Capítulo 34
15 de agosto de 2024
El Día Nacional de Liechtenstein. ¡Tantos pasó en casa, escuchando las noticias sin pensar que sería parte de aquella festividad! Kitty se hallaba en extremo nerviosa, en especial por conocer a la familia de Max. Tenía miedo de no agradarles y tampoco podía molestarse con ellos por eso. Le parecía más que natural que cualquier familia hubiese preferido para su hijo a una novia que pudiese ver. Ella estaba consciente de que, inevitablemente, estaba en desventaja.
Se encontraba en casa de su madre, alistándose. Max la recogería a las nueve y media de la mañana.
—Te ves preciosa. —La voz de Charlotte la sacó de sus pensamientos.
—¿Tú crees?
Kitty llevaba un traje de falda y chaqueta de color rosa palo, que hacía resaltar su hermoso cabello oscuro, el cual llevaba en un semirecorrido. Como joyas, había optado por el juego de perlas de su madre. Charlotte la había ayudado a realizarse un sencillo maquillaje acorde al horario. El resultado es que Kitty se veía hermosa, pero ambas sabían que con eso no sería suficiente.
—No tengas miedo, son solo personas como tú y como yo —le aconsejó su madre.
—Yo no soy la novia ideal.
—¿Por qué no? Eres nacional de Liechtenstein, has ganado medallas por tu país, eres inteligente, has estudiado, eres amable, preciosa y compartes con Max proyectos importantes y una inmensa pasión por el esquí. Además, se quieren y llevan seis meses viviendo juntos... ¡Son perfectos el uno para el otro!
Kitty abrazó a su madre con lágrimas en los ojos.
—No puedo tener hijos...
—Por supuesto que puedes tener hijos, cariño. —Charlotte le acarició su cabeza—. Nadie dijo que no pudieras... Sin embargo, tienes que hablar con Max de una vez.
La esquiadora no respondió. Limpió su rostro cubierto por lágrimas y le pidió a su madre que intentara borrar los rastros de aquella súbita crisis. Mientras lo hacía, Charlotte quiso distraerla:
—Por cierto, la familia real no es la única que tendrá una celebración. Tenemos planeado un almuerzo pasado mañana en Ginebra, en casa de tu padre. Irán Lisa y Rudolf y, por supuesto, Maximilian y tú.
—¡Qué bien! ¿Cuál es el motivo?
—Ya lo sabrás a su debido tiempo; por ahora concéntrate en el Día Nacional. Y, sobre todas las cosas, ¡sonríe! Incluso aunque te estés muriendo de miedo, no dejes de sonreír.
Kitty volvió a abrazar a su madre. Cuando Max llegó por ella, se sentía mucho mejor de ánimo.
—¡Te ves increíble! —le dijo Max luego de un beso—. ¿Estás lista?
Ella rio.
—No creo que se pueda estar alguna vez lista para esto. Pero digamos que sí. Que estoy lista.
—Esa es mi chica. —Max le pasó el brazo por la espalda—. Siempre valiente.
Kitty sonrió, aunque en realidad moría de miedo. Ciertamente se necesitaba de mucho valor para dar un paso tan importante, pero al lado de Max sentía que podía enfrentarse a todo, incluyendo a su familia.
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El Castillo de Vaduz, que normalmente era un sitio cerrado al público, el Día Nacional abría sus puertas para recibir al pueblo del principado en el prado, justo al lado de la residencia. Allí, tradicionalmente, el príncipe Regente —el padre de Max—, daba un discurso y el Presidente del Parlamento otro. Luego se efectuaría una recepción en el jardín de rosas.
Las festividades se trasladarían más tarde al centro de la ciudad con distintas amenidades en el marco de una feria popular.
Kitty caminaba del brazo de Max, un poco nerviosa. Él le explicaba que el sitio estaba ya bastante concurrido.
—El podio está listo para que mi padre ofrezca su discurso. Me imagino que no podrás conocerlos hasta después que concluya esta parte de la ceremonia oficial.
—Comprendo.
—Oh, aquí ya viene Carol.
Kitty sonrió. ¡Alguien conocido y además de su parte! Era lo que necesitaba.
—¡Kitty! —La princesa la abrazó de inmediato—. ¡Qué bueno que estás aquí! No estés nerviosa, todo saldrá bien. En su momento Luan estaba que se moría —bromeó—, pero las cosas luego salieron estupendamente.
—¡Ey! —exclamó el sudafricano quien también se acercaba al grupo—. Eso de que "me moría" no es cierto —protestó.
—La verdad es que estaba peor que Kitty. —Rio Max, dándole la razón a su hermana.
Luan se quejó de nuevo, pero terminó saludando al príncipe y a su novia.
—Es como conocer a cualquier padre —le dijo después bajito, al oído de Carol—. Todo irá bien.
—Gracias, Luan.
Kitty luego fue presentada con algunos tíos y primos de Max, quienes la saludaron con cordialidad, aunque tampoco entablaron mucha conversación más allá de preguntarle alguno con cierto interés acerca del deporte que practicaba. Kitty sacó como conclusión de que, aunque eran muy amables, no dejaban de estar sorprendidos de que una en apariencia débil invidente pudiese practicar esquí en la élite mundial y desafiar empinadas pistas negras.
Luego, casi de la nada, se toparon con los hermanos menores de Maximilian.
—Hola, teníamos muchos deseos de conocerte. Yo soy Winston, por cierto —dijo el chico estrechando la mano de Kitty y presentándose él mismo—. Y este es nuestro hermano, John Albert.
—Hola, Kitty, es un gusto.
La aludida sonrió. Los chicos le habían agradado al instante. Eran tan amables como sus hermanos mayores.
—¡Hola! También es un gusto conocerlos. Max me ha hablado mucho de ustedes.
—Pues no lo parece —apuntó Winston—. Hace mucho tiempo que Kitty conoce a Carol y a los niños y a nosotros, en cambio, nunca nos has invitado a casa. John y yo estamos presentando una queja en toda regla —bromeó, aunque en parte se quejaba de verdad.
Max rio.
—En mi defensa diré que estaban estudiando.
—No importa —intervino Kitty—, yo también me quejo por no haber conocido antes a dos chicos tan amables. Les prometo que me encargaré personalmente de invitarlos a cenar a casa antes de que terminen sus vacaciones estivales.
Winston le estrechó de nuevo la mano a Kitty.
—Muchas gracias, me agradas.
—Eres la mejor novia que ha tenido Max —apoyó su hermano.
—¡Hey! —saltó el aludido.
—La única novia que ha tenido Max. —Rio Winston—. Pero sin duda es la mejor. ¿Ya conociste a nuestros padres?
—Gracias, Winston. Aún no.
—¡Éxitos! Estoy deseando que sea pronto. Quiero invitar a Vaduz a mi novia, estudiamos juntos en la Universidad, pero quiero tener la experiencia de cómo le irá a Max primero. Luego dame algún consejo —soltó con otra risita.
—¿Quieres presentarles ya a tu novia de la Universidad? ¡Estás creciendo rápido! —repuso Max—. No te preocupes, todo irá bien.
—Seguro que ella es una chica muy especial —intervino Kitty—, y que tus padres sabrán apreciarlo.
Ojalá ella pudiese darse los mismos ánimos, aunque una vez más el saberse en desventaja la hacía sentir mal.
—A ti también sabrán apreciarte —respondió Winston como si le leyera la mente—. Todo irá bien, ¿verdad Max?
—Sí —contestó su hermano mayor, aunque no podía negar que también tenía miedo.
Los muchachos estuvieron conversando un poco más con ellos, hasta que llegó el esperado momento del discurso del príncipe Regente. Todos hicieron silencio y Kitty se concentró bastante para escuchar la voz profunda del padre de Max, quien hablaba sobre el principado.
Luego de saludar a los presentes, el príncipe se refirió al importante papel de la monarquía en el marco constitucional del Principado.
—Nuestra Constitución ha sido una base importante para el desarrollo exitoso de nuestro país en las últimas décadas —expuso—. La combinación única de una democracia parlamentaria con un fuerte elemento monárquico y una fuerte democracia directa, ha demostrado ser eficaz. Liechtenstein es el país del continente europeo donde el soberano tiene más poderes. En 2012 la población siguió depositando su confianza en el soberano y votó con más del 76% en contra de reducir sus poderes —prosiguió.
Kitty no pudo evitar pensar en lo importante que sería para Max suceder a su padre, tal como estaba destinado y cómo ella podía representar un obstáculo en un camino trazado para él. ¿Tendría derecho a eso?
El padre de Max continuó hablando:
—Nuestra Constitución garantiza así un amplio consenso político. Nos garantiza una gran estabilidad, continuidad y una orientación política a largo plazo. Acerca la política al ciudadano y permite actuar rápidamente cuando hay consenso. Gracias a estas ventajas de nuestra constitución y a nuestra prudente política financiera, hemos adquirido una especial capacidad de acción a lo largo de las décadas. Esto es especialmente importante para un Estado pequeño que tiene que reaccionar rápidamente a las cambiantes condiciones del marco internacional. Es por ello que el bienestar ciudadano constituye un compromiso institucional del monarca, el cual se ha transmitido con el tiempo a nuestros hijos, a nuestros sucesores.
"Sucesores". Kitty pensó de nuevo en Max y en sus "hijos". El resto del discurso no lo escuchó, se sentía como una impostora.
Luego le sucedió el discurso del Presidente del Parlamento; al término del mismo, los invitados se dirigirían hacia la rosaleda.
—¿Estás bien? —le preguntó Max al comprender que se había quedado petrificada.
—Discúlpame. No pude evitar pensar en qué sentido tiene que yo conozca a tus padres si... —se interrumpió.
Él le acarició la mejilla por un instante.
—Eres mi novia, te amo y vivimos juntos. No conocerás a los príncipes, conocerás a mis padres. Ya yo conozco a los tuyos, ¿no es cierto?
Kitty asintió. Sabía que Max tenía toda la razón pero no podía evitar sentirse nerviosa.
—Lo sé, tienes razón.
—No entres en pánico, amor. Confía en mí.
Ella se dejó guiar. Max le explicó que se estaban acercando a sus padres. Le contó bajito que tanto su padre como su madre iban vestidos de azul marino. Él, con un sello del Estado al pecho. Ella, con un tocado sencillo y elegante en la cabeza, y un juego de diminutos pero carísimos brillantes en el cuello.
Aguardaron un instante que les pareció eterno mientras Louis terminaba de conversar con el presidente del Parlamento y su esposa.
—Vamos.
Kitty supo que ya había llegado el momento. Se detuvieron. La joven hizo una pequeña reverencia, que ya tenía ensayada, inclusive sin haberlos escuchado hablar, pero podía intuir que estaban en frente.
—Padres, finalmente tengo el placer de presentarles a Katherine. Kitty, ellos son sus Altezas Louis y Sofía o, sin tanta formalidad, mis padres.
—Es un placer conocerlos, sus Altezas. Gracias por la invitación.
—Hola, Katherine. —Fue Louis el primero en hablar y estrecharle la mano, rompiendo un poco el excesivo protocolo—. Nos alegra que hayas venido y es muy bueno conocerte.
—Es un gusto también conocerte —dijo después Sofía.
—Estamos al corriente de las novedades de las gafas deportivas —añadió Louis—, me parece un proyecto fascinante.
—Sin duda lo es, señor. Esta idea increíble fue de su hijo, el príncipe Maximilian. El que una persona distanciada, en aquel momento, del mundo de los invidentes, haya concebido algo así, dice mucho de su sensibilidad y compromiso para con las personas con discapacidad. Deben estar muy orgullosos de él.
Louis y Sofía no tuvieron duda en ese instante que Kitty estaba muy enamorada de su hijo, por la manera en la que hablaba.
—Yo solo tuve una idea —se adelantó a decir Max, un tanto ruborizado, pues no se esperaba que Kitty lo elogiara tanto así—. Es Kitty quien ha asistido a todas las juntas de la compañía y quien ha aportado, desde su conocimiento inigualable de las pistas, su experiencia como esquiadora. Su crecimiento profesional con EyeCam ha sido grande y, en unos meses, probará públicamente el primer prototipo.
Louis compartió una mirada con su esposa. En este punto de la charla le resultaba más que evidente que su hijo estaba también locamente enamorado.
—Nos place saber que el proyecto ha progresado tanto y que has estado tan involucrada, Katherine —habló Sofía—. ¿He escuchado también que se está haciendo un documental?
—Así es —repuso Max—. Justin está documentando este proceso.
—Aprecio que Justin Samuels siempre está siguiendo los grandes acontecimientos científicos y tecnológicos —dijo Louis—. El documental de Timbavati fue espléndido, estoy seguro de que este también lo será. Unas gafas deportivas para invidentes son un gran acontecimiento. Por cierto, ¿permitirán ya su utilización en competencias deportivas?
—Aún no, señor. El primer prototipo será aún sencillo —explicó Kitty—, pues es imposible generar de inicio unas gafas que permitan competir en pistas de alto riesgo, como las negras, sin haber desarrollado primero pruebas en pistas de menor riesgo. Es por ello que la marca me ha solicitado, una vez terminadas las pruebas de seguridad, realizar una demostración de las mismas en invierno. En mi opinión, el guía en la competición de élite continuará siendo indispensable por algunos años, hasta que las gafas ideales salgan al mercado. Espero que la vida me permita ser parte de esto.
—Estoy seguro de que sí. De cualquier manera es muy valiente dejarse guiar por una persona en un descenso a velocidades elevadas —opinó Louis—. Se precisa de una confianza muy grande.
—En ese aspecto me siento honrado de que Kitty me haya permitido ser su guía desde hace bastante tiempo —se atrevió a decir Max.
—Es que confío mucho en ti —respondió la joven. Y cuando lo dijo, tenía una sonrisa en su rostro.
La conversación se interrumpió cuando el secretario privado se acercó con disimulo para anunciarle a sus Altezas que otras personas aguardaban para hablar con ellos.
—Por favor, discúlpenos —se excusó el hombre—, lamentablemente no podremos seguir conversando, pero ha sido un gusto conocerte, Katherine. Nos mantendremos al tanto de los avances de las gafas y el documental. Hasta una próxima vez.
—Gracias por venir, Katherine —habló Sofía—, disfruten, por favor, del resto de las festividades. Hasta luego.
—Muchas gracias, ha sido un privilegio haber asistido y, sobre todas las cosas, ha sido un gran honor conocerlos.
Sus padres se alejaron unos pasos hacia sus siguientes invitados, Max aprovechó para tomar a Kitty del brazo y caminar en sentido contrario.
—Bien —dijo con una sonrisa de satisfacción—. Eso ha sido un sobresaliente.
—¿Tú crees? Han sido muy educados, pero, ¿crees que les agradé?
—Estoy seguro. Fuiste tú misma: inteligente, valiente. Pensé que estarías más cohibida, pero estuviste simplemente perfecta. Ahora mismo mis padres deben estar pensando dos cosas.
—¿Cuáles?
—La primera, con certeza, es que eres una mujer maravillosa e increíble. Además de preciosa.
Kitty se ruborizó y sonrió.
—Gracias, amor. ¿Y la segunda?
—Lo segundo que están pensando es que resulta evidente lo enamorados que estamos.
—No sé si eso, dadas las circunstancias, sea una ventaja o un problema.
Max le enmarcó el rostro con ambas manos, sin importarle que alguien los viera.
—Que nos amamos es una realidad, un hecho. Y a la realidad se le va de frente, Kitty, sin miedo. Esto no es un problema, es una suerte. Y espero que mis padres también lo crean así. De cualquier forma, sin importar su criterio, ya yo me siento muy afortunado de tenerte.
Ella, con lágrimas en sus ojos, solo pudo recostar su cabeza a su hombro y suspirar.
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