17 de febrero de 2025
Kitty despertó en una habitación. Movió su mano derecha, pero la tenía canalizada. Recordó la noche anterior y cómo sus fuerzas menguaron tras el parte médico. Mientras aguardaba por noticias, se mantuvo lo más fuerte que pudo, mas luego no pudo soportar más y se derrumbó. Le colocaron un suero de hidratación con glucosa, ya que la hipoglucemia fue la causa primordial de su malestar. El bebé estaba bien, afortunadamente, pero debía descansar.
—Kitty... —La voz de su madre se escuchó. Debía haber llegado en algún momento a acompañarla.
—¿Cómo está Max? —preguntó de inmediato.
—Igual —respondió con sinceridad.
Kitty suspiró.
—Cariño, dentro de su gravedad se ha mantenido estable. El médico ha dicho que existen posibilidades de que despierte. Así que mantén la fe. Dentro de poco te darán el alta y nos marcharemos al departamento de tu padre. Entiendo que lo más lógico es que estés cerca de Max y no en Vaduz. Por cierto, no puedo creer que no me hayas dicho que estás embarazada —le recriminó, en broma Charlotte—. ¡Soy casi la última en enterarme!
—¡Lo siento! Quería decirle primero a Max, pero... —La voz se le quebró.
—Verás que pronto lo sabrá. —Charlotte le dió un beso en la frente—. Tu padre y yo estamos muy contentos de saber que seremos abuelos. Y abuelos por ti, algo que nos parecía un imposible.
—No fue premeditado, lo sabes. La vida quiso que fuera así. Yo no lo procuré, pero ahora que está en mí no puedo desearlo más. Solo espero que sea un bebé sano y que no le suceda lo mismo que a mí...
—Confío en que no, Kitty. Existen no pocas posibilidades para que no padezca de esa enfermedad. Desde que nazca contará con suplementos vitamínicos y, por otra parte, la Ciencia avanza constantemente. Quizás cuando arribe a su adolescencia contemos con mejores medicamentos de los que ahora existen.
—Eso espero yo también.
Se hizo una pausa. Charlotte se puso de pie y le despejó a Kitty el cabello que le caía en la cara.
—Hace un rato los padres de Max pasaron a preguntar por ti —le contó lentamente, mientras terminaba su tarea—. Dentro de la angustia y el mal momento que están pasando, fueron muy amables.
Kitty no respondió por unos segundos.
—¿Ellos ya saben que...? —se interrumpió.
—Sí. Cuando te desmayaste lo descubrieron.
—Madre mía... ¿Qué estarán pensando de todo esto?
—Opino que, en estas circunstancias en las que Max lucha por su vida, tu embarazo es más que nunca un motivo de esperanza para todos. Estoy convencida de que ellos también lo creen así.
Kitty no podía estar tan segura. Tenía miedo de que no lo aceptaran como nieto por ser hijo de ella y concebido fuera del matrimonio. Sin embargo, ya ellos habían dejado de preocuparle. Todas sus oraciones estaban puestas en Max. En definitiva, eran él y su hijo, su mayor prioridad.
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Caroline se reunió con sus padres en el salón privado que les habían destinado en el hospital. No habían dormido prácticamente nada. Se hallaban en silencio, esperando por noticias, con una angustia que no cesaba. A pesar de lo mucho que Carol podía reprocharle a su padre, sentía pena de verlo tan abatido. El sentido de culpa no lo abandonaría nunca, de eso estaba segura. Su madre, por otra parte, lloraba en silencio.
—Papá, creo que es prudente que hablemos sobre el futuro de Max... —soltó de pronto.
Louis levantó el rostro, que llevaba gacho, reflejando una gran sorpresa. No se esperaba esa charla.
—Aún no sabemos si quiera si tu hermano... ¡Me siento muy culpable! —prorrumpió—. No sé cómo pude decirle esas cosas. Poco después descubrí que fue otra persona la informante del diario, no Max. Y, aunque hubiese sido él realmente, no debí haber actuado como lo hice.
—Estoy de acuerdo contigo —repuso Caroline sentándose frente a él—, pero lo importante es que arreglen las cosas en lo adelante. Confío en que mi hermano se recupere. Es un guerrero, siempre lo ha sido. No obstante, las cosas con la familia no pueden continuar como hasta ahora. Las relaciones están fracturadas desde hace dos meses y Max no va a cambiar de opinión respecto a Kitty. Mucho menos ahora.
—Ya lo sé. —Fue esta vez Sofía quien respondió.
—No se trata de ser testarudo, sino de que en realidad está enamorado de Kitty —prosiguió la princesa—. Y aunque les sea difícil comprenderlo, Max la prefiere a ella por encima de sus derechos de sucesión, por encima del principado. Si tenía alguna duda, esto me lo corroboró —añadió mientras le entregaba la carta de renuncia a su padre—. Después de la discusión que tuvieron ayer, Max renunció. Encontré esto en el escritorio de su habitación en Verbier. Si fue capaz de hacerlo ignorando que Kitty está embarazada, con más razones continuará deseándolo cuando despierte y descubra que será padre.
Louis se quedó mirando el documento, absorto por unos segundos, en su contenido. En efecto, era una renuncia en toda regla.
—¿Qué me quieres decir, Caroline?
—Te quiero decir, padre, que está en tus manos no darle curso a esta carta. Max no debería tener que elegir entre Kitty y el Principado. Lo correcto es que la familia acepte que se casen. La única objeción que tenían respecto a Kitty en ese sentido era que no tendría hijos biológicos con Max. Ese argumento ya ha perdido toda validez: Kitty está embarazada de él...
—Precisamente por eso: ya lo está —objetó Sofía—, y no sabemos cuándo Max esté en condiciones de poder casarse, siempre y cuando la familia real lo apruebe, claro está.
—Yo confío en que se recuperará pronto —insistió Carol—, pero no podemos perder tiempo, padre, esperando a que despierte para iniciar este proceso. Es menester que agilice la autorización entre los miembros de nuestra familia, a fin de que pueda anunciarse el compromiso y puedan casarse dentro de poco, en cuanto mi hermano pueda. Kitty tiene muy poco tiempo de gestación, lo descubrió enseguida. No sería el primer bebé que nazca, aparentemente, de siete meses…
Louis suspiró.
—Recuerda que mi opinión no es la única que cuenta. Por ley, cada miembro de la familia real debe dar su aprobación, incluyendo a tu abuelo.
—Ya lo sé —repuso Caroline—, pero si ustedes y yo estamos de acuerdo, el resto lo aprobará, y más con un bebé en camino. Kitty es una mujer extraordinaria y, por si fuera poco, el pueblo y los medios están de parte de ella. La prensa ha dicho muy claramente que esperan, o bien el anuncio de un compromiso o, por el contrario, la renuncia de Max. Si Max no obtiene de ustedes esta aprobación, continuará adelante con su renuncia. Y, cuando eso pase, todos pensarán que era cierto que la familia se oponía a ese enlace, como se expuso en el diario. Así las cosas, la gente no tardará en estar de parte de Max, mucho más cuando descubran del embarazo de Kitty. Por consiguiente, es muy probable que la familia real pase por el peor momento en años, a consecuencia del reproche público y de la resonancia que algo como esto tendría en los medios, si no dan su aprobación al matrimonio. Estoy segura de que el abuelo comprenderá muy pronto que no es conveniente, para la imagen de la institución, dar un escándalo así.
—Sin duda algo como eso terminaría de convencer a tu abuelo y a ciertos miembros de nuestra familia más reacios —aceptó—, aunque a mí lo único que me importa es la felicidad de Max.
—Entonces —preguntó Carol ansiosa—, ¿qué dicen?
Louis miró a su esposa. Sofia tomó la carta de Max en las manos y la rompió en varios pedazos, dando así su respuesta.
—Yo estoy de acuerdo con que se casen —expresó al fin—. Me siento muy avergonzada de haber creído que, para Max, el principado era lo más importante, y no Kitty. Me comporté horriblemente con ella y lo lamento. En estas circunstancias, en las que su vida corre peligro, haría cualquier cosa por mi hijo —añadió con voz emocionada.
Louis se puso de pie al escucharla.
—Iré a informarle a papá que Kitty está embarazada y tomaré las providencias para que esto salga bien. Hablaré con cada uno de los miembros de la familia si es preciso, para que den su aprobación. Solo espero, Dios mío, que Max se recupere...
Con ese deseo flotando en el aire, y la carta echa pedazos en el suelo, solo quedaba aguardar.
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20 de febrero de 2025
"El príncipe Maximilian, víctima de un accidente esquiando en Verbier, aún se encuentra en coma".
Así rezaba el titular de una noticia publicada en el diario. Kitty se hallaba recostada en el sofá del departamento de su padre en Ginebra, con Julie a su lado. El miedo de perder a Max se había apoderado por completo de ella, por lo que era imposible que no pensara en otra cosa que no fuese él. A veces creía que se volvería loca...
—Hey, te he traído tu zumo favorito, junto con tus vitaminas. Tómalo todo, te vendrá bien —Rudolf era su compañía esa mañana. Una excelente.
—Gracias. —Kitty, disciplinada por el bienestar de su hijo, tomaba todas las precauciones para mantenerse alimentada, aunque en realidad apenas tuviese hambre.
—Yo digo que será niña —le dijo el pelirrojo—. Una niña preciosa, como su madre.
—Yo creo que será niño —opinó la esquiadora—. Y que tendrá la risa de Max. Nada más que por como se escucha al reír, siento que es la más bonita del mundo.
Y el corazón le dio un vuelco al pensar que tal vez no lo volvería a escuchar reír... Rudolf apreció lo angustiada que estaba, así que intentó distraerla.
—Ninguna risa es como la mía —repuso su amigo—, pero no te convencieron mis genes y me cambiaste por un príncipe...
Kitty sonrió.
—Porque tú me cambiaste por mi hermana... —dijo bromeando.
—Ella también estuvo a punto de cambiarme por un príncipe. Era el mismo tuyo, de hecho...
Kitty no pudo evitar sonreír de nuevo. Rudolf se sentía conforme de haber ayudado a mejorar un poco su ánimo. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la cabeza.
—Por cierto, tu hermana y yo también queremos encargarle a la cigüeña. Le he dicho que sería muy bonito que los primos crezcan juntos.
—¡Me encantaría volverme tía! Apoyo esa idea. ¿Qué dice Lisa?
—Dice que sí. Como está a punto de terminar su especialidad, es un buen momento. Ahora solo nos queda ponernos en la labor...
—Eso no sería un sacrificio grande para ti.
—Te aseguro que no. Es la mejor parte. Ya luego que nazcan todo se torna más complicado. Aunque se es muy feliz también.
La conversación se interrumpió cuando tocaron a la puerta. Rudolf se puso de pie y atendió él mismo. En los días anteriores periodistas de un diario habían dado con el paradero de Kitty, acudiendo varias veces en busca de una entrevista que la esquiadora, por supuesto, no dio.
Para su sorpresa, en esta ocasión eran los padres de Max.
—Por favor, pasen adelante. Son buevenidos. Kitty —le dijo a su amiga, quien continuaba en el sofá—. Han llegado los padres de Maximilian.
Kitty se puso de pie, sorprendida, ansiosa, movida por el resorte del miedo de que le hubiese sucedido algo. Debía tener un aspecto terrible con su pijama a cuadros y sin peinarse. No obstante, estaba tan centrada en saber del príncipe que sus primeras palabras fueron sobre él.
—¿Ha pasado algo con Max? —preguntó con un nudo en la garganta.
Su condición le impidió apreciar la alegría que se reflejaba en el rostro de sus padres.
—No —respondió Louis— o, mejor dicho, sí. ¡Max ha despertado, Kitty!
Kitty dejó es capar el aire que estaba conteniendo; presa de una gran alegría, se echó a llorar. Fue Rudolf quien primero la abrazó.
—¡Te dije que todo estaría bien! Iré a llamar a tus padres para darles la noticia.
Rudolf los dejó a solas. Kitty aún temblaba de la emoción.
—Muchas gracias por venir a decirme. ¿Entonces está consciente? —Aún no podía creerlo.
—Sí, nos avisaron hace muy poco —dijo Sofía —. Al parecer está bien orientado, pues preguntó por ti enseguida. Le están haciendo algunos estudios, pero luego podrá recibir visitas.
Kitty no cabía de la alegría.
—¡Son excelentes noticias!
—Hemos venido también a conversar contigo, Kitty —añadió Louis—. Queremos disculparnos y, además, hablar contigo de algo muy importante.
Kitty asintió, más calmada los invitó a sentar, sin imaginar lo que Sus Altezas reales estaban a punto de decirle.
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