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Capítulo 47

Arribaron a Verbier al mediodía. Caroline, Kitty y Lisa experimentaban cierta sensación extraña, avivada por el hecho de que Maximilian no contestaba su celular. Muy pronto la angustia fue mayor cuando se toparon con Karl, los chicos y un par de rescatistas del hotel. Kitty, sin verlos, pudo percibir el temor reinante que dejaban traslucir en sus voces.

—Lo siento —fue Gunther quien les explicó por un instante—. Maximilian se fue a esquiar solo, pese al peligro de avalancha del que ya estaba advertido. Nos informaron que lo vieron fuera de las pistas y vamos a ir en su búsqueda.

—¡Dios mío! —exclamó Kitty, quien sabía lo riesgoso que podía ser algo como eso. Tal vez no le sucediera nada; o quizás sí. La nieve era impredecible.

Lo peor era que Max se había ido fuera de las pistas. Esquiar sobre nieve virgen era una temeridad, ya que podía provocarse una avalancha en circunstancias adversas, como parecían ser aquellas.

—Lo traeremos pronto, Kitty —la confortó—. En cuanto sepa que estás aquí regresará de inmediato.

Caroline estaba casi convencida de que aquella imprudencia de Maximilian se debía a la fuerte discusión que tuvo con su padre y a lo ofuscado que debía estar su hermano como resultado de las increpaciones de su progenitor. Había hablado con su padre anteriormente y sabía que estaba sumamente molesto.

—Gunther —lo detuvo Kitty un instante—, yo voy con ustedes.

—Kitty, es peligroso —objetó Lisa nerviosa—, y aún más en tu estado. ¡No debes!

Caroline comprendió entonces que Kitty debía estar embarazada.

—Igual no puedo quedarme aquí —repuso con decisión la esquiadora—. Muero de incertidumbre. Compréndeme, Lisa.

Gunther aceptó su compañía sin más dilación, pues debían darse prisa. Kitty había viajado sin material de esquiar, así que los chicos del hotel le dieron una mochila con airbag y lo imprescindible.
Partieron en varias motonieves hasta el área donde decían haberlo visto la última vez. Kitty viajaba en la de Gunther, sujeta a él, muy angustiada.

Maximilian tenía un localizador en la pulsera de su muñeca por seguridad, así que Karl encabezaba la comitiva, guiándoles hasta él.

—Ya lo veo —le anunció Gunther en voz alta—. ¡Mierda! —soltó después al divisar el quiebre de la nieve, moviéndose peligrosamente al rededor del príncipe.

El grupo se detuvo, guardando una distancia segura. No estaban seguros de que Max los hubiese visto imbuido, como estaba, en el peligro. Kitty iba a preguntar qué sucedía, pero el sonido de la nieve moviéndose le indicó que Maximilian debía hallarse en medio de una avalancha.

—¿Lleva su airbag? —Fue lo único que preguntó, paralizada por el horror que aquel panorama representaba.

Las mochilas con airbag ayudaban a la flotabilidad del cuerpo durante una avalancha o alud, cuando el esquiador lo ponía en funcionamiento, aumentando hasta 150 litros el volumen de la persona, lo que le permitía mantenerse en la superficie. No obstante, Kitty sabía que los airbag no siempre podían salvarle la vida al esquiador. Su peor temor se confirmó cuando Gunther le informó, sobrecogido:

—Ya no lo veo en la superficie...

Unos segundos después, fue un poco más seguro para que se acercararan, ya que la avalancha había terminado, dejando un desolador panorama a su paso. El grupo tenía cierta idea de en dónde podía hallarse Maximilian, sepultado en la nieve. Gracias a Karl y al localizador del príncipe, esto se pudo saber con mayor exactitud.

Kitty se colocó unas raquetas en los pies y, con los bastones, siguió al grupo hasta el área consabida, tenían todos mucho miedo de lo que pudiera pasarle al príncipe.

—Llamen a un helicóptero ya —les dijo a los dos de rescate—. Chris, tienes que estar preparado para ayudar a reanimarlo en lo que llega el helicóptero, sobre todo a despejar las vías aéreas del hielo o la nieve en cuanto se desentierre. En su mochila encontrarán el material para comenzar a escavar. ¡El tiempo es oro! ¡Dense prisa!

Ya los de rescate del hotel habían comenzado a palear, pero los amigos de Max estaban en una especie de shock. Fue la voz de mando de Kitty la que los hizo reaccionar. Ella también estaba muriendo de miedo, pero experta como era en la nieve, intentó mantener su cabeza operativa, ya que los próximos minutos serían definitorios.

Después de los primeros quince minutos, la posibilidad de encontrar a un esquiador con vida bajaba bruscamente. No solo corría riesgo de hipotermia sino, sobre todo, de hipoxia, ya que la nieve comprimida dificultaba los movimientos respiratorios y podía comprometer las vías aéreas.

La nieve de avalancha era dura como el hormigón, por lo que una pala común no era de utilidad. No obstante, los chicos iban equipados con una pala de carbono que permitía llevar adelante la tarea, así como otros aditamentos para este tipo de desastres, los que constituían el kit necesario para avalanchas.

Max debía estar enterrado a un metro o metro y medio de profundidad. Parecía poco, pero por la dureza de la nieve la excavación en tiempo récord resultaba ser una tarea titánica. A los seis minutos apreciaron el color naranja del airbag, por lo que sabían que estaba cerca. Se concentraron en el área de la cabeza, orientados por el airbag. Era su máxima prioridad.

A Kitty, como a todos, la tenía angustiada la falta de oxígeno. En teoría, quizás Max hubiese utilizado la boquilla del airbag para aprovechar un poco de oxígeno de este mientras se desinflaba bajo la nieve. Aunque eso era solo una suposición. Las avalanchas eran tan rápidas que muchas veces los esquiadores no tenían apenas tiempo para reaccionar y seguir el protocolo.

Max había tenido "suerte" de que su grupo de amigos hubiesen visto el desastre, de lo contrario todas las esperanzas hubirsen estado perdidas.

El grupo continuó excavando. A los once desde minutos desde el comienzo, la cabeza de Max estaba ya afuera. Se había actuado con rapidez, pero Maximilian se hallaba inconsciente. Chris se afanó en liberar su rostro del hielo y de limpiar las vías aéreas como Kitty le había dicho.

—Tiene la boquilla del airbag en la boca —le dijo a Kitty—. Quizás pudo respirar por algún tiempo.

Kitty asintió, ya no podía hablar. En ese instante sí se paralizó. La imposibilidad de verlo, la golpeaba duramente, ya que no podía apreciar sus complejas circunstancias; aunque, por otra parte, era una imagen que no deseaba tener: la de Max congelado, inerte... ¡Parecía una terrible pesadilla!

Terminaron de desenterrarlo. El grupo lo cubrió con una manta de plumas para que entrara en calor, según dictaba el protocolo. Colocaron los esquíes en forma de cruz en la nieve como señal para el helicóptero de rescate, el cual no debía demorar. Chris continuaba dándole los primeros auxilios. Era muy importante no moverlo, pues no sabían qué lesiones podía presentar.

El helicóptero llegó unos cinco minutos después. Kitty subió con él y Chris quien, como médico, no quería separarse de su amigo. Su apoyo era importante.

Gunther les dijo, antes de partir, que se encargaría de hablar con Caroline y de llevarla al hospital. Se mantendrían todos al tanto de las noticias de su querido amigo.

Cuando estuvieron en el aire, Chris colocó la mano de Kitty sobre una de las de Max. Fue solo un instante, para que lo sintiese... Maximilian estaba muy frío y su piel dura. Kitty reprimió un sollozo, temía que fuera demasiado tarde. Luego pensó en las ironías de la vida: la última vez que estuvo con Max en un helicóptero en Verbier, se habían tirado en paracaídas, celebrando el amor, llenos de vida. Esta vez, en cambio, Max se hallaba muy cerca de encontrar su propia muerte. Si es que no la había encontrado ya.

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Lo llevaron a un centro médico en Verbier donde le dieron los primeros auxilios. Tras estabilizarlo un poco, lo trasladaron al Hospital Universitario de Ginebra, al cual arribó en la noche, también en helicóptero.

Allí, Kitty se reencontró con su hermana y con Caroline, esta última estaba muy nerviosa.

—Oh, Kitty. —Carol la abrazó llorando en su hombro.

La esquiadora le reciprocó el abrazo, en silencio, con el corazón en un puño. Tenía mucho miedo de lo que pudiera sucederle a Max. Conocía lo suficiente todos los riesgos como para saber que se podía esperar cualquier cosa. No obstante, intentaba tranquilizarse a sí misma pensando en que todo estaría bien. ¡Max lo merecía! ¡Ellos también! Ni siquiera había tenido tiempo para decirle al príncipe que estaba embarazada, que tendrían un hijo...

Luan se aproximó a ellas para informar que los padres de Carol estaban próximos a llegar.

—Su jefe de seguridad me llamó para decírnoslo —añadió—. Estarán aquí de un momento a otro.

Kitty se tensó en el acto. No sé encontraba con Sofía desde aquella conversación que sostuvieron en diciembre, cuando toda su confianza en sí misma se desmoronó. En cuanto al padre de Max, había escuchado que peleó con el príncipe unos minutos antes de partir a esquiar, a consecuencia de la nota del diario. Su intervención, de alguna manera, había llevado a Max a actuar por impulso, sin sopesar bien el riesgo al que se enfrentaba. Por tanto, aquel reencuentro con ellos no auguraba ser fácil para ella.

Escuchó cuando llegaron. Se abrazaron con Caroline; a Sofía la escuchaba sollozar. Louis preguntaba incesantemente si no tenían más noticias. Después se acercaron a ella, algo que le sorprendió. Kitty presentó a su hermana y se saludaron brevemente, con cordialidad, mas luego se distanciaron un poco. Kitty lo prefería así.

A pesar de la distancia, no pudo evitar escuchar que Louis se recriminaba por haber tenido la culpa del accidente de su hijo:

—Le dije muchas cosas horribles e injustas —aceptó con la voz rota—. Y no me perdonaré si...

—No lo digas —le suplicó Caroline—. Confío en que tengas la oportunidad de disculparte con él y de hacer mejor las cosas esta vez. Hay mucho que solucionar cuando Maximilian despierte.

Carol no lo había dicho, pero había encontrado la carta de renuncia sobre el escritorio de su hermano. Sin pensarlo dos veces la tomó. Creía que tal vez no fuera necesaria y, si se recuperaba, confiaba en que su matrimonio fuese aprobado por la familia real finalmente. Un bebé de por medio lo cambiaba todo.

Mientras viajaba con Lisa por carretera hasta Ginebra, le había preguntado sobre lo que le había dicho. Lisa no pudo negarlo y le confirmó que, en efecto, Kitty estaba embarazada y que lamentablemente Max no lo había sabido a tiempo. Con inteligencia, Carol esperaba darle la alegría a su hermano de que todo estuviera solucionado cuando despertara. "Si despertaba...". La princesa reprimió ese pensamiento que tanto daño le hacía, confiando en que todo estaría bien.

Lisa tomó a Kitty del brazo.

—Te llevaré a comer algo conmigo, no puedes estar así... No comes nada desde el desayuno y en tu estado es un peligro.

—No me puedo mover ahora, necesito saber qué dice el médico.

—Está en las mejores manos, Kitty —le dijo su hermana—. Son excelentes médicos, de hecho fueron mis profesores. Ahora tienes que pensar también en tu bebé —añadió en voz más baja dada la proximidad de los padres de Max.

Se hallaban en un salón privado en el hospital de formación de Lisa; él mismo donde Kitty recibió su diagnóstico respecto a su ceguera. El mismo donde Max se debatía entre la vida y la muerte. La esquiadora agradecía sobremanera que su hermana estuviera a su lado en un momento como este. Por más que Lisa insistió, no pudo convencer a Kitty de moverse sin una noticia de los médicos.

Aguardaron por al menos una hora, hasta que el doctor a cargo del team fue a hablar con ellos. Kitty se puso de pie y se acercó al galeno. Los padres del príncipe habían hecho lo mismo.

—Su Alteza se encuentra en estado de coma —anunció— en la UCI, dónde se han seguido todos los protocolos para este tipo de caso. Se le realizó una RMI, pero no hay indicios imagenológicos de afectación neurológica a causa de la hipoxia, lo que nos indica que estuvo respirando por algunos minutos después de ser sepultado bajo la nieve. A pesar de esto, su pronóstico es reservado —añadió—, puesto que aún se recupera de algunas complicaciones a consecuencia de la hipotermia y de los bajos niveles de oxígeno. Por lo demás, presenta algunos traumatismos y la dislocación de un hombro. Solo queda esperar a su evolución y monitorear sus constantes vitales.

Dentro del grave panorama aún había esperanza. Agradecieron al médico por su parte. Sin embargo, este no había dado una decena de pasos cuando Kitty se desmayó. Por fortuna Luan, en un certero movimiento, la tomó en brazos sin que llegara al suelo.

El doctor y Lisa fueron en su auxilio.

—No ha comido nada desde el desayuno —le explicó Lisa a su profesor—, y, además, está embarazada de muy poco tiempo...

Los padres de Max se miraron sorprendidos ante aquella noticia, que no habían podido dejar de escuchar.

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