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8.La carta


Alejé la vista de su rostro luego de darme cuenta de la manera tan descarada en la que lo estaba viendo. Él lo notó, no le incomodó ni tampoco le importó. Noté una chispa de diversión en su mirada, pero sabía ocultarlo con mucha facilidad.

—¿Necesitas alguna ayuda? —volvió a preguntar.

Volví mi vista a los discos intentando reducir la vergüenza que sentía al haber sido descubierta. Normalmente no solía quedarme a mirar a las personas de esa manera, pero fue como si entrara en una especie de shock en el que no te das cuenta de tus acciones, simplemente las haces y ya.

—No gracias —mascullé intentando no mirarlo.

Pese a tener la mirada agachada pude notar por el entrecejo que él me estaba observando. Sentía que su mirada penetraba hasta los rincones más ocultos de mi ser, era realmente incómodo tenerlo cerca de mí y observándome de esa forma descarada como yo lo había hecho hace tan solo un par de minutos.

—Veo que te gusta The beatles —comentó.

—¿Ah? —inquirí desorientada, esta vez mirándolo fijamente. Él era al menos una cabeza más alta que yo.

—The beatles —señaló el disco que llevaba en manos —Here comes the sun es una de las mejores músicas que sacó la banda.

¿The beatles? Ni siquiera sabía quién diablos era. Tenía un disco en manos sin si quiera darme cuenta del momento en que lo había tomado. Simplemente escogí un disco al azar para salir de aquella incomodidad.

—No, yo solo...alcé el disco sin darme cuenta.

Fui sincera. No iba a pretender que me gustaba un artista solamente para seguir con la conversación. De hecho, quería terminar con ello ya que a medida que él hablaba mis nervios aumentaban.

—Deberías probarla, son muy buenos. Te encantará —comenzó a caminar.

Me quedé callada. Por alguna razón seguí el paso de aquel chico mientras él se dirigía a un cierto punto. Parecía conocer a la perfección esta tienda. Nos detuvimos al llegar al sector de los tocadiscos. Le alcancé el disco que tenía y el insertó el objeto en el aparato. La música comenzó a sonar, empezó con un ritmo suave y melódico, nada ruidosa. Pasaron unos segundos hasta que se escuchó la voz del artista. No sólo se escuchaba una sola voz, al parecer eran más de dos.

Me dejé llevar por la letra, la melodía y el ritmo. Había dado justo en el blanco. Sí que era muy buena. A lo largo de todos estos años había escuchado una variedad de artistas, pero este llegó a cautivarme como ninguna otra lo había hecho.

Pasaron un par de minutos hasta que la música terminó. Volví a abrir los ojos, no sabía en qué momento de la canción los había cerrado, pero ciertamente era mucho mejor hacerlo de esa forma ya que solo así podías sentir a profundidad la canción.

—Es...bellísima —murmuré.

—Lo sé, te dije que te iba a encantar -sonrió orgulloso tras haber acertado. Un pequeño hoyuelo se formó en el lado izquierdo de su mejilla.

Asentí a su pregunta y durante unos segundos el silencio se adueñó del momento.

—¿Trabajas aquí? —cuestioné rompiendo con el silencio. Esta vez sí tuve curiosidad de saber algo más sobre él.

Se dedicó a observarme con la expresión neutra antes de contestar. Parecía debatir consigo mismo para poder dar una respuesta.

—Eh...sí —respondió algo inseguro.

Era mi imaginación o ¿estaba nervioso?

No haces otra cosa más que imaginar.

Respondió la voz en mi cabeza.

—¿Y cómo te llamas?

Ahí estaba yo nuevamente en un intento de conocer un poco más al chico que tenía en frente. Parecía ser alguien agradable, pero algo inseguro. Su forma de actuar era algo intrigante.

—No sabía que dar parte de la información personal era parte del trabajo —respondió jocoso. Una sonrisa torcida se formó en su rostro. La comisura derecha de su labio se elevó levemente mostrando sus perfectos dientes.

Me esperaba otra respuesta más amable y menos egocéntrica luego de haber compartido aquella música. Pero él estaba en lo cierto, no tenía que hacerlo, pero yo quería saberlo.

—Lo es cuando trabajas en una tienda —rebatí orgullosa.

—¿Es así como intentas flirtear con alguien? —me observaba fijamente observando cada una de mis reacciones.

¿Pero qué demonios acaba de decir?

Si había pensado tan solo por unos segundos que se trataba de una persona agradable e inocente pues ese simple comentario fue lo que me hizo descartar la idea por completo.

Era muy bueno para ser real.

—¿Disculpa? —resoplé molesta —El que yo pregunte tu nombre no significa que quiera flirtear contigo. Es simple formalidad a la hora de trabajar, todo el mundo sabe eso. Pero el que tu vaya por ahí con presunción solo por el simple hecho de tener un rostro atractivo no significa que todas vayan a querer algo contigo -solté todo sin pensarlo.

Y así era como lo iba arruinando cada vez más y más ¿Acababa de decirle que era atractivo?

¡Oh diablos! Debería cerrar de una vez la boca.

—Tranquila, era una simple broma. Veo que te tomas todo personal —soltó una pequeña risilla egocéntrica. Se burlaba de mí.

Pues sí que me tomaba su comentario muy personal. Esa era una de las razones por la cual no había salido con ningún chico durante todos estos años. No es que vaya a salir con él, pero... Bueno ya saben a lo que me refiero.

—Bueno si me disculpas tengo que ver algunos discos más —comencé a apartarme de él siguiendo el camino amarillo de discos.

—Mi nombre es Ezra —dijo él.

Me detuve por un momento luego de que el dijera su nombre. Por los pasos que escuché por detrás, supe que el comenzaba a caminar luego de eso, me giré para verlo una vez más y él ya iba atravesando la puerta de salida.

Creí que trabajaba aquí ¿por qué se iba? O al menos eso fue lo que él había dicho.

—Señoritas, me da gusto que hayan venido —la señora Mood iba saliendo sonriente desde un pequeño pasillo.

Ella es mi vecina desde hace más de cuatro años, se mudó a la ciudad luego de que su esposo falleciera en Mónaco. Su alegría y amabilidad la hacían una señora muy querida por todos. Aunque en muy pocas ocasiones había tenido la oportunidad de hablar con ella, pero siempre que lo hacía resultaba ser muy agradable su compañía, estaba llena de anécdotas y muchas historias por contar.

—Buenos días señora Mood —la saludé devolviéndole la sonrisa.

—Señora Mood, que gusto verla de nuevo —la voz de mi amiga se volvió a escuchar. La miré de reojo, ella venía regresando de algún lugar de la pequeña tienda.

—¿Cómo va la nueva tienda? —pregunté amablemente.

—Hasta el momento no ha venido mucha gente por acá, día a día las personas van perdiendo el gusto por la música antigua
—sonreía.

Las arrugas en su rostro cada vez eran más notorias. Tenía unos hermosos ojos café claros y el color de su pelo caoba que de seguro en su juventud fueron muy llamativos para la juventud masculina y envidiable para la femenina, ahora estaba siendo reemplazado por un blanco grisáceo. La edad ya comenzaba a cobrarle factura y hacer presencia.

—No se preocupe señora Mood, verá que muy pronto vendrán más personas —quería hacerla sentir mejor.

—No me preocupa la clientela cariño, eso no es esencial por ahora. Lo que en realidad me preocupa es la falta de añoranza, de vehemencia, y la falta de cultura. Es muy difícil encontrar en estos tiempos una persona que aún cultive todo eso. Para una anciana que ha vivido muchos años bajo la música clásica es penoso ver como esa música se va deteriorando de a poco y va siendo reemplazada por la música moderna.

Sus ojos tenían un ápice de tristeza.

En una de las conversaciones que tuve con ella hace un par de meses atrás, me habló sobre la música de sus tiempos, es una persona muy culta con un muy buen gusto por la música clásica. Todo lo que ella había dicho la señora Mood era verdad. Las personas de hoy en día se van inclinando más hacia la música moderna que la clásica va quedando en el olvido.

—Muchos no valoran la buena música, pero para eso vinimos nosotras, apreciamos mucho el que haya abierto esta hermosa tienda.

Jane fue quien habló esta vez. A ella le gustaba hablar y salir en defensa en este tipo de cosas. Y dicho eso nuevamente se volvió a alejar del lugar. Ella iba observando maravillada por todos los discos y lo que había en el interior. Requeriría de un poco de trabajo y paciencia para sacarla de aquí.

Me quedé unos minutos más hablando con la anciana hasta que tuvo que irse para acomodar algunas cajas. Quise ayudarla, pero ella se negó. No sabía cuántos años tenía con exactitud, pero a su edad yo estaría tumbada todo el día en la cama sin hacer nada. Exactamente como lo hacía hasta hace unas horas.

Pasé a escuchar un par de discos en la sección naranja, que era la de rock liviano y seleccioné unos cuántos discos para llevar a casa.

Luego de una hora de insistencia con Jane para retornar a casa ya nos encontrábamos en el auto. Tuve que quedarme a escuchar durante todo el trayecto los comentarios de Jane sobre lo fascinada que había quedado con la nueva tienda, la variedad de discos clásicos que encontró y la decoración que había sido una de sus cosas favoritas del lugar.

Pasó a dejar un par de cosas a su casa antes de pasar a la mía. Al salir del auto yo iba tarareando la canción que había escuchado con el chico de la tienda. Era muy pegadiza que no paraba de cantarla en mi mente.

—Parece que alguien tiene un nuevo admirador —giré la cabeza para mirar a Jane.

Ella iba se iba acercando hacia el buzón luego de estacionar y cerrar la puerta del auto. No me di cuenta al pasar por el buzón que en su interior había una carta. Pocas veces llegaba una a esta casa, y si había una siempre se trataba de alguna factura de servicios básicos o una invitación de uno de los restaurantes a los que mi familia solía asistir hasta antes de la muerte de mi padre.

—Quizá solo sea una factura —alegué.

Por la expresión de Jane me daba a entender que no se trataba nada de eso. Ambas cejas comenzaron a fruncirse tratando de entender lo que sostenía en manos, estaba confundida. Parecía no creerlo, como si ese pedazo de papel fuese la cosa más extraña y absurda que haya visto. En cuestión de segundos su desconcierto pasó a ser a una expresión de horror, alternaba la vista entre la carta y yo.

—¿De qué se trata? —indagué intrigada por saber cuál era el remitente que había dejado con esa expresión a mi amiga.

—Es...es... —las palabras parecían no salir de su boca. Se encontraba atónita, aun asimilando todo lo que acababa de ver.

—¿Es que? —hablé con impaciencia —Dilo de una vez Jane, no creo que sea algo por lo cual vaya a morir —bromeé.

Si alguien me hubiese advertido en ese momento que lo que estaba por escuchar sería eso, hubiera preferido no cuestionar más y quedarme con la duda. O mejor aún, hubiera preferido que Jane no hubiese dirigido su vista hacia el buzón para encontrar aquella carta y que ésta desapareciera en algún otro lugar. Las palabras que ella dijo fueron como un golpe en el más profundo recuerdo. Uno del que sabías que sería difícil de levantarte por un segundo golpe porque te había costado hacerlo en el primero. Mi mente dejó de funcionar y mi cuerpo no reaccionaba. Lo único que venía a mi eran esas cuatro palabras que Jane había dicho en ese momento, se repetía una y otra vez en mi cabeza como un disco rayado.




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Espero que les haya gustado este capítulo. Me siento emocionada cada vez que voy subiendo un capítulo más.

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