III. Ilusiones
Una semana pasó. Steve no volvió.
Tony sabía que estaba “bien”, a salvo al menos. Nada malo le había pasado... Nada peor que perder a un hijo, si de eso hablamos.
Tony lo sentía, sentía su dolor. Había un puñal en su pecho que podía sentir clavarse cada vez más, tocando su corazón y hundiéndose más profundo cuando Steve volvía a su forma humana.
Tenía sentido, visto de ese modo, que pasara más tiempo como lobo.
Tenía sentido que no quisiera ver más a Tony, aun cuando su lazo seguía intacto. Así sus corazones estuvieran rotos y Steve huyera al otro lado del mundo, seguían siendo predestinados.
Tony todavía quería morir, todavía se miraba al espejo –su piel cenicienta, llena de grietas que casi dejaban ver cómo se sentía por dentro, las enormes ojeras, los huesos marcados porque había adelgazado en sólo unos días– y se odiaba, se odiaba porque era su culpa, quería hacerse daño porque el cuerpo dolía menos que un corazón roto y tenía la esperanza de que así Steve volvería...
Y después lloraba, gritaba y exigía una respuesta: ¿Por qué él?
Tony se sentó de nuevo frente al gran espejo de su habitación y esperó.
—¡Hola, papi! —el niño apareció de repente y saltó a la espalda de Tony, sus bracitos delgados rodeando su cuello.
Tony sonrió. Cerró sus ojos y disfrutó el momento. Sabía que no duraría.
Era por esto que no se había quitado la vida todavía. Su hijo estaba aquí, él no podía irse.
—Hola, Peter.
Peter, porque así él y Steve querían llamar a su primer hijo.
—¿Hoy sí viene papi Steve? —el pequeño preguntó, su cabecita apoyada en el hombro de su papá omega.
Tony sonrió con tristeza. —Tal vez mañana —su mano acarició uno de los bracitos del niño—. Tal vez mañana.
Y ahí, en el reflejo, en ese espejo, estaba solo Tony, su mano sobre su hombro.
—Tal vez mañana.
* * *
Por si no ha quedado claro, Tony alucina con su bebé 🙈💔😭😭😭
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