Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Nuestro corazón dividido.

 La nevada arreciaba tras la ventana del hotel.

Todo se serenaba nuevamente; el ruido, las calles, la ciudad; dejando nada más que luces centellantes en la escasa visibilidad. El tiempo se detenía bajo su propia tutela. Caminó descalzo hacia la puerta de vidrio del balcón, con una manta fina cubriendo su cuerpo. Tenía muchas excusas para estar allí; sabía que Darrell no deseaba volver a Viles, porque eso significaba cruzarse con Collin, y aunque le dolía imaginar los motivos, creía entender. Por otra parte, era imposible conducir con ese clima. Lo único que no tenía era una excusa para sentir. Oía la ducha mezclarse con el murmullo del viento, observaba la cama matrimonial por el reflejo del cristal y en el pecho se le formaba un nudo incómodo de culpa y angustia. Se había deshecho cuando Darrell lo calzó sobre su antebrazo para besarlo, para desatar esa tormenta que sin duda era culpa suya. Era imposible dejar de pensar; hasta que el sonido de la ducha cesó, entonces contuvo la respiración. Apretó los ojos, imaginándose un sueño, donde aquello era posible sin lastimar a nadie; respiró hondo, exhaló empañando su reflejo. Darrell se detuvo detrás de él.

—¿Qué ves en mí? —el timbre de su voz le erizó la piel—, a veces siento que ya no tengo nada que dar; que soy un tonto. Mírame —se encontró con los ojos de Nathan a través del reflejo de la puerta—. Tengo una novia de la cual no sé nada, sigo sufriendo por alguien que me abandonó hace años, y lo peor es que estoy ilusionando a la única persona que se preocupa por hacerme feliz.

—Dices que me estás ilusionado, pero aun sabiendo que siento cosas por ti, nos pones en esta situación —susurró dándose la vuelta—; podrías haber elegido un cuarto con camas separadas.

Ambos se miraron en una lectura silenciosa. El cabello de Darrell goteaba sobre su pecho, y lo único que cubría su desnudez era una toalla negra de baño.

—Te necesito... —respondió.

—Lo sé —se acercó y llevó una mano a su mejilla, acariciándola—, no quiero más motivos.

Darrell jaló suavemente de la manta que lo cubría, desnudándolo. Lo levantó a su cintura y lo llevó sobre la mullida colcha gris de la cama.

Su boca había diseñado un mapa sobre las zonas más sensibles de su piel. Cada caricia descubría un punto débil, cada gemido acertaba una conquista. Tuvo la oportunidad tan esperada de definir con los dedos los músculos de su espalda, en el ir y venir impetuoso con el que estimulaba a mordiscos todas sus ganas. Era un niño bajo la experiencia exquisita de un hombre. Se sentía avasallado, preguntándose si sería capaz de satisfacer todas sus necesidades.
Pronto la oscuridad los abrazó en el desenfreno, y la cama no paró de quejarse hasta la madrugada.

Despertó al sentir el chirrido de la canilla. Paseó las manos disfrutando de la suave textura de la colcha y se revolvió antes de sentarse. No podía creer que nada más unas horas atrás había perdido la virginidad con él. Tomó su celular de la mesa de luz y cayó nuevamente en la cruda realidad; tenía cinco llamadas perdidas de Judith. Se revolvió el cabello tratando de no entrar en pánico, ¿qué estaba haciendo? Ella ponía las manos en el fuego por su hermano; él la traicionaba. Por un momento pensó en huir con Darrell a algún lugar donde nadie más se interpusiera en esos sentimientos consumados, pero no tenía la seguridad. El mayor no le dedicó palabras de amor; fue nada más que un grito desesperado por llamarse a los brazos de alguien que lo contuviera, que lo hiciera olvidar; y vino a caer en su cuerpo. No podía negarle nada, tan sólo ver a Darrell le provocaba cosquillas en el estómago.

Salió del baño y le sonrió. Nathan se avergonzó cubriéndose.

—¿Cómo dormiste?

—Bien, como un bebé.

—Eres un bebé.

—¿Eso te hace un pederasta?

Darrell lo miró reprochándole el comentario. Nathan fue a bañarse con una sonrisa de triunfo mientras él aprovechaba para vestirse. Terminó de acomodarse el traje antes de tomar su celular entre manos; Judith lo estuvo llamando toda la noche, y claro, él estaba muy ocupado follándose a su hermano como para atenderla. Iba de mal a peor. Estaba tan desarmado, tan roto; hallando por fin un sitio al que no dudaría en regresar, una noche casi reparadora. Sus besos le dejaron un sabor dulce, sus caricias iban estremeciendo a su paso; y el calor de su interior, como fuego envolviendo su intimidad, lo invitaba a hundirse mil veces más. Recordó cuánto extrañaba sentirse deseado, mimado, anhelado.

Guardó sus cosas y esperó sentado que Nathan terminara de vestirse; entonces ambos se encaminaron a Viles a pie, a buscar el coche. Marcó el número de Judith en el celular.

—¡Darrell, ¿dónde estás?! —preguntó alterada.

—Calma, Judith, estamos bien, está todo bien, Nathan está conmigo.

¡No fui a trabajar esperando que regresaran a casa!, por dios, Darrell, ¡ni una llamada!

—Lo sé, lo siento, ¿está bien?, estaba algo enredado en la oficina y me olvidé del celular.

No, no está bien Darrell, no está bien, tenemos que hablar de muchas cosas; pon a Nathan al teléfono.

Darrell le entregó el celular al muchacho.

—Judith.

Nathan, ¿está todo bien?

—Sí, lo siento, no me di cuenta de llamarte anoche; estamos bien.

Nath, me llamaron de la Universidad, sé que estuviste faltando a clases; estuve repensando las cosas y mamá quiere que vuelvas a Cooperstown. Lo arreglaremos de otro modo, la vida que llevamos aquí no es lo mejor para ti.

—Yo... no... —la voz se le quebraba.

Hablaremos cuando lleguen a casa, tengo otra llamada entrante; cuídense en la calle.

Colgó dejándole las palabras atragantadas. Le devolvió el teléfono a Darrell; estaban llegando al estacionamiento. Su boca temblaba mientras lloraba en silencio, dos pasos detrás del mayor, quién le quitaba el seguro al coche.

—Judith quiere que vuelva a Cooperstown —lanzó en medio del incómodo silencio.

Darrell se quedó en blanco. Observó al muchacho, parado allí en medio de grises, con los pómulos empapados. No tuvo el valor de sostenerle la mirada; quizás era lo mejor para él, alejarse de un hombre que no era capaz siquiera de definir sus sentimientos. No quería lastimarlo, continuar tejiendo redes que se entreveraban cada vez que sus sentimientos eran puestos a prueba.

—Vamos.

Lo había ignorado por completo; estaba herido, dolido. Obedeció sin chistar y no dijo una sola palabra de camino a Brooklyn, sólo dejó que sus lágrimas se escurrieran una tras otra mientras se perdía por algún lugar a lo lejos, a través de la ventana.

Judith esperaba en la sala; Nathan trató de adecentarse antes de dar la cara a su hermana, quien lo recibió con un beso en la frente. Besó a Darrell en la mejilla.

—Tienes comida en la heladera —dijo a su hermano y luego miró a Darrell—. ¿Podemos hablar?

Darrell asintió con la cabeza y la siguió al dormitorio que compartían. Las cosas estaban claras, Judith ya no quería continuar la relación. Viviría con su madre hasta que arreglara los papeles para adquirir su propio apartamento y luego se mudaría con su hermano. Sabía que sentían un cariño mutuo, pero la conveniencia no era amor, la amistad tampoco. Entendió, no tenía nada que decir. Quiso pedir que Nathan se quedara con él, pero sus palabras fueron claras: <<Veo que te tiene un gran cariño, y ha estado tan pendiente de ti que ha descuidado sus estudios, necesita cambiar de aires, no tiene porque hacerse cargo de problemas que no son suyos>>. Volvería a quedarse solo.

Durmieron en la misma cama como dos buenos amigos, se levantaron en la mañana juntos, prepararon el desayuno y Judith salió rumbo a su trabajo. Nathan aún no se levantaba. Esperó poco más de media hora antes de ir al cuarto a buscarlo.

—Nathan —llamó, dando algunos toques a la madera.

Insistió pero no contestó, así que entró, abriendo la puerta despacio. El muchacho estaba cubierto hasta la cabeza, parecía un bollo.

—Tu hermana dijo que trabajaría medio día y luego pasaría a buscarte en el coche para llevarte a casa, tienes que juntar tus cosas —jaló de las mantas tratando de descubrirlo—; no lo hagas más difícil.

Nathan se destapó de golpe sentándose en la cama, mirándolo con el rostro empapado y los ojos hinchados.

—¿¡Difícil para quién!?, no me jodas... —se despejó el rostro, despegando el cabello que tenía sobre la frente—. <<Es lo mejor para él>>, ¿no?, <<necesita la contención de su familia>> —se levantó enfrentando a Darrell cara a cara—; escuché todo.

—No puedo darte nada, Nathan; lo mejor que puedes hacer es irte y hacer tu vida.

—¡Te lo hubieras pensado antes de llevarme al hotel y...! —comenzó a tirarle manotazos con los dientes apretados—, ¡pedazo de un hijo de puta!

Darrell luchó con él llevándolo contra la pared de la habitación. Recibió dos golpes en la mejilla antes de que pudiera sostenerlo firme, asaltando su boca en un beso violento y descuidado. Nathan le jaló del cabello correspondiendo con ganas, trepándose a su cintura. La ropa quedó fuera de lugar entre tirones y movimientos bruscos. Todo lo que Nathan hacía estaba quebrándolo, no podía quemarse en él, aunque quisiera. Aquellos besos repletos de frustración entre jadeos pesados, las mordidas sobre sus labios, el deseo, la pasión; el afán de aferrarse, oculto bajo el manto de la lujuria; todo lo quebraba. Lo empujó, soltándose del agarre y salió de la habitación a prisa. Salió del apartamento. Salió del edificio.

¡Imbécil!  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro