CAPÍTULO 4
Todavía recuerda la noche anterior y en fondo, quería poder olvidarse de todo, seguro parecía un bebé asustado corriendo por la calle.
El día siguiente había llegado y un fuerte dolor en la espalda le hizo gruñir en molestia, seguro no era su día. Se levantó de la cama y caminó hacia el baño para poder lavar su cara.
Pero al verse al espejo, se quedó paralizado.
Tenía las peores ojeras, algo que nunca tuvo en su vida, su cara estaba pálida y sin contar la molestia de su espalda.
Se dio la vuelta lentamente, con el temor recorriendo su cuerpo, examinó su espalda y fue cuando vio un extraño símbolo marcado en ella, la zona estaba roja y ardía como el infierno, pero le extrañó la forma de aquella herida.
Después de hacer sus necesidades, salió del baño y se dispuso a buscar su ropa, caminó hasta la cocina y pudo ver a su madre preparando el desayuno, mientras que su padre estaba en la sala, con una biblia en mano.
No era para nada raro ver aquella situación, su vida siempre se basó en la religión, Dios siempre era el centro de atención en su casa y no era que no le gustara que sus padres tuvieran algún tipo de religión, porque sabía respetar a cada quien.
Lo que le molestaba era el hecho de que le obligarán a tomar un camino, cuando él tiene el completo derecho de crear el suyo.
Además de la obsesión que tenían sus padres por la religión.En cierta forma, le parecía estúpido, pero si ellos estaban bien así, no había problema, lo único que no quería era que aquello pasara de ser una simple creencia a ser algo peligroso, nunca sabes lo que puede hacer un verdadero fanático, personas que llegan al punto de no tener los pies en la tierra.
No le dio más vueltas al asunto y caminó hasta la mesa. Saludó amablemente a sus padres.
-Jimin, recuerda que hoy tenemos el rosario aquí en casa- Dijo su madre con una sonrisa en su rostro, antes de que Jimin saliera de casa para ir a la escuela.
El menor se dio la vuelta con una sonrisa forzada.
-Claro madre, pero tenemos un problema- Al decir eso la mirada de su padre se posó en él.
–No creo llegar a tiempo para el rosario, quedé de hacer un trabajo con Bugom y no sé cuánto tiempo me lleve- Por la expresión de su madre, supo que aquel comentario no le había gustado para nada.
-Pero Jimin, es nuestra obligación y tuya, de ayudar a nuestro vecinos- Dijo aquello con algo de indignación en su voz.
Jimin no supo cómo interpretar aquellas palabras. Se quedó en blanco.
Era mentira lo de aquel trabajo, simplemente no quería estar en aquel lugar, ni mucho menos con personas que no conocía, podían vivir en el mismo vecindario o vivir en la casa de al lado, pero Jimin siempre fue muy reservado y distante con los demás, casi introvertido.
Hubo un tiempo donde su sonrisa era lo único que se notaba, donde su amabilidad siempre estaba presente, donde él pensaba por lo demás y nunca por sí mismo.
Ese era Jimin o mejor dicho, el antiguo Jimin.
Quien pasaba horas sin ver su teléfono, quién se quedaba hasta tarde despierto, tratando de pasar sus ataques de pánico y ansiedad.
Ese chico que miraba a todos con una cara de pocos amigos, quien no sabía expresarse y por eso, estar solo era la mejor compañía.
Porque para él, estar solo siempre fue la mejor opción.
Sus sonrisas habían desaparecido y sus ansiedades lo consumieron, se dio cuenta del lado realista de las personas, hasta de sus padres y de aquel chico que se negó a amar.
Nunca tuvo aquel cariño de sus padres, según ellos, entregar amor a personas que no sean Dios, se consideraba una falta de respeto, no un pecado, pero era algo muy mal visto, al menos para su familia.
Por esa misma razón, el cariño era nulo, la amabilidad, era nula.
Seguían a Dios, pero parecía como si nunca en sus vidas hubieran interpretado correctamente los mandamientos de Dios.
El ser humano, sabía distorsionar todo para su propio beneficio.
Por eso él aprendió a ser como es, frío, egoísta y antipático y no estaba mal.
Quería decirle a su madre que no estaba obligado a colaborar en aquello, pero la mirada de su padre le hizo dudar de sus propias palabras.
-Te quiero aquí apenas termines las clases, ni un minuto más, ni un minuto menos-
Y así fue como aquella conversación había finalizado.
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