? —siguió—. Respóndeme, ¿qué sabes de Las Águilas Negras?

—¡No sé nada! —Joe lo apretó con más fuerza—. ¡Aaargh! ¡Está bien, está bien! Conozco a algunos de ellos, pero no tengo nada que ver con lo que hacen. ¡Lo juro! Solo me gusta venir al bar, eso es todo.

—¿Y quién te invitó? —preguntó el oficial.

—Roxana, fue ella. Me dijo que habrían bebidas gratis y que podía traer a mi novio. Por eso invité a tu hermano, no tengo intención de hacerle daño.

—¡Ya lo escuchaste, Joe! ¡Suéltalo! —alegó su hermano.

—Espera —contestó—. ¿Quién es Roxana?

—Es la líder, supongo. No lo sé. Es una tipa pelirroja de tez morena.

—Soy yo —escuchó Joe a sus espaldas, al tiempo que sentía cómo alguien le ponía una pistola en su cabeza—. ¿Me buscabas?




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Nota: Hola c:

¿4 capítulos en una semana? Qué pro :o

Empezamos bien el año v:

Pensé que este capítulo sería más corto que el anterior, y resultó ser más largo hmmm...

Gracias a todos por leer. Sé que muchos ya dejaron esta historia de lado, aunque algunos lectores antiguos están empezando a emerger y otros son nuevos siguiendo la historia. De cualquier forma, lo agradezco <3

¿Cuándo será la próxima actualización? No se sabe xD

Pero en serio me alegra que al menos uno de ustedes lo esté leyendo c:

Bye <3














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