Después
Recorremos el corto camino que nos separa del estacionamiento hasta la entrada principal de la casa en completo silencio, en mi caso, recordando todas las veces en que hicimos él mismo recorrido con las manos puestas sobre el otro, besándonos como si no hubiera un mañana, conteniéndonos lo mejor que podíamos pero fracasando miserablemente en la misión de llegar vestidos a nuestra habitación.
Llegamos a ser una pareja en extremo apasionada.
Gael va con las manos firmemente guardadas en sus bolsillos y me gusta pensar que lo hace porque solo así puede contenerse de tocarme.
Lástima que eso solo pasa en los escenarios que describo en las historias que escribo y que nunca verán la luz.
—Perdón por el desorden —digo al abrir la puerta—. Iba a limpiar en la mañana pero se me fue el tiempo.
Mi casa está limpia, pero lo digo para cortar el silencio e indirectamente para pedirle que se vaya rápido y me deje sola con mi miseria.
Gael se mantiene en silencio y, al entrar, comienza a observarlo todo, dejándome atrás, tal vez recordando las cosas que en este lugar vivimos, tal vez despidiéndose mentalmente de la vida que habíamos construido.
Tantas emociones contenidas comienzan a afectarme al punto que me desestabilizo un poco, y eso, aunado al ayuno forzado al que me he estado sometiendo desde hace unos días, forman un cóctel mágico para el desastre.
—Lorraine —dice Gael por fin—, ¿mis cosas?, ¿dónde están?
Su voz, a pesar de que él se halla a unos pasos de distancia, se escucha lejana, como si una cortina de agua se encontrará en medio de ambos.
—En el sótano —logró contestar—. Si quieres, puedo bajar a buscarlas.
—No te preocupes, Lorraine —dice—. Ya las busco.
Se da vuelta y me mira, y debo verme tan mal como me siento, me tiemblan las manos sudor frío perla mi frente y mi respiración comienza a trabarse.
—¿Lorraine? —me llama—, ¿te sientes bien?
—Si —respondo con voz temblorosa—. Voy a buscar tus cosas.
Paso por su lado y él me sujeta del codo.
—¿Lorraine? —insiste— ¡Lorraine!
Mi respiración se entrecorta y comienza a volverse sibilante; había olvidado como se sentía tener un ataque de asma y ahora me encuentro débil e indefensa.
—¡Dios mío! —dice él, o al menos eso creo porque apenas y puedo distinguir mís propios pensamientos—. Tú inhalador, Lorraine, ¿dónde está?
—Ne... Nevera —contesto con dificultad.
Gael me ayuda a sentarme en el sofá y acaricia ligeramente mi mejilla antes de irse a buscar mi medicina.
En el instante en que se aleja, comienzo a sentirme más ansiosa; mi nevera está vacía desde hace cinco días, he estado tan ocupada auto compadeciéndome que no me he preocupado por hacer las compras y llenar la despensa, y eso, sumado al extremo orden que hay en mi cocina, es suficiente para descubrir que no he pasado tiempo en ese lugar por días.
—Lorraine —dice él, segundos después, entregándome él inhalador—. Lorraine... No quiero incomodarte pero, ¿te has estado alimentando bien?
No respondo. Sé que si permanezco callada él sé va a enojar, pero será peor si le respondo, no sé mentir y por eso sé que, si llego a abrir la boca, diré la verdad y su enfado será peor.
Mi respiración comienza a retomar su ritmo normal, por lo que me pongo de pie y comienzo a alejarme de la mirada inquisitiva y acusadora de mi ex pareja.
—Lorraine —dice, cuando estoy dándole la espalda—, te hice una pregunta.
Respiro profundamente unas tres veces, tratando de encontrar una excusa que parezca medianamente creíble y razonable pero no logró hacerlo, así que me limito a darme vuelta y enfrentarlo con mi mirada.
—Gael... Yo...
Él levanta una ceja y comienza a negar con la cabeza, me había atrapado.
—¡Eres increíble, Lorraine! —me grita, frustrado por mi actitud.
—¡¿Y eso ti que más te da?! —estallo— ¡¿qué te importa a ti si como o si me mato de hambre?! ¡¿Qué te importa a ti si vivo o sino?! ¡Ve a preocuparte por Sarah! ¿No es a ella a quien amas ahora? ¡Vete, preocúpate por ella y deja qué viva o acabe con mi vida cómo mejor me parezca!
Él no contesta nada, solo se saca algunas cosas del bolsillo del pantalón y las coloca sobre la mesa del comedor: nuestro anillo de bodas y las llaves de la casa.
—Llévate tus porquerías de aquí —le exijo—. No te preocupes por dejarme las llaves, ya cambié la cerradura —digo, aunque es una mentira grosera—, y el anillo... El anillo guárdalo, capaz y algún día te arrepientes y te das cuenta que al perderme, lo perdiste todo.
—De acuerdo —contesta—. Si eso es lo que quieres, eso es lo que voy a hacer —recoge las llaves y el anillo y vuelve a guardarlas en su bolsillo—. Lorraine, después te paso la dirección de donde vivo para que me envíes mis cosas —comienza a salir de la casa—. Y Lorraine —continúa, abriendo la puerta—, por favor, come... Aunque te cueste creerlo, me preocupó por ti y no quiero que te pase nada malo.
Termina de retirarse de mi lugar y por fin me doy permiso para llorar— ¡Te odio! —grito, a sabiendas que, como no tiene auto, él puede escuchar lo que digo— ¡Te odio, Gael!, ¡no sabes cómo desearía no haberte conocido nunca!
Acto seguido, tomo un jarrón y lo arrojo a la puerta, jarrón que se hace añicos y yo solo lo miro, sintiendo que, al igual que ese jarrón, mi corazón también está destrozado.
—Ya no puedo más —digo, lágrimas bañando mis mejillas—. Ya es más de lo que puedo soportar.
Enseguida tomo mi teléfono y le envío a Jenny él mensaje que había redactado desde que descubrí a Gael y a Sarah en mi cama, besándose. El mensaje es corto y conciso, le pido que por favor se comunique con todos los clientes de mi carrera y les pida reunirse con ella a la brevedad posible para notificarles que ya no iba a seguir trabajando para ellos, que me dieran un mes para poner todo al día y que, si deseaban continuar con la firma, ella sería quien me reemplace.
Espero hasta que me aparezca la notificación de recibido del mensaje y apago mi teléfono, ya no quiero saber nada más del mundo, ya lo único que quiero es dormir y no volver a despertar.
—Prometiste nunca lastimarme —digo, cuando me estoy quitando la ropa para poder darme una ducha—. Lástima que no sabía que no cumples tus promesas.
Dejo que lágrimas bañen mis mejillas, tal y como ha pasado durante las últimas dos semanas, pero me prometo no volver a hacerlo de nuevo nunca más... Así tenga que mentirme, aún si las flores, las estrellas, el sol o la Luna me hacen recordarlo, aún si tengo que pelear conmigo misma, me prometo luchar contra este amor hasta que logre olvidarme de Gael.
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