11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

Efesios 6:11

VEINTISIETE DÍAS ANTES DEL RETIRO

-¡No! ¡Papá, no! -lloro hasta que mi vista se nubla y mis manos me sostienen en el suelo-. ¡Para, para! -el cinturón de cuero impacta sobre mi espalda desnuda y hace que una corriente eléctrica cruce por todo mi cuerpo.

Hace unos minutos mi padre arrancó la camiseta de mi pecho y comenzó a golpearme directamente sobre la piel, no recuerdo haberlo visto así de iracundo antes. Ni siquiera con mi hermano.

-¡Cállate, maricón! -grita y giro mi rostro para verlo y suplicarle perdón, sus ojos iracundos me miran con asco y eso hace temblar mi cuerpo, jamás me había sentido así-. ¡Maldito malagradecido, te he dado todo y así me pagas! ¡Siendo un jodido marica que le abre las piernas a cualquiera!

Niego sin contenerme y más lágrimas salen, me abrazo y siento otro azote en mis muslos.

-¡Mamá, mamá, por favor...! -suplico y busco compasión en sus ojos, ella está llorando, sentada en el sofá más lejano y con las manos juntas. Rogándole a Dios que su hijo no sea un marica.

Mi madre nos vio, sé que fue ella porque si hubiera sido mi padre, en ese momento nos habría echado a los dos de la casa. Ya me imagino como entre lágrimas le contó a mi padre sobre la desviación de su hijo.

-¡Qué te calles! ¡Y deja de llorar! -suelta una incontable cantidad de azotes que me hacen sentir en carne viva lo que es el odio-. ¡¿Acaso eres una mujer para ponerte a llorar?! -me toma del cabello, me arrastra y jala hasta mirarme directo a los ojos-. ¡¿A cuántos hombres has traído?! ¡¿Con cuántos has estado?! ¡Maldita ramera!

Vuelvo a negar, esperando que él entienda que no he traído a nadie y que sólo soy un púber hormonal recibiendo su primer beso apasionado escondido en su habitación. Las palabras no salen de mi garganta, moqueo y recibo un puñetazo que hace temblar todo a mi alrededor.

La sangre brota por mi ceja y párpado, maquillando mi rostro.

-¡Contesta! -me propina otro puñetazo, esta vez en la mejilla, hiriendo la piel y dejándola ardiendo al igual que mi espalda.

Mi madre continúa rezando, su voz calma se escucha como melodía temerosa entre tanto grito propinado por su esposo, un compás contradictorio para esta situación. Reza y llora mientras le pide al Señor que la homosexualidad de su hijo se revierta.

-A nadie -confieso y mis ganas de seguir vivo se van por el barranco, hace bastante que no tenía deseos incesantes por desaparecer.

-¡Iré a hablar con los padres de ese maricón, no puede venir a corromperte y no tener consecuencias! -el cinturón de cuero luce pequeño en sus grandes manos, mi mente se prepara para un siguiente azote, pero éste se tarda en llegar-. No permitiré que sigas viéndote como ese abusador -bufa. Desde donde estoy tirado mi padre luce mucho más imponente-. Lárgate a tu habitación, y más te vale no salir, ¿entiendes?

Tan pronto lo dice, mis piernas recobran fuerza, tomo mi camiseta, la cual fue tirada junto a un sofá y camino sin fijarme bien por donde piso, mis espalda arde, mi cara sangra y no dejo de llorar.

Hoy fue un mal día para ser gay.

Lloro hasta que mis pulmones se carbonizan, mi nariz húmeda no me deja respirar, la almohada está manchada de sangre y mis ojos comienzan a fallar. Me abrazo en la cama individual y me niego a dormir. Por debajo de la puerta de mi habitación aún hay luz, lo más probable es que mis padres estén hablando sobre mi destino.

Charlando sobre cómo curar a su hijo pecador.

Tiemblo cuando el estruendo de la puerta me sorprende, mi padre entra con unas gruesas vigas de madera, las cuales estaban en el jardín, iban usarse para remodelarlo, ahora están siendo clavadas en mi ventana.

-Tú no podrás huir como tu hermano, otro obsceno afeminado.

-Pero tengo que hacer el curso para entrar a la universidad -hablo ahogado porque el recuerdo de mi hermano siempre duele.

-Lo hubieras pensado antes de actuar como mujer -escupe y clava fuertemente las maderas a mi ventana.

¿Actuar cómo mujer? ¿Querer a un hombre es ser una mujer?

Hace cuatro años mi hermano mayor fue delatado, él estaba intimando con un amigo de su grado en la habitación junto a la mía, ese amigo siempre venía con la excusa de estudiar, nunca entendí porque se encerraban en la habitación durante tantas horas hasta que los descubrí.

Ese día les llevé un aperitivo, mi padre estaba trabajando y mi madre haciendo el aseo, nadie interrumpía a mi hermano en sus sesiones de estudio porque era un prodigio o al menos eso decía mi padre antes de echarlo de la casa. Era el primero de la escuela; el promedio más alto, el primer lugar en atletismo regional y el ganador tres veces consecutiva de la mejor prosa adolescente en el concurso regional de literatura. Era un genio, bueno... Es.

Vivir bajo su sombra era duro, pero jamás sofocante, Namjoon siempre me apoyó, me consolaba cuando lloraba por el acoso escolar y me brindaba su cariño incondicional. Le quiero y extraño con todo mi corazón, era mi mejor amigo y confidente. Quería lo mejor para él, por eso, cegado por mis prejuicios y preocupación, le conté a mi madre sobre mi hermano y su amigo para que lo ayudara en su confusión.

No podía permitir que mi hermano fuera consumido por el pecado. Mi hermano estaba siendo presa de Satanás, eso dijo mi madre mientras lloraba ante mi confesión.

Mi padre fue más cruel con Namjoon, no lo echó a la calle inmediatamente, pero lo obligó a iniciar el servicio militar a la edad mínima en las fuerzas marítimas, fue bastante tiempo sin verlo y cuando regresó, solamente lo hizo para irse definitivamente. Namjoon tomó sus cosas y se largó sin dejan ningún rastro, nadie supo de él, mucho menos yo.

Ni siquiera pude despedirme de él en esa ocasión.

Ahora lo necesito.

Entre lágrimas secas y sangre derramada, duermo.

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Aquí otro capítulo, mis bbs