Unos invitados especiales
Durante la tarde había más ajetreo de lo habitual. Todas las personas con las que Rubí se iba encontrando por el camino parecían muy alteradas, yendo de un lado a otro sin tomarse siquiera un pequeño descanso para respirar, algo que desconcertó a la adolescente por lo inusual de la situación.
-No recuerdo haber visto nunca a esta gente tan exaltada ¿qué es lo que estará pasando?-se preguntó a sí misma mientras observaba cómo una chica joven de cabellos aguamarina y unos ojos color turquesa tan intensos y profundos como el mismo océano, se aproximaba a ella por su derecha cargando con varios platos y un estuche alargado que contenía una elegante cubertería de plata.
-¿Qué haces ahí parada con todo lo que tenemos que hacer para hoy?-bufó la recién llegada, al darse cuenta de que Rubí se le había quedado mirando fijamente, quieta como una estatua y sin nada entre sus manos.
-¿Qué ocurre, Marine? ¿Por qué el ambiente está de repente tan tenso? –quiso saber la pelirroja, sin comprender absolutamente nada. Al fin y al cabo, nadie le había avisado en ningún momento de que fueran a tener algún tipo de evento especial durante aquel día o que esperaran la llegada inminente de alguien importante a su planeta.
-Deja de perder el tiempo haciendo preguntas y lleva ahora mismo esto a las cocinas. Encárgate del resto para que el cocinero lo tenga todo preparado para esta misma noche-resopló con impaciencia la joven del pelo azul, visiblemente estresada, mientras le entregaba a traición todos los objetos que portaba-y cuando termines con esa tarea, tienes que colaborar con algunas de nuestras compañeras para acondicionar la sala de banquetes, limpiarlo todo bien a fondo y preparar cinco habitaciones de entre las mejores que disponemos. Hoy contamos con varios invitados muy especiales que pueden llegar en cualquier momento y cada detalle debe estar perfecto.
-De acuerdo-asintió ella marchándose a toda prisa de allí para cumplir con sus obligaciones, con mucho cuidado de que no se le cayeran al suelo los delicados objetos que le había dado Marine, sin contar con que el mimado príncipe rondaba muy cerca de ella en ese preciso momento, dispuesto a entorpecer y fastidiar todo lo posible al primer infeliz que se cruzase en su camino para divertirse a su costa y olvidarse un rato de sus propios (y aburridos) deberes como heredero al trono. Cuando él vio que la joven prácticamente ya había llegado hacia su posición, no dudó en alargar todo lo que pudo la pierna derecha para hacerle la zancadilla, consiguiendo que Rubí trastabillara y estuviera a punto de caerse al suelo, aunque por suerte para ella, finalmente fue capaz de mantener la compostura y salvar la delicada vajilla que portaba de un destrozo casi seguro.
-¿a ti qué te pasa?-bufó ella al darse cuenta de quién había sido el autor de la broma pesada que podría haberla metido en un serio problema tanto con sus compañeros como con los propios monarcas -¿por qué siempre tienes que estar causándole conflictos a todo el mundo?- la relación entre ambos nunca había sido demasiado fluida y mucho menos amistosa desde el mismo instante en que ella puso un pie en aquel lugar, por lo que, la pelirroja decidió tratar de evitarle en la medida de lo posible, a diferencia del propio príncipe, que parecía adorar fastidiarla y en cada ocasión que se le presentaba, no dudaba lo más mínimo en hacerle una jugarreta, como esconderle las cosas que necesitaba o volver a ensuciar todo lo que ella había limpiado, lo que finalmente provocaba que ella acabase sufriendo las consecuencias de sus actos. Era exactamente igual o incluso peor que sus propios padres y ella lo odiaba con todo su corazón.
-Madre ha dicho que no puedes hablar conmigo ¿te acuerdas?- se burló Zaebell mientras trataba de idear una nueva forma de molestar a la adolescente.- parece que tienes ganas de volver a llevarte una buena regañina por su parte.
-Precisamente por eso, entre otras cosas, no pienso perder más tiempo contigo. Tengo muchas cosas que hacer hoy, a diferencia de otros, a quienes parece que les sobra el tiempo libre -masculló ella abriéndose un hueco como buenamente pudo para alejarse escopetada del arrogante heredero, que no pareció demasiado satisfecho por las formas con que la chica se había referido a él. Sin embargo, lo dejó pasar por esa vez. Ya encontraría algún modo de hacérselo pagar cuando ella menos se lo esperase.
Rubí suspiró agotada y retomó su misión una vez que se cercioró de que el príncipe no estuviera siguiéndola por ninguna parte. Durante varias horas que se le antojaron eternas, ella fue de un lado a otro sin descanso, obedeciendo todas las órdenes e instrucciones que iba recibiendo hasta que finalmente logró completar aquella interminable lista de tareas que se le había asignado, tras lo cual se le permitió tomar unos minutos de descanso y de efímera libertad hasta que los misteriosos visitantes hicieran acto de aparición en Yresh.
-Parece que este día no tiene intención de acabar-suspiró ella exhausta mientras se sentaba en el borde de una fuente situada en uno de los extremos de los inmensos jardines que rodeaban y protegían el palacio.-me pregunto quiénes serán esas personas y por qué su llegada está trayendo a la gente de cabeza ¿tan importantes son o qué?- En su mente trató de visualizar cómo serían físicamente, y cuál sería su ocupación-tal vez sean personas de alta cuna-meditó-eso explicaría todo el revuelo que se ha causado-
Sin embargo, pronto sus preguntas obtendrían la respuesta que tanto ansiaba tener, porque al cabo de casi diez minutos desde que ella había salido a tomar el aire, cinco objetos rasgaron la atmósfera del planeta dejando tras de sí una estela incandescente en el momento en que iniciaban el descenso, tocando tierra con gran virulencia en las afueras de la capital.
-Supongo que esto significa que ya se me acabó el descanso-farfulló decepcionada mientras se levantaba del borde de la fuente y se encaminaba hacia la entrada para recibir ella misma a los recién llegados, que no tardaron demasiado en dejarse ver en el recinto del palacio, caminando los cinco a la misma altura, con pasos lentos, al mismo tiempo que conversaban entre ellos en voz baja.
Su aspecto físico distaba mucho de lo que ella en un principio se había estado imaginando. Tres de ellos eran excesivamente altos y otro, bastante más bajo que ella misma. Ninguno tenía pinta de ser personas pertenecientes a una monarquia, más bien, aparentaban ser alguna clase de soldados a juzgar por el uniforme casi idéntico que portaban y por su excesiva juventud.
-Parecen muy fuertes-pensó al contemplar la excesiva musculatura de tres de los cinco hombres, que ahora estaban empezando a realizar una extraña coreografía, en la cual iban recitando sus nombres hasta culminar en una pose grupal, que provocó que Rubí soltase una pequeña carcajada.
-¿se puede saber qué es lo que te parece tan gracioso?-le espetó el más alto del grupo, un hombre de aspecto reptiliano y con ojos completamente rosados. Parecía molesto por su reacción.
-Yo... lo lamento, no era mi intención ofenderles -la chica se apresuró a disculparse mientras en su fuero interno se maldijo por aquella metedura de pata-acompáñenme por favor. Imagino que tendrán hambre después de su largo viaje, así que les llevaré directamente a la sala de banquetes y más tarde, a sus respectivas habitaciones.
-Yo tengo una audiencia con el rey así que, si no te importa, y si no es mucho pedir, quisiera que me guiases primero hacia su sala privada para no hacerle esperar más tiempo del necesario -el líder, Ginyu, repasó a Rubí de arriba abajo con cierto desdén. "Que niña más tonta. Espero que al menos dentro tengamos la atención que nos merecemos y un trato algo más competente" pensó mientras la veía temblar a causa de los nervios.
-De... de acuerdo, como guste-Ella se adelantó, atemorizada por ese joven soldado y les invitó a pasar al interior. Mientras les conducía a través de los intrincados laberintos, pudo escuchar de fondo la conversación que mantenían los cinco hombres, en la que al parecer ella no salía muy bien parada. Tampoco le pasó desapercibida la mirada fija que uno de ellos había puesto en ella. De reojo, comprobó que se trataba de Jeice, el de pelo blanco y piel rojiza, que no borraba en ningún momento una sonrisa extraña y escalofriante de su rostro.
-Bu... bueno... aquí está la sala del trono. Si no les importa, voy a avisar al rey de vuestra llegada.
-Por supuesto. Tómate tu tiempo-ironizó Ginyu cruzándose de brazos-nosotros esperaremos aquí.
Con el corazón latiéndole a mil por hora e ignorando los cuchicheos despectivos de los guerreros, Rubí entró en la estancia donde aguardaba el rey Beryl sentado en una enorme silla de madera recubierta por oro, plata y piedras preciosas. Se encontraba en compañía de su esposa, la reina Ámbar, que miró a la recién llegada con aires de superioridad.
-Majestad-informó ella, con cierta timidez. Estar allí le resultaba de lo más incómodo-han llegado cinco hombres que quieren reunirse con usted.
-En realidad sólo uno va a tener una audiencia privada conmigo-le corrigió Beryl, de malos modos mientras se levantaba bruscamente de su asiento-a la hora de dar cualquier tipo de información, piensa por un momento si la estás diciendo adecuadamente antes de abrir la boca. De todas formas, todo esto ya lo sabía por medio de uno de mis guardias, así que de poca utilidad me has servido. Piérdete y vuelve a tus quehaceres.
-Lo siento-se disculpó ella agachando la cabeza, avergonzada.
-No lo sientas tanto y ve ahora mismo a atender a esos hombres. Son personas muy importantes, nada más y nada menos que los soldados de élite del imperio de Freezer. ¿No querrás hacerles enfadar, verdad?-
-No, claro que no-murmuró la pelirroja, haciendo un gesto torpe con la cabeza y haciendo el amago de retirarse.
-¿Así es cómo le presentas tus respetos al dirigente de este planeta?-intervino Ámbar cruzándose de brazos, molesta-¿aún no has aprendido nada de protocolo, criada?-
Rubí rechinó los dientes con rabia e hizo lo que ella quería antes de marcharse de nuevo. No veía el momento de largarse de allí y abandonar de una vez por todas a aquella estúpida familia.
-Ya puede entrar-musitó la pelirroja cuando abrió la puerta, dirigiéndose al capitán del escuadrón-el rey le está esperando
-Muy bien-Ginyu pasó a su lado sin mirarla, cosa que ella agradeció enormemente en su fuero interno, puesto que de esa manera no tendría que encontrarse frente a frente con esos ojos carmesís que tan aterradores le resultaban,-nos vemos más tarde, compañeros. Me reuniré con vosotros en cuanto pueda.
-Te guardaremos algo rico para comer, capitán- sonrió el más bajo del grupo, clavando sus cuatro ojos negros en su líder que asintió conforme y despareció tras la puerta, cerrándola a sus espaldas y dejando a sus hombres solos con la pelirroja.
-Bueno, ahora les llevo a la sala de banquetes para que puedan reponer energías. Imagino que habréis tenido un viaje largo y estaréis hambrientos...-
-No hace falta que nos des ninguna conversación, niña-bufó Burter, cuyas primeras impresiones sobre Rubí habían sido sin duda alguna, nefastas.
-Oh, venga Burter, no seas tan descortés con una mujer tan hermosa-el hombre de pelo blanco y piel rojiza volvió a sonreír, de una forma que a Rubí le produjo escalofríos-seguramente ella no haya tenido ocasión de tratar con personas tan importantes como nosotros. Es normal que muestre tan buena disposición a hacernos sentir como en casa.
-Sí, es verdad, ella nunca va a saber lo que es formar parte del mejor escuadrón de élite del universo, al fin y al cabo sólo es una simple criada-se mofó Guldo, uniéndose a las crueles burlas de sus compañeros- Te has pasado de la raya, Burter.
-¡Serán creídos!-pensó la chica, asqueada por la arrogancia de los soldados mientras los conducía al comedor. A ella tampoco le habían caído demasiado bien ninguno de ellos, de hecho le resultaban despreciables del primero al último - ya hemos llegado-avisó con todo monocorde, acompañándolos al interior. A partir de aquí les atenderán mis compañeros, aunque si necesitáis algo, sólo tenéis que pedírmelo...
-De hecho, yo sí tengo una petición- interrumpió Jeice, haciéndolo un gesto a sus tres compañeros para que fueran empezando sin él- me gustaría que me indicaras donde está mi habitación, para poder irme después por mi cuenta sin tener que depender de nadie.
-Por supuesto-Rubí rechinó los dientes, deseosa de poder irse a descansar y olvidarse de aquellos groseros y antipáticos soldados- acompáñeme por favor-
Durante el resto del trayecto, ninguno de los dos dijo nada, aunque Rubí pudo sentir en todo momento la gélida mirada del peliblanco clavada en ella, como si estuviera analizándola con gran interés. Incómoda, ella aceleró el paso, recorriendo la maraña de pasillos que conformaban el palacio y subiendo varios pisos por las escaleras hasta que se detuvo frente a una puerta de madera blanca, que daba a una lujosa estancia.
-¿ya hemos llegado?-preguntó el invitado, situándose Justo a su lado
-Sí-respondió Rubí, quizás con más brusquedad de la deseada, mientras se introducía en su interior para mostrárselo a Jeice, aunque éste no parecía tan interesado en el dormitorio como en continuar observándola fijamente después de dejar la puerta del cuarto entreabierta.
-Debo confesarte una cosa-sus ojos verdes brillaron con malicia-si te he pedido que me trajeras aquí no era por el motivo que te dije antes.
-¿ah, no?-el cuerpo de Rubí se tensó y empezó a temblar, empezando a sospechar por dónde iban los tiros y maldiciéndose a sí misma de nuevo por no haberse dado cuenta antes de las intenciones del soldado.
-No. Verás... yo tengo por costumbre encontrar a una mujer con la que pasar un buen rato a solas en cada planeta al que acudo. Y aquí, esa persona eres tú.
-¡No, me niego! -exclamó ella, indignada por la forma en que él la estaba tratando-¡yo no soy ningún trofeo!-
-¡venga ya! ¡No me digas que vas a ser tú la única en todo el universo que no me ve atractivo!-exclamó Jeice, incrédulo y molesto a partes iguales.
-Pues no. No me pareces guapo, más bien me pareces un cretino-La pelirroja estaba tan estresada en aquel instante que olvidó utilizar cualquier tipo de formalismos- y ahora si no te importa, me voy. Se ha acabado mi turno y necesito descansar...
-De aquí no te mueves hasta que haya probado al menos tus labios-gruñó Jeice, poco acostumbrado al rechazo, antes de situarse frente a ella, arrinconándola en la pared. Su mirada esmeralda ahora rebosaba pura maldad, en contraste con la dorada de Rubí, que lucía aterrada. Pero cuando él acercó su rostro al de la pelirroja, y estaba a punto de besarla, ella instintivamente le pegó un tortazo en la mejilla derecha que dejó a Jeice, desencajado, desconcertado y rabioso.
Sin embargo, Rubí no se había dado cuenta de que había alguien más al otro lado de la puerta, alguien que había pasado por casualidad y que había llegado justo a tiempo para presenciar la escena en que ella abofeteaba con todas sus fuerza a uno de sus invitados de honor.
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