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IX - Evento desafortunado

DÍA DOS DEL RETIRO

Los ojos de Jimin se abren mostrando su miedo. El terror está impregnado en sus ojitos pequeños y brillosos. Sus manos intentan quitar las mías, pero les es complicado, mis muslos se ciñen más a los costados de su abdomen y pongo más fuerza en mis manos.

Jimin da bocanadas, intentando tomar aire, sus manos pequeñas tratan de tomar mis antebrazos, pero le es inútil, está debilitándose. Rodeo su cuello con más fuerza y las venas de mis manos sobresalen por el esfuerzo inhumano. Oprimo su garganta y sus ojos lagrimean por el dolor que le ocasiono.

Los brazos de Park Jimin caen lánguidos a los costados y sus ojos se cierran perezosos. Rápidamente me acerco a su tórax y escucho el latir de su corazón. Está inconsciente. Suelto mi agarre, me bajo de su cama y camino hacia su maleta, esculco sin mucho cuidado y lo veo: su inhalador. Lo escondo entre mis pertenencias y volteo hacia todos lados, temiendo que alguien a través de las ventanas nos viera.

Con cuidado jalo a Jimin hacia el suelo, le quito la cobija y salgo rápidamente de la cabaña.

—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor! Mi compañero de cabaña está inconsciente —mi mirada es preocupada, mis boca se constriñe y veo como un par de coordinadores se acercan hacia mí.

No pasan muchos minutos para que estemos frente al cuerpo desmayado de Jimin.

—Estábamos charlando sobre el lugar después de nuestros rezos y comenzó a respirar con dificultad —hablo tan preocupado que casi creo mis palabras—. Me dijo que necesitaba su inhalador, lo buscó en su maleta, pero no lo encontró, necesita ir al hospital —pido preocupado y juraría que una lágrima humedece mi rostro—. Oh, por Dios, ayúdenlo.

Los dos hombres frente a mí creen todo lo que sale de mi boca y lucen preocupados. Corroboran el pulso presente de Jimin y suspiran aliviados, en pocos minutos mi padre se encuentra discutiendo sobre cómo tienen que actuar en esta situación.

Escucho a mi padre hablar molesto, al parecer no quiere llevar a Jimin al sanatorio del pueblo más cercano a una hora. Los demás se rehúsan a dejar a Jimin a su suerte, alegando que puede morir si lo dejan sin atenderse. Contrario a mis sospechas, mi padre acepta que lleven a Jimin con el médico.

Pero sé que lo llevan al sanatorio porque no quieren que el retiro se manche con un evento desafortunado.

Otro evento desafortunado.

Estoy fuera de mi cabaña y veo a los coordinadores salir, en concreto son dos, pero solamente Kim Hajoon es el que se acerca a mí.

—Park está en el auto —habla con un tinte burlesco—. Tu padre dijo que nos acompañaras al pueblo más cercano.

Eso me extraña, achico los ojos y Hajoon alza los hombros despreocupadamente.

—Si no quieres creerme, ve con el pastor Min, dice que eres el que mejor conoce los alrededores —suelta esto último como una broma que sólo pocos entienden.

Paso de él y camino hasta la habitación de mi padre, está ubicada en el edificio de concreto principal. Entro aprovechando que mi padre acaba de entrar hace unos segundos.

—Debes estar bromeando —escupo molesto.

—¿De qué hablas, hijo? —gira conmigo y enciende la luz, odio cuando su tono de voz es ese inocentón. Lo más lejano a la realidad.

—Enviarme con Hajoon, sabes que no lo soporto.

—¿Entonces a dónde te envío? ¿A la comisaría? ¿Crees que no sé lo que hiciste, hijo? —el ambiente cambia y me dirige la mirada—. ¿Qué crees que haga Park cuando despierte y quiera decirles a todos que intentaste matarlo?

Boqueo intentando ocultar mi sorpresa.

—¿Cómo...?

—Si tanto te cae mal, lo hubieras ahogado en el lago —dice molesto y trago saliva, empuño mis manos y muerdo el interior de mis mejillas.

—Por favor, no me hagas ir —ruego tragándome mi orgullo, mi voz sale aguada.

—No me hagas perder el tiempo más, largo —ordena imponente y me doblega con simples palabras—. Y dirígete a mí con respeto, sabes que odio que no uses lenguaje formal conmigo.

—Sí, padre —agacho la cabeza y salgo rápidamente de ahí.

No puedo evitar bufar del hastío, y después de tomar un suéter ligero y ponerme mis deportivas, estoy subido en el viejo Datsun doble cabina de hace medio siglo. Veo de reojo a Park, el cual yace en los asientos traseros inconsciente o dormido, quién sabe.

—Pensé que no vendrías, princesita —Hajoon habla por primera vez en el transcurso mientras maneja alejándose del retiro.

Me muerdo los labios para no responder y observo el lúgubre camino iluminado tenuemente por las luces del carro.

—¿Estarás callado todo el camino? ¿Desde cuándo eres tan aburrido? —se queja y cruzo mis brazos sobre mi pecho, ya quiero que lleguemos al pueblo.

Hajoon al ver que me incomoda, parece querer continuar con la plática unilateral.

—Cuando supe que vendrías a este retiro, fui el primero en dar una generosa donación para que tu padre me incluyera de coordinador —su voz es pastosa, burlesca y llena de un pecado capital que ha estado presente en mi entorno desde que cobré consciencia de la realidad.

La lujuria.

Saliva baja espesamente por mi garganta y me remuevo lento en mi asiento, Hajoon lo nota porque comienza a reírse estruendosamente, su abdomen globoso bota debido a las carcajadas y lo veo sacar un cigarrillo y encenderlo con dificultad mientras hace un alto en medio del camino terroso.

—Desde que te vi en el camión me dieron ganas de follarte —suelta mientas da una calada a su cigarro—. Otra vez —puntualiza y siento náuseas.

—Cierra el hocico —giro con Jimin y agradezco que siga dormido—. Park puede escuchar.

—También ya quiero metérsela a Park —sonríe con lascivia—. Me emocioné mucho cuando el idiota de Sukyeol por fin nos lo sirvió en bandeja de plata.

Suspiro y de nuevo observo el rostro relajado de Jimin, con ese físico no es sorpresa que alguien se lo quiera follar. Mucho menos el sexagenario de Kim Hajoon.

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