Capítulo 13
"Lisa". Tenía que haber escuchado mal. Sin embargo, pequeñas evidencias que había pasado por alto comenzaron a hacerse muy patentes para él. Kitty y Lisa compartían el mismo cabello negro y abundante, herencia paterna. Fue por ese motivo por el cual confundió a Kitty con su hermana en la nieve, la primera vez que la vio. Ese había sido el motivo del accidente, además de su terrible imprudencia.
Tanto Lisa como Kitty le habían hablado de sus historias familiares. Lisa le recriminaba a su padre haberla alejado de su madre y hermana. Kitty le reprochaba a su progenitor exactamente lo mismo.
En los libros de Charlotte, aparecían dos brujas adolescentes: Kelly y Lizzie. Si Kelly era la representación de Kitty, Lizzie debía serlo de su hermana Lisa.
Ambas habían estado en Malbun en las mismas fechas. La hermana de Kitty se llamaba Lisa y se encontraba en Sudáfrica. Y Lisa se había marchado a Pretoria a trabajar como médico. ¡Eran demasiadas las evidencias! Luego lo asaltaron las preguntas: ¿Sabía Kitty que había tenido una cita con su hermana? ¿Sabría Lisa de su amistad con Kitty? Sobre lo primero, estaba casi convencido de que no. Las cosas entre Kitty y él no habrían avanzado tanto de saber ella que su hermana había salido con el príncipe de Liechtenstein. Respecto a Lisa, tenía sus dudas... Al parecer estaba informada del accidente, pero, ¿sabría que había sido él, el culpable? ¿Estaba al tanto del desarrollo que había tenido su amistad con Kitty? ¿Esos acontecimientos habrían influido en que Lisa no lo llamara? ¿Le importaba tanto ahora que no lo hubiese hecho?
—Dios, tengo que salir de dudas —se dijo a sí mismo.
Su ofuscación era tal que terminó pidiéndole a un miembro de su equipo que en ocasiones fungía de su chofer, que condujera por él.
—¿Estás bien? —le preguntó Kitty cuando se sentaron en la parte trasera del coche.
—Sí, solo estoy cansado y no tenía deseos de conducir —respondió, aunque su mente estaba perdida en sus pensamientos.
—Max, te confieso que hacía mucho tiempo que no pasaba unas horas tan agradables con mi padre. Siento que desde que apareciste en mi vida solo suceden cosas buenas —le dijo de corazón, sin imaginarse lo confundido que se hallaba el príncipe.
Él la miró por un instante, continuaba muy abatido.
—¿Cosas buenas? Te impacté mientras esquiabas, Kitty. Te hice daño...
—Por esa única vez en la que me hiciste daño, me has hecho muy feliz otras muchas.
Max volvió a mirarla. Tenía miedo de hablarle de Lisa. Creía que, si le contaba la verdad, perjudicaría para siempre aquello tan bonito que construían. Conocía lo suficiente a Kitty como para imaginarse que algo así podía ser suficiente para alejarse de él de manera definitiva.
—¿Escuché que tú hermana está en Sudáfrica? —soltó, con toda la ecuanimidad que le fue posible reunir.
—Sí, forma parte de un equipo de médicos que estarán haciendo cirugías ortopédicas por varios meses en Pretoria.
—Es algo muy importante —comentó escuetamente. Ya no tenía dudas de que eran la misma persona.
—Sí, Lisa es increíble. Muy talentosa y hermosa. Creo que es el tipo de mujer que te gustaría —le dijo con sinceridad—. Sin embargo, te ha tocado conocer a la hermana defectuosa —añadió en broma.
Sin embargo, aquellas palabras hirieron a Max por diferentes motivos. El primero era porque, en realidad, sí había conocido a Lisa, incluso era verdad que le había gustado. El segundo motivo y el más importante, era que odiaba cómo Kitty se refería de sí misma...
—No vuelvas a decir eso, ¿de acuerdo? —le pidió acariciando su mejilla por un momento—. Eres perfecta tal como eres.
Cuando él le decía aquellas cosas, con esa convicción, Kitty sentía que podía creerlo.
—Gracias, Max, por siempre verme con los mejores ojos posibles...
—Siempre será así. Por cierto, ¿sabe tu hermana de nuestra amistad? —preguntó de nuevo. Eso, más que otra cosa, lo tenía sumamente intrigado.
—Sí. Mi mamá no pudo contener la emoción de que estuvieras visitando nuestra casa, así que terminó contándole. Aunque yo no quería preocuparla, le habló del accidente y todo lo demás...
—Me imagino que se sorprendería mucho. Tu padre también lo hizo cuando descubrió mi identidad.
—Sí, supongo —admitió—, aunque yo no suelo hablar mucho de ti con nadie—. Y se ruborizó cuando hizo el comentario.
—¿Por qué?
—Supongo que sigo esperando a que llegue el momento en el que no vuelvas más...
—Los amigos permanecen siempre con nosotros, o al menos así debe ser. Eso fue lo que me dijiste: que para ti era muy valiosa nuestra amistad.
—Sí, lo sé —respondió Kitty, aunque no podía entender la razón por la cual la palabra "amistad" dicha en los labios de Max, la hacía sentir tan triste.
—Entonces no tienes por qué tener miedo de que desaparezca. Eso quizás sucedería si hubiésemos sido algo más que amigos, pero yo no te atraigo en lo absoluto —remarcó con una sonrisa y un tono de voz especial.
—En lo absoluto —reafirmó Kitty ruborizada y con otra sonrisa en los labios.
Fue en ese momento cuando Max descubrió que eso no era cierto, que Kitty sí tenía sentimientos por él, pero que no estaba dispuesta a perder su relación por un efímero romance. Algo parecido le había sucedido con Lisa. ¡Vaya si se parecían! Debía ser él quien determinara hasta dónde era capaz de llevarlo su corazón respecto a una u otra. Aunque en realidad ya lo sabía.
—Ahora entiendo que, a causa de la distancia, a Rudolf le esté siendo difícil conquistar a tu hermana —indagó, no sin experimentar ciertos escrúpulos por no decirle a Kitty toda la verdad.
—Tal vez sí, aunque no sé mucho de eso. Rudolf perdió la oportunidad que tuvo con ella en Malbun, pues un chico misterioso se le adelantó e invitó a Lisa a una cita cuando él pensaba hacerlo.
Max se removió en su asiento, incómodo. Estaba hablando de él.
—¿Y esa cita salió bien?
—Tampoco tengo muchos detalles —respondió Kitty con tranquilidad—. Creo que él la impresionó, pero es una relación difícil. Lisa, por su profesión, tiene una vida muy consagrada, y ahora más que estará por varios meses en Sudáfrica trabajando.
—Tú también estás consagrada al deporte.
—Es distinto, y en todo caso, yo no tengo citas.
—¿No te gustaría enamorarte, Kitty? —le preguntó Max de pronto. Ella era su mayor preocupación.
—¿Para qué? —respondió con un nudo en la garganta—. ¿Para terminar con el corazón roto?
—No necesariamente tendrías que terminar así...
Ella permaneció unos minutos, meditando en sus palabras.
—Debe ser un hombre al que no le importe no tener hijos. Y eso es difícil de hallar. Si me enamorara de alguien, esa persona terminaría abandonándome por mis condiciones.
—Quizás no.
—Lo más probable es que sí —replicó ella—. Por ejemplo, en tu caso, quieres hijos. Y por el principado tienes el deber de tenerlos. Hipotéticamente, yo no podría ser tu pareja, aunque nos enamoráramos.
Kitty había hablado con la verdad por delante. Quería saber el terreno en el que se hallaba, quería saber qué opinaba Max... Él, por su parte, comprendía con mayor claridad los motivos que hacían a Kitty huir de él y de sus propios sentimientos.
—Pero tú no me quieres como tu pareja —repuso él para molestarla y distender el momento.
Ella se ruborizó.
—No. Aunque nos conocemos poco, somos amigos, pero solo eso.
—Y yo no te gusto en lo absoluto —le dijo Max para molestarla.
—Sabes que no. Yo tampoco te gusto en lo absoluto —le retó.
—Solo cuando me lees con tus manos —confesó él con la voz profunda, recordando la víspera.
Ella se acarició el cabello, un tanto nerviosa, anhelando que se repitiese.
—Kitty, sobre lo que me contestaste, ¿lo dices porque no puedes tener hijos?
—Puedo —contestó—, pero no quiero. Ya te lo había dicho.
Max pensó que, tal vez, con el tiempo, Kitty cambiaría de opinión.
—De acuerdo. Pienso que lo mejor que puedes hacer es no adelantarte demasiado a la vida. El destino muchas veces te sorprende.
—Yo tomé esta decisión hace diez años, no creo que cambie de parecer. Por eso prefiero estar sola, Max. Es más fácil. Además, tengo una vida social casi inexistente. Me encuentro poco con mis amigos, ya que cada uno ha ido haciendo su vida. Y prefiero estar en casa como una ermitaña a invertir tiempo y corazón en una relación que no tendría ni frutos ni futuro. En mi hogar, con mi deporte, estoy más segura.
—Recuerda que me prometiste ir a la boda de Gunther y Vera el sábado.
—Es cierto, lo había olvidado. Max, sobre eso, yo... ¿No tienes temor de que las personas me vean como tu acompañante? ¿No crees que puedan surgir ciertos comentarios desagradables? Yo no soy la mujer que más te conviene en un evento de esa naturaleza, así que te pido que busques a alguien más adecuado.
Max no se lo esperaba.
—Kitty, eres libre de decidir si vas o no. Yo no iré con nadie más. Pienso que Vera y Gunther se decepcionarían, a fin de cuentas ellos fueron los artífices en coordinar nuestra reunión en CamVision y estaban muy contentos con que fueras mi cita.
—Tienes razón, no lo había pensado. Sería una descortesía de mi parte. Es que...
—Sobre lo otro que me decías, hace mucho tiempo que dejó de importarme lo que dicen los medios. Eres una persona más que adecuada, es momento de que empieces a creer más en ti misma. Sin embargo, si no quieres ir...
—Max, hay otra cosa —observó Kitty—. No tengo ropa para un evento así...
Max se rio un poco al ver su expresión tensa.
—En otras circunstancias le pediría ayuda a mi hermana —continuó Kitty—, ella es muy elegante y bonita, pero está muy lejos.
—¿Cuál es tu color favorito?
—El blanco —respondió—. El blanco de la nieve.
—Debí imaginarlo, pero no es correcto que vayas del mismo color de la novia. ¿Cuál es tu segundo color favorito?
—En ese caso el celeste. Ese contraste entre el cielo azul clarísimo en una mañana despejada y la montaña nevada, es uno de mis recuerdos favoritos.
Él le tomó la mano.
—Me alegra que puedas tener ese recuerdo, que sepas cómo son los colores y puedas tener tus favoritos... Sé que debe haber sido muy difícil perder la visión, luego de haber disfrutado de una vida normal, pero me alegra que tengas en tu mente imágenes del mundo. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto.
—¿No recuerdas haber visto alguna foto mía en tu adolescencia? ¿No eras de esas chicas que guardaba recortes de revista en su habitación enamorada del príncipe?
Ella sonrió.
—Ya quisieras —Rio—.Como viví muchos años en Ginebra estuve algo alejada de la Casa Real de Liechtenstein. Supongo que haya visto alguna foto tuya en revistas o tabloides, pero la verdad es que no te recuerdo... Como te dije anoche, no tengo idea de cómo eres.
Ambos recordaron una vez más la escena de la noche anterior con nostalgia. El beso que no se dieron aún flotaba entre ellos.
—Te enviaré un vestido para la boda —le dijo Max para romper el silencio.
—Oh, no. ¡No es preciso!
—¡Claro que sí! Fui yo quien te metió en esto. Además, saldrás muy linda en las revistas...
Kitty se ruborizó. Su mano continuaba junto con la de Max. Había momentos, cómo aquel, en el que sentía que no podía resistirse a Maximilian, aunque lo intentara con todas sus fuerzas.
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Max dejó a Kitty en su casa. La acompañó hasta la puerta y le dió un beso en la mejilla. Kitty entró al salón de estar. Las gafas le indicaron que "una mujer está frente a usted". Kitty supo que era su madre. Debía hacerle una foto para registrarla y que funcionara adecuadamente el reconocimiento facial.
—Hola, mamá —saludó.
—Ya veo que las gafas son todo un éxito. Estoy muy feliz por ti. —Charlotte la abrazó.
—Son una maravilla y tengo fe en que las deportivas revolucionarán el esquí para invidentes.
Madre e hija tomaron asiento en el diván. La primera había estado respondiendo su correspondencia en su ordenador, mientras esperaba por la llegada de la segunda. Al ver a Kitty tan resplandeciente, no pudo evitar expresar:
—Te estás enamorando de Maximilian, y eso me preocupa. Si fuera cualquier otro hombre estaría feliz por ti, pero es el príncipe de Liechtenstein.
—Mamá, apenas lo conozco...
—Pero te conozco a ti, Kitty —replicó su madre—. No has dormido fuera de casa en más de diez años, y casi sin meditarlo lo hiciste por él, para estar a su lado. Hace mucho tiempo que no te encuentras con tu padre, y el príncipe te convenció de almorzar con Alex.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó anonadada.
—Alex me llamó un rato después que el almuerzo concluyera. Estaban tan nervioso e impresionado que olvidó que apenas nos hablamos y decidió llamarme.
—¿Estás molesta porque fui a cenar con él? —preguntó Kitty.
—No, es tu padre y sabes que siempre he estado de acuerdo en que te relaciones con él. Puede que haya hecho mal las cosas y que no estuviese todo lo presente que necesitabas hace diez años, pero te quiere...
—Nos abandonó.
—Se separó de mí, no es lo mismo.
—Por mi ceguera.
—¡Oh, no, Kitty! —repuso—. Puede que el hecho de que nos mudáramos de regreso a Vaduz, a consecuencia de tu condición, acelerara las cosas, pero en definitiva ya tu padre y yo teníamos muchos problemas en nuestro matrimonio desde antes. Es cierto que estuvo mal que alejara a Lisa de nosotros, pero también es cierto que se sentía solo en Ginebra y que Lisa fue su única compañía. Tu padre fue egoísta, inmaduro, pero las quiere a las dos...
—Lisa es su hija favorita.
—Lisa siempre ha estado más cerca de él, como mismo tú has estado más cerca mío. No obstante, Lisa era tan pequeñita cuando me enamoré de tu padre, que nuestro vínculo es muy fuerte, y es también mi hija. Del mismo modo, Alex tiene dos hijas preciosas a las que quiere mucho, aunque a veces no sepa expresar bien sus sentimientos.
—Lisa y yo tenemos mucha suerte de que estés en nuestra vida —le confesó Kitty abrazándola.
—Gracias, cariño. Yo estoy muy orgullosa de las dos. Sobre Max...
—No te preocupes —la interrumpió Kitty—, él sabe que solo podemos ser amigos.
—De acuerdo. Me agrada mucho, es un excelente muchacho, pero será Jefe de Estado en un futuro y eso, cariño, no lo hace libre, ni siquiera aunque decidiera elegirte a ti.
—Ya lo sé. —Kitty suspiró.
—Y yo no quiero verte deprimida otra vez, Kitty—añadió.
—No lo estaré, mamá, te lo prometo.
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La soledad no era la mejor de las consejeras. Maximilien no podía estar en paz luego de haber descubierto que Lisa era hermana de Kitty, aunque hubiese intentado distraerse de disímiles maneras. Muchas preguntas rondaban incesantemente su mente: ¿Lisa no le había escrito porque estaba molesta con él a causa del accidente? ¿Celosa acaso porque estuviese tan cerca de Kitty? ¿Ofendida? ¿O simplemente él no le interesaba en lo absoluto? ¿Le molestaba a él esa falta de interés de su parte? ¿Tenía miedo de que si daba el siguiente paso con Kitty, Lisa tuviese una información valiosa que usara en contra de los dos? Esperaba que no. No la conocía tanto pero estaba convencido de que Lisa era una persona honorable.
Una idea pasó por su cabeza. Nervioso, le marcó a Chris, su mejor amigo, con la exaltación de quien hace algo inadecuado, pero que de todas formas necesita.
—Hola, ¿estás bien?
—Sí, Max. ¿Todo en orden?
—Más o menos. Chris, escucha, yo... El nombre de la doctora que está en el equipo de ortopédicos trabajando en Pretoria es Lisa Meyer. Me dijiste que podías conseguirme su número...
—Sí, por supuesto. ¿Te decidiste a llamarla?
—Eso creo. Por favor, te pido que seas muy discreto con este asunto. A tu profesor no le digas que el número es para mí.
—Descuida, no lo haré. En cuanto tenga su contacto te lo comparto, ¿de acuerdo?
—Gracias, te debo una. —Y cortó.
No habían transcurrido ni diez minutos, cuando Max recibió el contacto de Lisa Meyer.
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