Capítulo 24
18 de enero de 2024
Estaba agotada, luego de una dura y exigente semana; aunque también estaba muy feliz. Su relación con Max y los dos títulos mundiales, eran motivo más que suficiente para sentirse una mujer plena.
Era media mañana cuando escuchó que tocaban a la puerta; aún no se había levantado de la cama, aunque estaba despierta. Bajó la escalera con cuidado y abrió. No llevaba las gafas, así que no tenía idea se quién sería, aunque el perfume del recién llegado y su corazón, le hicieron advertir su identidad por adelantado.
—Pijama a cuadros, el día comienza de maravillas para mí... —le dijo el príncipe con una sonrisa.
Ella sonrió también, era él. Abrió sus brazos para recibirlo mientras caminaban hacia el interior de la vivienda, casi a punto de caer, unidos en un intenso abrazo. Max cerró la puerta con una pierna sin dejar de besarla.
Ella se separó un poco para recuperar el aliento:
—¿Has traído algo de comer? Huele estupendo...
—Y, por causa de una bolsa de bollos suizos, ella me deja de besar... —se quejó, aunque le entregó, gustoso, la bolsa—. Tenía la impresión de que te encontraría justamente así: en pijama y hambrienta...
—Muchas gracias, son mis favoritos. —Kitty se sentó con él en el diván, mientras comenzaba a devorar los dulces—. ¿Quieres?
—No, son todos tuyos. Ya yo comí en el desayuno, pero me parecieron exquisitos y creí que te gustarían...
Kitty pensó que Max estaba siendo de lo más tierno con ella, y aquello la hizo quererlo más.
—Tu cocinera debe pensar que me traes demasiados dulces...
—Está contenta de que tenga novia, así que me los dio con gusto.
—¿Y tus padres? —preguntó con cautela—. ¿Qué opinan de esto?
Max se quedó en silencio por unos segundos. No esperaba que ella le hiciese esa pregunta.
—Pensé que no te importaba lo que ellos pensaran.
Kitty se ruborizó.
—Supongo que sí me importa.
—Me alegra que te importe. —Max no lo dijo, pero creía que ese interés de Kitty era muestra de sus sentimientos por él y de que no deseaba que aquella relación fuera efímera—. Respecto a lo que me preguntas, supongo que mis padres están algo sorprendidos de que, por primera vez, les hable de alguien que me interesa seriamente; el solicitarles el avión, para acudir a tu competencia, lo puso se relieve. No están en contra, si lo estuviesen jamás papá me habría ayudado para que volara para verte; por protocolo no era correcto hacerlo, pero accedió de buen grado, también te deseó muchos éxitos, eso es muestra de muy buena voluntad de su parte. Sin embargo, también es cierto que ellos se comportan no solo como padres, sino como los padres de un futuro Jefe de Estado, por lo cual son bastante recelosos de mis pasos y exigentes respecto a mi comportamiento y futuro, lo cual no está relacionado directamente contigo sino con mi formación para el cargo.
—Comprendo.
—Me imagino que en algún momento los conocerás. Al menos en unos días espero que conozcas a Caroline. Ella insistió frente a mis padres para que no me perdiera tu competencia.
—Me agrada tu hermana —dijo con una sonrisa.
—Carol es extraordinaria, ya lo comprobarás por ti misma. Sin embargo, no he venido para hablar del viaje a Sudáfrica, sino para invitarte a pasar unos días en Ginebra, conmigo.
Ella se rio, nerviosa.
—Estás completamente loco...
—¿Por qué? Ya eres Campeona del Mundo, mereces descansar y relajarte un poco...
—Contigo no me relajo —confesó ella riendo de nuevo—, experimento algo que me es muy difícil de explicar con palabras, pero que es demasiado bonito como para dejarlo escapar... —Kitty le tomó su rostro con las manos y le dio un beso.
Max la abrazó, mientras jugaba con su largo y sedoso cabello negro con sus manos.
—Eso que acabas de decirme solo aumenta mis deseos de estar contigo...
—Max, yo... —Quería confesarle que tenía miedo, no había tenido nada parecido en su vida mientras que Max contaba con una vasta experiencia en el área romántica.
—No necesitas decirme nada —la interrumpió él—. Recuerdo cada una de nuestras conversaciones como para no imaginar lo que intentas decirme. Todo estará bien, solo quiero pasar tiempo a tu lado y no sucederá nada que no quieras. ¿Qué dices?
—Buscaré mis cosas —respondió ella decidida.
—Empaca lo imprescindible; no lleves pijama a cuadros...
Kitty soltó una carcajada.
—Soy un tipo distinto de mujer en tu vida, Max. Yo sí duermo con pijama...
Él resopló.
—De acuerdo. —Y al mirarla, sintió esa sensación de que Kitty era, en efecto, algo distinto en su vida, un soplo de frescura y bondad, y no porque su discapacidad la hiciese diferente, sino porque Kitty era una mujer extraordinaria.
🏔️❄️🏔️❄️🏔️❄️🏔️❄️🏔️❄️🏔️❄️🏔️❄️🏔️❄️
Todavía no podía creer que se encontrara en Ginebra con Max. Al decírselo a su madre, Charlotte permaneció diez minutos en silencio hasta que finalmente procesó la noticia. No le dijo nada, solo que se cuidara:
—¿Recuerdas aquella charla que sostuvimos cuando eras adolescente?
Kitty lo sabía, fue antes de perder la vista, cuando se suponía que tuviera una adolescencia normal y un novio muy pronto.
—Por favor, no me hables de sexo. —Rio Kitty—. Tengo veintisiete años y sé del tema toda la teoría. Además, estos días no se tratan de eso, solo queremos pasar tiempo juntos... —Aunque sonaba convencida, Kitty no podía estar tan segura de hasta dónde los llevarían sus crecientes deseos.
Charlotte no dijo nada más, confiaba en ella y, por otra parte, era un asunto de la pareja y no debía inmiscuirse mucho más.
—¿A dónde me llevas, Max? —le preguntó Kitty saliendo de sus pensamientos.
—He pensado en algo relajante para los dos, una cita que se centre más en las sensaciones... Recuerdo lo que me dijiste una vez acerca de las citas y el sentido de la vista. ¿Qué tal si continuamos aguzando nuestros otros sentidos?
Ella le tomó la mano.
—Aprecio que hagas eso, de verdad. Sin embargo, no quisiera que te prives de compartir conmigo una película o un viaje, solo porque yo no pueda tener exactamente la misma experiencia que tú.
—Adoro que hables de hacer planes conmigo. —Max se llevó la mano a los labios—. Te prometo que haremos todo. El viaje ya está planificado y me encantaría que conocieras Timbavati, la reserva que enamoró a mi hermana. Estoy seguro de que el olor de la tierra y la sensibilidad de tu oído, tacto y corazón, harán de tu visita algo memorable.
—Tú harás de mi visita algo memorable, Maximilian. —Y cuando decía su nombre de aquella manera, sentía que iba perder el juicio.
—¿Sabes lo bonito que se escucha mi nombre en tu boca?
Ella se inclinó para besarlo por un momento.
—Aún no me has dicho a dónde vamos...
—A un spa. Será una experiencia excelente a tu lado.
—Nunca he estado en uno —confesó—, nunca he tenido mucho tiempo ni disposición realmente para obsequiarme de esa manera...
—Hoy lo harás; no hay nada mejor para aliviar el estrés mantenido de estos días. Confía en mí...
Ella confiaba, la tenía en sus manos aunque no se lo hubiese dicho. Tenía miedo de lo involucrada que ya estaba y ni siquiera... Enrojecía nada más de pensar en mayor intimidad con él.
Maximilian la llevó al Guerlain Spa, en The Woodward. Tenían la piscina cubierta más grande de Ginebra, varios saunas, baños turcos, bañeras de hidromasaje, entre otras amenidades. Una de las suites del hotel era para parejas, y allí fue precisamente a dónde la llevó, buscando la mayor privacidad.
Iniciaron con un masaje para parejas, en dónde cada masajista se ocupaba de un cliente, y el masaje era ejecutado para los dos al mismo tiempo. Kitty jamás había recibido ninguno, por lo que experimentó algo de pudor cuando se quitó la ropa en el vestidor y salió en una bata.
Max le prometió que no estaba mirando, así que Kitty aprovechó para recostarse en la mesa. Al comienzo estaba un poco tensa, pero el olor del incienso y el masaje la fueron relajando poco a poco. Su mente se puso en blanco, centrándose únicamente en el placer que le brindaba el procedimiento.
Cuando terminaron, Kitty estaba por completo relajada.
—¿Qué tal?
—Estupendo, siento que he soltado toda la tensión de estos días. Podría dormir como un bebé ahora mismo...
Max se rio.
—Pero aún no vas a dormir. Vayamos a otro sitio.
La administración había cerrado la piscina al público para que fuera privada para ellos. Una nutrida mesa buffet con dulces, panecillos, canapés y frutas, les dio la bienvenida. Maximilian le tendió una copa de champagne y ella la tomó. Hicieron un breve brindis: "por ellos", mientras comían algo de lo que estaba disponible. Kitty, con sus gafas, pudo escoger con libertad, aunque apenas comió un poco de fruta para acompañar su copa.
—¿Entramos al agua?
—Max, no he traído traje de baño... Debajo de esta bata estoy desnuda.
Él sonrió recreándose en la palabra "desnuda" y viendo lo turbada que se hallaba Kitty.
—No importa, desnuda. Estamos solos...
—No puedes estar hablando en serio... —Se puso cada vez más nerviosa.
—El agua está exquisita, después de este masaje que hemos recibido, será muy bueno para nuestro cuerpo.
—No tengo nada en contra del agua, Max, sino en contra tuya —objetó Kitty con una sonrisa—. Recuerda que yo no puedo verte, así que tu desnudez no es un problema para ti...
—Mi desnudez nunca ha sido un problema para mí —bromeó—, en todo caso es mi estado natural...
Ella se ruborizó.
—Sí, ya sé que eres un depravado nudista de cocina a la medianoche y un poco idiota también, pero el punto es que no estaremos en las mismas condiciones. Tú podrás verme y yo a ti no...
—Sabía que dirías eso, por lo que vengo preparado para todo... —Max se acercó a ella y del bolsillo de su bata extrajo un antifaz para dormir y se lo colocó en la mano—. Voy a tener esto puesto todo el tiempo, para estar en las mismas condiciones tuyas. ¿Está bien así para ti?
Ella le sonrió.
—Has pensado en todo —respondió—, pero creo que es un trato justo. Solo necesito que me acompañes a la escalera antes de ponerte el antifaz.
—De acuerdo.
Max así lo hizo. Kitty se quedó de pie en el primero de los peldaños: el agua le llegaba a la altura de los tobillos.
Luego Max se colocó el antifaz, estaba a su lado. A la cuenta de tres se despojaron de las batas y las lanzaron a un costado de la piscina. Tomados de las manos, descendieron juntos el resto de los peldaños hasta sumergirse por completo.
Kitty no sabía qué le daba más placer, si la calidez del agua sobre su cuerpo completamente desnudo o la sensación de la mano de Max en la suya. Saberlo a escasos centímetros de ella la hacía sentir sumamente exaltada.
Max, por su parte, jamás había tenido una experiencia así. Desorientado por haberse privado voluntariamente del sentido de la vista, solo podía sentir a Kitty como su ancla, su lugar seguro, su fuente de exquisito deseo. Moría por atraerla hacia él y besarla despacio contra su cuerpo, pero tenía miedo de asustarla. Jamás había experimentado tanta contención y deseo al mismo tiempo. Hallarse a ciegas exaltaba el resto de sus sentidos, provocando que el más simple de los roces se sintiese como una catarata de sensaciones a punto de hacerlo explotar.
—Bésame —suplicó.
Ella rio, pero en lugar de complacerlo le soltó la mano y se alejó de su voz, avanzando por las cálidas aguas.
—Estamos desnudos, no te besaré así.
—Es solo un beso, un abrazo y...
—¡Max! —lo reprendió riendo— Te propongo un juego...
—Adoro los juegos... —respondió con voz seductora.
—Lo imagino, has jugado mucho en tu vida...
—Te aseguro que nunca me había sentido más exaltado que ahora. Dime, ¿en qué estás pensando?
—Cuenta hasta cincuenta en voz alta, en ese tiempo yo tengo que alejarme de ti todo lo más que pueda; luego tendrás que encontrarme... Te daré solo quince minutos para eso.
—¡Kitty, es una piscina gigante! ¡De veinte metros!
—Nadie dijo que esto fuera sencillo. Soy una mujer muy complicada... —Y cuando lo dijo, Maximilian casi que podía imaginar la sonrisa aflorar a su rostro.
—¿Qué gano a cambio?
—El beso que querías... Pero no puedes quitarte el antifaz en ningún momento, y por más que lo intentes, no pienso decir ni una palabra para que no puedas ubicarme en el agua...
—Dios, eres una novia terrible —se quejó riendo—. De acuerdo. Comencemos. Uno... Dos... Tres...
Kitty fue avanzando por el medio de la piscina, tenía tiempo suficiente para encontrar algún punto distante en dónde refugiarse. La voz de Max se hacía cada vez más lejana mientras se deslizaba con cuidado por el agua para no hacer sonido alguno. Finalmente se quedó de pie contra una de las paredes, cerca de una escalera.
—Cuarenta y nueve... Cincuenta...—Max estaba agotado de contar—. Te encontraré, lo juro.
Kitty reprimió la risa, aunque muy pronto comprendió que aquello iba a enserio. Escuchó como Maximilian nadaba; sus rítmicas brazadas le indicaban que el príncipe iría a iniciar la búsqueda desde el extremo opuesto: era muy inteligente de su parte, puesto que ella se encontraba de ese lado.
—Muy bien. Comencemos. —Max estaba algo agitado—. Me parece que no sabes lo buen nadador que soy. Ya estoy del otro lado de la piscina.
Ella lo imaginaba, pero no iba a responder.
Max comenzó a moverse con cuidado, abriendo los brazos a ciegas, intentando ubicarse en el espacio enorme que lo rodeaba.
—¿Sabes nadar, Kitty? —Aguardó unos instantes pero ella no contestó—. Al parecer, es cierto que no vas a hablar... No importa, aprovecharé estos minutos para encontrarte, me estoy moviendo con bastante rapidez aunque... ¡Ay! —gritó de pronto—. Me he golpeado con una de las paredes... Al parecer ni siquiera te preocupa mi integridad física —se quejó—. Me he dado un golpe y no has preguntado ni cómo me encuentro... Quizás necesite de un médico. Tal vez tu hermana muestre más solidaridad que tú...
—Idiota —se le escapó. De inmediato Kitty se percató de su error y se llevó una mano a la boca para ahogar también su risa. No estaba celosa de Lisa, solo le había parecido graciosa la manera en la que Maximilian intentaba ubicarla.
Sus esfuerzos fueron satisfactorios. Max se giró a la derecha, hacia dónde había sentido su voz, aunque a cierta distancia.
—Creo que funcionó —le dijo riendo—. Los celos te han dominado y no puedo entenderlo. Creo que deberías saber ya que no hay otra mujer en la piense, no hay nadie más que me prive del aliento, no hay otra piel que desee acariciar que no sea la tuya. Y aquí me tienes, Kitty, buscándote con las condiciones que me has puesto, aún sabiendo que deseas que te encuentre...
El corazón de Kitty comenzó a latir con mucha intensidad. En efecto, ella lo ansiaba aunque, por otra parte, tenía miedo.
—Kitty... Percibo el olor de los aceites del masaje mezclado con tu perfume. Te siento cerca...
Estaban a punto de encontrarse, ella lo sabía. La anticipación la hacía sentir muy nerviosa, al punto de no darse cuenta de que, al moverse un poco, levantó algo de agua, llamando su atención de nuevo.
—Kitty... —Estaba a menos de veinte centímetros—. Siento tu respiración. Estás aquí, ¿verdad?
Ella se dió por vencida, aunque en realidad deseaba perder en ese juego, porque lo ganaría a él.
—Estoy aquí —respondió ella dando un paso hacia su voz.
Kitty alargó las manos, y fue lo primero que Max halló en el agua, con las suyas. Entrelazó sus dedos con los de Kitty y la hizo acercarse a él. Sus torsos desnudos se encontraron al fin, en un tacto exquisito e íntimo... La sensación fue desconcertante para ambos, porque era demasiado erótica y estremecedora.
Kitty suspiró, pero no se apartó de él, recostada al pecho de Max, ignoraba si la sensibilidad de su cuerpo se debía al calor del agua o aquel que emanaba del contacto de sus pechos con los pectorales del príncipe.
Max, demasiado turbado, no dudó en abrazarla contra su cuerpo, mientras se apoderaba de su boca en un febril beso que desencadenó las más intensas manifestaciones físicas en su ya tembloroso cuerpo. A fin de cuentas, el príncipe era un hombre; y un hombre muy apasionado...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro