XXVIII - Dos lámparas de aceite
XXVIII
Me despierta el ruido de la cerradura. Tomo una bocanada de aire y mis sentidos se afinan para protegerme. Me abrazo y espabilo rápido, después escucho como vuelven a cerrar con candado el portón de madera.
¿Alguien entró?
El ruido de zancadas sobre el lodo me lo confirma. Pienso en las posibles personas que estén irrumpiendo en el establo a altas horas de la noche. Comienzo a hiperventilar. Y contrario a como pensé que actuaría, me quedo quieto, pavoroso y sin poder mover un músculo a voluntad.
¿Y si es ese malnacido que me lastimó?
¿Y si viene a herirme de nuevo?
No pensé que el miedo me paralizaría. Creí que la adrenalina me ayudaría a huir de un posible agresor, pero no es así. Aún soy lento y endeble.
Y comienzo a llorar. Lo hago en silencio porque no quiero ser encontrado, pero tampoco puedo huir más allá de este lugar hediondo.
Y las pisadas se hacen más fuertes, cercanas y retumban en mi cabeza.
—Jimin —habla cerca de mí y distingo su rasposa voz y su rostro grácil iluminado por una pequeña veladora—. Oh, Jimin, no quería asustarte —se preocupa e hinca frente a mí.
—Yoongi —digo, mi llanto para y veo con claridad a Yoongi arrodillado. Es una imagen sublime. Es como si Min Yoongi estuviera rezando ante mí.
Me levanto y observo a Yoongi hacer lo mismo después de dejar una mochila y su vela en el suelo.
—Oh, Jimin —clama y me abraza con fuerza, y me siento seguro con sus brazos delgados rodeándome firmemente. Dejo mi cabeza en su hombro y me dedico a llorar. Me avergüenza mi cuerpo, mi olor, mis lágrimas y mi cobardía, pero me siento bien entre los brazos de Min Yoongi—. Eso, no hay problema con llorar, hazlo —soba mi espalda tratando de tranquilizarme, pero eso sólo lo empeora.
—Yo... yo no... yo no quería —hablo con lágrimas ahogándome.
Yoongi sólo permanece en silencio y me brinda su apoyo y calor entre tanta penumbra. Yoongi acaba de bañarse, lo sé porque huele a ese champú de vainilla que sé usa. Lo descubrí cuando busqué comida entre sus pertenencias. También huele a lluvia, aunque no está tan mojado porque paró mientras dormía.
Contrario a lo que creí, Yoongi sólo me acaricia el cabello y el brazo.
—Él me... obligó —hablo trabado y Yoongi inhala y exhala profundamente, no puedo descifrar su comportamiento y eso me hace sentir más inseguro—. Tienes que creerme —me separo de su abrigo e intento verlo a los ojos, pero él desvía la mirada a algún punto cercano a mi hombro—. Por favor, no pienses que estoy mintiéndote —observo fijamente su rostro iluminado por nada más que esa vela colocada en el suelo—. No pienses que yo estoy así de... corrompido. ¡Yo jamás...!
—Ya para —dice con voz rígida y cuando estoy a punto de volver a llorar, lo escucho—. Creo en ti. Sé que fuiste obligado. Sé que fuiste abusado —usa ese tono rígido que me hace temblar. No puedo descifrar sus emociones, quiero que él me diga cuales son.
Asiento y comienzo a hipar sin intención de detener mi llanto.
—Necesito que te serenes. Puedes enfermar —habla lento para que entienda cada palabra y le suelto un suave "sí"—. Estarás aislado varios días, no puedes perder la razón aquí solo. Nadie vendrá a ayudarte —sujeta mis manos y su calidez vuelve a abrigarme.
Sólo él, pensé, pero no quise decirlo por miedo a incomodarlo.
—Está... está bien —limpio mis lágrimas con ambas manos y le doy una pequeña sonrisa llena de sosiego.
—¿Dónde dormirás? —pregunta viendo hacia todos lados, sin encontrar un lugar con un mínimo de dignidad para dormitar.
—Bueno... —veo el heno y después a él.
—Ven —toma su mochila y vela y con la mano libre sujeta mi mano. Caminamos entre la oscuridad sin ningún tropiezo, pareciera que Yoongi conoce a la perfección el lugar.
—No hay nada —digo antes de que Yoongi me dejara sus pertenencias y se pusiera a mover unas tablas—. Puedo seguir durmiendo en el heno.
—No —gira a verme disgustado y yo agacho la cabeza.
Después de unos minutos, una escalera surge de entre toda la madera acumulada en la esquina, y cuando Yoongi la acomoda, lo veo, es una segunda estancia en la parte superior del establo, no cubre por completo el sitio, pareciera ser un almacén pequeño.
Yoongi carga la mochila y yo tomo la vela con cuidado, evitando que se apague o que inicie un incendio. Yoongi sube la escalera, asegurándose de que esté firme para aguantarnos a los dos.
Lo veo sacar un juego de llaves y quitar el candado para abrir la puerta.
—Entra —me pide y le sigo sin dudar de su palabra. Cuando estoy en esa estancia de quizá dos por tres metros, la examino con cuidado. Hay un colchón individual sucio, un pequeño mueble de dos cajones y una mochila.
—Dice que hay un nido de arañas —leo el letrero de la puerta y veo los rincones en busca de éstas.
—Yo lo puse para que nadie entrara —confiesa y camina con libertad hacia los cajones no sin antes pedirme la vela—. Aquí hay dos lámparas de aceite —y la luz se hizo.
Yoongi coloca ambas lámparas en el suelo e iluminan el pequeño lugar. Yoongi deja la vela aromática sobre la cajonera y me siento más seguro.
—Gracias.
—Puedes prender una o las tres, hay más aceite aquí —señala un cajón y me enseña como modular las lámparas, yo sólo me centro en el fuego reflejado en los ojos negros de Min Yoongi—. Te traje unas cosas.
Sonrío cuando lo veo sacar dos mantas bien dobladas de su mochila. Sacudo el colchón vigilando que no haya ningún insecto o rastro de tierra. Tiendo contento la cama improvisada y le sonrío sincero.
—¿De dónde las conseguiste? —toco la tela afelpada de una de las mantas.
—Las robé.
—Yoongi...
—Oye, en mi defensa, ellos tienen más razones para irse al infierno que yo.
Suspiro de acuerdo.
—Gracias por condenarte al infierno por mí.
Yoongi me sonríe y ambos nos sentamos en ese colchón individual de dudosa procedencia.
—Te traje comida para estos días —saca los paquetes de comida y me siento mal, es una gran cantidad, pero por lo menos sé que aún le queda comida en la maleta bajo su cama—. Y no quiero que te sientas culpable, sólo acepta esto.
Empiezo a ver lo que hay en esa mochila de tamaño considerable y mi corazón da un vuelco cuando veo varios artículos de higiene personal, un chándal, botellas de agua, y demás pequeñas cosas que no puedo ver correctamente por la luz danzante de las lámparas.
—Gracias.
—No hay de qué. Recuerda bajar la intensidad de la lámpara cuando anochezca, no creo que la noten, pero no queremos contratiempos.
—Sí —ahora entiendo por qué dejo las lámparas tan tenues.
Un silencio agradable se instaura, no es incómodo, veo de reojo a Yoongi y después a todo lo que trajo. Él se está arriesgando por mí. Por alguien que no puede ofrecerle nada.
—Perdón por escuchar —suelta mientras se recuesta y coloca las manos en su barriga, yo me acerco a la puerta y la cierro escuchando su rechinar, después le preguntaré a Yoongi cómo consiguió las llaves de este lugar y del establo. Aunque probablemente las haya robado.
—Perdón por ser grosero contigo.
—No fuiste grosero nunca. Sólo aquella vez que me golpeaste cuando intentabas huir. Aún tengo el moretón —finge dolor y me hace reír quedito.
—¿Qué, en serio? Perdón, yo...
—Es broma —ríe y sus ojos se empequeñecen—. Tu mano diminuta no puede contra mí.
—Pues no parecía ser así ese día —contesto orgulloso.
—Mira lo que hay al fondo de la mochila.
Hurgo y veo mi suéter azul, ese con el que me acostumbré a dormir.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Me lo robaste?
—¡Qué, no! —ríe y lo veo con detenimiento. Me agrada mucho esa expresión relajada en Yoongi—. Lo escondí antes de que te llevaras tus cosas para quemarlas.
—Comienzo a dudar de ti.
Ambos reímos, Yoongi se sienta y yo me recuesto donde antes estaba, la cama es dura, pero es diez veces mejor que un montón de heno, uso mi suéter de almohada y observo el cabello bruno de Yoongi. Presto atención a su espalda arqueada por la posición y a sus manos huesudas recibiendo la luz del fuego.
Es atractivo.
Demasiado.
—Puedes quedarte mi reloj —lo saca de su pantalón y me lo aproxima—, sólo cuídalo.
Veo la hora, cerca de las tres de la madrugada. Mi horario de sueño está roto, pero no se me quitan las ganas de descansar.
—Yoongi —le llamo y éste gira—. Gracias por todo. No sé cómo recompensártelo.
—Yo sí.
—¿Sí?
—Una pregunta.
—¿Cuál? —respondo con duda y cierto temor. Aún no termino de confiar en las personas.
—Cuando hablamos el otro día me dijiste que extrañabas a tu madre —yo asiento ante su discurso—. Pero no me dijiste nada de tu padre. ¿Extrañas a tu padre, Park Jimin?
Lo pienso. Extrañar a alguien tan... agresivo como mi padre suena inconcebible, pero... yo lo hago. Y me avergüenza hacerlo y reconocerlo en voz alta.
—Él... bueno... él es una persona difícil. Pero no deja de ser mi padre —complemento resignado—. Yo lo aprecio —recuerdo los vagos momentos de felicidad durante mi niñez, los atesoro en mi memoria porque son pocos—. Sé que puede sonar... irreal, pero él no es una mala persona —observo como el rostro de Yoongi se desencaja y evito su mirada—. Sólo está haciendo lo mejor por mí, y él cree que esto lo es.
—Él te envió aquí. ¿Qué crees que piense de los tratos hacia ti en este sitio? —pregunta con un tono disgustado, no sé si es hacia mí, hacia mi padre o hacia el retiro y la congregación. Nunca sé que ocurre por la cabeza de Min Yoongi.
Y mi cabeza empieza a dudar. Y eso me aterra. ¿Él estaría de acuerdo con que me exiliaran aquí? ¿Le creería a Seojoon su relato lleno de mentiras sobre mí? ¿Él estaría de lado del pastor Min o del mío?
Preguntármelo me lo deja más claro.
Si él lo supiera, probablemente se enfurecería conmigo y me mandaría al servicio militar o aún peor, me echaría de casa. Él no me creería, al contrario, sólo reafirmaría sus ideas sobre mí.
—No lo sé —miento y Yoongi sabe que lo hago—. Él y mi madre me dieron la vida. Estoy aquí gracias a ellos —los justifico en contra de mis principios.
—Ellos te dieron la vida... ¿y dejarías que te la quitaran? —pregunta de nuevo y veo los finos ojos de Min Yoongi, el hijo del pastor, mi compañero de habitación y chico por el cual comienzo a sentirme claramente atraído.
Son tantas preguntas y declaraciones que mi cabeza duele.
—No pierdas el reloj —dice luego de unos segundos de mutismo—, mañana vendré a esta hora a ver cómo estás —anuncia antes de levantarse—. Intenta dormir, Jimin —me regala una leve sonrisa—. Hay una copia de las llaves en el primer cajón para que cierres por dentro —señala la puerta de esa estancia y veo a Yoongi bajar las disimuladas escaleras—. Duerme bien, dejé unas banditas en el zipper grande de la mochila —anuncia antes de irse, yo sigo sus pasos hasta la salida.
Desaparece más allá de la puerta y llevo mis manos hacia mi corazón. Late rápido, mis labios están entreabiertos y mis mejillas rojas.
¿Qué tan malo para mí sería enamorarme del hijo del pastor?
🐏🐏🐏
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro