Antes
Pasadas las dos horas de clase de introducción a la contabilidad estaba convencida de una cosa: me iba a aburrir como una jodida ostra durante todo el semestre, al menos durante esa clase.
Salí del aula y caminé a pasos despreocupados rumbo a la salida del campus. Sentía que estaba olvidando algo, pero, por un extraño motivo, no recordaba que era.
Justo cuando estaba por pasar frente a la cafetería y lo vi de pie al lado de la puerta, mirando a su alrededor como si buscara algo con la mirada lo recordé: Gael, cafetería, él dijo que me estaría esperando para almorzar. Suspiré, resignada, pensando que había sido una muy mala idea haber aceptado su invitación, pero luego me encogí de hombros, después de todo, ¿quién me aseguraba que él me estaba esperando?, cuando, en realidad, lo más probable es que, de hecho el estuviera esperando a alguna compañera de su clase de Introducción al derecho, y es que, siendo realista y objetiva, ¿quién era yo para creer que el recordaría aquella invitación?
Con eso en mente, y como si quisiera probar alguna teoría científica, me aventuré a pasar frente a la cafetería, aún a sabiendas que había otras rutas de acceso de las cuales podía hacer uso para salir de la Universidad.
—¿Lorraine? —dijo Gael, tomándome del codo una vez que pasé por su lado— ¿Tienes prisa para irte? Pensaba que íbamos a almorzar juntos.
—Yo pensaba que lo habías olvidado —admití, sin ocultar la sorpresa que me había causado ver, que de hecho, estaba esperándome como lo había prometido.
—¿Olvidarlo? —dijo, alzando una ceja—. Lorraine, cuando me preguntaron en introducción al Derecho que me había hecho venir a esta Universidad, estaba tan distraído viendo la foto que te había tomado que, ¿sabes qué respondí? —negué con la cabeza— «Lorraine», esa fue mi respuesta —dijo con su mejor cara de póker, como si lo que dijo fuese lo más lógico del mundo.
Estoy segura que mis ojos se abrieron tanto que parecían a punto de salirse de sus órbitas puesto que él no tuvo más opción que romper su cara de póker, estallando en una estruendosa risa.
—Debiste ver tu cara, Lorraine —dijo una vez que se había tranquilizado.
—No fue gracioso —repliqué, frunciendo el ceño antes de comenzar a alejarme rumbo a la salida del campus. Sé que había sido una broma inocente y un tanto estúpida, pero había pasado por tantos momentos similares mientras estaba en la secundaria y en la preparatoria que reaccioné de manera dramática y exagerada.
—Oh ¡Vamos, Lorraine! —dijo él, tomándome del codo y obligándome a mirarle—. Lo siento, ¿sí? Fue una broma estúpida, lo sé, perdóname, no quiero que se enoje conmigo la dueña de los labios más tentadores que jamás he visto.
Puse los ojos en blanco y me solté de su agarre, ¿Qué parte no había entendido este tipo que no se le podía hablar así a una persona que ha estado batallando por años con su autoestima?
—Lo digo en serio —insistió él, quién me había seguido y que ya caminaba a mi lado en estacionamiento de la universidad—. No sé qué tienes en contra de los cumplidos, pero el que te dije recién fue muy honesto y sincero.
—¡No tengo nada en contra de los cumplidos! —Grité, mandando mi autocontrol al diablo y dejando que la furia tomara el rol protagónico—, estoy en contra de quienes usan los cumplidos para burlarse de los demás. Créeme, sé quién soy, sé que la imagen que me devuelve el espejo no es la más aceptada por la sociedad, pero eso no me importa... bastante he luchado para quererme como soy como para que tú o cualquier otra persona venga a herir esa confianza que he construido paso a paso a lo largo de los años.
Gael me miraba, asombrado. Tal vez no esperaba que yo reaccionara de esa manera, pero sentía que, si podía enseñarle una pequeña lección, me daba por bien servida.
—Wow —dijo—. Me molesta toda la gente que te hizo sentir mal, y realmente detesto a todo aquel que se burló de ti basado en tu físico, pero créeme cuando te digo que, en este mes y medio que llevo viviendo aquí, no he logrado conocer a una chica más hermosa, fascinante e interesante que tú, Lorraine, y eso que no mencioné lo inteligente que eres ¡mira que responder bien a la primera todas las preguntas que el profesor Bowers preguntó hoy! —dijo, haciéndome que me ruborizara al recordar ese momento de más temprano—. Por eso decidí llamarte así y no por tu apodo, porque ese Lori no sirve para describir todo lo espectacular que tú eres, Lorraine.
No pude evitarlo y terminé arrojándome a sus brazos para estrecharlo en un fuerte abrazo. Sí, si por algo pueden juzgar a mi yo de dieciocho años es de pecar de emocional y exagerada en ocasiones.
—Supongo que me perdonaste —dijo Gael mientras me acariciaba la espalda y me miraba con diversión—. Pero ahora me dejaste sin poder almorzar y estoy que me desmayo del hambre.
—Lo siento —dije, avergonzada—. Espera, sé lo que debemos hacer para solucionarlo.
Lo tomé de la mano y comencé a halarlo para que me siguiera.
—¿Adónde vamos? —Preguntó—. No es que me moleste que me secuestres, al contrario, pero creo que debo ir a la oficina del Decano primero para poder avisarle que su hijo fue secuestrado.
Me detuve en seco.
—¿Eres el hijo del Profesor Phillips, decano de la Universidad? —pregunté a lo que Gael se limitó a asentir.
Los engranajes de mi mente comenzaron a trabajar, recordando una conversación que había tendido con mi mejor amiga, Sarah, al día siguiente a la ocasión en la que había faltado al trabajo porque mi madre tuvo un pico de azúcar y tuve que quedarme con ella en el hospital mientras la revisaban. Recordé que ella me contó que había ido el decano de la universidad en compañía de un muchacho, algo que le pareció raro pues en todo el tiempo que el Señor Phillips había ido al restaurante lo había hecho solo, así que por eso ella decidió que sería quien les atendería.
—Me acerqué a ellos como me has explicado —dijo ella, quien estaba bajo mi mando en el restaurante por ser la nueva mesera y yo, como llevaba años trabajando en el sitio, tenía más experiencia— y, al momento de tomar la orden del muchacho, el señor Phillips le preguntó «Hijo, ¿qué vas a ordenar?», ante lo cual el muchacho despegó los ojos de la carta , se quitó los anteojos oscuros y me escaneó de pies a cabeza.
—¿Qué? —pregunté, en mi mejor actitud cotilla—, ¿y qué pasó después?
—El muchacho se dirigió a mí y me preguntó «¿Qué me recomiendas, preciosa?, ¿Cuál es el mejor plato de este restaurante para alimentar nuestros jóvenes cuerpos?».
—¡No! —Chillé— ¿y qué le dijiste?
—Le ofrecí la especialidad de la casa a lo que él me contestó «perfecto, eso quiero. Me lo voy a comer pensando que eres tú quien me acompaña y no el anciano de mi padre», a lo que yo, ni corta ni perezosa le solté «pues puedes invitarme un día de estos y no tendrás que imaginarlo».
—Wow —dije— ¿y pasó algo más o todo quedó allí?
—Nada, seguí atendiendoles de manera normal pero, cada vez que me tocaba interactuar con el hijo del decano, éste me coqueteaba descaradamente y yo encantada le seguía el juego, al final antes de despedirse me pidió mi número telefónico. Aún no me ha llamado ni escrito pero le daré tiempo... te digo, Lori, cuando lo vuelva a ver , haré hasta lo imposible para atraparlo y que se quede conmigo.
Conocía a Sarah desde siempre, de hecho, ella era la única persona que me defendía cuando los abusivos de la escuela se metían conmigo, era una amiga leal, sí, pero como todos tenía un defecto y el suyo era que no podía serle leala sus novios, no podía ser fiel, amaba tanto coquetear que a veces parecía que lo veía como un deporte, claro, ella tenía como hacerlo, era tan atractiva que hasta podría resultar ofensivo para cualquier mortal.
—Amiga, si el hijo del decano Phillips no trata de ponerse en contacto contigo, es un completo y decidido imbécil, o sea por Dios, ¡mírate!, ¿qué tipo no quisiera que aunque sea lo voltees a ver?
—Eso lo dices porque no lo conoces, Lori —replicó ella, suspirando—. Parece una celebridad y sus ojos... Dios... cualquier mujer caería por esos ojos... hasta yo abrazaría la monogamia y me convertiría en una mujer fiel solo por poder ver esos ojos todos los días.
Y fue en ese momento que lo supe: Sarah se había enamorado del mismo muchacho que en ese instante estaba tomando mi mano y viéndome con confusión por mi cambio brusco de actitud, lo cual hacía que fuera del todo imposible que Gael siguiera opinando que yo era la chica más hermosa, fascinante e interesante que había conocido durante su estadía en Alabama en cuanto volviera a encontrarse con ella.
—Lorraine —dijo, con diversión en su voz, sacándome de mis pensamientos—. El hecho de que yo sea el hijo del decano de la universidad no implica que no podamos salir, así que no te preocupes.
—¿Y quién te dijo que yo estoy interesada en salir contigo? —Pregunté, enarcando una ceja— ¿acaso no has pensado que, a pesar de ser una chica de pueblo pequeño, me pueden llegar a gustar las mujeres y no los hombres? —concluí, mirándole con mi mejor cara de póker.
Si, estaba haciendo una tontería, pero, aún no se me había olvidado de la broma que me había hecho minutos antes en la puerta de la cafetería, y por eso decidí que, si él podía jugar ese juego, yo lo podía jugar mucho mejor que él.
—Oh, vaya, Lorraine... no lo sabía...que tonto soy, perdóname... estuve coqueteando contigo todo el día y no pude detenerme a pensar que yo podía no gustarte, ¿fue por eso que me ibas a dejar plantado en la cafetería, verdad? Claro quefue por eso, tonto, ¿qué crees que ella te va a decir?
Se veía tan adorable, desordenando su cabello con sus manos, hablando de forma acelerada y con sus ojitos asustados y avergonzados que no pude evitar largarme a reír de manera descontrolada y con tanta fuerza que lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.
Su cara de sorpresa al ver mi reacción fue digna de fotografía, le había tomado el pelo de forma épica.
—Debiste ver tu cara, Gael —me burlé, una vez me había tranquilizado, replicando sus propias palabras.
—¿Y, además de hermosa, fascinante, interesante, inteligente eres también graciosa? —dijo, mirándome con una sonrisa bailando en sus labios—. Tienes que ser mía, Lorraine, tienes que serlo.
Tiró de mí en su dirección, estrechando nuestros cuerpos de forma que solo el aire nos separaba. Acarició mi cabello y acomodó un mechón del mismo detrás de mi oreja para luego acariciar mis mejillas, obligándome a mirar sus pupilas que, dilatadas, observaban mis labios con fijeza.
—No me lastimes —supliqué, con un hilo de voz—. Por favor, Gael, sé que me estoy equivocando en grande, sé que cualquiera sé arrastraría a tus pies para que aunque sea voltees a verle, también sé que chicos como tú no permanecen solos por mucho tiempo, pero por favor, no me lastimes.
—Nunca, Lorraine—dijo—. Nunca te lastimaría, lo prometo.
Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla.
—Entonces, vayamos con calma, ¿si? Si puedes hacerlo, si puedes tomar las cosas con calma, creeré en tu promesa de no lastimarme, ¿puedes hacerlo?
Guardó silencio por varios segundos y soltó su abrazo, lo cual me hizo confirmar mi teoría: él solo estaba jugando conmigo, seguro estaba convencaído de que le pondría fácil la tarea de saber de que color eran mis bragas.
—De acuerdo —dijo al fin—. Iremos con calma, pero ahora llevame a comer, ¿si? Quiero estar seguro que lo que pasó recién es real y no obra de alucinaciones provocadas por el hambre.
Reí ligeramente y dejé que me guíe hacia el auto deportivo negro que todos en el pueblo sabían que era de su padre.
—¿Si sabes que podríamos ir caminando, no? —pregunté, enarcando una ceja.
—Si, lo sé pero uno, no quiero que me veas desmayándome en la calle y sé rompa la imagen de tipo fuerte y protector que quiero crear para ti, y dos, si lo hago, si nos vamos caminando, no podré aprovechar el momento de intimidad para hacer esto —dijo, antes de apretar sus labios contra los míos.
—¡Gael! —le regañé—, ¿qué parte de llevar las cosas con calma no entendiste?
—No por estar a dieta tengo que dejar de aunque sea probar un poco el menú —dijo con Picardía, guiñando el ojo y robándome una sonrisa.
Sabía que era un error, sabía que en cuanto el sector diera cuenta que Sarah o cualquier otra chica era mejor opción que yo me abandonaría, Dios, sabía que me acababa de besar con un chico que recién conocía, pero vaya, si así era el diablo, no me preocupaba quemarme en el infierno, después de todo, ¿qué no todas las chicas buenas van al infierno alguna vez?
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