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Capítulos veintidos


¡Buenas! Hago una nota rápida para dejar los siguientes TRIGGER WARNINGS (puede implicar spoilers) de este capítulo:

•Mención a un aborto espontáneo, sangre y perdida.

Sin nada más que agregar, y si se sienten cómodos, pueden aventurarse a la lectura 💞







-ˋˏ ༻  22 ༺ ˎˊ-


El fuego ya se estaba apagando y era tarde en la noche, cuando de pronto, algo adormilada, Elena dijo:

—Me habría gustado ser una princesa en otra vida.

Estaba borracha. Lo pude deducir por la manera sutil que tenía de estirar las sílabas. Bash la miró con aburrimiento. Él también estaba borracho, pero lo sobrellevaba mejor que ella. Se veía más centrado. Éramos los únicos despiertos. Joe y Tony habían quedado fuera de juego hace casi una hora.

—Bueno, el blasón de la corona inglesa hasta hoy en día tiene la imagen de un león, parte de tu familia puede, posiblemente, en un millón de posibilidades, haber venido de allí —dijo, haciendo una mueca y gesticulando con las manos—. Los metamorfos de la familia real no fueron asesinados, sino desterrados por la gente común parte de la misma familia, un par de años después de lo que ocurrió con los Romanov en Rusia. Algo sutil, para evitar un posible golpe de estado.

Entrecerré los ojos.

—¿Cómo sabes eso? —espeté.

Yo también iba algo entonado, si íbamos al caso. Me acomodé mejor sobre el colchón del suelo.

—Leo —contestó tajante, y demasiado sobrador para mi gusto.

—¿Sabes leer? —Resoplé, incrédulo.

Él me ignoró.

—Entonces, me estás diciendo que en teoría...

Podrías ser una princesa —apuntilló.

Elena se acurrucó en el sofá, con una expresión apesadumbrada.

—No me siento princesa, o nada que se le parezca —suspiró—. Pero es bueno saber que, tal vez, podría haber sido algo además de... ésto.

Me giré a mirarla.

—No creo que "ésto" sea tan malo.

Ella sonrió a medias, pero esa sonrisa no le llegó a los ojos.

—No podría haber sido una buena princesa, de todas maneras.

—Joe dijo que sabes actuar. Podrías fingir ser una buena princesa.

—Joe dijo que podría ser actriz. Hay una diferencia.

—Diferencia abismal —acotó Bash.

Elena levantó un brazo y le lanzó un cojín lleno de mugre a la cara.

—Mejor cállate.

Dejé salir una risa involuntaria y me tapé los ojos con un brazo. Volvimos a sumirnos en el silencio apacible de esa noche, donde apenas se oía el fuego, y algunos grillos afuera. Respiré hondo, deseando que ese aplastante sosiego fuera para siempre.

Pensé en eso hasta que pude quedarme dormido.



˗ˏˋ ♕ ˎˊ˗



Me desperté con un ligero dolor de cabeza y con el alma en vilo. Parpadeé en medio de la oscuridad, tratando de adaptarme y enfocar mi vista. Extendí una mano a mi costado buscando el calor de Aleu, porque estaba seguro se había quedado dormida a mi lado, pero solo sentí las cobijas frías y un lugar vacío. Mi corazón aceleró su ritmo, me enderecé y traté de sondear la habitación con la mirada, al mismo tiempo que hacía un esfuerzo monumental para calmarme, porque seguramente Aleu había necesitado ir al baño, o... Dejé salir un resoplido de alivio y me llevé una mano al pecho.

Aleu estaba a los pies del colchón, acurrucada sobre sí misma, prácticamente enrollada cómo algún tipo de serpiente, y completamente destapada. Supuse que tendría un mal dormir, pero yo había estado tan cansado que ni siquiera pude darme cuenta de que se movió en sueños. Tomé mi cobija y volví a taparla.

Pasé una mano por mi cara con pesadez y volví a suspirar. Luego metí mi mano en uno de mis bolsillos y saqué mi reloj para poder consultar la hora, más las manijas estaban congeladas y me sentí estúpido. Había olvidado darle cuerda ese día con todo lo que había pasado.

Tuve que suponer que tal vez faltaban una o dos horas para que el sol volviera a salir, lo que me llevó a recordar nuestro camino a Dawson City. Todavía había muchas cosas que necesitábamos y que jamás podríamos conseguir si nos quedábamos por aquí. Pensé en eso por un momento: quedarnos en la casa.

La casa era lo suficientemente grande como para darnos lugar a todos, tan apartada del mundo que resultaba extraño. Me imaginé a Bash, Tony y a mí esforzándonos por reparar los exteriores, a Aleu y Sam compartiendo una habitación, tal vez. Joe podría cazar, yo podría tratar de iniciar una huerta, y Elena me ayudaría. Entonces tendríamos algo que pudiera proveernos. Por el resto, solo bastaba hacernos camino hasta Dawson City y conseguir lo que necesitábamos.

Miré las brasas, reminiscencias de lo que el fuego dejó y sentí un extraño hormigueo en mi estómago, así como un calor reforzante que se extendió por todo mi pecho ante la idea de una vida relativamente normal.

Me di cuenta de que la idea de compartir una vida con Elena, con Joe, con Tony e incluso con Bash no me molestaba en lo absoluto. Podríamos hacerlo funcionar. No podía ser muy malo y estaríamos seguros. Estábamos tan lejos de todo que...

Barrí la sala con la mirada, desde el colchón donde Bash dormía, hasta el de Joe y Tony, y el sofá donde Samuel dormía, sin Elena a su lado. Fruncí el ceño al mismo tiempo que un escalofrío trepó por mi espalda.

Procedí a levantarme con cuidado de no despertar a nadie; por un segundo temí que algo malo hubiera pasado, pero al mismo tiempo me esforcé en convencerme de lo contrario. Harold tendía a decirme que a veces sobrepensaba las cosas, lo que no era cierto —prefería morir a seguir dándole la razón a ese viejo oso rezongón—, tan solo me preocupaban algunas cosas. Como, por ejemplo, que Elena hubiera desaparecido misteriosamente mientras todos dormíamos. Especialmente cuando, si no recordaba mal, ella había sido quien más había bebido vino de todos nosotros. Tal vez le había afectado y estaba sufriendo las consecuencias por su cuenta, lo que me imaginé que no sería bueno y tampoco sería responsable de mi parte dejarla sola.

No me arriesgaría a accidentes. En lo absoluto.

Me moví hasta la cocina, una habitación amplia y con varias ventanas que daban una vista clara al bosque. Sin embargo, no encontré ni un rastro de Elena.

Regresé a la sala, pensando en revisar las habitaciones de la planta baja, pero entonces bajé mi mirada al suelo y me congelé.

Había una pequeña mancha de lo que parecía sangre, salpicada en uno de los escalones.

Levanté lentamente la mirada hacía arriba, al piso superior. Entrecerré los ojos cuando me pareció ver el brillo sutil de una luz proveniente de uno de los cuartos. Cerré mis manos en puños al mismo tiempo que la voz en mi cabeza gritaba que no fuese un maldito cobarde, a la par de otra voz que me imploraba ser cuidadoso mientras me ofrecía un montón de escenarios horribles sobre lo que podría encontrar arriba.

Me llevé una mano al pecho, sintiendo el agitado palpitar de mi corazón.

Odiaba el miedo, así que me llené de valor y me animé a dar un paso, y luego otro, y otro más. Cuando llegué al segundo piso, me di cuenta de que la luz en realidad provenía del cuarto del baño, donde la puerta estaba entreabierta. Me moví con lentitud, pero el gemido que la madera del suelo emitía con cada paso que daba resultaba demasiado ruidoso como para que la persona de adentro no lo notara.

Me detuve al pie de la puerta y antes de atreverme a tocar, dejé salir un suspiro nervioso.

—¿Elena? —pregunté en voz baja, tratando de tener un vistazo breve desde la rendija—. Vi... —Pero no me atreví a decir lo que vi abajo. Carraspeé—. ¿Estás bien?

Esperé un momento, pero nadie me respondió. Mi corazón comenzó a latir desenfrenado nuevamente y mi mente comenzó a desarrollar los peores escenarios posibles una vez más.

Inspiré hondo antes de tomar el pomo de la puerta y abrirla.

Resultó un alivio enorme cuando la imagen que me recibió del otro lado no fue tan catastrófica como me había esperado. Elena estaba ahí, sentada en el suelo, con un brazo recargado sobre el viejo inodoro. Pero cuando pude enfocar la vista, noté que su cara empapada de lágrimas que brillaban bajo la luz de una linterna. Por un segundo imaginé que se había sentido mal y había corrido al baño para poder vomitar, pero casi al instante me percaté de la sangre que manchaba sus pantalones, especialmente la zona de...

El aire abandonó mis pulmones.

Ella levantó la cabeza muy despacio y fijó su mirada en un pequeño y anticuado retrato que colgaba desde la pared frente a ella. Sonrió, apenas, sin humor. El brillo usual en su mirada no estaba esa noche; se había esfumado.

—Estaba esperando que pasara —dijo con apenas un hilo de voz, y entonces se apresuró a cubrirse con su anorak.

—¿Qué... cosa? —dije, pero yo ya sabía, simplemente no quería creerlo. Tomé una gran bocanada de aire y di un paso al frente, todavía algo vacilante—. E-estabas contando los días porque...

Y recordé los juegos que solía inventarse con los niños, y la manera en la que permitía que ellos se abalanzaran sobre ella con todas sus fuerzas.

—Tenía miedo de que no... de que esto no pasara. No sé que iba a hacer sí...

—Elena... —Extendí un brazo, traté de acercarme, y ella cerró la tapa con un golpe seco. Di un respingo y retrocedí—. Lo siento.

—Solo es sangre, pero... —Ella resopló y las lágrimas volvieron a descender por sus mejillas—. No es bonito.

Nuevamente, estando frente a ella, no sabía qué decir ni qué hacer. Me quedé estático en mi lugar, sin el valor de siquiera respirar. No deseaba estropear todavía más la situación, porque solo yo era posible de eso, solo yo era capaz de meter la pata hasta el fondo en algo como esto y lo sabía.

—¿Puedo ayudar? —Las palabras salieron de mi garganta como un borboteo nervioso y agudo, apenas audible—. Quiero ayudarte.

Elena volvió a cerrar los ojos y dejó caer su cabeza contra su puño cerrado. Algo debió de hacerle gracia, porque sus labios se curvaron en una mueca rara que, a mi parecer, bien podría haber sido una sonrisa.

—De verdad que pareces una cosita asustadiza —dijo con algo de humor antes de negar con la cabeza—. Lo que necesito jamás podrías dármelo, Bambi.

Avancé un paso.

—Pruébame.

Ella levantó sus ojos con sorpresa. Luego parpadeó, como si me estuviera viendo por primera vez y no pudiera entenderlo. Entenderme. Un momento después, su boca se movió con más atenuación y la sonrisa fue más clara, algo cansada, triste, pero una sonrisa a fin de cuentas.

—Si de verdad te hace sentir mejor, puedes cerrar la puerta y quedarte aquí —dijo por fin, limpiándose la cara y enderezando su postura y me di cuenta en lo mucho que se estaba esforzando para lucir bien, fuerte—. No me molestaría la compañía.

Cerré la puerta a mis espaldas y me aproximé para poder sentarme junto a ella. Elena enredó su brazo en torno al mío y descansó su cabeza en mi hombro. No me atreví a moverme. Creí que si lo hacía, la espantaría. Como a un ave.

—Puedes respirar —dijo de pronto con un duspiro.

Respiré.

—Lo sé —murmuré.

Ella dejó salir una suave carcajada, e incluso si un poco se estaba riendo a mi costa, me sentí bien conmigo. Me gustó que, para variar, me hallara gracioso, especialmente ahora.

Volví a tomar aire con fuerza, y me esforcé por pensar en algo para distraerla.

—Estuve reflexionando sobre lo que estuvimos hablando hoy —Giró la cabeza para poder verme mejor, con su mejilla presionada contra mi brazo—. Eso sobre nosotros en otra vida, y lo de ser de la realeza.

—¿Qué pasa con eso?

Me encogí de hombros.

—Es solo que... No puedo dejar de darles vuelta a la idea —Me acomodé mejor—. La idea de esto, de nosotros. Otra vida completamente diferente.

Ella se reclinó contra mi cuerpo un poco más de ser eso posible. Tragué saliva.

—¿Qué ves cuándo... Cuándo piensas en todas esas posibilidades?

—Veo mi casa —admití—. Mi casa, con mi familia todavía allí. Papá estaría corriendo el negocio familiar, preparando a Jane para ser su sucesora mientras ella lidia con el peso de las expectativas, y la universidad. Mamá jamás habría permitido que no fuera a la universidad.

—¿Qué estarías haciendo tú?

No lo sabía. Bueno, en realidad sí.

—Estaría en casa, estudiaría, tal vez. Una carrera que sea todo lo opuesto a lo que mi padre habría querido para mí. Pero mayormente estaría en casa. Aunque no lo parezca, antes estaba muy dedicado a mi familia.

—Creo que todavía lo estás —terció ella—. En el fondo, sospecho que hay algo de nosotros que te gusta. Puedo decirlo por la forma en la que nos miras, buscando hallar un lugar con cada uno de nosotros, tratando de guiarnos constantemente.

Me ruboricé.

—La mayoría no supera los dieciséis años —opiné, esquivando su mirada—, alguien tiene que guiarlos.

—Está bien, no es que me moleste, de hecho, creo que en parte todos te estamos agradecidos —dijo—, que trates de hacerlo, incluso a tu manera, nos deja más tranquilos. Haces que no sintamos el peso de que en realidad ninguno de nosotros tenemos ni idea de lo que estamos haciendo.

Una pequeña parte de mi se regodeó ante ello, pues me gustaba poder ser útil. La otra parte de mí se inquietó, pues al tomar inconscientemente esa posición, me estaba haciendo cargo de todos. Y si algo les pasaba, entonces eso también estaría sobre mí.

—No estoy seguro de si quiero ser esto —confesé al final.

Ella volvió a levantar la mirada.

—No creo que esto sea algo malo —dijo.

Cuando me giré a verla, me sentí apabullado otra vez. El calor subió a mi rostro, pero no tuve la fuerza necesaria para desviar mi mirada lejos de la suya. Y cuando ella sonrió, sentí vértigo. Como si de la nada, estuviera parado al filo de un profundo acantilado.

Pero tan rápido como vino, esa sensación se fue. Ella bajó la mirada y volvió a acomodarse a mi lado y nos quedamos en silencio por un buen rato.

—¿Podrías volver a hablarme de esa otra vida? —dijo de pronto, con la voz entrecortada. Había estado a punto de quedarme dormido, y no me había dado cuenta de cómo su agarre se había afianzado—. No quiero pensar, por favor. Hablame de Aleu. ¿Qué sería ella? ¿Dónde estaría?

Respiré hondo.

—Viviendo con su madre, una historiadora de renombre, confinada en una casa como esta, en los confines de Alaska.

Elena tardó un rato en responder. Se sintió como años para mí.

—¿Cómo la conociste?

Le conté la historia de principio a fin, omitiendo a Harold, Walter y Donna, porque cuando pensaba en ellos,sentía como si fueran conocidos de otra vida totalmente diferente.

—Es una historia triste —opinó Elena con una nota de gentileza en su voz.

—¿Qué historia no lo es? —pregunté con una risa carente de humo—. Me temo que solo somos eso, un rejunte de historias tristes y mal contadas.

Ella hizo una mueca.

—A mí me parece que nos merecemos un final feliz.

De mi pecho y sin mi permiso resonó una carcajada. Ella me acompañó, y su risa era áspera y provenía desde su pecho e hizo que algo revoloteara en mi interior.

Cuando nos quedamos en silencio de nuevo, el hecho que habíamos tratado de ignorar regresó para depositar la tensión tangible sobre nosotros. Consideré preguntarle si necesitaba algún tipo de medicina —tal vez podría proporcionarle algo de lo que el doctor Andrews me había obsequiado—, pero supuse que ella me lo habría dicho de ser así. Y, por el momento, parecía estar bastante bien en lo que respectaba al aspecto físico.

—¿Sabes? De hecho estoy muy enojada. —dijo—. Prometí que esto no sucedería de nuevo, y aún así... —Ella negó con la cabeza—. Al menos esta vez conseguí evitarlo a tiempo.

Abrí la boca, incluso si no estaba muy seguro de qué decir, pero entonces mi mente se detuvo en algo de lo que ella dijo y la volví a cerrar.

De nuevo.

La imagen de un niño tímido y gentil relampagueó frente a mis ojos. Un pequeño que compartía con ella el cabello rubio y denso, la mirada abrasadora como un desierto y la misma nariz aguileña.

En mi mente, pensar que se trataba de su hermano había sido lo más sensato pero...

Al darse cuenta de mi estupefacción, ella tan solo volvió a evitar mi mirada, con la cara acalorada. Se dio cuenta de que conseguí atar los hilos demasiado rápido.

—Por favor, olvida que dije algo —imploró entre dientes, mirando el suelo como si quisiera que este se abriera a la mitad y se la tragara—, no quiero hablar de eso, Bambi. Por favor, solo... No digas nada, ¿sí?

—-No iba a decir nada —conseguí murmurar.

—-Pero lo estabas pensado —rebatió, pero debió haber visto algo en mi rostro que la asustó, porque en seguida trató de soltarse lejos de mí y levantarse, sin embargo alcancé a tomarla de la muñeca y mantenerla en su lugar.

—No dije nada, no pensé en nada —murmuré apresuradamente, empujándola más cerca para poder abrazarla y evitar que saliera corriendo. Ella volvió a tratar de alejarse, pero la abracé más fuerte—. En todo caso, solo para clarificar, estaba pensando en lo mucho que odio ese estúpido apodo.

Ella se sorbió la nariz y se limpió con la manga de su anorak. Respiré hondo y traté de regular mi ritmo cardiaco, con la esperanza de transmitirle mi calma a ella. Lo que debió funcionar en cierta medida, porque poco a poco, su respiración agitada fue bajando de intensidad y dejó de resistirse.

—Yo creo que es adorable —susurró contra mi ropa al cabo de un rato.

—Es horrendo.

Me pareció sentir su pequeña sonrisa contra mi pecho, pero podría haberlo imaginado.

—Algún día, deberíamos ir a ver esa película.

Tragué saliva, mortificado.

—¿Es de una película?

Ella explotó en risitas otra vez.









































NOTA DE AUTORA

🗣️ ¡Buenas! Bueno, como dije, este iba a ser un capítulo algo movidito y lleno de emociones para algunos personajes, y un descanso para otros, pero sobre todo, sirve para proponer el conflicto de los próximos capítulos y profundizar un poquito más en Elena como personaje y su historia.

🗣️ La historia de Elena siempre me pareció muy interesante,  Corona de Oro tuvo muchos prototipos respecto a trama e historia, de hecho el primer borrador de este libro es uno completamente diferente y, cuando avancé con este proyecto, no todos los personajes que inicialmente pensé llegaron a esta versión. Sin embargo, Elena sí, es un personaje que tengo en mente desde hace años, y tiene demasiado que contar, pero lamentablemente en este libro no puedo ahondar mucho debido a que James es quien narra la historia. Lo que pudieron leer hoy es solo un pedacito de todo el trasfondo y complejidad del personaje, pero creo que ayuda un poco a entenderla y familiarizarse con ella.

🗣️ También, como algunos habrán podido notar el aborto espontáneo de Elena no es un suceso demasiado detallado, mi intención no es que fuera algo tratado por arriba, pero no quería agregar descripciones innecesarias solo por la morbosidad de esto. 

🗣️ Si creen que algo estuvo mal o fue mal tratado, no duden en hacérmelo saber 💗 Siempre estoy tratando de tratar el tema de forma respetuosa y consiente, así que cualquier cosa, los estoy leyendo 👀

Sus comentarios siempre me animan, así que gracias, por leer, por comentar y por estar 💕

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