Capítulo 17
El silencio en los alrededores era inquietante, ninguno de los presentes decía nada, cruzamos por una calle con escasez de luz y nos adentramos en una de las casas abandonas. Avanzamos hasta llegar a lo que parecía ser una especie de biblioteca, Shane se acercó a una puerta de metal y dio tres golpes suaves en ella, ésta se abrió automáticamente y caminamos en completo silencio hasta llegar al final del pasillo. Doblamos un par de esquinas más hasta que dimos con nuestro lugar de destino. Al ingresar a la pequeña habitación caí en cuenta que no había nada más que un telón rojo que dividía en dos aquel lugar. Continuamos con nuestro recorrido y atravesamos el telón, a medida que íbamos avanzando el sonido de voces se iba haciendo cada vez más audible.
Una vez más nos detuvimos en otra habitación pero esta era completamente diferente. Tenía un enorme ventanal con vista hacia el exterior. Me fui acercando de a poco y me llevé una gran sorpresa al ver la cantidad de personas que había ahí dentro. En el centro se encontraba un espacio cerrado con alambres de púas que formaba un pentágono y en los alrededores yacía una gran multitud.
Centré mi atención en aquel lugar y noté que había pequeños charcos de sangre y armas de todo tipo ubicados en diferentes lugares.
Esto no se veía nada bien.
Todo un campo de lucha estaba formado ahí dentro, cualquiera que sea el tipo de juego que se realizaba en el lugar, estaba segura que no era nada para nada tranquilo.
Giré confusa para ver a mis acompañantes durante unos segundos y volteé para seguir intentando descifrar el lugar.
— ¿Qué demonios es este lugar? —pregunté arqueando ambas cejas.
—Bienvenida al pentágono querida, Laia —respondió Erick posicionándose junto a mí.
— ¿El pentágono? —cuestioné, sin entender a lo que se refería.
—Así es.
Esperaba una respuesta que me sacara de dudas pero no fue así.
— ¿Qué es lo que pasa ahí dentro? —Señalé el lugar.
—Los mejores asesinos salen a cazar. Una vez dentro, tendrás que matar para poder sobrevivir, nadie sale de ahí hasta que exista un equipo ganador.
— ¿Por qué lo hacen?
—Por diversión.
— ¿Diversión? Eso es absurdo
—Cada quien ve las cosas como quiere, intenta no amargarte y solo disfruta.
¿Disfrutar? Como si eso fuese posible.
Pase mi vista hacia la pequeña tarima y me encontré con un hombre que vestía de forma extravagante. El carraspeo y entonces hablo:
—Damas y caballeros —llamo la atención de todos. Miró a todo el público presente y al ver que había logrado con su objetivo el continuó —: ¡Sean ustedes bienvenidos una vez más al pentágono! —dijo con entusiasmo al pronunciar lo último —. Está noche tendremos uno de los más grandes espectáculos de toda la temporada ya que tenemos invitados especiales.
La multitud hizo notar de igual forma su emoción soltando gritos.
—Así como también tenemos invitados especiales, se encuentran también nuestros mejores luchadores en el pentágono. Esperemos que gocen del espectáculo, y como siempre digo antes de terminar: esfuércense, luchen y lleguen hasta el final por que solo los mejores sobrevivirán. ¡Que comiencen los juegos!
Gritó eufórico a través del micrófono.
Los silbidos y aplausos no tardaron en llegar, todos los presentes se encontraban felices a la espera de dicho espectáculo.
Miré atenta en dirección al pentágono. La música de fondo resonó por los altavoces y de la derecha comenzó a elevarse una rejilla. Un grupo de diez hombres salieron de ese lugar, mirando todo lo que ocurría a su alrededor. Podía ver la confusión y cierto miedo en sus rostros. Llevaban puesto un overol gris con diferentes números en la espalda.
Del otro lado del pentágono salió también otro grupo de cinco personas, pero a diferencia de los otros, éstos iban vestidos con elegantes trajes negros. Ambos bandos se miraban fijamente a la espera de cualquier movimiento, analizando a cada uno de sus oponentes. Un estruendoso sonido indico el inicio del juego y todos comenzaron a correr en diferentes direcciones. Cada uno tomó un arma y se fueron abalanzando los unos contra los otros.
La sangre derramada por la primera víctima no tardó en llegar, el número siete había sido eliminado de combate.
Al ver eso, el equipo contrario corría a mayor velocidad con sed de sangre e intentaron arremeter contra los demás. El número tres se montó encima de uno en un intento de clavarle el cuchillo en el rostro pero éste fue lanzado con brusquedad al suelo y en un descuido el otro le propinó un golpe en la cabeza con un fierro de metal dejándolo inconsciente, uno tras otro golpe fue los que recibió la víctima antes de perder la vida.
A medida que pasaban los minutos más víctimas iban cayendo hasta que no quedó ninguno del equipo contrario. Quedaron tres de los hombres que vestían de traje y una vez más sonó la alarma que indicaba el final de la pelea.
Todos los presentes celebraron tal acto y mostraban su apoyo a los ganadores.
—Mis queridísimos espectadores, esto tan solo fue un adelanto de lo que veremos a continuación —Una sonrisa amplia se formó en su rostro —. Todos sabemos que lo mejor queda para el final y sé que muchos de ustedes han esperado este momento al igual que yo. Hoy no sólo tenemos un invitado especial, sino que hoy, ¡contamos con la dicha de tener al mejor asesino de todos los tiempos¡ ¡Con ustedes, Shane, damas y caballeros!
Las rejillas se abrieron por segunda vez dando paso al rubio quien iba caminado con galantería, recibiendo muchos elogios y gritos de apoyo por parte de los demás. No sabía en qué momento, Shane, se había alejado de nosotros, pero ahora se dirigía hacia el centro del pentágono. Dio media vuelta cuando se detuvo y su mirada se encontró con la mía mostrando esa sonrisa torcida. Hicimos contacto durante unos segundos y volvió a girarse quedando con vista al público que tanto lo admiraba.
La otra rejilla de igual forma se abrió y de ella salieron cinco personas. La alarma de inicio no tardó en llegar y Shane acomodó su sombrero antes de empezar. Los demás iban corriendo en su dirección después de tomar un arma dispuestos a atacar y él, con toda la tranquilidad del mundo se inclinó para tomar dos cuchillos y atacó al primero que se le acercó. Iba esquivando los hachazos con mucha agilidad y se las ingenió para quedar detrás del chico y con dos simples movimientos cortó de su cuello dejándolo morir desangrado.
Dos hombres lo interceptaron nuevamente, Shane logró esquivar a uno con éxito pero el otro lo tomó por el cuello en un intento de asfixiarlo.
—Lo van a matar —dije presa del pánico.
—Tranquila, el solo se divierte —esta vez fue Gregory quien habló.
¿Qué demonios? Estaba a punto de morir.
Termino librándose del chico y procedió a matar a ambos sin piedad alguna.
Cuando creí que la pelea se había dado por terminada, las rejas volvieron a dar paso a unas nuevas víctimas. Dos personas más salieron de aquel lugar, estos no esperaron ningún tipo de señal y se fueron directo a atacar. Detrás de ellos iba saliendo un tercero, pero éste a diferencia de los otros, iba saliendo con lentitud, hasta que su silueta se iba haciendo visible poco a poco.
Entonces lo vi.
Sentí como mi cuerpo se paralizó, todo sonido a mi alrededor había desaparecido y mi mente solo se podía concentrar el.
Llevaba puesto unas cadenas en las manos y los pies, tenía la ropa sucia y manchada de sangre. Había sido previamente torturado, se notaba por los golpes en el rostro. No sabía cómo es que él había terminado en este lugar, pero estaba segura que no podía dejarlo solo.
Tenía que ayudar a Ezra.
El sonido volvió poco a poco y comencé a gritar con todas mis fuerzas en un intento de que Shane me escuchara. Al no obtener nada, me arme de valor y me deje llevar por mis impulsos.
No iba a permitir que le hicieran más daño, y tampoco pensaba quedarme de brazos cruzados viendo como lo mataban.
—Laia, no —escuché decir a Erick pero lo ignoré.
Salí de aquella habitación y comencé a correr como pude por los pasillos intentado buscar algún camino que me dirigiese al pentágono. Corrí y corrí sin dirección alguna, perdida por completo en aquel lugar, la desesperación comenzaba a ganarme.
Cuando creí que todo estaba perdido escuché los gritos de la multitud.
Me dejé guiar por las voces, cada vez me iba acercando de a poco. Atravesé un pasillo y finalmente di con la entrada. Éste estaba repleto de personas, avancé como pude y pasé por la masa de personas entre empujones y tropiezos. Llegué hacia la parte delantera y pude ver a Shane y Ezra peleando el uno contra el otro.
Grite cuanto pude una vez más para parar la pelea, pero fue inútil. Mis gritos se perdían con los del resto, era imposible que fuera escuchada desde aquí.
Miré a los alrededores buscando alguna entrada y di con las rejillas a menos de dos metros. Los anteriores jugadores iban saliendo de ahí y la rejilla se iba cerrando de a poco. Corrí lo más rápido que pude y me adentre en el pentágono antes de que las rejillas se cerraran por completo.
—Pero que es lo que ven mis ojos. Parece que tenemos una nueva invitada el día de hoy señores —informó el presentador.
Mire a los alrededores y me sentí expuesta ante tanta gente. Le reste importancia y comencé a correr hacia Ezra. Cuando ya llevaba por la mitad del camino la alarma sonó y me detuve.
«Esto no podía ponerse peor»
Shane se volteó al oírlo y balbuceó un par de palabras que no logré escuchar, dejó a Ezra de lado para intentar llegar donde yo me encontraba.
Del campo opuesto comenzaron a salir una vez más las personas, un pequeño grupo corrió a toda velocidad tomando diferentes armas y acorralaron a Shane antes de que pudiera llegar a mí. Un segundo grupo iba viniendo en mi dirección, acercándose cada vez más.
Retrocedí cada paso que pude y tomé el palo de golf que encontré en el suelo. Apuntaba en dirección a cada uno de los que me rodeaban por si alguno intentaba atacar pero eso no daba resultado. Ellos me iban acorralando.
Miré hacia atrás y sabía que no tendría más escapatoria ya que la cerca con púas estaba cada vez más a una corta distancia. Sin esperar más uno de ellos se abalanzó contra mí con un cuchillo en mano, esperé la primera puñalada pero nunca llegó. El hombre que había estado por apuñalarme ahora se encontraba tirado en el suelo. Erick, le había propinado una patada tomándolo desprevenido y todos se voltearon a verlo.
Gregory y Cristal venían acompañándolo y ambos se fueron contra los demás.
—Mantente cerca de mi y no te vayas a alejar —ordenó Erick.
Me quedé ubicada tras de el mientras el iba matando a cada uno como lo hacían los demás. Yo no hacía más que estorbar entre ellos.
Uno a uno fueron cayendo hasta que solo quedamos los del grupo.
—Shane no estará nada contento después de esto —dijo Gregory, y procedió a limpiarse los restos de sangre con la lengua.
Con la sola mención de su nombre fue que recordé la razón por la cual había venido hasta este lugar y una vez más salí corriendo alejándome del resto.
Busqué al pelinegro y retomé mi camino, Ezra, se encontraba agotado y muy herido, con las pocas fuerzas que tenía se puso de pie e intentó dar unos pasos pero cayó de rodillas. Shane se iba acercando a él con el arma en mano para terminar con el trabajo.
—¡Shane, no lo hagas! —grité con todas mis fuerzas mientras corría.
El rubio se volteó a verme y sin darme importancia continuó con su camino.
—¡Shane por favor, no lo hagas!
Nada, no obtuve nada.
Estaba a un par de pasos de mi llegada, mi pecho subía y bajaba agitado, pidiéndome un descanso.
Creí que mis palabras habían ayudado a tomar consciencia al rubio cuando se detuvo pero no fue así, al contrario, el tomó un cuchillo y lo pasó por el cuello de Ezra.
El cayó sin vida a los pocos segundos.
—¡No!
Grité afligida.
—¡Qué hiciste maldito asesino!
Las lágrimas bajaban por mejillas.
Estaba a punto de abalanzarme contra el pero alguien me detuvo por la cintura.
—Tienes que calmarte, Laia.
—Sueltame, Erick. Yo misma lo mataré —forcejee para intentar liberarme.
—¡Que te calmes! No es momento para esto.
Luché pero fue en vano. La alarma no tardó en sonar y el bullicio comenzó.
Miré el cuerpo inerte del pelinegro y el dolor de verlo así crecía cada vez más.
—¡He aquí los dueños de la noche! Un aplauso para todos ellos damas y caballeros!
Más gritos y aplausos se vinieron con ello.
—Caminen —ordenó, Shane. La molestia en su voz era muy notable.
—No me moveré de aquí —contraataqué.
Mis palabras quedaron en el aire, fui arrastrada por Erick fuera de aquel lugar.
—¡Suéltame!
Comencé a patalear pero la fuerza que aplicaba contra mi era superior.
—No lo haré, no hasta que salgamos de aquí —Continuó caminando conmigo en brazos.
—¡Qué me sueltes de una vez por todas!
—Esta bien.
Nos encontrábamos en una habitación, Shane me miró de mala forma y me abalance contra el una vez que me liberaron.
—¡Eres un asesino! No tenías que haberlo matado.
Golpeé su pecho una y otra vez.
—Laia, el no es quien crees —escupió con rabia.
—Yo vi como mataste a Ezra, no te atrevas a decir que no lo era. Eres de lo peor, me das asco.
—¡Ya te dije que el no es quien crees!
—¡Eres un monstruo!
Golpeé con más fuerza.
Su cuerpo se tensó y apretó las manos en un puño.
—Tienes razón, pero recuerda que uno no nace siéndolo, los hacen. Y esas personas a quienes maté allí afuera fueron quienes crearon a estos monstruos.
—¿De que hablas? —bajé la voz.
—Los verdaderos monstruos no son los que tu ves en esta habitación, sino a los que se enfrentan día a día en el pentágono.
—Eso es mentira.
Ya no tenía las fuerzas para seguir golpeandolo.
—No voy a intentar hacer que me creas, pero ten en cuenta que aquí, nada es lo que parece.
Y sin decir más, salió de la habitación.
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