Capítulo 46
Lisa abrazó a su hermana, emocionada, mientras Kitty se echaba a llorar en su hombro. Tenía miedo, dudas, preguntas, incertidumbre, pero también una felicidad inmensa, hasta entonces desconocida, una felicidad que la hacía sentir una mujer más completa y digna de convertirse en la esposa de Max. También tenía fe en su corazón, algo que le indicaba que todo estaría bien con su hijo, así que apelaba a esa esperanza para no perder la cordura.
—Tienes que decirle a Max —le orientó Lisa.
—Lo sé, pero quiero hacerlo personalmente. Además, necesito estar absolutamente segura —respondió la esquiadora.
—Te llevaré a hacerte una prueba de sangre, para confirmarlo —le dijo la doctora—, y luego iremos a Ginebra. Estoy segura de que Max estará feliz cuando lo sepa.
—Yo también creo que estará muy feliz —respondió Kitty con una sonrisa—. Ahora no me importará más lo que diga su familia sobre mí. ¡Tendremos un hijo! Eso es lo más importante.
—Me alegra que pienses así, y que esta noticia haya logrado disipar algunos de tus miedos, Kitty. Ahora solo debes pensar en ustedes. Si Max decide renunciar, es su derecho. Una familia es un excelente motivo para dejar la sucesión del principado —argumentó—. Ya no lo haría solo por ti; lo haría por ustedes. Por su familia.
Y Kitty, sonriendo al fin, se abrazó de nuevo a su hermana. Ahora la renuncia de Max le parecía menos disparatada: ella podía ofrecerle un hogar, una familia, y eso era invaluable.
—Gracias, Lisa. Tu apoyo ha sido inestimable para mí. No le digas nada a nuestros padres hasta que hable con Max. Creo que él debería ser el primero en enterarse de mi embarazo, después de ti, por supuesto, que has sido mis ojos...
—Por supuesto, Kitty, lo haremos como tú digas. ¡Aún no puedo creer que tendrás un hijo! Seré la mejor tía del mundo y Rudolf enloquecerá de alegría cuando lo sepa. Esto es algo muy importante, querida Kitty. Y estoy segura de que tú y Max serán muy felices. Ya yo lo soy por ustedes.
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16 de febrero de 2025
El grupo se había reunido para desayunar juntos, aunque las noticias no eran las mejores: la cantidad de nieve que había caído en los últimos días había elevado el riesgo de avalanchas a cuatro puntos de un total de cinco. Ante esa perspectiva, Gunther había decidido que lo mejor era no salir así. Los demás lo habían secundado, valorando incluso si sería conveniente regresar a Ginebra y abandonar sus deseos de esquiar por el momento, hasta que estuvieran mejor las condiciones.
Gunther buscaba información sobre el clima, cuando una noticia llamó su atención.
—¡Diablos! —exclamó—. Será mejor que le eches un vistazo a esto, Max —añadió mientras le tendía el teléfono a su amigo.
Max frunció el ceño al leer el titular: "Príncipe Maximilian: ¿pensando en renunciar?".
—Dios —murmuró a medida que avanzaba por la lectura. Nada más de leer el titular, supo que se venían problemas.
"El príncipe Maximilian habría de enfrentar el momento más difícil de su vida, según apuntan las fuentes, cuando tenga que escoger entre su relación con Kitty Meyer, esquiadora invidente de la que hablamos en el mes de diciembre, o sus derechos en la sucesión del principado.
Según se especula, su noviazgo con la esquiadora no es bien aceptado por la familia real, quienes se oponen a un posible matrimonio. El príncipe, para desposarla, requeriría, por ley, de autorización por parte de la familia, pero esta no pretende concederla.
Puesto en una disyuntiva, Maximilian de Liechtenstein tendrá que decidir si permanece fiel a sus derechos dinásticos o si, por el contrario, vale la pena renunciar a todo por el amor de Kitty Meyer.
La disputa real explicaría la razón por la cual el príncipe Maximilian ha cancelado todos sus compromisos oficiales en su agenda desde diciembre pasado. Ello también explicaría el porqué no se le vio en la foto oficial de la familia en la Navidad de 2024 ni en la celebración del cumpleaños de su sobrino Lucas en enero de este año.
Todo indica que su Alteza Real se ha distanciado de su familia, por los motivos ya aludidos, creándose un clima de tensiones nunca antes vistas en el seno de la familia real.
La decisión del príncipe parece más que clara. En el documental del cineasta Justin Samuels, estrenado en enero pasado en Ginebra, en donde Katherine y las gafas para invidentes son protagonistas, se pudo apreciar el amor tan auténtico que le profesa su Alteza a la esquiadora estrella, cuando es entrevistado.
Así las cosas, no es de esperar que dentro de un corto tiempo se produzca un anuncio oficial por parte de la familia real. No sabemos si será para confirmar un compromiso matrimonial o para comunicar una renuncia sucesoria. ¡La suerte está echada! Y, en última instancia, ¡qué vivan los novios!".
—El artículo te favorece —comentó Viktor, quien también había terminado de leerlo.
—En apariencia sí —respondió Max—, aunque este tipo de publicidad no es buena para nadie. Me temo que mi familia piense que, de nuevo, estoy detrás de esta publicación, y esta vez no es así. Me temo que esto complicará demasiado las cosas para todos.
—Se aprecia que están bien informados —repuso Chris—, y no han faltado a la verdad. Lo que se dice es completamente cierto. Tu familia está en la palestra pública y eso no les gustará para nada.
Y, como si le dieran la razón, el teléfono de Maximilian sonó en ese preciso instante: era una llamada de su padre.
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El resultado del laboratorio corroboró que Kitty estaba embarazada. Con esa certeza, Lisa llevó a su hermana hacia Ginebra, con la intención de que se reencontrara con Max y le diera la noticia. Ajena a los planes del príncipe y aún más a lo publicado en la prensa, una avalancha de periodistas las interceptaron en la entrada del edificio.
Se hallaban dentro del auto, pero fue imposible no escuchar las incesantes preguntas: "—Kitty, ¿es cierto que la familia real se opone a su relación?". "¿Cómo se han comportado sus Altezas con usted?". "¿Es cierto que Max piensa renunciar a sus derechos?". "¿Se casarán?".
Por fortuna, la seguridad del edificio les permitió aparcar dentro. Desde allí, se comunicaron con el departamento de Max y les permitieron subir.
—¿Qué es lo que sucede, Kitty? ¿Cómo están al tanto de esas cosas? —la interrogó Lisa mientras subían en el ascensor.
—No lo sé. Tengo la impresión de que ha sucedido algo, pero ignoro qué pueda ser. Espero que Max pueda explicarnos.
Sin embargo, cuando llegaron a la casa, fue Caroline quien las recibió.
—Hola, Kitty, me hace muy feliz saludarte, aunque lamento las circunstancias del recibimiento.
—Muchas gracias, Caroline. Te presento a mi hermana Lisa; Lisa, ella es Caroline, la hermana de Max.
Una vez hechas las presentaciones y habiéndose saludado entre ellas, pasaron al salón principal. Allí Kitty descubrió que Max no estaba.
—Se marchó con los chicos ayer para Verbier con la intención de esquiar, aunque tengo entendido que hay peligro de avalanchas y no han podido hacerlo —explicó Caroline—. ¿Has venido a hablar con él por la nota en el diario?
—No, en realidad quería hablar con Max y... —se ruborizó un poco—. Creo que es tiempo de que pensemos en nosotros y arreglemos las cosas.
Caroline sonrió.
—¡Me hace muy feliz escuchar eso!
—Sin embargo, Caroline —prosiguió Kitty—, ¿qué nota apareció en el periódico para que la prensa reaccione así?
—Oh, Kitty es una larga historia. Y mis padres están abrumados con esto. No obstante, se publicó nada que no fuera verdad, así que tendrán que aprender a vivir con todo lo negativo que se pueda decir de nuestra familia de ahora en lo adelante. Les paso el diario para que juzquen por ustedes mismas...
Lisa no dudó en leer la nota en voz alta, para consternación de Kitty.
—¡Max debe estar muy agobiado con esto! —prorrumpió Kitty al término de la lectura.
—Lo peor es que mi padre cree que fue Max quien lo mandó a publicar —explicó—. Como existe el antecedente de la nota de diciembre, cree que es la manera de Max de vengarse de la familia, cuando todos sabemos que mi hermano jamás haría algo así.
—¡Por supuesto que no! ¡Siento tanto que Max tenga que pasar por esto!
—Y además, si Maximilian finalmente renunciara, como me imagino, la prensa no tardará en corroborar que lo vertido en este diario era verdad —se atrevió a opinar Lisa.
—En efecto, dadas las circunstancias, me temo que Max terminará renunciando —convino Caroline, no sin cierto pesar.
—Carol, yo debo encontrarme con Max cuánto antes... ¿Crees que pudieras pedirle que regrese? —solicitó Kitty—. Mejor lo llamo yo misma... —añadió después tomando su teléfono.
Aunque Kitty hizo varias llamadas y Caroline otras tantas, Maximilian no respondió ninguna. Desesperada por hablar con él, Lisa le propuso llevarla hasta Verbier y Caroline terminó sumándose al viaje.
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Tomó la llamada de su padre, debía dar la cara en un momento como ese y no dar lugar a suposiciones. Sabía que su padre estaría molesto, pero sus palabras lo hirieron mucho. Tras dos meses sin hablarse, Louis inició la conversación con una lapidaria frase:
—"A partir de hoy ya no eres mi hijo. No puedo ni siquiera concebir que, por ella, hayas sido capaz de exponer nuestros problemas en un diario, Maximilian" —rugió.
Max sintió como si le hubiesen dado un golpe en el estómago. Intentó mantener la calma, a pesar de lo ofendido que estaba:
—No soy responsable esta vez de lo que se publicó —dijo al fin—. Me creas o no, mi mano no está detrás de ese artículo, aunque lo que se haya dicho sea muy cierto. No te preocupes, desde hace algún tiempo soy consciente de que, salvo por mis hermanos y sobrinos, ya no tengo más familia. —Y cortó.
Tenía el rostro enrojecido de la rabia. Dio dos puñetazos en la pared, hasta que Gunther y los otros chicos lo separaron de ella, para que no se hiciera daño.
—Max, mantén la calma —le pidió Gunther, quien no había podido dejar de escuchar los términos en los que se habían hablado—. Estoy seguro de que tu padre no tardará en recapacitar y darse cuenta de que se equivocó contigo.
Max no contestó, estaba poseído por la furia. Su cabeza bullía con mil ideas rondándole, hasta que finalmente terminó haciendo lo que consideró debió hacer desde un principio.
—Lo siento, necesito estar solo —masculló mientras se apartaba con cierta brusquedad de sus amigos, preso del mayor disgusto y frustración.
Subió a su habitación, se sentó en el escritorio y, bolígrafo en mano, redactó de un tirón:
"Verbier, 16 de febrero de 2025
Yo, Maximilian Josep Louis, Príncipe de Liechtenstein y Conde de Rietberg, realizo por medio de la presente, formal renuncia a mis derechos de sucesión al Principado de Liechtenstein, a tenor del precepto 13.2 de la Ley de la Casa Real de Liechtenstein de 26 de octubre de 1993".
Al término de la misma, colocó su nombre y firma. Luego, dejó la misiva sobre el escritorio y se fue a por su equipo de esquí.
—Señor —lo interceptó Karl en el corredor cuando lo vio con su equipo—. No es recomendable que salga a esquiar. Las alertas dicen que...
—Estaré bien —respondió Max, evasivo, y unos minutos después salió del edificio.
Necesitaba soltar su adrenalina, su dolor, su molestia, así que se dirigió a un área fuera de las pistas, dónde inició un descenso en la montaña, cubierta de abundante y espesa nieve.
Un recuerdo de su infancia lo asaltó de pronto, mientras descendía. Tenía seis años cuando confrontó a su padre para preguntarle el motivo por el cual Caroline, siendo mayor que él, no sería Jefe de Estado. Louis le explicó entonces de la Constitución de su país y de la línea masculina a través de la cual se organizaba dicha sucesión.
"Sé que te formarás muy bien y que algún día asumirás como mi sucesor. Cómo mismo yo lo soy de tu abuelo, y este de su bisabuelo. Tienes una gran responsabilidad sobre tus hombros, hijo, pero sé que estaré muy orgulloso de ti".
Una lágrima nubló su vista por un instante. Acababa de renunciar al Principado... Y, con esa renuncia, terminaba una parte de su vida. Aunque creyó sentir alivio al hacerlo, no sabía por qué le dolía tanto. Quizás Kitty tuviera razón y el cargo para el cual había nacido fuera ya parte de su identidad.
"Kitty", pensó en ella. Era su única alegría. Esperaba que, de ahora en lo adelante, pudiesen ser felices como ambicionaba.
Fue en ese instante, al despertar de sus pensamientos, que se percató de que la pendiente se había roto en partículas llenas de energía; toneladas de nieve se aproximaban a él a una velocidad aterradora, en una avalancha indetenible que se deslizaba hacia él y que no demoraría en alcanzarlo.
Tuvo miedo por un instante, luego intentó mantenerse en la superficie de la inmensidad blanca que lo arrastraba en un abrazo mortal. Sin embargo, pese a sus esfuerzos y al airbag de su mochila, la nieve terminó venciéndole en su desigual enfrentamiento. Sumido en la profundidad helada, Maximilian halló en la nieve de Verbier un desolador sepulcro.
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