Capítulo 29
4 de febrero de 2024
Timbavati tenía un olor muy suyo, que Kitty percibió al instante, intentando impregnarse de toda la experiencia de un sitio que no podía ver con sus ojos, pero sí a través de los del hombre que amaba. Estaban en compañía de Luan, quien los había llevado al hotel de su familia, en el corazón de la reserva sudafricana. Max le iba describiendo la casa principal, un acogedor sitio donde se mezclaba la cultura nativa con elementos decorativos y mobiliario europeo que perteneciera a la familia de Quentin, el padre de Luan, en una extraña pero perfecta sincronía.
Fueron recibidos con suma amabilidad por Kande, a quien unos días atrás había conocido: una mujer increíble que había luchado por el amor de su marido en circunstancias bien adversas y que representaba un ejemplo para cualquiera de su género. La alegre música, proveniente de una vitrola según le dijeron, inundaba la estancia dándoles la bienvenida.
Luan les propuso dar un paseo y llevarlos hasta su clínica, el lugar donde ponían en práctica su protocolo acerca de inseminación de leones. Tomaron una camioneta y Max le fue describiendo el entorno, se toparon a lo lejos con una manada de licaones, el perro salvaje autóctono y con unos elefantes que se bañaban en el río. Las descripciones de Max y de Luan la hicieron sentir que no estaba perdiendo de nada.
—Debe ser increíble vivir aquí —comentó la joven.
—Así conquisté a mi mujer —bromeó Max—, le gustó tanto Timbavati que se enamoró de mí.
—Ustedes son una pareja maravillosa. Caroline está muy orgullosa de ti y tú de ella. Por cierto, ¿desde cuándo tienes la clínica? —preguntó Kitty, interesada por su trabajo.
—Si te refieres a la nueva clínica completamente remodelada, hará unos tres años, puesto que la anterior fue víctima de un sabotaje.
—¡Qué terrible! ¿Un sabotaje? Pero, ¿por qué?
—La inseminación de las especies, en particular de los leones, tiene detractores, por considerar que solo estaríamos contribuyendo a que nazcan ejemplares para la caza enlatada, sin comprender las ventajas de proteger la especie y evitar la endogamia. Lo que sucede es que algunas personas son extremistas y, en algunos casos, como el de mi exnovia, quien fue la causante del siniestro, a la locura se le sumó la envidia de verme alcanzando un logro científico que ella, por los patrones morales de su padre en la ciencia, no podría alcanzar.
—¡Qué historia!
—El documental de Justin tomó el accidente y cómo, a pesar de haber perdido la clínica, se logró probar el protocolo con el nacimiento de tres saludables cachorros —contó.
—¿Has sabido de Tina? —preguntó Maximilian de pronto.
—Gracias a Dios no. Cumplió su condena y desapareció.
Luan entonces le narró a Kitty el papel fundamental que desempeñó Caroline en la reconstrucción de la clínica, de la ayuda invaluable de Max y de la importancia de la ONG que fundara la princesa para llevar adelante los proyectos.
—La ONG no podría estar en mejores manos que en las de mi esposa. En estos años ha impulsado muchas investigaciones y me siento orgulloso de tenerla a mi lado, permitiéndome alcanzar metas que, sin ella, hubiesen sido muy difíciles o imposibles de conquistar.
—¡Qué historia tan bonita! —exclamó Kitty emocionada—. Ahora comprendo mejor el amor tan grande que los une. Los príncipes de Liechtenstein son muy especiales, ¿verdad? El mío también lo es.
Y antes de que Max pudiese decir algo, ya Kitty se había girado hacia él para darle un beso.
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Por las descripciones, la clínica era un sitio maravilloso, equipado con la mejor tecnología. Max incluso estaba impresionado de cómo habían progresado las cosas. Luan les les presentó a todo su equipo y luego les condujo a un sitio especial.
—Van a conocer a nuestros niños lindos —Rio.
En un área limitada, el sudafricano les mostró a los últimos cachorros nacidos por inseminación, uno de ellos era un león blanco. La madre los había rechazado, algo que podía suceder, por lo cual el equipo se encargaba de darles toda la atención y cuidados posibles.
—Dentro de un tiempo se reintroducirán en la vida salvaje, por el momento los monitoreamos y preparamos hasta que puedan valerse por ellos mismos —explicó el científico—. Estoy preparando un artículo con nuestras experiencias con los cachorros que han nacido por esta vía y que luego son reintroducidos. Estoy muy emocionado con esto y pienso que puede ser realmente muy interesante. ¿Quieres tocarlos, Kitty? Te aseguro que es una experiencia única.
El rostro de ella se iluminó.
—¡Sí! ¡Me encantaría!
Luan mismo la ayudó con cuidado a que acariciara a las dos bolitas de pelo calientes y traviesas que intentaban morder y jugar con sus manos. Algunos gruñidos se escapaban de sus aún inmaduras gargantas.
—Ey, cuidado, campeón —le dijo Luan a uno de ellos que quería merendarse el pulgar de Kitty.
—¡Qué bellos! —sonrió la esquiadora—. Creo que pudiese pasarme horas cuidando de ellos.
—Kitty, todo el año tenemos abierto un programa de recaudación para nuestros animales, del cual no te escapas. ¡Quiero que ambos participen! Se llama: "Adopta en Timbavati". Consiste en un pago anual a la fundación de Timbavati; a cambio, se les realiza un certificado de adopción en el cual consta que apadrinan al animal en cuestión y le dan un nombre. Por supuesto, el consabido no sale de su hábitat natural, pero todos los años se les brinda información a los adoptantes sobre los ejemplares y cómo se encuentran. Como sabía que Max y tú nos visitarían, me he tomado el atrevimiento de destinar a este hermoso leoncito blanco para ustedes. ¿Qué dicen?
Max soltó una risita, le parecía una idea estupenda.
—Me gustaría, Luan —accedió Kitty de corazón—. ¡Adoptar a un león! No pensé que fuera posible pero me hace mucha ilusión...
—Estupendo, yo también acepto. ¿Cómo nombramos a nuestra criatura? —bromeó Max, aunque le emocionaba estar haciendo aquello con Kitty.
—Como es blanco, debe ser relacionado con la nieve —opinó Kitty.
—Ya tenemos a uno llamado Sneeu que es nieve en afrikáans —intervino Luan—, así que estaría muy bien tener otro, aunque por supuesto no idéntico.
—Snowflake —dijo Kitty al fin. Su "copo de nieve". Le parecía el nombre ideal.
—Me parece perfecto. —Max le dio un beso rápido en los labios a su novia. No era un bebé, por supuesto, pero era algo más que compartía con ella, algo muy especial.
Luan aprovechó la oportunidad para tomarles una foto con Snowflake en los brazos del príncipe, para adjuntarla al archivo que se le entregaría a los "adoptantes".
Max se distanció un poco del lugar, pues recibió en ese momento una llamada de sus padres. Kitty permaneció con Luan en una oficina mientras este terminaba de imprimir la ficha de Snowflake para entregárselas.
—¿Te ha gustado conocer la clínica?
—Mucho —le respondió Kitty—. Y sobre todo la historia de amor que hay detrás de este sitio tan increíble.
—Gracias. Caroline y yo hemos atravesado por momentos difíciles, como cualquier pareja, pero hemos sabido construir una bonita vida juntos. La clínica forma parte de lo que hemos logrado, así como la ONG. Carol se hizo cargo de fundarla, sin que yo supiera nada, en los seis meses que estuvimos separados.
—¿Estuvieron separados? —preguntó Kitty sorprendida, quien ignoraba esa parte de la historia.
—Sí, es una larga historia —respondió Luan—, que se resume a que los padres de Caroline, luego de la explosión de la clínica, la hicieron regresar a casa por motivos de seguridad. Creían que Timbavati no era un lugar seguro para ellos y prácticamente la conminaron a regresar a casa.
—Debió ser duro para ti.
—Sí, mucho —reconoció—. Al comienzo no comprendí los motivos de Caroline, aunque respeté su decisión. Luego supe que lo hizo para ayudarme. Fueron las condiciones que impusieron sus padres para estar convencidos de que lo nuestro era en serio.
—Unas condiciones harto difíciles. ¿Puedo preguntarte si se oponían? ¿Cómo es tu relación con ellos? Discúlpame si soy demasiado atravida, es que...
—No te preocupes, te comprendo —la interrumpió Luan—. Es lógico que sientas interés por tus suegros, ¿no? Al principio yo creí que, en efecto, se oponían a nuestra relación —le contó el científico—. La verdad es que me sentía indigno de Caroline. Proveniente de una familia interracial y sin un centavo, no era el pretendiente estrella. Aún no me creo que tenga la suerte de estar casado con una mujer tan maravillosa, pero poco a poco fui sintiéndome merecedor de su amor, el que siempre le he reciprocado. Volviendo a tu pregunta, aunque creí inicialmente que mis suegros se oponían a nuestro amor, luego comprendí que Luis y Sofía eran solamente dos padres que querían tener la certeza de que su hija tomase una decisión meditada y seria sobre su futuro y no movida por una pasión efímero. Hoy puedo decirte que mis suegros no son las distantes y temibles personas que yo creía, son simplemente buenas personas —concluyó.
—Muchas gracias, Luan, por tu sinceridad. Te mereces unos suegros que te aprecien.
—Gracias. Actualmente tenemos una buena relación. Tú también mereces ser apreciada por tus suegros, Kitty. Sin embargo, no te abrumes si pasan unos meses y aún no se animan a conocerte. Lo harán cuando comprendan que esto va en serio.
—No sé cuán en serio —confesó la chica—. Yo no quiero hijos y Max está en la obligación de tenerlos. Sin embargo, es demasiado pronto para que me torture con estas cosas. Me he prometido disfrutar de lo que tengo hoy sin preocuparme en demasía por el futuro.
—Quizás cambies de opinión.
—Es difícil... Yo... —dudó, sin embargo, el regreso de Maximilian interrumpió su confesión que Kitty estuvo a punto de hacerle.
Luan le había transmitido mucha confianza; en cierta forma su historia se parecía, ya que partían ambos de una situación desventajosa. Su amabilidad y cercanía casi la animan a decirle la verdad. Quizás fuese bueno que Max los hubiese interrumpido. Ella no estaba preparada para hablar de esa historia.
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Esa noche, tras un productivo y excelente día en Timbavati, se reunieron en el salón principal del hotel. Max se sentó junto a Luan y esperaba que Kitty se les uniera cuando la esquiadora lo sorprendió diciéndole:
—Tengo una sorpresa para ti...
—¿Cuál? —El príncipe moría de curiosidad.
—He estado hablando mucho con Caroline y sé que no continuaste con tus clases de piano...
Max soltó una risita.
—¿Qué te ha dicho Carol de mí? Todas son calumnias...
—Ey, mi esposa no calumnia a nadie... —protestó Luan.
—Olvidemos esto. La sorpresa que te tengo es esta...
Kitty sabía que había un piano en la estancia. Kande la condujo hasta el instrumento, así que para sorpresa de Luan y del príncipe, la esquiadora se sentó en él. Buscó a tientas las notas hasta comenzar a tocar la canción "Per Amore" que habían escuchado en el concierto de Bochelli. Era su canción y la manera que tenía para decirle cuánto le amaba.
Max sonrió, seducido por la belleza melódica y la perfecta ejecución de su amada intérprete. Cuando concluyó, los presentes se pusieron de pie y la ovacionaron. Kitty se levantó riendo y sonrojada por la vergüenza, aunque muy contenta por la calidez con la que fue recibida.
Más tarde, en la intimidad de su dormitorio, Max le expresó una vez más lo impresionado que estaba con su talento.
—Tienes muchas cosas escondidas, princesa mía.
—Eso tampoco aparecía en mi ficha, ¿verdad? —Rio Kitty abrazándose al cuerpo desnudo del príncipe.
—No. Lo ignoraba por completo.
—Aprendí de niña, antes de... Antes de perder la vista. La música era lo único que me calmaba durante esos duros momentos. Torpe como era, tocar el piano me sacaba de mi dolor por algún tiempo. El piano se halla en el piso superior de mi casa, en el salón que mi mamá me habilitó para la música en aquel tiempo. Aún lo toco, por supuesto, pero ya lleno mi vida con otras pasiones como el esquí o tú...
—Kitty... —Max no sabía cómo preguntarlo—. ¿Algún día me dirás cómo perdiste la visión?
Ella permaneció en silencio por dos minutos. Max la vio abrir la boca en dos ocasiones, intentando decirle algo, pero luego se calló. No podía... No quería.
—No arruines nuestra noche con eso, por favor... Te lo suplico —dijo al fin.
Max solo le dio un beso, comprensivo, respetando su dolor, aunque debía reconocer que moría de curiosidad. No era morbo, estaba convencido de que en ese hecho dramático en su vida podría hallar algunas respuestas sobre ella, sus sueños, sus frustraciones, sus decisiones de vida...
Kitty reciprocó su beso, con tanta pasión que los pensamientos del príncipe se borraron, dando paso a un ardiente deseo de tomarla en sus brazos para amarla muy lentamente. Unidos en su entrega, Kitty se centró en su creciente amor, obviando también todo lo demás, incluyendo aquella circunstancia que le impedía soñar con un futuro al lado del príncipe Maximilian.
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