Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo cuatro

-ˋˏ ༻ 4 ༺ ˎˊ-


La nevada de esa fatídica noche nos dio cierta ventaja.

Obligué a la yegua a montar la tormenta, a sumergirnos en su interior con la esperanza de no ser encontrados. La noche nos abrazó en nuestro apurado camino al alba, y entonces, antes de que pudiera darme cuenta, el concepto del tiempo se esfumó a mi alrededor. Las horas pasaron en un parpadeo, y cuando levanté la mirada, el sol ya nacía del horizonte en otro día.

No nos siguieron al principio. Creo que fue tal el ajetreo que nadie reparó en nosotros hasta mucho más tarde.

De forma muy retorcida, tuvimos mucha suerte.

La niña, Aleu, no luchaba contra mí, solo lloraba. Pero, cuando la tormenta se detuvo, ella también.

Descendimos por el bosque hasta detenernos en las orillas del amplio lago Eyak, que permanecía firmemente congelado. Miré la zona con los ojos entrecerrados, notando como poco a poco las montañas y la nieve comenzaban a relucir como miles de estrellas alegres besadas por el sol. Inhalé, sintiendo lágrimas pegadas a mi cara entumecida.

Percibí como Aleu asomó la cabeza también para poder ver lo mismo que yo. Sus ojos verdes brillaban por las mismas lágrimas. Temblaba como una hoja, ya fuera por frío o miedo. Me imaginé que sería por las dos. La miré sintiendo un vacío en mi pecho. En otro momento, me habría compadecido de ella, pero no podía olvidar que, si Harold, Donna y Walter estaban muertos, todo se debía a ella.

Me bajé del animal sin soltar las riendas. Tomé una respiración profunda. Mis piernas temblaban. La imagen de Harold vino a mi mente. Las lágrimas picaron. Volví a inhalar. Exhalé. Cuando miré arriba, Aleu todavía me miraba, pero no realmente. Estaba ida. En shock.

Me enderecé y la tomé por las axilas dejándola en el suelo, sosteniéndola de la mano con la fuerza suficiente para que no se le ocurriera salir corriendo. Mientras tanto, levanté la mano que me quedaba libre y golpeé al caballo. Este trotó lejos de nosotros ante mi señal. Aleu la miró alejarse por el lago congelado como si viese a su única amiga en el mundo abandonarla a la intemperie. Ella tiró lejos de mí, tratando de seguir al animal. Consideré, tan solo por unos segundos tratar de hablar con ella, pero cuando abrí la boca nada salió. Así que, masticando los sentimientos amargos, opté por caminar. Aleu gritó y me golpeó en el brazo, pero apenas pude sentir la fuerza del impacto. La obligué a seguir por la extensa orilla del lago, lejos del caballo y en dirección contraria al pueblo.

Salvé su vida. Yo la salvé y ella arruinó la mía. No tenía derecho a enojarse, a golpearme. Era yo quien debía gritar. Era yo quien debía patalear. Pero cuando eres adulto, las cosas funcionan diferente. No puedo permitirme ser irracional, no ahora. Aún así, eso no me impidió odiarla en secreto

. Odie a la niña que me ofreció una mano amistosa dentro de un armario, y odie la vida y sus vueltas, por hacer que las cosas se volviesen a torcer en mí contra una vez más. Me odie a mí, y odie el hecho de haber evitado la muerte cuando no valía la pena que así fuera, porque no tenía una vida que me esperase ansiosamente, como Donna y Walter, y para ser franco, mi sueño comparado con el de Harold era mucho más insignificante.

Mi mente voló lejos mientras caminábamos. Si Aleu intentó decirme algo, ya no lo recuerdo. Me hundí en el odio, el dolor, pero seguí caminando, porque la tirante molestia que me producía la necesidad de sobrevivir aún era lo suficiente fuerte para impulsarme. Por lo que me vi obligado a pensar en mi próximo plan.Borrón y cuenta nueva. Pero, ¿en base a qué? ¿Por qué debería seguir? El final siempre era el mismo. La gente moría. La gente que me importaba se iba. Se sacrificaban y te decían que continuaras.

"Ve a vivir la vida por nosotros, James. Sé lo que nosotros no pudimos. Siente por nosotros".

Yo no quería seguir sintiendo. Ya no.

Pero desarrollé un plan. Lo tracé dentro de mi cabeza lo mejor que pude teniendo en cuenta las circunstancias. Harold una vez me dijo cuánto envidiaba mi capacidad de mantener la cabeza fría durante las situaciones más agobiantes. También dijo que era algo triste. Harold solía tener cierta expectativa sobre la juventud; salvaje y testaruda, así era como él deseaba que yo fuera. Siempre consideré que en realidad esa cualidad fue lo que me ayudó a sobrevivir por tantos años.

Me detuve cuando creí estar lo suficientemente lejos del radar de cualquier perro.

—Aleu —dije con toda la firmeza que logré encontrar en mi interior, pero mi voz había sido tomada por el frío, así que sonó seca y ahogada—, necesito que te transformes, ya.

Ella parpadeó y sacudió la cabeza repetidas veces.

—Q-quiero ir a casa —susurró. Su labio inferior temblaba—. Quiero volver con mamá, q-quiero a mi mamá.

De pronto sentí como todas mis defensas bajaban por un momento, al igual que mi odio, porque yo, de todas las personas, podía comprender ese sentimiento mejor que nadie Y entonces comprendí la magnitud de lo que Aleu implicaba. Tenía a una niña aferrada a mi mano. Una niña sin madre, sin nada a lo que aferrarse salvo mi mano.

La posibilidad de que la señora Blair y todos dentro de la casa hubieran muerto era muy grande. Y hasta donde sabía, no había un padre. —No puedes volver —dije con voz trémula, cayendo en cuenta de lo que eso implicaba—, ya no es seguro allí, nos matarán. Necesito que te transformes, Aleu. Ahora.

Aleu tendría que quedarse conmigo.

Ella se quejó y volvió a empujarme.

—Quiero ir a casa...

Estaba a mi cargo.

—Aleu, haz el cambio.

Ella no parecía estar escuchándome y pensé en abandonarla a su suerte, soltarla. Dejarla ir. Alejarme. Pretender que nada de esto pasó.

—¡Quiero ir a casa!

—¡Cambia de una maldita vez!

Y ella comenzó a llorar, e irremediablemente yo también.

Me senté en el suelo y con la mano libre que me quedaba me limpié la cara.. Las lágrimas continuaron saliendo. Me mordí el labio inferior, traté de contener el torrente de emociones. No pude.

Estuvimos así por un largo rato. Aleu se recompuso mucho antes que yo, pero a través de los ojos llorosos e hinchados, me miraba como si fuera su mayor enemigo. El odio crudo era una emoción demasiado extraña en el rostro de un niño. Era atroz. Se veía como si quisiera desesperadamente morderme y huir.

Pensé que, si lo hubiera hecho, probablemente la habría dejado escapar.

—Hay muchos metamorfos afuera —dije más tarde, cuando por fin encontré mi voz. Ella ni siquiera se inmutó, continuó clavándome esa mirada lacerante—. La gente ya no suele hablar de ello, pero aún los hay. Lo juro. Yo soy uno. Las personas que viste antes conmigo en el sótano también lo eran. ¿Alguna vez escuchaste de ellos?

Pasó otro buen rato antes de que ella me respondiera.

—L-los estudié con... con mi profesor, en una clase de historia. Algo sobre... ¿monarquías? —Intenté no verme tan aliviado de haber conseguido una respuesta de su parte, tan solo inhalé profundamente y asentí—. Muchos... muchos metamorfos fueron... ¿reyes?

Chasqueé la lengua y enjuagué mi rostro con el dorso de mi brazo.

—F-fueron gente importante la mayoría, sí. ¿Y sabes qué los hacía... esto, especiales a los metamorfos? ¿Sabes el significado de la palabra?

Ella volvió a mirarme de arriba a abajo con recelo.

—Podían cambiar. Podían volverse animales.

—Sí.

Procedí a hablarle sobre los cazadores y lo que implicaba el nombre de La Rosa. Le conté cómo este grupo de personas se movía por el mundo, la mayoría siendo aficionados a la caza, quienes no creían que hubiese rastros de humanidad en nosotros, por lo que tampoco consideraban que estuviésemos a su misma altura, éticamente hablando. Éramos inferiores, simples animales. Premios que colgar en una pared.

Aleu me escuchó atentamente, con los ojos tan abiertos que incluso me preocupé un poco por ella. Intenté dejar en claro el grave peligro que corríamos.

Cuando terminé, me fue muy difícil interpretar su expresión turbada.

—¿Eres uno de ellos? —susurró.

—Lo soy. Tú también.

Parecía horrorizada y fascinada al mismo tiempo con mi declaración.

—¿Soy...?

—Sí, y es por eso que necesito que hagas el primer cambio, o esos cazadores, los que vinieron hasta tu casa con los perros, nos encontrarán.

—Las personas que no nos quieren —susurró agitando la cabeza con entendimiento—. ¿Y ustedes se estaban escondiendo de ellos? —preguntó. Asentí lentamente—. Ah... Son muy malos de verdad —razonó.

—Entonces, ¿puedes intentarlo? —pregunté.

Ella frunció el ceño, como si estuviera intentando resolver un problema matemático en su cabeza.

—¿Cómo?

Suspiré.

—Te... te ayudaré.

Fue entonces, cuando intentaba ofrecerle algunos consejos para adelantar su primera transformación, que me di cuenta de lo que Aleu Blair podría implicar para mí.

«Solo se llevan a los niños». La niña bien podría ser mi llave para salir de de allí. Podría pedir ayuda al grupo que se encargaba de trasladar niños. Podría tratar de convencerlos de llevarme con ellos en el proceso. Si era lo suficientemente eficiente para encontrarlos, y bastante inteligente para convencerlos, entonces...

Kireama está muerta, dijo una voz molesta en mi cabeza. Resoplé frustrado y traté de dirigir mis pensamientos a otra cosa.

Necesitábamos regresar al pueblo sin levantar sospechas y recuperar algo de dinero, comida y ropa más abrigada. Invierno era la peor temporada para viajar a pie, por no decir la más mortal si no éramos un grupo numeroso. Pero, incluso así, el peligro más inminente en este momento no era nadie más que Aleu: una bomba de tiempo andante.

No existía forma de pasar desapercibidos si ella no tenía su primera transformación.

El animal es algo inestable la primera vez que está a punto de manifestarse. Incluso el más pequeño e inesperado estímulo puede desencadenar el primer cambio, y yo no podía arriesgarme de que nos tomara por sorpresa, mucho menos que ocurriera mientras estuviéramos en Bahía Kanaaq.

Una vez Aleu lograra transformarse por primera vez, dejaríamos de correr el riesgo de que los perros pudieran sentirnos.

—Primero, es más fácil si estás en el suelo —dije más tarde. De inmediato, se arrodilló en el suelo con las palmas sobre la fría superficie—. En ocasiones sentir la tierra suele ser un buen disparador.

Ella asintió una sola vez.

—¿Y qué más?

Yo lo pensé unos segundos.

—Prueba cerrar los ojos, e imagínate corriendo por el bosque, o una pradera, el lugar que más te guste —aconsejé, pero en realidad ni yo sabía lo que estábamos haciendo—. Imagina que corres, como lo haría un animal, solo que no sabes cuál y quieres descubrirlo.

Estuvimos así por varios minutos, intentando diferentes e improvisados ejercicios. Para Aleu era fácil distraerse, no podía centrar su cabeza en un solo objetivo. Pero, incluso siendo así, al final ella decidió sorprenderme.

La primera metamorfosis es dolorosa y curiosa en cierto aspecto, pero extremadamente rápida. Sueles sentir el cambio que los huesos hacen. Ellos se deshacen y se transforman en algo totalmente nuevo, a veces más grande y otras más pequeño. La piel se estira, se dobla y se redobla, el pelaje brota poco a poco y con suavidad.

Cuando Aleu cambió, me pareció que ella quiso gritar del súbito latigazo de dolor, pero de alguna forma logró morderse la lengua y resistir hasta que todo acabó. Cuando la vi, sentí que algo del peso se desvanecía de mi corazón. Fue cuando confié en que tal vez podríamos escapar de allí a salvo, en que después de todo sí teníamos una oportunidad.

Un cachorro saltó fuera del camisón blanco. Era un perrito marrón de pelaje suave y esponjoso, con guantes blancos en cada pata. A simple vista, se parecía mucho a los perros de tiro.

La cachorra se alzó sobre sus patas traseras y ladró, agitando la cola con verdadero entusiasmo.

—Al menos uno de nosotros se la está pasando bien —susurré mientras la veía girar sobre sí misma hasta enterrarse más y más en la nieve—. Ahora necesito que vuelvas a ser normal, Aleu.

Ella me escuchó. Se echó sobre su estómago y se arrastró hasta volver a meterse dentro del camisón blanco a esperar que pudiera decirle cómo hacerlo.

Volver a ser humano era una tarea mucho más fácil luego de haberse transformado por primera vez; casi tan natural como extender un brazo y cerrar en puño una mano. Natural como respirar. Aleu lo consiguió de primeras, y se estiró dentro de sus ropas hasta acomodarlo correctamente. Se peinó el pelo para atrás y después se frotó los brazos con mucha fuerza, pero estaba sonriendo de oreja a oreja. La cara todavía estaba roja por el llanto posterior.

—¡Brrrr! ¡Qué frío! —dijo apretando los dientes—. ¿Lo hice bien? Fue tan raro... Todo parecía tan grande... Creí que no sabría volver a ser yo, ¡pero lo hice!

Yo me levanté del suelo y extendí una mano hacia ella, esperando que la tomara. Aleu se quedó callada de sopetón y miró la mano que le ofrecía con sumo cuidado.

—¿Podemos volver a mi casa ya? —preguntó.

—No.

Parpadeó.—contesté.

—¿Y a dónde vamos?

—Al pueblo.

—¿Y para qué?

—Para buscar algunas cosas.

Aleu respiró hondo.

—No quiero ir contigo —dijo, pero levantó el brazo y tomó mi mano.

No dije que yo tampoco quería. No dije nada. Empezamos a caminar.

.—¿Y después? ¿Qué vamos a hacer después? ¿V-vamos... —Aleu se detuvo para recuperar el aliento, haciendo un gran esfuerzo por no tropezar en la nieve—, vamos a volver a mi casa?

—No. Tenemos que buscar un lugar seguro.

—¿Me llevarás contigo al lugar seguro?

—¿Tengo otra opción?

Ella se calló. Por un momento creí que había sido sencillo distraerla porque solo era una niña, pero en realidad Aleu era mucho más perceptiva de lo que me había esperado.

Ella había entendido lo que le había dicho, y lo que no también.

Cuando volvimos a pasar por donde habíamos bajado, vimos a la yegua caminando tranquilamente por el medio del gran lago congelado, disfrutando del cálido sol sobre su lomo. Pude advertir como Aleu se le quedaba viendo.

—A ella la llamé Nieve, a la yegua —me comentó, ensimismada—. Le puse así porque es blanca, como la nieve.

Me pareció poco original. Seguí caminando. No me interesaba el nombre del animal, pero fui lo suficientemente educado como para no decírselo a la cara.

—¿No puede venir con nosotros también? —preguntó luego, decepcionada.

—No. ¿Se te cansaron los pies? —dije al ver que cada vez caminaba más lento.

Ella asintió repetidas veces, y sin mucho tiempo que perder la levanté en mis brazos. Ella me miró fijamente, como si fuera otro problema que debía resolver. Después, se puso triste. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas temblorosas.

—Mi mamá se murió, ¿verdad?

Mis pies se clavaron en el suelo casi por reflejo, y perdí el aliento. Abrí la boca y luego la cerré. Pensé en que esto era muy parecido a algo. Algo mío. Me llevó a un recuerdo, y ese recuerdo a un sentimiento.

Cerré los ojos y seguí moviéndome.

—C-cuando... Cuando yo tenía tu edad ellos... Mi mamá también murió.

Creí que podría encontrar algún consuelo en ello, pero Aleu volvió a insistir en caminar por su cuenta un segundo más tarde, y yo la dejé. 











N/A:  traigo el capítulo número 5, y poco a poco la historia va a ir abriéndose paso para explicar el mundo y las situaciones.

¿Qué les parece la historoa hasta el momento? ¿James, Aleu? Por cierto, el próximo capítulo de introducirán más personajes, ya lo tengo escrito por la mitad. Espero estar publicandolo pronto 💕

Sepan que los votos y comentarios son bienvenidos y me ayudarían muchísimo ya sea para crecer como para saber si están disfrutando de la historia 💖

Por cierto, antes de terminar, si les interesa tengo una playlist en mi Spotify con el mismo nombre de la historia, en caso de que les guste leer con música acorde jeje

Dicho esto, nos leemos pronto ✨👀


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro