21. La misión
Previamente en Coronavirus: La Mutación Zombie:
George asesina a casi todos los miembros de Las Águilas Negras y se da cuenta de que Ryan no está en el lugar. Roxana y Ricky lo habían secuestrado. Así que George intenta interrogar a su ex-jefe, Aaron Gibson, pero la policía llega y es apresado.
En la comisaria, George intenta colaborar con los detectives para encontrar el paradero de Ryan, mas los agentes se muestran reluctantes a cooperar con él. Después de un mes de infructuosos esfuerzos, el detective Brown decide confiar en George sin queja alguna (algo extraño le sucede al detective, según George).
George convence a Jhonny, el traidor y espía de Las Águilas Negras, para que lo socorra en su causa. Tras besarlo apasionadamente, él accede a colaborar y les da una pista sobre el paradero de Ryan.
El bar.
Los detectives crean un plan para infiltrar a dos personas en aquel lugar; Joe Williams y Vicky (la tipa del supermercado). ¿Qué pasará? ¿Lograrán obtener información sobre Ryan?
La mañana horas antes de la misión desperté en mi celda junto a un Joseph mirándome inescrupulosamente. Sus ojos ya no parecían tan carentes de vida como hace un mes, y su piel empezaba a adquirir una tonalidad más cálida.
—Buenos días —le dije.
—H-ho... —musitó.
Fue lo único que salió de sus labios, pero aquello había sido suficiente para sorprenderme. Anoche me había mandado un mensaje telepático y ahora casi podía pronunciar una palabra. En serio se estaba recuperando... ¿Qué pasaría cuando lo hiciera por completo?
—Hey —habló uno de los guardias que protegía mi calabozo—, la jefa necesita hablar contigo.
El cuidador abrió la celda y me dirigió a la sala de operaciones, donde me esperaban la oficial Jennifer y el detective Brown.
Quería intentar convencerlos de que me dejaran ir, pero me advirtieron que era mejor no hacerlo. Y por más que quería contradecirlos, era cierto; simplemente no podía entrar al bar. Mi presencia estropearía toda la misión.
—Confía en nosotros —dijo Brown.
—Está bien...
Después de ultimar algunos detalles, el detective Brown dejó el lugar para encontrarse con Joe y Vicky y comenzar la infiltración. Yo tendría que quedarme con la oficial esperando el reporte y ayudando desde la central.
No fue coincidencia el proponer a Joe Williams como infiltrado. Sabía perfectamente que Krayn codiciaba a los rubios, así que, si llamaba la atención lo suficiente, el detective podría conseguir información. Justo por esa razón le dije que se vistiera lo más formal posible para que todos los ojos estuvieran puestos en él.
—¡¿Qué?! ¡¿Tendré que ligar con ese tipo?! —alegó el agente cuando se lo comenté el día anterior.
—No tendrás que besarlo ni nada. —Reí—. Pero lo más probable es que se acerque a ti para acortejarte. Si eso ocurre, trata de conseguir información.
—¿Por qué siempre tengo que hacer el trabajo sucio? —Bufó.
La misión se llevaría a cabo de noche, así que aún quedaban varias horas por delante. Teníamos preparados varios micrófonos para los dos espías que entrarían, además, nos podríamos comunicar con ellos desde unos diminutos aparatos instalados en sus oídos.
Ya habíamos repasado el plan. Aunque yo no pudiera entrar al bar, mi tarea consistió en explicarles la fachada del Suplicio; dando detalles sobre cada habitación y lugar que conocía tanto en las cercanías, como dentro del propio establecimiento.
Las horas transcurrieron lentamente. Cada minuto que pasaba era un minuto más de intriga. No sabía si Ryan aún estaba con vida o no, y eso me provocaba demasiada ansiedad.
Maldita sea.
La oficial Jennifer se concentró en preparar la sala de control y poner todo en orden. Yo tan solo veía cómo el lugar se aglomeraba de agentes. Algunos pocos para socorrer en la misión, supongo, y el resto eran para mí. Sí, mis queridos «guardaespaldas» que me protegían de no escapar.
Me causaba gracia el empeño que ponían en retenerme. Si quisiera, ya habría escapado. Pero los necesitaba para poder encontrar a Ryan. Una vez consiguieran la ubicación de su paradero, ya no necesitaría más de sus servicios.
El azabache reinaba en los cielos, la hora de la misión había llegado. El equipo estaba listo, todos en sus posiciones; algunos en monitores y otros junto a la oficial Jennifer esperando recibir confirmación.
—Están entrando —se escuchó al otro lado del micrófono.
Era Brown, avisándonos que los espías se aproximaban al bar. Él se quedaría en las afueras del Suplicio, en un callejón cercano para no ser detectado. Ahí esperaría al detective Williams y a Vicky hasta que salieran.
Su tarea consistía en esperarlos, nada más. Sin embargo, si algo salía mal, entraría para socorrerlos. Pero incluso en caso de que algo sucediera, nos avisaría primero a nosotros.
—Oficial —dijo uno de los agentes que se encontraba en los monitores, dirigiéndose a la comandante Jennifer—. Los dispositivos que instalamos en los espías no están funcionando.
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—No podemos captar el sonido de los micrófonos.
—Maldita sea —espeté.
La oficial Jennifer hizo contacto visual conmigo y dijo:
—Era una posibilidad con la que corríamos. Tú tenías un inhibidor de señales para que no rastreáramos tu ubicación, ¿recuerdas?
—Lo sé. Pero no pensé que usarían algo así en el bar...
Era extraño que utilizaran un artefacto como esos en el bar. Jamás, en todo el tiempo que visité aquel lugar, habían implementado inhibidores de señales. Mucho menos artilugios que pudieran inutilizar micrófonos o dispositivos parecidos. ¿Acaso...?
—¿Tienes algo que decir? —inquirió la oficial al verme ensimismado.
—Estaba pensando que... —Bajé mi tono de voz al mínimo, apenas perceptible para que solo ella pudiera oírme—. Tal vez alguien de tu equipo filtró información y les avisó sobre nuestro plan.
—No es posible —contestó—. Los únicos que sabían con prolijidad los detalles de nuestra operación eran el detective Brown, Joe y tú. A Vicky no le dijimos demasiado, y el equipo que ves aquí. —Me invitó a observar los alrededores; la sala llena de agentes—. Todos fueron informados minutos antes de que la misión comenzará. Nadie en esta habitación sabía para qué habían sido convocados hasta apenas unos minutos.
No podía ser cierto... Si eso era verdad, ¿entonces por qué estaban usando aquellos artefactos en el bar? Si en serio no sabían acerca de los espías, ¿por qué lo hacían?
—Confía en ellos —habló Jennifer—. El detective Joe ha sido entrenado para esto. Y Vicky... Es una delincuente astuta, por lo menos.
Asentí, no me quedaba otra opción. Al fin y al cabo, ellos habían podido desmantelar casi por completo a Las Águilas Negras —bueno, con un poco de mi ayuda—. Así que eran buenos en lo que hacían, o eso esperaba.
Las horas pasaban y pasaban, no teníamos idea de qué estaba ocurriendo en el bar. Brown seguía esperándolos afuera, en su auto, mientras la ansiedad nos carcomía a nosotros en el centro de operaciones; especialmente a mí.
—El volumen de la música en el bar incrementó —dijo Brown.
Esa fue la única noticia que recibimos, y ya había transcurrido bastante tiempo desde que nos lo informó. Se acercaba el amanecer y aún no entendíamos qué coño acontecía en aquel lugar.
—¡Dile que entre! —le pedí a la oficial Jennifer—. ¡Se están demorando demasiado!
—También quiero que entre, pero no podemos pedirle eso —respondió—. Tenemos que confiar en ellos. Si Brown entra a socorrerlos, podría estropearlo todo.
—Maldita sea... —murmuré.
La espera cada vez se hacía peor, todos especulábamos miles de cosas. ¿Habían capturado a los espías? ¿Por qué habían subido el volumen de la música en el bar? ¿De quién fue la idea de bloquear nuestras intromisiones? Nada tenía sentido.
De repente, Brown habló desde el otro lado:
—La música se detuvo.
—¿Se detuvo? —preguntó Jennifer.
—Sí —corroboró—. Y no solo eso, nadie ha dejado el bar desde que Joe y Vicky entraron.
—¿Qué? —me incorporé—. ¿Nadie ha salido del bar?
Me parecía imposible que algo así sucediera. El grupo de Ricky siempre se reunía afuera del callejón para fumar y drogarse. Incluso si ellos no estaban ahí, otros grupos también hacían lo mismo. Además, por lo general, las personas no se quedaban hasta el amanecer. ¿Qué coño estaba ocurriendo ahí dentro?
—Voy a entrar —escuchamos decir a Brown.
—¡¿Qué?! —exclamó Jennifer—. ¡Espéranos!
—Trataré de hacerlo —dijo él, un poco disgustado—. Pero si no llegan pronto, lo haré solo. Mataré a todos esos malditos de Las Águilas Negras.
¿Pero qué mierda le pasaba al detective? Siempre era alguien calculador y para nada impulsivo. Últimamente había estado actuando muy extraño; me había dejado cooperar con ellos, había accedido a mis peticiones sin queja alguna, ¿y ahora hablaba de querer asesinar a Las Águilas Negras restantes?
—¡No entres solo, Michael! —pidió la oficial Jennifer.
Sin embargo, su comentario no había sido escuchado. Lo último que escuchamos fue la puerta de su auto cerrándose con fuerza. Lo más probable es que había decidido entrar sin nosotros.
—¡Preparen las patrullas! —ordenó la comandante a sus subordinados—. ¡Y ustedes! —Observó al grupo que me custodiaba—. No lo dejen salir de este lugar.
—¡¿Qué?! —alegué.
—Aún no confío en ti. Eres un peligro para la sociedad y no puedo permitir que escapes.
Después de decir eso, la oficial dejó el lugar con celeridad. Eché una ojeada al lugar y me vi rodeado por una docena de agentes. Tenía que huir, pero no sabía cómo.
En un lugar tan cerrado como la sala de operaciones, si intentaba alguna artimaña, fácilmente me dispararían. No podía utilizar mi fuerza bruta para esta ocasión, así que, ¿qué otra opción poseía?
Empecé a escudriñar el lugar en busca de alguna pista. Todos los ojos estaban puestos en mí, era evidente que estaban preparados para lo peor. Sin embargo, y a pesar de sopesarlo con profundidad, no hallaba ninguna respuesta.
Fue entonces cuando suspiré y dirigí mi cabeza al techo, en señal de rendición. En ese momento, mientras observaba la lámpara, me percaté de que no estaba observando una simple lámpara, sino también mi posible vía de escape.
Cuando bajé mi cabeza y empecé a reír, los agentes me miraron confundidos. Las expresiones de sus rostros me causaban mucha gracia, y mi dicha aumentaría al llevar a cabo el plan que tenía en mente.
Doblé mis rodillas y tensé mis piernas, preparándome para saltar. De inmediato, los agentes entraron en posición defensiva y apuntaron con sus armas en mi dirección. Pero mi propósito no era atacarlos.
Tomando un gran impulso, salté hacia el techo y destruí la lámpara que daba iluminación al lugar. La sala de control quedó completamente despojada de cualquier ápice de luz.
Algunos oficiales alcanzaron a disparar hacia arriba, pero sus reacciones fueron tardías; yo ya me encontraba abajo. Y una vez quedaron sin objetivo al que observar, no se atrevieron a disparar de nuevo por temor a herir a alguno de sus compañeros.
Aproveché el momento para gritar con todas mis fuerzas. Las ondas que producía mi voz retumbaron en todos los rincones de la habitación y volvieron hacia mí en forma de imágenes. Mi intrigante habilidad de ecolocalización resultó útil. Por suerte, no la había olvidado.
Entre saltos y saltos, me acerqué a la salida y dejé la sala de control a mis espaldas. Los agentes aún seguían consumidos por la confusión y utilicé aquello a mi favor para alejarme de ellos lo más rápido posible antes de que pudieran seguirme.
El pasillo que me encontré al salir conectaba con otras puertas. También habían dos ventanas con vista al exterior. No tenía tiempo para escabullirme por los laberínticos pasadizos de la comisaria, así que decidí romper una ventana y saltar al edificio colindante.
Desde la terraza del nuevo edificio pude ver cómo la oficial Jennifer se alejaba en la patrulla y se perdía en el horizonte. Si quería llegar rápido, tendría que saltar de rascacielos en rascacielos.
—¡Iré a rescatarte, Ryan! ¡Aunque sea lo último que haga!
****
Nota: hola c:
Omaigad, ¿otro capítulo? Sí, otro D:
La inspiración me está seduciendo y he estado escribiendo cosas. Así que aquí les traje un nuevo capítulo.
Disculpen la mediocridad, como les dije antes, no estoy editando estos capítulos. Sólo quiero terminar con este suplicio rápido xD
Los quiero, bye c:
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