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Capítulo veintiocho

-ˋˏ ༻  28 ༺ ˎˊ-


Realmente no estaba durmiendo. No podía llamarle dormir a eso. No cuando cada pequeño roce, desde el cálido viento que se filtraba por la fábrica, hasta el ruido del motor de un viejo auto que pasaba en la distancia podía despertarme tan abruptamente. Entonces, no. No estaba durmiendo. Por lo que cuando Aleu —que al parecer compartía el mismo problema— se arrastró hasta mi lado para poder ver mis heridas, yo ya estaba despierto.

Abrí los ojos. Me costó un poco ver en la oscuridad. Ella estaba sentada a mi lado, mirando mi vendaje como si tuviera un problema con él. Todavía no comprendía por qué lo hacía, pero ya no me resultaba tan extraño que, cada cierto tiempo, ella se acercara a examinarme con el ceño fruncido, y una mirada testaruda, como si temiera que mis golpes empeorasen de la noche a la mañana. Claro que no lo harían; llevaba muchos días desde el ataque en la casa y mis lesiones no hacían más que mejorar. Era un proceso lento, sí, incluso tedioso — apenas podía moverme y de pronto me había vuelto solo una carga pesada—, pero con algo de suerte pronto podría ponerme de pie por mi cuenta sin sentir que mis costillas se machacaban con cada respiración que daba.

Pero ni siquiera esa perspectiva tan positiva podía aliviar mi mal humor, que empeoraba con cada día que pasaba siendo nada más que una planta, incapaz de moverme sin la necesidad de prescindir de ayuda. Mi mal estado no había hecho más que traer complicaciones. Ya no podíamos movernos tan libremente como antes —no mientras fuera un ancla hecha carne y hueso— y por ende, llevábamos casi una semana atascados en Chicago, que era lo más lejos que habíamos logrado llegar haciendo conexiones con las líneas de tren, donde casi nos habían atrapado más de tres veces, y habíamos tenido que viajar en diferentes vagones de carga, incómodos, apestosos, y sin muchas opciones de comida.

Ahora Chicago era nuestro lugar de descanso. Me habían arrastrado a una antigua y abandonada fábrica de textiles casi a las afueras de la ciudad. El tren había dejado de ser una opción, así que de momento, estábamos varados.

Nadie estaba contento con nuestra nueva posición, ni siquiera Aleu. Incluso si cada vez estábamos más cerca, el hecho de que nos haya llevado meses y meses lograrlo no dejaba de ser desalentador. Tantos días, tantos meses corriendo de las armas, sanando lesiones, tratando de hacer las paces con todas nuestras experiencias cercanas a la muerte...

—Debe terminar algún día —murmuré, siguiendo el hilo de mis pensamientos.

Aleu me miró sorprendida, pero en seguida volvió a fruncir el ceño. Acomodó mejor mi vendaje y se sentó dándome la espalda. Miré a mi alrededor, donde el resto dormía profundamente. Era muy tarde.

—Deberías descansar tú también —dije.

Aleu fingió no oírme. Suspiré.

—Es tarde —volví a intentar—, descansa.

Ella no dijo nada. Ni siquiera se movió. Volví a suspirar, y cerré los ojos. Aleu no me hablaba. Nunca. Tras lo ocurrido en la casa, ella había dejado de dirigirme la palabra. Los primeros días, apenas lo noté, mi cuerpo dolía tanto que no tuve cabeza para otra cosa. Ahora, sin embargo, me pesaba. No había podido sacarle ni una palabra, tan solo miradas furibundas llenas de reproches.

—¿Tienes pesadillas?

Nada. Resoplé.

—¿Me dirías, por favor, qué te tiene así? —dije en voz baja. Lo bueno era que, a diferencia de otras veces donde intenté sacarle algo, ella no había huido de mí como si llevara la peste. Aleu permaneció sentada en su lugar con estoicidad, lo que, a mi criterio, era una buena señal. Ella me escucharía, me hablaría, si lograba persuadirla.

—¿Vas a hacer que te ruegue? —bromeé en medio de un bostezo, pero entonces ella me dio una pequeña mirada sobre su hombro y supe, muy a mi pesar, que efectivamente era eso lo que ella quería.

Puse los ojos en blanco.

—Por favor, Aleu, dime lo que te pasa —dije en voz baja, haciendo un mohín con mis labios, sin poder esconder mi tono condescendiente. Ella me miró feo, como si quisiera golpearme. Volví a suspirar—. ¡Por favor, por favor, porfavorporfavooooor hablameeee!

Ella se concentró en mantener su cara seria, pero falló a mitad de camino así que escondió su risa detrás de su mano. Sonreí, complacido de que tal vez esto era una situación con remedio.

—Habría juntado mis manos en plegaria, si no me doliera el movimiento —agregué por las dudas.

Ella volvió a reírse, pero no habló. No en seguida, al menos. Tardó lo suyo. Primero, espero a que el buen humor se le pasara, puso su cara seria, y finalmente se dio la vuelta para enfrentarme. Cara a cara, me di cuenta de las ojeras debajo de sus ojos, y algo en mi pecho se estrujó.

—Ibas a dejarme —dijo despacio, y poner en voz alta su malestar solo pareció molestarla más, porque frunció el ceño y me miró con un odio renovado—. Ibas a dejarme, otra vez.

Parpadeé, perplejo por el giro de los eventos. No me esperaba eso.

—Yo nunca... —traté de decir, pero de pronto mi garganta se había secado—. Ay, Aleu...

—Ibas a dejarme otra vez —dijo, y la voz se le quebró al final de la oración, mientras los ojos se le cristalizaban—. Dijiste que no lo harías, dijiste que...

—Quería salvarte, quería salvarlos a todos —dije—. Nunca querría dejarte, ni deshacerme de ti. Solo quería que vivieras.

Ella me miró a los ojos.

—¿Pero qué voy a hacer si tú no vives?

—Un montón de cosas —dije de inmediato—. Todo lo que quieras. Que el mundo sea tuyo.

Aleu entornó la mirada.

—¿Quién me va a cuidar?

—Elena, Bash, Joe, Tony...

—Pero quiero que tú lo hagas.

Respiré hondo.

—Escucha, Aleu, puede que yo no pueda hacerlo algún día, puede que...

Eso pareció gustarle menos, porque todo su rostro se contrajo con enojo.

—¿Por qué? ¿Planeas volver a hacerlo?

—Yo nunca planearía dejarte a voluntad, pero algún día, puede que lo haga, puede que me atrapen, y yo...

—¿Y si un día me atrapan a mí? —espetó con un resquemor en la voz, y no pude evitar enderezarme de golpe, sintiendo un estallido de dolor en mi abdomen que traté de atenuar con mi mano sobre la zona.

—Jamás permitiría eso —sentencié.

Ella se encogió de hombros y se levantó del suelo para irse, pero antes, dijo:

—¿Qué más te daría? Ya estarías muerto entonces.





























NOTA DE AUTORA

Y oficialmente damos comienzo a la
tercera parte 💘🥹

Después de tanta espera, voy a dejar cinco capítulos, y dentro de una o dos semanas como mucho (espero que en menos tiempo, cruzo los dedos 🤞🏽)  concluirá verano con los últimos tres capítulos finales que estaré publicando de un tirón!!

Iba a esperar a tener todos los capítulos, pero como ya dije antes, me ganó la ansiedad.

Espero que los disfruten y gracias por la paciencia 💞

Nos leemos!!


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