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DESPUÉS

Pasan los minutos y paso de la tristeza por lo sucedido con Gael a la ira por las palabras de Sarah, ¿por qué lanza tanto veneno en mi contra? Sí, sé que no debí aceptar que Gael me volviera a tocar pero, aún asi, él sigue siendo mi esposo ante la ley, no es que esté cometiendo algún pecado al decir que lo amo, porque es cierto, a pesar de su engaño, a pesar de su traición, Gael Phillips sigue siendo el hombre que amo.

Con eso en mente, y sin pensar en las consecuencias de mis actos, comienzo a marcar el número de teléfono de quien fingió ser mi amiga durante mucho tiempo, no me importa si de verdad está embarazada o si solo lo dijo porque sabía que Gael estaba conmigo y solo quería atormentarme.

—¿Ya te cansaste de comer mis sobras y me llamas para avisarme que él ya viene de vuelta a casa? —En cuanto descuelga la llamada esas son las palabras que salen de sus labios y eso solo me hace enfurecer aún más, si es que eso es posible.

—¿Tus sobras? —digo irónicamente—. Hasta dónde sé, Gael sigue siendo mi esposo, así que la carroñera aquí es otra, ¿no crees?

—¡No te voy a permitir que me hables así, gorda estúpida! —grita.

—¡Y yo no voy a permitir que me insultes, Sarah! Mira, ya ganaste, lo tienes atado a tu vida, vas a ser la madre de su hijo, ¿qué más quieres?

—¡Quiero que desaparezcas de nuestras vidas y nos dejes ser felices, Lori! Tú no supiste amarlo, te obsesionaste tanto  con darle un hijo que olvidaste que el tenía necesidades, además, ni siquiera te preocupaste por cuidar de ti, no me extraña que a él le diera asco tocarte, ¿y todavía te parece extraño que él haya venido corriendo a mis brazos en cuanto tuvo la mínima oportunidad? Eres gorda, fea, desaliñada y además estéril, ¿por qué alguien como él quisiera estar con alguien como tú?

Sus palabras me hieren y golpean mi ya de por sí pobre autoestima, todas las cosas que ella dice son las mismas con las que me he estado machacando la cabeza desde que los encontré revolcándose en mi cama.

—Ya no tienes que preocuparte por mi, Sarah —digo, tratando de contener el llanto—. Dentro de dos días voy a irme muy lejos de aquí y en cuanto llegue a la ciudad para la que voy a mudarme, voy a buscar un abogado para iniciar los trámites de divorcio.

Al terminar de decir eso, escucho a Sarah romper a llorar al otro lado de la línea.

—¡Deja de torturarme, Lori!, ¡soy una mujer embarazada, por el amor de Dios!, ¿qué quieres, ah?, ¿quieres que tenga un aborto o es que tanto odias a Gael que quieres castigarlo negándole la oportunidad de ser padre?

Su cambio de actitud me descoloca por completo, ¿qué está diciendo esta tipa, por favor?

—Lorraine —La voz cansada de Gael termina de sacarme fuera de órbita, si es que eso es posible—. Pensé que ya todo lo habíamos dejado en claro, por favor, no llames a Sarah, tú mejor que nadie sabe que una mujer en su estado no puede estresarse, suficiente con todo el estrés que yo le he causado.

Por supuesto, todo lo que hizo Sarah era un show para que Gael la escuche.

—¡Yo no le he hecho nada, Gael! —le corto—. Si, yo la llamé primero, lo admito, pero fue ella quien comenzó a atacarme primero, tienes que creerme.

Gael suspira y en mi mente me lo imagino negando con la cabeza, tratando de contenerse para no estallar de rabia.

—No se trata de creerle a una o a otra, Lorraine, se trata de que no hagas cosas que puedan lastimar a Sarah, tú mejor que nadie sabe lo que es estar en su estado.

Claro, y ahora Sarah es una santa y yo soy el peor de los demonios, por supuesto.

Y es que no puedo creer lo que escucho. No sólo tuve que soportar que Sarah me insulte sino que ahora también debo tolerar que Gael me regañe.

Si esto no es injusto, no sé como se llama.

—Mira, Gael —digo, cansada de tantos insultos a mi inteligencia—. Vamos a dejar las cosas así. Si quieres que me disculpe con Sarah, está bien, me disculpo, y ahora, si me disculpas, tengo más cosas que hacer que soportar a la histérica de Sarah y a ti dándole alas.

Cuelgo la llamada y arrojo mi teléfono al sofá. Sé que si sigo hablando con Gael voy a terminar diciendo cosas de las que me voy a arrepentir así que, por mi propio bien, decido retirarme y dejar que Sarah sea quien gane de nuevo.

Me voy al baño y mientras me ducho no dejo de imaginar a Sarah poniendo su mejor cara de víctima y al tonto de Gael consolándola. Bien tenía razón Skylar cuando me decía que la rubia era una bruja y que haría todo lo posible para lastimarme en cualquier momento, ¡como lamento no haberle creído!

Salgo de la ducha, me coloco uno de los pocos vestidos que tengo en mi armario que siento que me favorece, sandalias planas y lentes oscuros, desenredo mi cabello y me coloco brillo en los labios, tomo mis llaves y mi bolso y me dispongo a ir a la oficina a buscar mis cosas; necesito alejarme de todo y de todos y para eso debo dar el primer paso. Justo antes de salir de casa, me recuerdo de la caja que contiene las cosas de Gael y me voy a buscarla para llevarlas ahora mismo a la oficina, recordando echar dentro el anillo de compromiso que me regaló y mi anillo de bodas. Creo que es lo mejor. Así ni él ni yo tendremos excusas para volver a vernos.

Subo a mi auto, enciendo el reproductor de mi radio y, como si fuera una burla del destino, de nuevo mi adorado Freddie Mercury vuelve a llenar el espacio con su voz, esta vez con su «I wanna break free» y de nuevo vuelvo a identificarme con sus palabras: yo también quiero ser libre y dejar toda mi desastrosa vida amorosa atrás.

~*~

Llego a la firma y suspiro. Si bien no era precisamente mi sueño ser contadora, solo recordar todos los esfuerzos que hicimos Gael y yo para independizarnos y formar nuestro propio escritorio jurídico contable, me llena de melancolía.

Agradezco al cielo haber llegado temprano, al menos así no tengo que lidiar con las personas que creen saber lo que ocurrió entre Gael, Sarah y yo.

Nada más llegar a la oficina me encuentro con una nerviosa Jennifer y aprovecho la oportunidad para dejarle las cosas en claro.

—Jennifer, que bueno que te veo —digo—, necesito hablar contigo.

—Dígame, señora Lori —dice ella, sentándose frente a mí—, ¿pudo hablar con él señor Phillips, cierto?, ¿logró llegar a un acuerdo con él?

—De eso precisamente es que quiero hablar, Jennifer, ¿por qué lo llamaste para avisarle de mis planes?

Ella se muerde el labio inferior y puedo ver los engranajes de su cabeza dando vueltas; por mi tono y mi actitud tiene que saber que lo que hizo no me cayó para nada bien.

—Yo... Yo pensé que..  Como él es su socio en la firma, pues...

—Sí, Jenni, tienes razón, es mi socio pero sólo en la parte jurídica, en la parte contable, que es de la que te estoy dejando a cargo, solo yo tengo la potestad de decidir lo que considero conveniente.

—Lo sé, señora Lori. Lo sé y lo siento. Es sólo que... Dios... Es tanta responsabilidad que... Y tener que llevar la administración de su amigo Skylar es lo que más me aterra... Solo pensar que meto la pata y lo hecho todo a perder...

Oírla hablar a Jennifer de Skylar me hace recordar a una versión más joven de mí, nerviosa de echar todo a perder con Gael. Ya había notado hace un tiempo que mi asistente se siente atraída por mi amigo pero trato de hacerme la desentendida. Skylar es un espíritu libre y sé que si se involucra con Jennifer solo va a romper su corazón.

—Ya hablé con Skylar, Jennifer, le dije que tú eras de mi total confianza y el prometió ayudarte en todo lo que pueda, así que eso no debe preocuparte. Además, tú has sido quien se ha hecho cargo de los otros clientes las ocasiones que me he ausentado, no es como si no pudieras manejar la responsabilidad que te estoy dejando.

Me pongo de pie y, dándole la espalda, contemplo por última vez las vistas de la ciudad desde la ventana de mi oficina.

—Me voy a Nueva York, Jenni —le digo—. Creo que has escuchado los comentarios que se han hecho durante las últimas semanas acerca de mi matrimonio, y estoy segura que comprendes que lo mejor que puedo hacer es poner distancia y tratar de rehacer mi vida tan lejos de aquí como sea posible.

—Sí, he escuchado lo que dicen —comienza ella—, y de verdad lamento mucho lo que le pasó. Nunca he estado en una relación tan seria, pero solo pensar que mi pareja me es infiel con mi mejor amiga me dan ganas de golpearlos a ambos, mira que hacerle eso a alguien tan amable y agradable como usted...

Me doy vuelta y enfocó mi mirada en ella. Tiene la cara enrojecida y los puños apretados. Nunca pensé que yo le caía bien, pensaba que su cordialidad solo se debía a que yo era su jefa, pero ver su reacción me provoca ternura y sincero agradecimiento.

—Supongo entonces que entiendes porqué te estoy dejando a cargo de mi parte de la firma, ¿o me equivoco?

Ella asiente y, sin que yo lo espere, se levanta y me da un abrazo que tardo un poco en responder.

—Gracias, señora Lori, gracias por confiar en mí. Le prometo que no voy a decepcionarla.

—Lo sé, Jenni, lo sé —le digo—. Y ya no me digas señora, que no soy más tu jefa y además, me haces sentir vieja y solo soy mayor que tú por cuatro años —bromeo.

Ambas reímos y le pido que me deje sola. La verdad no pensé que Jenni podía llegar a convertirse en una amiga, pero descubrir que eso podía ser posible me hacía desear haberme dado cuenta antes, tal vez así no hubiera puesto toda mi confianza en Sarah.

Cuando me quedo sola, comienzo entonces a meter mis artículos personales en una caja. No quiero demorarme más tiempo del necesario. Estoy convencida que ni Gael ni Sarah van a aparecer hoy por la firma, pero aún así no quiero correr ningún riesgo de verles.

Justo estoy contemplando la foto de nuestro matrimonio que es el único porta retrato que tengo sobre mi escritorio y, cuando me estoy debatiendo entre llevarlo conmigo o arrojarlo a la basura, alguien me abraza por la espalda y me aferra contra su pecho.

—¿No estarás pensando en tirarla, verdad?

Gael posa sus manos en mis caderas y por instinto me giro para verle, perdiéndome en sus verdes pupilas manchadas de castaño.

—Pensaba que estarías muy ocupado tranquilizando a Sarah como para venir a la firma —dije—. Te traje tus cosas, se las dejé al oficial de seguridad del edificio, ¿te las entregó?

—Sí —responde él, apartando un mechón de mi cabello del rostro, enroscandolo ligeramente entre sus dedos—. ¿Pensabas irte sin despedirte, Lorraine?

—Era justo lo que iba a hacer —admito—, ¿qué es lo que quieres?

Sin mediar palabras, roza sus labios con los míos y siento como mis rodillas se debilitan. Me odio a mi misma por ser tan débil ante su presencia.

—Sé que no puedo evitar que te vayas, Lorraine —dice sobre mis labios—, pero al menos dame la tranquilidad de saber donde vas a estar.

Mete su mano en el bolsillo de su pantalón y de allí saca un juego de llaves que me entrega.

—¿Y esto? —pregunto.

—Son las llaves del departamento que mi madre me había regalado antes de venir a vivir aquí. Estuve averiguando en Internet y queda cerca de la editorial que está haciendo el diplomado. Sé que no te estoy dejando el espacio que me pides, pero necesito que aceptes lo que te estoy proponiendo, Lorraine. Solo asi podré saber que vas a estar protegida y a salvo.

—De acuerdo, Gael, tu ganas —respondí, minutos después de debatir en mi mente entre sí aceptar la propuesta o no, terminando por aceptar la oferta porque, diablos, ¿quién puede negarse a un techo gratuito en una de las ciudades más caras del país?—, acepto pero con una condición.

—¿Cuál?

—Que aceptes la mitad de nuestra casa que me corresponde con la división de bienes matrimoniales como parte de pago del departamento, lo restante te lo pagaré en cuanto consiga un trabajo estable, ¿tenemos un trato? —dije, alejándome de él y  extendiéndole la mano.

Gael baja la mirada y la enfoca en mi mano extendida.

—Pensar que nuestra historia se redujo a un triste negocio —dice él antes de estrechar su mano con la mía—. Tenemos un trato, Lorraine.

Ambos suspiramos y me separo de él. Decido dejar la foto de nuestro matrimonio en el lugar donde estaba y tomó la caja con mis cosas.

—Adiós, Gael —le digo antes se salir de la oficina—. ¿Sabes? Acabo de recordar que tu una vez me dijiste que yo tenía lo necesario para romperte el corazón... Creo que la vida nos demostró justo lo contrario.

—¿Estás segura de eso, Lorraine? —pregunta y me mira con tristeza—, ¿estás segura de que sólo tú corazón se rompió con todo esto?

No contesto y me apresuro en salir del edificio. Al llegar al frente de mi oficina, me detengo y observo hacia arriba, encontrándome con la figura de Gael mirando en mi dirección y en esa mirada puedo escuchar a mi mente decirme que, al igual que yo, Gael también está hecho trizas y, contrario a lo que cualquiera pueda pensar, tener esa certeza no me causa ni un poco de alegría, después de todo, lo amo tanto que su tristeza me causa dolor.

Bueno, como les fallé al publicar el capítulo anterior en la fecha prometida, les dejo un segundo capítulo que corresponde al día de hoy. Creo que puedo manejar un poco mejor la historia subiendo dos capítulos seguidos los días domingos o lunes pero no sé qué prefieren ustedes, si leer un capítulo del «Antes» los días de semana y uno del «después» los días domingos o lunes o los dos juntos como hoy. Por favor, ayúdame a decidir el ritmo de actualización con tu comentario.

Gracias por leer, nos leemos pronto.

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