13. Ultima decisión
—Acércate —susurró aquel hombre.
Temerosa y dudosa me fui acercando hacia el a pesar de no saber de quien se trataba ya que llevaba puesto un antifaz que cubría la mitad de su rostro. El me miraba sonriente observando cada uno de mis pasos. Extendió su mano indicándome que aceptará su petición y así lo hice.
Con su mano sujetando la mía caminamos un par de metros por aquella casa hasta llegar a la salida. Al salir el panorama cambió por completo.
La imagen del exterior era un escalofriante y aterradora escena.
Había una gran cantidad de cuerpos tirados en el suelo. Avanzábamos en silencio mientras veía cada uno de esos cadáveres. Desde mujeres, ancianos y niños era lo que vislumbraba ante mí.
—¿Te gusta? —preguntó el con diversión —es una completa obra de arte... Y tú lo hiciste —me señaló.
Me giré asombrada para verlo y su rostro estaba cubierto de sangre al igual que el resto de su cuerpo.
Caminé hacia atrás soltándome de su agarre negándome a creer tal cosa.
—Tú lo hiciste Laia. Tú nos mataste —su voz se volvía distorsionada.
—No es así, yo no lo hice. Yo no sería capaz de hacerlo —negué alejándome de él.
A medida que me retrocedía él se iba acercando.
—Tú lo hiciste. Tú nos mataste —volvió a repetir.
—¡No! ¡no! ¡no! —grité.
Negué repetidamente una y otra vez. Miré a mi alrededor y en cada parte que miraba había más cuerpos tirados, llenos de sangre.
—¡Asesina! —declaró el.
—¡No lo soy! —me defendí.
—¡Asesina!
Esta vez se escuchó un coro de voces.
—¡No soy una asesina! —me recosté en el suelo mientras lloraba —No lo soy.
Murmuré.
—iMereces morir! —volvieron a gritar.
Uno de los cuerpos se levantó y se abalanzó hacia mi tomándome del cuello. La respiración se me iba cortando cada vez que aumentaba la presión.
—No lo soy —susurré una última vez antes de cerrar los ojos.
Desperté con lágrimas en los ojos y empapada de sudor como lo hacía siempre. Me apresuré para llegar a tiempo al baño antes de que hiciera un desastre en mi habitación. Las incontenibles náuseas que sentí una vez que desperté cobraron factura con tan solo poner un pie fuera de mi cama.
Vomité hasta vaciar por completo mi alma.
No literalmente, pero sentí que mi estómago quedaba completamente vacío luego de haber pasado por más de diez minutos con la cabeza en el retrete, botando hasta el más mínimo residuo estomacal.
El timbre retumbó por toda la casa y bajé haciendo el mayor de los esfuerzos por mantenerme aún de pie. El cuerpo me pesaba como nunca. Ahí estaba nuevamente esa sensación de malestar. La misma que tuve cuando desperté luego de ver a ese sujeto en mi habitación días atrás.
—Hola bella durmiente —saludó mi amiga una vez que abrí la puerta.
—Hola —devolví el saludo con desánimo.
Jane me inspeccionó de pies a cabeza analizando mi apariencia luego de entrar al interior de la casa. Seguramente me veía hecha un completo desastre a juzgar por la expresión en su rostro.
—No preguntaré como estas porque eso quedó más que claro —señaló con su dedo todo mi cuerpo —Traje las cosas que guardamos de la otra casa. No quise ser impertinente revisando el contenido, pero ya sabes como soy, no puedo con la curiosidad —fingió una sonrisa ingenua —Deberías revisar cuanto antes todo eso. Hay cierta información que parece ser importante.
Dicho eso se dirigió hacia la cocina.
Tomé la mochila que dejó en el sillón y saqué todo el contenido del interior. Entre papeles, fotos y recortes de periódico fue lo que dejé encima del pequeño mesón de la sala. Había variedad de escritos y apuntes que no entendía, parecían ser simples garabatos. Pasé a revisar los recortes de periódico, pero únicamente eran fotos de personas reconocidas en la ciudad como autoridades y militares de alto rango.
Dejando de lado eso me dispuse a mirar las fotos esparcidas. En la primera se mostraba a un militar entrando a una casa, no se le llegaba a ver el rostro ya que estaba de espaldas. La siguiente era del mismo hombre, pero esta vez aquel sujeto no se encontraba solo, sino que le estrechaba la mano a otro que vestía un traje gris. En la tercera foto ambos iban saliendo de la base escoltados de militares. Ya en la penúltima simplemente se veía una puerta, grabada en la parte superior el número 369. Y finalmente en la última se mostraba una habitación repleta de niños, todos oscilando entre los seis o siete años.
No sabía a qué hacía referencia la última foto, pero era algo extraña. Intenté hallar algún lazo entre toda esa información, pero no di con nada.
—Toma, esto ayudará —Jane me extendió un vaso con agua y unas pastillas.
—Gracias —tomé de un solo trago todo el líquido.
Ella volvió a la cocina y yo la seguí dejando de lado aquellos papeles. Recargué mi cuerpo cerca de la alacena mientras veía cada uno de los movimientos que iba haciendo mientras cortaba las zanahorias.
Jane se volteó a verme y me miró sonriente.
En ese momento, como si de un destello de luz se tratara, los recuerdo de lo sucedido invadieron mi mente.
Gritos y más gritos.
Los sujetos de las motocicletas viniendo tras nosotras.
La camioneta golpeando contra el auto.
El auto rodando fuera de la carretera.
La imagen del chico del sombrero caminando frente a mí.
La sonrisa maliciosa que llevaba en su rostro mientras hablaba.
La oscuridad apoderándose del lugar...
—¿Jane?
La llamé.
—Que pasa —ella seguía con su labor.
—¿Cómo llegaste a casa?
Solté la pregunta.
Dentro de mi rogaba para que su respuesta sea la que estaba buscando, aunque la otra supiera cuál iba a ser realmente.
—¿De qué hablas? Regresamos juntas en mi auto luego de recoger algunas cosas de la casa de tu padre. ¿Acaso ya lo olvidaste? Pasaste la mitad del camino cantando las canciones de Pink.
Dejó de lado las zanahorias y pasó a cortar la carne con una sonrisa. Probablemente recordando la escena del canto.
Mi cuerpo se tensó al escucharla.
Aun sabiendo lo que se venía no podía evitar sentirme mal. Ya no sabía que era lo que pasaba realmente. Cuál era la realidad y cual no. Si todo lo que pasaba en si era parte de mi imaginación ya que aparentemente siempre era yo quien únicamente veía o creía ver los hechos cuando en realidad no lo eran.
[...]
El sonido de la campana se hizo presente una vez más, lo que indicaba que daban las siete.
Hace más de una hora Jane regresó a su casa. La soledad es la única compañía que tengo en estos momentos. Levante mi perezoso cuerpo del sofá y me encaminé hacia mi habitación, las luces de la planta baja estaban apagadas debido a un corto circuito por lo que tuve que usar la linterna de mi celular para alumbrar el camino.
Cerré la puerta mientras iba sobándome el rostro por el cansancio. Sin verlo venir, fui interceptada por detrás una vez que intenté girar mi cuerpo.
—Quédate quieta, soy yo.
Escuche aquella voz ya conocida.
—¿Qué diablos te pasa? —quise golpearlo por asustarme de esa forma.
—Quería saber cómo estabas —separo su cuerpo del mío para posicionarse frente a mí.
—Aprecio mucho tu preocupación, pero por si no lo sabias, existen otras maneras de hacer presencia en un lugar.
—¿Cómo cuáles?
—Podrías haber tocado el timbre como una persona normal —espeté con molestia.
—Eso no es lo mío.
—¿Y qué es lo tuyo? ¿Entrar por quien sabe dónde a una casa y asustar a las personas? Déjame decirte que eso no es algo apropiado —cruce los brazos.
—Haces mucho drama ¿lo sabias?
Caminó por mi habitación y recostó su cuerpo en mi cama.
—Discúlpame por no querer tener a una persona que se meta a mi casa en plena noche sin mi consentimiento —rodeé los ojos.
—¿Y cómo has estado? —cambio de tema.
—No voy a responder a eso —espeté.
—¿Porque no?
—Porque no quiero hablar de eso.
—Yo sé que quieres hacerlo. En tus ojos se nota que lo deseas —habló con tranquilidad.
—Ni si quiera me estás viendo.
—Lo hago, aunque tú no lo creas.
No entendí que quiso decir con eso, pero preferí ignorarlo.
—¿No vas a decirme? —cuestionó aún echado en mi cama.
—No.
—De acuerdo.
Se puso de pie.
—Espera. —lo retuve antes de que llegara a la puerta. Él se encontraba dándome la espalda —Siento que enloqueceré en cualquier momento —solté un suspiro.
No sé porque le decía eso a él, pero quería sacarlo de una vez.
—Todo lo que pasó en aquel pueblo fue real, Laia. Yo estaba ahí contigo —dijo sin voltear a verme.
Todo se volvía aún más confuso.
—¿Por qué Jane no recuerda nada? —pregunte antes de que se fuera.
—Porque ellos así lo quieren.
Sin decir más salió de mi habitación.
Quizá lo más razonable hubiera sido que vaya tras de el a exigir más respuestas, pero no pude hacerlo. Simplemente me quedé en mi lugar esperando a que él se fuera. Escuché como la puerta de la entrada se abrió y cerró luego de unos segundos indicando que él ya se había marchado.
Recosté mi cuerpo en la cama para descansar un poco. Mi mente estaba hecha un desastre en estos momentos. La confección de Ezra me confundió aún más y no ayuda a mi búsqueda de respuestas, sino más bien las incrementaba.
Miré mi reloj de mano por simple curiosidad y daba la medianoche.
Me levanté de la cama a toda prisa con aquel pensamiento rondando en mi cabeza. Cambié mi vestimenta y tomé un abrigo largo antes de salir de mi habitación. Pasé a la habitación de mi madre y ella se estaba recostada, sumida en sus sueños.
—Volveré pronto —susurré, aun sabiendo que ella no me escuchaba. Deposité un beso en su frente y me encaminé hacia la planta baja.
Cerré la puerta de entrada con cuidado y me llevé un segundo susto al darme la vuelta.
El chico del sombrero, quien dijo que se llamaba Shane, se encontraba recostado sobre la camioneta, con los brazos cruzados.
Camine con lentitud hasta llegar a él.
—¿Cómo supiste que cambiaría de opinión? —lo miré con la ceja arqueada.
—Tenía la intuición de lo que lo harías —se encogió de hombros.
Impulso su cuerpo hacia adelante y acortó la distancia que quedaba entre nosotros.
—¿Lista juguetito?
Me extendió la mano, tenía consigo una sonrisa maliciosa.
—Ten en cuenta que una vez que lleguemos no habrá vuelta atrás. —continuó, pero esta vez su miraba se había tornado fría e inexpresiva. —Aunque siendo sincero, tampoco pienso dejarte ir —susurró en mi oído de forma coqueta.
Pese a su sutil amenaza no dejé que me intimidara. Yo ya había tomado una decisión y no iba a dar mi brazo a torcer. Si quería obtener respuestas cuanto antes tenía que hacerlo a como dé lugar.
Aunque eso implique juntarme con ellos.
—Lista —dije con firmeza aceptando su propuesta.
Probablemente estaba cavando mi propia tumba y me adentraba a la boca del lobo, pero mi padre me había dejado en claro en esa carta que tenía que tomar una decisión para poder dar con aquella verdad de la que tanto se empeñó en ocultar. Aquel secreto que de cierto modo lo llevó a la muerte.
Y esta era mi oportunidad.
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