
Amen
Gojo veía con lastima a su querido discípulo. Yuuji era ciertamente la persona más pura que había conocido en su corta vida en la diócesis.
No se conocieron aun cuando sabia de su situación, pus creo que la protección que el hombre mayor le daba era suficiente y enviando al fondo de su memoria lo que sabía era una bomba a punto de detonar. La sol existencia de Yuuji como posible contenedor del rey de las maldiciones, era suficiente para que el alto mando considerara su conversión a mártir a beneficio de la humanidad, pero era más que solo cobardía para buscar una forma de ayudarlo.
No sabía cómo era que su madre había dado con la forma de invocar precisamente a ese demonio tan poderoso, pero aun muerta no había podido deshacer la terrible maldición que pesaba en Yuuji aun siendo solo siendo un infante.
Fue un día normalmente aburrido cuando escucho su voz por esa llamada que los conectaría, habiendo tanto corrupto excusado en la sombra de Dios, sintió que ese chico maldecido era una pequeña luz entre tantos carroñeros.
Entonces comenzó a ver sus sonrisas, esos dulces ojos que brillaban con la perspectiva de ayudar a quien lo necesitaba, que lloraba en la más oscura tiniebla con tal de que nadie lo notara.
Era una luz que cegaba y lo arrastraba a donde sabia no debería.
—Puedo oler el asqueroso anhelo en tu corazón— le había dicho Sukuna una vez —Deseas tener su cuerpo de la peor de las maneras—
El demonio usando el rostro de su querido Yuuji había avanzado a donde se encontraba tras su escritorio. Gojo había tenido que tragar la saliva que se acumulaba en su boca, al ver como el dulce e inocente Yuuji, siendo manejado por Sukuna, levantaba poco a poco ese hábito negro con la punta de sus dedos, elevándose hasta mostrarle su ropa interior ajustada, sus piernas torneadas y muslos gruesos.
—¡Yuuji es inocente! ¡No lo veo más que como eso!—
Sukuna había sido exorcizado con el poder de la convicción del peli blanco, lanzando a Yuuji con fuerza contra la pared. Este al volver a la conciencia no tardo en entrar en stock por no saber qué había pasado o que había hecho.
Gojo lo había consolado diciendo que no había sido nada, pero sus manos habían temblado en un intento de bajar unos centímetros más en dirección a su cintura enmarcada en la falda negra.
Desde ese momento Gojo se exigió a si mismo encontrar una manera de deshacerse de ese ente malévolo que aquejaba al pequeño e inocente chico, quería su libertad y la libertad para hacer más, algo que negaba y empujaba al fondo de su conciencia.
Entonces cuando abrió sus ojos, vio como el plan que astutamente había formado para liberar a su Yuuji de Sukuna había fallado, pensó que sería un castigo divino por ocultar sus verdaderos intereses.
Se suponía que Okkotsu atravesaría el pecho de Yuuji con un arma maldita especial, que solo afectaría a Sukuna.
Les había tomado 5 años encontrarla en lo profundo de una aldea perdida de Dios, custodiada por indígenas de una tribu antigua.
La lanza invertida no había matado al Sukuna. Lo había liberado.
Y con él había entregado a Yuuji a su brazos como si se tratara de un regalo de bienvenida.
—¿Pensaron que esto... — les dijo el demonio a los pocos sobrevivientes mientras tomaba el arma con una de sus cuatro manos —me mataría? Cuando en realidad esta arma es mía—
Sukuna llevaba en uno de sus pares de brazos a un durmiente Yuuji, Gojo noto con horror el habito roto y que usaba un enorme Kimono blanco manchado de sangre, podía notar como aun persistía el sonrojo en su dulce rostro.
—¡¡Lo has profanado!!— grito colérico
—Por supuesto que lo hice y no sabe son mucho que lo disfrute— grito mientras reía con fuerza —No me digas ¿Esperabas ser el primero? ¿Deseabas disfrutar de la calidez y estreches de su interior?—
Sukuna esquivo con certera habilidad una estocada en un costado de su cuerpo solo alzando una de sus grandes piernas, pateando a Fushiguro con fuerza que hasta vomito sangre, quedando quito en el lugar que había caído casi inconsciente.
Maniobro sin necesidad de despertar a Yuuji, acunándolo aún más entre su grande cuerpo. Viendo con desprecio como los más fuertes de la Diócesis se levantaba poco a poco.
—No quiero matarlos— les dijo —Quiero que vean como poco a poco arruino las creencias de su pueblo, sin que puedan hacer nada—
Gojo se lanzó hacia el frente seguido por Nobara, Okkotsu y Nanami, todos con espadas y hechizos confinadores, esperando arrebatarle a Yuuji, de salvar su inocente alma.
Entonces vieron como este abría los ojos poco a poco, creyendo el despertar de un doloroso sueño, pero no vieron ahí al chico que esperaban. Sus ojos se veían... duros, se veía una oscuridad que se cernía como una bestia, como un depredador sin conciencia, orgulloso, altivo.
Yuuji poco a poco se acomodó entre los brazos que le sostenían, acomodando la ropa que se ladeaba, mostrándoles su piel marcada de besos y mordidas. El rubor de su rostro y ceño marcado de dolor calo en lo profundo de la mente de Gojo por el saber de lo que significaba.
Sukuna hizo gala de su poderío lanzándoles por los aires, a cada uno los estaco de un hombro en lo alto del atrio del altar, dejándolos como muestra de que ni ellos podrían con él.
El arma del milagro es la fe, el seguimiento a Jesús y la misericordia que les da a sus creyentes. Ese es el cometido de su peregrinacion. El relato de sus milagros se hizo para promover la fe, la misericordia de Jesús, de su Dios. Sukuna se aprovecha de eso, porque sabe que su arma es perfecta.
La fe es una disposición, la de acoger la realidad del poder de Dios. Y él es ahora un dios, uno poderoso gracias a Yuuji.
Un milagro es un hecho donde aparece claramente ese poder. Y ese poder es para transformar a las personas. El milagro más grande es la transformación de estas, de sus creencias y sus actos. Eso que llaman milagro que dizque es el arte de Dios de interrumpir las leyes de la naturaleza convertido en un absurdo en sus propios términos. Es decir, ¿Dios puede sanar a diestra y siniestra? Entonces... ¿Por qué no lo hace? ¿Porque en lugar de causar dolor y miseria, se preocupa de tener la paz que tanto la humanidad necesita?
Es pura hipocresía.
Sukuna se revuelca en la felicidad de la mísera mente humana, de lo crédulos que son, de cómo deja su marca y; que eventualmente se hará de sus almas, para devorarlas, para alimentar a ser que crecer en el interior de su ángel caído. No por nada es "El Rey de las Maldiciones" es quien pude hacer eso y más. Está caminando entre los hombres como uno de ellos, camina de la mano de su Yuuji, atrayendo a los humanos como a las polillas.
Les siguen como corderos, sin saber que van directo al fin de sus días, que sus almas estaban corrompidas. No hay nadie que pueda tocarlos, ni siquiera el gremio que tanto se alzaba el cuello como el único y verdadero.
No hay verdad ahora, no cuando es Yuuji quien lo maneja todo.
Es un santo, un mártir, un acto misericordioso pero pecador.
Todos se acercan a besar el dorso de su mano, imploran por un milagro, agradecen a Dios por una salvación que es más que un cebo para el infortunio, creyentes de un mal del que no son conscientes. Y Sukuna no hace más que disfrutarlo, reír y jurar que eso que hacen no acabara nunca, que han ganado, que ha ganado.
Gojo no hace más que ver a la lejanía, despojado de su título, caído del pedestal en el que se encontraba, Yuuji camina con la frente en alto, como pastorea a las ovejas, como su pureza aún persiste en la mirada, pero no es la pureza que deseaba para sí mismo, esta corrompida, es malévola y concupiscente. Su hábito negro brilla como si la tela no fuera de este mundo, cuando camina y se mueve al compás de sus pasos, como etéreo, su cintura antes estrecha es ahora enmarcada por un pequeño bulto perceptible para su mirada entrenada, sabe que lo que se gesta ahí es el final de los tiempos.
Es todo lo que un demonio anhela. Uno como Sukuna.
FIN
Nota aclaratoria:
Para quienes no entendieron, Yuuji se ha convertido gracias a Sukuna, en una especie de anti cristo. Y Sukuna se aprovecha de eso para devorar almas.
Gojo al perder la oportunidad de matar a Yuuji es excomulgado, más cuando es obvio que sus sentimientos no son del todo puros para con Yuuji.
Las noticias sobre los milagro de Yuuji son rápidamente hechos noticias, por lo que es conocido a donde quiera que predica sus hazañas. Gracias a ello la iglesia no pude tocarlo, aunque ha negado que sea parte de ellos, tiene muchos creyentes por lo que serían atacados si algo le sucediese, cosa que no pasara gracias a Sukuna.
Sukuna también devasta lugares, asesina ciudades enteras, es justamente donde después aparece Yuuji para ayudar a limpiar los desastres por lo que es ganancia doble para Sukuna.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro