Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1. Cuarentena

Todo empezó en Enero del 2020, justo cuando regresaba de un viaje de negocios en China. 

Mientras estaba en el avión, escuché como una azafata reportaba al piloto acerca de un problema con uno de los pasajeros. Al parecer había un ciudadano chino con los síntomas de un leve resfriado y fiebre. 

Para ese momento no tenía idea de cuál era la «gran» urgencia de la situación; viajaba frecuentemente, por lo que era normal ver gente enferma en cada vuelo. Incluso conocía de  personas que habían muerto de ataques al corazón y cosas peores. Un simple resfriado no era nada. 

O eso era lo que pensaba.

Cuando la azafata informó al piloto, este reportó el caso ante las autoridades del país al que nos dirigíamos. Luego, por medio de los parlantes, nos comunicó que al aterrizar, entraríamos en cuarentena por tiempo indefinido.

La tripulación perdió el control. 

Algunos lloraban despavoridos pensando que sería su fin. Otros avisaban a sus seres queridos y escribían cartas de despedida como si el avión se fuese a estrellar en cualquier momento. También estaba el tumulto enfurecido argumentando que necesitaban llegar a sus destinos lo más rápido posible.

Y entre ellos estaba yo, imbuido en indiferencia. No me importaba si esa estúpida cuarentena iba a ocurrir o no. Nadie me iba a decir en dónde tenía que quedarme. Tenía cosas más importantes qué hacer y no iba a perder mi tiempo con esta gentuza.

Apenas pude, me encerré en el baño, saqué mi celular e informé a mi jefe sobre el pequeño percance. Una simple llamada solucionaría mi problema. Él hablaría con sus amigos y encontraría una solución de último momento.

A medida que el avión aterrizaba, veía cómo las autoridades sanitarias estaban esperando en la pista de aterrizaje junto a un grupo de científicos o doctores y quién sabe qué más. 

El piloto condujo la nave hasta un punto remoto aislado de la terminal de aviones. Varios vehículos con el equipo para estas emergencias se hallaba en la escena. La puerta se abrió y uno a uno empezamos a bajar por las escaleras. 

Al parecer otras dos personas habían empezado a mostrar síntomas de un ligero resfriado cuando aterrizamos. Los que presentaban dichos síntomas se quedaban dentro del avión.  

Yo y el resto logramos salir sin ningún inconveniente.

Mientras iba descendiendo de la nave, me percaté de unos túneles que cubrían todo el camino hacia pequeñas tiendas en donde se supone que nos tenían que revisar. Fui acompañado hasta una de las improvisadas carpas en donde me esperaban dos hombres con máscaras y trajes blancos que recubrían todo su cuerpo. 

—¿Tienes lo que te pedimos? —dijo uno de los hombres.

—Sí —respondí mientras sacaba de mi bolsillo un anillo tallado en diamante—. Pero primero necesito que me saquen de aquí —exigí.

—Déjanoslo a nosotros —concluyeron.

Digamos que mis negocios eran algo... turbios. Aquellos hombres eran mis «amigos», o más bien los esbirros de mi jefe. Si las cosas se tornaban difíciles, siempre contaba con su apoyo. Por lo general, no era necesario. Pero la situación lo ameritaba.

Los hombres hicieron una especie de señal con su brazo y, de la nada, una gran camioneta se acercó a toda velocidad hasta nosotros. Los sujetos hicieron un hoyo en la tienda y luego me indicaron que subiera al vehículo, que esperaba con las puertas abiertas.

Los policías que vigilaban el perímetro se percataron de nuestras intenciones y comenzaron a perseguirnos, pero, para su infortunio, ya era tarde. Mis hombres habían pinchado las llantas de los demás vehículos y aunque corrieran muy rápido, jamás nos alcanzarían a pie.

Tras escapar del aeropuerto, continuamos el camino hasta la guarida de mi jefe; siempre vendaban mis ojos para que no pudiera memorizar la localización del escondite. Una medida de seguridad que el anciano desconfiado exigía.

Cuando llegamos, un edificio viejo y en mal estado nos dio la bienvenida. Aunque trataran de ocultármelo, estaba seguro de que esta era la zona industrial de la ciudad y su escondite era una fábrica abandonada.

Al entrar al lugar, varios autos blindados y armas de todo tipo adornaban el almacén. Caminamos hasta el fondo del enorme salón y nos introdujimos por un corredor que conectaba con la oficina de Aaron Gibson, mi jefe, el cual me pidió su pequeño encargo; una sortija tallada en diamante que tuve que robar luego de infiltrarme en una compañía china que sintetizaba este material para su uso en joyería.

—Bonito diseño... —murmuraba mientras lo veía—Sí, este es. Buen trabajo, George, como siempre. A mi prometida le encantará. 

Antes de entregarme la recompensa, me preguntó una última cosa:

—¿Encontraste la urna que te pedí que buscaras?

Además de la sortija, el anciano me había pedido que encontrara una vieja y fea urna. El lado positivo es que sí la había encontrado. El lado negativo es que, al tocarla, me corté el dedo con su rugosa textura y perdí el agarre. Así que cayó al suelo y se rompió en pedazos.

—No —respondí.

Puso la mano en su mentón e hizo como si estuviera reflexionando.

—Supongo que solo era un simple mito después de todo... —musitó.

¿Para qué carajo quería una urna tan horripilante como la que vi en aquel lugar? ¿Acaso quería esa urna para echar sus cenizas cuando muriera? Con todo el dinero que tenía, fácilmente podría comprarse una de oro. No tenía sentido.

—Ten —dijo, ofreciéndome un portafolio lleno de dinero—. Te lo ganaste.

—¿Puedo preguntar para qué me mandaste a robar un anillo de diamante si pudiste haberlo comprado con todo tu dinero? —cuestioné. 

—Sintetizar diamante toma mucho tiempo —respondió—, y mi boda es en unos días. Este anillo ya estaba listo para ser subastado por miles de dólares. No solo ahorré mucho dinero, sino también tiempo. Aprende de mí, George.

Mi jefe era un tipo bastante astuto, no por nada se había convertido en el magnate de un gran imperio. Y la gente como yo éramos sus marionetas. Pero no me importaba, yo ganaba mi dinero y él sus extravagantes caprichos. Era un círculo vicioso en el que ambos nos beneficiábamos. No me podía quejar.

Al salir de su escondite, me escoltaron con los ojos vendados hasta otro lugar de la ciudad. Una vez ahí, tomé un taxi hasta mi humilde morada. Bueno... En realidad estaba siendo modesto. La verdad es que vivía en una gran mansión. 

La compré alejada de todos, con el único propósito de que nadie pudiera rastrearme, ni siquiera mi propio jefe. Estaba ubicada en las afueras de la ciudad, cerca de las montañas en donde cada mañana veía el sol alzarse por las ventanas. Era un paisaje hermoso.

Cuando entré a mi residencia, una gran sensación impregnó todo mi ser. No había nada como regresar a casa. Mi mobiliario de pino canadiense esperaba estático en el gran salón del vestíbulo. Y mi televisor último modelo de setenta pulgadas colgaba en la pared del frente.

Lo primero que hice fue desplomarme en el sofá para relajarme un poco. Encendí la televisión y la imagen de un avión en cuarentena apareció en las noticias. Era mi vuelo. Sin embargo, algo que me sorprendió es que no hablaran de un grupo que se había fugado. 

Como sea, mantuve la canal encendida para seguir informándome.

Según el reportero, habían confirmado la presencia del coronavirus. Supuse entonces que no quisieron avisarle a la población que alguien con el posible virus había escapado, pues solo generaría pánico. Tenía sentido. Pero eso solo podía significar una cosa...

Me estaban buscando.


****


Si te ha gustado el primer capítulo de la historia, apreciaría que votaras para que más personas pudieran conocerla. Y si quieres comentar algo, aunque sea un insulto, bienvenid@ seas :D

Si no votas ni comentas, Theresa Fidalgo te visitará esta noche c:

Gracias <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro