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20. El destino de Ryan

Advertencia: lo que van a leer a continuación es mediocridad pura. Decidí terminar este libro "a la maldita sea"; si no lo hago de esta forma, creo que jamás culminaré este proyecto. Así que prepárense para leer capítulos horribles, sin editar y con errores ortográficos y de inconsistencia en todas partes <3

Otra cosa, dejaré un pequeño resumen de lo que necesitan saber (para los que no recuerdan qué pasó en capítulos anteriores):

George asesinó a la mayoría de Las Águilas Negras cuando estaban en su guarida, pero Roxana (la pelirroja) logró escapar con Ricky (el hijo del jefe) y dos guardaespaldas antes de que llegaran los detectives. También secuestraron a Ryan y lo llevaron al bar. 

En el bar, Ricky se desmayó y despertó después de un mes. Cuando lo hizo, asesinó a sus dos guardaespaldas y Ryan también se encontraba en la habitación en ese momento. Esto es lo que pasó a continuación:




Estaba acorralado, no tenía a dónde ir. Ricky estaba frente a él, bloqueando la única salida de aquella habitación. Pero incluso si pudiera salir, ¿podría sobrepasar la velocidad de un zombie hambriento?

Ya lo había visto atacar a sus dos guardaespaldas con ferocidad. Ahora reposaban en el suelo, encima de una laguna de sangre; muertos. Ryan no tenía ninguna posibilidad de escapar, era su fin.

De la nada, alguien abrió la puerta con fuerza, haciéndola azotar contra la pared y provocando un estruendoso sonido. Era Roxana. Desenfundó su arma y apuntó en dirección a Ryan sin pensarlo, creyendo que él había desencadenado la tétrica escena que se plasmaba ante ella.

Ricky volteó al escucharla y el estupor se instaló en el rostro de Roxana; no sabía ni cómo reaccionar. Lo vio con su cara, manos y ropa repletas de sangre. Su mirada no era normal; parecía despojada de cualquier rastro de humanidad. 

Se lanzó sobre ella como una bestia, pero ella reaccionó y logró esquivarlo. En vez de llevársela por delante, el cuerpo de Ricky impactó contra la pared, dejando un gran agujero.

Al levantarse de nuevo, su cabeza estaba sangrando. Pero la mirada asesina que tenía no había desaparecido. Ryan y Roxana ahora estaban en el mismo bando. La pelirroja no tenía intención de dispararle a su jefe, pero de ser necesario, lo haría para salvar su vida.

Sin embargo, algo extraño ocurrió. Ricky posó las manos sobre su cabeza y empezó a desplegar guturales por toda la habitación. Después, como si le fuera difícil soportar un dolor desmesurado, cayó sobre sus rodillas en el suelo.

Roxana no entendía qué mierda estaba pasando. Ryan solo observaba con cautela la inquietante escena. Y entonces recordó lo que George le había contado... 

«Después de comer el cerebro de mi primera víctima —Joseph—, caí desmayado en el piso de mi cuarto».

Probablemente eso era lo que le estaba ocurriendo a Ricky. Su cerebro parecía estar retrayéndose de un lado a otro, y en un intento por apaciguar el dolor, puso las manos en su cabeza sin resultado alguno.

Tras varios segundos de alaridos incontenibles, justo como le había sucedido a George, el cuerpo de Ricky colapsó en las cerámicas inundadas de sangre de aquel lugar.

La pregunta ahora era, ¿qué pasaría cuándo despertara? ¿Intentaría devorarlos de nuevo sin compasión?



No fue necesario explicarle a Roxana lo que había pasado antes de que entrara en la habitación, ella misma lo había presenciado. Lo que preocupaba a la pelirroja eran los cadáveres de sus compañeros. 

—¿Qué mierda haremos con ellos? —murmuraba en el sótano para sí misma.

Habían trasladado los cadáveres hasta ahí para esconderlos, sin embargo, eso no sería suficiente. Si empezaban a descomponerse, el olor llegaría a todas partes.

«Pero no se van a descomponer», pensó Ryan.

Ricky también estaba con ellos en uno de los rincones de aquel oscuro cuarto. Sus brazos estaban atados con un cable alrededor de la silla en la que antes permanecía Ryan. 

Roxana no tenía tiempo para lidiar con el científico, así que lo dejó en libertad. Mas le advirtió que no intentara escapar o le dispararía, y él asintió.

Ya habían pasado algunas horas desde lo sucedido. La pelirroja esperaba a que la noche llegara para utilizar las tinieblas a su favor y deshacerse de los cuerpos sin vida de sus ex-compañeros.

Ryan se preguntaba por qué Ricky todavía no despertaba. Se supone que George solo estuvo inconsciente por algunos minutos, no por tantas horas. ¿Acaso el golpe que recibió cuando chocó contra la pared incrementó el lapso de su pérdida de conciencia?

El científico se acercó a Ricky para escrutarlo con minuciosidad. 

—¿Qué coño crees que estás haciendo? —preguntó Roxana.

—Quiero saber si está vivo, ¿acaso mi tarea no es cuidarlo?

La pelirroja lo miró con suspicacia.

—Ten mucho cuidado, cara bonita. Si le pasa algo a Ricky, nadie me pagará mi sueldo.

Ryan asintió y prosiguió con su plan. Primero echó un vistazo a su cabeza; horas antes había presenciado cómo se retorcía de un lado a otro innaturalmente. Sin embargo, ahora estaba en completo reposo.

Después, buscó su yugular con la intención de saber su frecuencia cardiaca. Y tras verificar el intervalo de tiempo entre sus palpitaciones, supo que se trataba de una frecuencia cardiaca normal, como la de cualquier otro humano.

«Qué raro. ¿Significa que es un zombie como George entonces?»

—¿Qué pasa, cerebrito? —dijo Roxana—. ¿Qué se supone que tiene Ricky? ¿En serio es un jodido zombie?

A estas alturas, Roxana no estaría sorprendida. Había lidiado con cosas peores en su vida. Ryan tampoco tenía motivos para seguir ocultándolo.

—Sí, es un zombie —dijo mientras escudriñaba de pies a cabeza el cuerpo de Ricky—. Pero creo que no nos volverá a atacar... A menos que vuelva a estar muy hambriento.

—Eso espero, porque sino, tendré que volarle el cráneo y dedicarme a robar bancos de nuevo.

Ryan terminó de examinar a Ricky y su curiosidad lo arrastró hacia los cadáveres de Hamilton y Bennet, los guardaespaldas que reposaban en el suelo. Se acercó hasta ellos y lo primero que pudo notar a simple vista fue que sus heridas estaban cubiertas por costras negruzcas —«sangre coagulada», dedujo— similares a las que portaba Joseph.

Los cadáveres estaban pálidos, característica innata de un cuerpo sin vida. ¿Pero en serio estaban muertos? Ryan intentó tomar la frecuencia cardiaca de uno de ellos, mas no obtuvo resultado alguno. 

Pero entonces le pareció haber sentido un pequeño latido. Uno tan pequeño, que ni siquiera él mismo se lo pudo creer. 

«¿Estoy alucinando?»

Tras una larga espera, volvió a sentir otro. El lapso entre cada palpitación era de largos segundos, algo imposible para un humano común. Pero Ryan sabía que aquellos «cadáveres» ya no eran humanos.

—No me digas que se van a levantar de la nada y comerán nuestros cerebros —habló la pelirroja, que lo observaba desde el otro lado de la habitación.

Ryan giró hacia ella y asintió con la cabeza.

—Me tienes que estar jodiendo —continuó—. ¿De la noche a la mañana esta mierda se convirtió en una película de ciencia ficción? 

—Eso parece —contestó Ryan.

De repente, ambos escucharon quejidos. El epicentro de los sonidos provenía de la silla donde Ricky se encontraba. Cuando voltearon en su dirección, Ricky intentaba zafarse de los cables, incómodo por lo fuerte que lo estrujaban.

Roxana desenfundó su pistola y le apuntó, preparada para dispararle de ser necesario. Ricky, con su fuerza sobrehumana, no tuvo problemas para escapar de su molesta prisión.

—¡No te muevas o te disparo! —vociferó la pelirroja.

Ricky la miró confundido.

—¿Qué mierda haces apuntándome, idiota?

Roxana enarcó una ceja en desconcierto, ¿era un humano o un zombie? 

—No recuerda lo que pasó —dijo Ryan—. Es una extraña amnesia temporal que experimentan los de su tipo.

—¿Recordar qué? —cuestionó Ricky, pero entonces lo vio: sus guardaespaldas en el suelo, pálidos y cubiertos de sangre.

Eso fue más que suficiente para evocar las macabras imágenes de las que formó parte; su insaciable apetito; las desmesuradas ganas de asesinarlos; las voces en su cabeza que lo incitaban a seguir haciéndolo; y lo más inquietante, la ausencia de remordimiento alguno.

—¿Q-qué hice? —musitó.



Era tarde cuando decidieron deshacerse de los cadáveres. Ricky y Roxana habían esperado pacientes hasta la madrugada. El Suplicio fue cerrado más temprano de lo habitual, y no se veía a nadie en las calles. 

Con ayuda de Krayn, el «dueño» del bar, empezaron a sacar los cadáveres por la puerta trasera. Ricky cargaba a uno, y Krayn y Roxana llevaban el otro.

Fue entonces cuando Ricky sintió que algo extraño le sucedía; sentía una intromisión en su cerebro, como si algo le estuviera murmurando al oído. Una rara sensación invadía los rincones de su mente.

De la nada, el cuerpo que tenía entre sus brazos comenzó a retorcerse. Al comienzo, con suavidad. Y de un momento a otro, las sacudidas se hicieron violentas; parecían convulsiones. 

«¿Qué mierda le pasa a este cadáver?»

Tras descuidarse, Ricky perdió el agarre ante las energéticas contorsiones, y sintió que el cuerpo se le escapaba de las manos. Mientras caía, el cadáver tocó con su pálida mano la cintura de Ricky, provocando que el arma en su bolsillo cayera junto a él.

—¡¿Pero qué mierda?! —exclamó Ricky.

Roxana y Krayn escucharon el jaloneo. Cuando miraron la escena, vieron el cadáver revolcándose en el suelo. Ricky intentó tomar el arma, pero el zombie, al estar más cerca, fue más rápido y la agarró primero.

«Mi misión es protegerte», escuchó Ricky en su mente, y el desconcierto lo invadió.

El cadáver comenzó a levantarse, pero Ricky seguía confundido. Por alguna razón tenía la certeza de que aquel muerto viviente no tenía intenciones de atacarlo. Sin embargo, eso no era lo que Roxana pensaba, quien ya había soltado al cadáver que sostenía y desenfundado su pistola.

—¡Espera! —gritó Ricky, haciendo una señal con su mano.

Hamilton, el guardaespaldas que había asesinado, ahora se encontraba de pie y con el arma que había cogido del suelo en sus manos. 

—Pásamela —ordenó Ricky.

El zombie, que tenía una mirada apagada, cumplió la petición. Acercó su mano a la de Ricky y le entregó el arma. 

—¿Me está haciendo caso? —murmuró.

Segundos más adelante, el otro cadáver estaba convulsionando como le había ocurrido al primero. Krayn lo soltó, y todos tuvieron la oportunidad de observar sus violentas agitaciones. Después, así como Hamilton, Bennet se alzó de entre los muertos y revivió en condición de zombie.

—Siéntense —pronunció Ricky.

Los muertos vivientes le hicieron caso y se sentaron en el pavimento de aquel oscuro callejón. Ricky no entendía qué estaba ocurriendo, ¿acaso los podía controlar a su antojo?

—Párense.

Los zombies siguieron sus órdenes de nuevo, levantándose. Ricky no podía creerlo, pero era cierto; Roxana y Krayn contemplaban boquiabiertos, siendo testigos.

—Si puedo controlarlos... —susurraba Ricky para sí mismo—, puedo crear un ejército para rescatar a mi padre. Pero, ¿cómo logro asesinar a varias personas sin que la policía se de cuenta? —Miró a su alrededor, como si ahí se encontrara su respuesta. Y entonces insertó sus ojos en el bar—. ¡Claro! ¡Una fiesta en el bar!



****



Nota de autor: han pasado 84 años xD

Bueno, como dije antes, perdón por la mediocridad. Ya hasta se me habían olvidado los nombres de los personajes v:

Si ven errores ortográficos brutales, háganmelo saber. No estoy editando estos capítulos, así que se me escaparán demasiadas cosas D:

Otra cosa: lo más probable es que vayan a haber muchos errores de inconsistencia. Sólo quiero terminar esta vaina rápido, así que traten de no tomárselo tan en serio si se me olvidan algunos detalles xD

No prometo actualización constante. Ni siquiera prometo otra actualización. Este capítulo lo escribí porque ando inspirado últimamente —y eso es raro—, así que no esperen nada xD

Sin más que decir, feliz año nuevo. Gracias por aguantar mi mediocridad, los amo <3


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