Capítulo 30
10 de febrero de 2024
"¿Un plan para cuatro en Ciudad del Cabo? ¡Perfecto!"
Max había invitado a Rudolf y a Lisa a la playa ese fin de semana, aprovechando que la doctora no tenía trabajo. Kitty deseaba pasar tiempo con su hermana, así que Max reservó en el hotel POD Camps Bay para todos, el mismo hotel donde estuvo con Caroline seis años atrás. La relación entre los cuatro era relajada, al menos el príncipe lo percibía así y podía casi decir lo mismo de Kitty, por la manera en la que se comportaba.
Por otra parte, sus días entre Pretoria y Timbavati, habían acercado mucho a Kitty a los suyos: con Caroline tenía una relación cercana, las escuchaba hablar de distintos temas con naturalidad, como si se tratasen de dos buenas amigas. En par de ocasiones descubrió a Kitty sosteniendo al bebé, bajo la mirada de Carol, y todas las tardes dedicaba tiempo a jugar con Alisha. Su pequeña sobrina se las había ingeniado para no poner a Kitty en una posición incómoda de nuevo. Jugaban con muñecas, con su set de té, con macilla haciendo personajes, con una pelota... Kitty incluso le había mostrado un vídeo de ella esquiando. ¡Alisha no podía creer que fueran la misma persona! Desde entonces había insistido en que quería unos esquíes, por supuesto de juguete.
—Al menos ya sé que le regalaré para su cumpleaños —dijo Max riendo cuando la escuchó—. Quizás tengamos a otra esquiadora en la familia.
—Siempre y cuando no esquíe como su tío, todo estará bien —le retó Kitty, burlándose de su estilo, como siempre hacía.
—Bueno, no debo hacerlo tan mal cuando gracias a mi excelente técnica te conocí, accidente aparte. De cualquier forma, si Alisha esquiara tan bien como su tía Kitty, me sentiría más que satisfecho.
Y Kitty, ante esa respuesta, no tuvo más remedio que rodearlo con sus brazos y darle un beso.
Sin duda el príncipe no podía estar más complacido por la manera en la que se estaban desarrollando las cosas entre ellos. Faltaba presentar a Kitty frente al resto de su familia, en especial sus padres, pero estaba convencido de que eso, necesariamente, debía demorar un poco. Su padre en ocasiones le preguntaba por ella; su madre siempre eludía el tema, a pesar de saber que Max y Kitty eran los huéspedes de Caroline.
Asimismo, su hermana le había contado que a ella sí le habían hecho un interrogatorio sobre la esquiadora. Max sabía que la relación no les encantaba, aunque sus padres no le dirían nada por el momento. Era necesario que Kitty se hiciera de cierta notoriedad pública para que Louis y Sofía comprendieran que, a pesar de su discapacidad, Kitty podía hacerlo muy bien. El tema de la descendencia era otro punto, pero apenas si estaban comenzando y el príncipe aún no soñaba con tener hijos a corto plazo.
Esa mañana se hallaban en la playa. Max observaba desde su sombrilla la cordillera de los Doce Apóstoles de un lado y la montaña Lion's Head del otro. El mar calmado, acariciaba la arena dorada por dónde caminaban Rudolf, Kitty y Lisa.
Kitty se veía increíble con su bikini rojo con lunares blancos por debajo de un vestido de transparencias. Lisa también era muy bonita, y aunque en la nieve las había confundido, dando pie al accidente en Malbun, ahora era en la playa era consciente de sus diferencias y solo tenía ojos, en realidad, para Kitty. A esta última, aunque la notaba feliz, sentía que le sucedía algo. Por otra parte, un tema no había abandonado su cabeza y sentía que quizás fuese el momento oportuno para realizar las respectivas indagaciones.
Rudolf y Kitty se sentaron en la arena, dejándose alcanzar por la espuma de mar, mientras charlaban. Lisa, en cambio, indicó que pediría unas bebidas y se acercó a dónde estaba el príncipe para llamar a una chica del servicio.
—La estamos pasando de maravillas, ya necesitaba descansar y Kitty también. Dejar la helada montaña por esta playa increíble, es un cambio más que necesario —le comentó la doctora al príncipe.
Max le sonrió, pero no dijo nada. Esperó a que Lisa pidiese las limonadas, para luego hablar del tema que realmente le preocupaba.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro. —Lisa se sentó frente a él en un camastro.
—¿Cómo perdió Kitty la visión? —interrogó sin titubeos.
Lisa suspiró e instintivamente miró hacia su hermana, todavía sentada en la arena.
—Ella no te lo ha dicho, ¿cierto?
—No.
—Entonces no me pongas en la posición de explicarte algo que debe ser ella quien lo haga —respondió.
—Sabía que dirías eso. —Volvió a sonreír, pero no estaba feliz, más bien procupado. Tenía la certeza de que había algo serio que no le estaban contando.
—No te sientas mal. Compréndeme. Soy su hermana, no puedo traicionar su confianza ni meterme en medio de ustedes dos de nuevo. No es justo.
—Disculpa, sé que tienes razón. Sin embargo, me pregunto qué tan malo puede ser como para que Kitty no pueda contarme ni tú tampoco. Me he planteado muchos escenarios. ¿La agredió alguien? ¿Por eso su temor a confiar en los hombres? ¿A tener una relación? Estoy casi seguro de que se trata de algo así...
—Max... —Lisa dudó, pero finalmente recapacitó—. Permíteme darte un consejo. No se lo preguntes y no le menciones el tema a menos que ella lo saque a relucir. A Kitty no le gusta hablar sobre eso y ya conoces sobre ella lo más importante. Estoy de acuerdo en que debería contártelo, es tu novia y es lo más correcto, pero si la presionas, puede ser que las cosas se arruinen entre ustedes. Y, por lo que he podido apreciar, todo está excelente entre ambos.
Max suspiró.
—Sí, todo está bien entre nosotros. No tomes a mal que haya preguntado, solo quiero entenderla mejor.
—Por supuesto que no lo tomo a mal. Es entendible. Yo también querría saber. Sin embargo, dale algo de tiempo. Te lo contará cuando esté lista.
La charla se interrumpió cuando la chica del bar apareció con la bandeja y las bebidas. Lisa se puso de pie para avisarles a Kitty y a Rudolf, por lo que, en definitiva, no se habló más sobre aquel asunto.
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Kitty se veía espectacular con un vestido corto y ajustado de color negro. Se encontraba en la habitación de Lisa, pues quería que su hermana la ayudara a maquillar. Aunque ella normalmente se ocupaba por sí misma de lo más básico, como bloqueador solar, base, o labial, esa noche tenían previsto ir a bailar, así que precisaba de un maquillaje más completo.
—Estás preciosa —le dijo Lisa con una sonrisa—. Max se quedará impactado cuando te vea...
—Gracias.
—¿Te sucede algo, Kitty? —preguntó Lisa, al notarla un poco nerviosa y no todo lo feliz que debería.
—Tengo una semana de retraso —dijo al fin, y al compartirlo en voz alta sintió como si el mundo se le viniera encima—. Y sabes que soy muy puntual.
—¡Kitty!
—Estoy preocupada —reconoció, luego de ponerse de pie y caminar un poco por la habitación. Midió mal los espacios y chocó contra un diván. Lisa fue en su auxilio—. Normalmente no me preocuparía por algo así, pero Max y yo...
—¿Se han protegido?
—Sí, siempre.
—Tal vez sea solo el estrés —sugirió la doctora—. Han sido muchos cambios, incluyendo la competencia. Tu relación con Max, el viaje a Sudáfrica... Estoy convencida de que solo es la tensión.
—Me he comprado dos pruebas para salir de dudas. Sin embargo, te necesito para hacérmelas.
—¿Por qué no involucras a Max en esto? Es tu novio y te quiere. Es lógico que él sepa que estás preocupada y los motivos.
Kitty negó con la cabeza.
—Prefiero que seas tú. Eres mi hermana y además eres médico. Me siento mejor contigo, sé que no me harás preguntas...
—De acuerdo. Siempre estaré para ti, Kitty —le dijo de corazón—, para ayudarte en todo lo que quieras. Sé que este tipo de cosas puede ser angustiante. Tomaré la prueba. Imagino que estén en tu bolso, ¿verdad? —Kitty asintió—. Haremos una sola ahora y la otra con la primera orina de la mañana, que es la que puede tener una concentración más alta de la hormona hCG, a la que reacciona el test. Mañana, a primera hora, te encerrarás en el baño cuando Max esté aún durmiendo y me harás una videollamada para ver el resultado.
—De acuerdo.
—¿Has considerado algún otro método anticonceptivo?
—No quiero hormonas y por el deporte tampoco es recomendable, hay opiniones en contra. Quizás un dispositivo intrauterino, aunque tampoco quisiera. Creía que el condón era efectivo.
—Es efectivo, en la mayoría de los casos. Ningún método lo es 100%.
—¿Y una ligadura de trompas? ¿Una histerectomía?
—Por Dios, Kitty, me asustas. Estás demasiado alterada para pensar en algo así... ¿Para qué someterte a un proceder quirúrgico cuando puedes protegerte de otras maneras?
—He entrado en pánico. Lo siento. Sé que no hay motivos suficientes para suponer que esté embarazada, pero... ¡Tengo mucho miedo! —sollozó.
Lisa la abrazó y acarició su cabeza con cariño.
—Tranquila, todo estará bien. Hagamos la prueba para que te sientas más relajada. Es natural que siendo tu primera experiencia sexual te sientas preocupada y tus miedos se maximicen, pero no hay motivos para que te alarmes así.
Kitty asintió y se dejó guiar. Orinó en la prueba y luego esperaron los minutos consabidos.
—Es negativa —le dijo Lisa al fin.
Kitty suspiró, aliviada.
—Gracias a Dios.
—Era lo más probable, si están usando protección...
—Lo sé, es que simplemente me ofusqué...
—¿Ya le has dicho a Max por qué no quieres hijos?
—No.
—Pienso que deberías decírselo.
—Yo no lo he engañado nunca —replicó—. Siempre ha sabido que no estoy en condiciones de tener un hijo. Mis razones son solo mías. No quiero hablar con él sobre eso, por favor...
—No quieres hablar con él sobre eso porque temes perderlo; si eludes el tema puede que Max crea que, en un futuro, podrás cambiar de opinión, aunque me temo que no sea así. Todo este estrés acerca del embarazo ha sido consecuencia del tiempo que has estado con los sobrinos de Max, experimentando de cerca cómo puede sentirse tener un hijo propio y la felicidad que algo así le daría a Max en el futuro. Y tienes miedo de que tus resoluciones sobre ese tema se vengan abajo... Porque Kitty, a mí no tienes que engañarme, tú sí quieres una familia.
La esquiadora, sentada en la cama, se llevó las manos a la cara y suspiró, todavía temblando.
—Yo no puedo formar una familia —dijo al fin—. Mucho menos con Max... No podría ver a mi hijo, no podría cuidarlo todo lo bien que merece y además...
—Si lo hablaras con él, Max podría entenderte.
—No lo haré; quiero disfrutar de esta relación todo el tiempo que pueda durar. No aspiro a más.
Kitty se enjuagó las lágrimas. Debía tener el rostro hecho un desastre.
—¿Me retocas el maquillaje, por favor?
—Por supuesto. Prométeme que te relajarás un poco... Es importante, no solo para que te sientas de mejor ánimo sino para que te baje.
—Te lo prometo.
Lisa entonces se esforzó en borrar las evidencias de su rostro lloroso. Al cabo de unos minutos, cuando Max y Rudolf fueron por ellas, ninguno de los dos pudo si quiera avizorar toda la preocupación que había tenido Kitty previamente.
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En un área reservada en el piso superior del local, Max y Rudolf compartían una copa luego de haber bailado por bastante tiempo con sus respectivas novias. Lisa y Kitty habían ido al tocador, esta última se notaba sobre todo un poco cansada. Max sabía que visitar lugares nuevos, con muchas personas, representaba en esfuerzo grande para ella, por eso tenía planeado algo para San Valentín únicamente para los dos.
—Rudolf, dentro de pocos días Kitty y yo nos marcharemos. Tengo planeado un viaje sorpresa para ella, no obstante puedes regresar con nosotros en el avión hasta Ginebra.
—¡Qué bien! Lisa tiene aún trabajo por delante y yo también. Lamentablemente tendremos que separarnos antes de San Valentín, pero es un miércoles de trabajo y me siento satisfecho con que haya podido pasar estos días con ella. Muchas gracias por la invitación, Max.
—Me alegra mucho que me odies menos. —Rio el príncipe.
Rudolf también sonrió, pero no dijo nada.
—Quiero pedirte un favor. Necesito que me ayudes a enviar el equipamiento de esquiar de Kitty a mi casa en Ginebra. Quiero esquiar con ella y darle la sorpresa.
—De acuerdo. Solo cuídala mucho, por favor.
—Sí, no te preocupes.
—Las cosas están bien entre ustedes, ¿verdad? —lo interrogó el pelirrojo.
—Sí, muy bien. Sin embargo, yo... —Max sabía que era improbable que Rudolf se lo contara, pero quería expresarle su inquietud—. Sé que tú tampoco me lo dirás, ya que Lisa tampoco quiso y Kitty no quiere hablar de este asunto, pero, ¿por qué crees que Kitty no me haya querido confiar cómo perdió la vista?
—Porque no quiere perderte —respondió su amigo.
—¿Entonces tú sí lo sabes? —interrogó Max.
—Sí, si lo sé. Claro que lo sé. Kitty es mi mejor amiga.
—Me duele que no haya querido decirme...
—Es muy pronto; cuando esté lista te lo contará. No es lo mismo decírselo a un amigo que a una pareja.
—Te aseguro que, sea lo que sea, no me voy a espantar.
—Entonces bríndale toda la seguridad del mundo, para que ella sepa que, aunque lo conozcas, estarás con ella a pesar de cualquier cosa. Aunque quizás con el tiempo esta relación no tenga realmente futuro.
—Eso no es verdad —objetó Max.
—Eso sí es verdad —replicó Rudolf—. Kitty está muy consciente de eso. Lo sabes tú, los saben sus padres, lo sabemos Lisa y yo... Todos lo sabemos. Y te aseguro que me duele que así sea, porque ella se lo merece todo, inclusive esa familia a la que quiere renunciar. Ojalá logres hacerla cambiar de opinión, pero para eso tendrías que saber muchas cosas que aún ignoras y librar la más difícil de las batallas frente a tu familia, defendiendo tu amor por una mujer invidente que, lamentablemente, no encajaría en una familia real. Así que Max, si me pides un consejo, ámense sin pensar demasiado en el futuro y, sobre todo, no le preguntes sobre ese tema. No sabes lo que pueda sobrevenir una vez abierta la caja de Pandora.
Max asintió, sin embargo no pudo decir nada más, ya que Kitty regresaba con su hermana.
Esa noche, cuando estuvieron solos en la habitación, Max la besó en silencio, apropiándose del momento, como si el futuro fuera, en efecto, tan incierto como suponían todos. Y, aunque sabía que debía tener paciencia, moría de deseos de develar los secretos de aquella caja de Pandora.
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