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CP60: EL RETORNO DE LA ESPERANZA

La cámara finalmente dejó de temblar, y el eco del último rugido de Tánatos se desvaneció en la distancia. El aire, que antes estaba cargado con una oscuridad sofocante, comenzó a aligerarse lentamente, aunque la sensación de peligro aún colgaba como una fina neblina sobre nosotros. Miré la daga, ahora rota en dos, inerte en mis manos. Su poder había sido drenado por completo al destruir el portal y con él, la posibilidad de usarla contra Tánatos de nuevo. Habíamos ganado una pequeña victoria, pero la guerra estaba lejos de terminar.

Luca fue el primero en romper el silencio. Se encontraba volando ligeramente sobre nosotros, con sus alas aún extendidas, agitando el aire suavemente para mantenerse suspendido en el aire. Bajó con cuidado, posando los pies en el suelo con un aire de alivio.

—No ha sido el final, pero al menos hemos detenido lo peor... por ahora. —Sus palabras fueron un susurro de aliento, una afirmación de que, aunque extenuados, habíamos logrado algo.

—La daga ya no servirá —murmuré, soltando las dos mitades con resignación. Mis manos estaban manchadas de la energía que había contenido, un rastro de poder celeste y oscuro que aún se disipaba en el aire. Sentí el agotamiento recorrerme como si cada fibra de mi ser hubiera sido drenada—. Pero aún tenemos tiempo. Debemos planificar nuestra siguiente movida. Tánatos volverá más fuerte.

Ethos se acercó, todavía cubierto en sudor y con la espada colgando a un lado, su mirada intensa y fija en mí.

—Nos falta tiempo, Axelia. Cada vez que lo enfrentamos, él se adapta y vuelve más poderoso. No nos va a dar más oportunidades como esta. Necesitamos un nuevo plan, y rápido. La Luna de Sangre es en cinco días. —Su voz era grave, pero en el fondo se notaba la preocupación por algo más que la inminente batalla.

Cinco días. Las palabras resonaron en mi mente. El tiempo corría en nuestra contra y, a pesar de la pequeña victoria de hoy, la presión de lo que estaba por venir se sentía más fuerte que nunca.

—Lo sé, pero tenemos que aprovechar este momento de respiro —respondí, intentando sonar más segura de lo que me sentía. Cada segundo de duda podría significar la diferencia entre el triunfo y la derrota.

Miré a Sofía, que hasta entonces había permanecido callada. Estaba agotada pero su mirada era resuelta. El cambio en ella, tanto físico como en su presencia mágica, era innegable. Había algo más poderoso en ella ahora, y era tiempo de que lo aceptara.

—Sofía —la llamé con suavidad—. Necesitas prepararte. Tienes que entrenar más duro que nunca. No sé si la magia que llevas dentro ha despertado por completo, pero la vas a necesitar en los próximos días.

Sofía asintió, aunque la duda cruzó brevemente su rostro. Sabía que, aunque sus poderes eran innegables, ella aún no confiaba plenamente en sí misma. Había una chispa de potencial en ella, pero necesitaba la guía adecuada para desatarlo por completo.

—Yo te ayudaré —dijo Luca, acercándose a ella. Sus alas se plegaron suavemente detrás de él, y una sonrisa tranquilizadora se dibujó en su rostro—. Tienes que entrenar conmigo. No hay tiempo que perder, Sofía, pero si alguien puede enseñarte a controlar tus dones, ese soy yo.

Sofía lo miró con un leve brillo de gratitud. Sabía que no sería fácil, pero Luca era la mejor opción. Él la impulsaría a ir más allá de sus límites, a descubrir lo que realmente podía hacer.

—No te decepcionaré —susurró Sofía, con una determinación que sorprendió incluso a Ethos.

—No tengo dudas de que no lo harás —dijo Ethos, casi en un murmullo, pero lo suficientemente audible para que todos lo escucháramos. Un leve rubor apareció en sus mejillas, pero sus ojos se mantuvieron fijos en los de Sofía.

Me di cuenta de que algo estaba cambiando entre ellos. Lo había notado en Ethos, la forma en que la miraba durante las últimas semanas, pero ahora parecía más claro que nunca. Él la veía con una mezcla de admiración y... algo más. Tal vez fuera amor. Tal vez, después de todo, incluso el dios más estoico podría rendirse ante el poder de los sentimientos.

A pesar del caos que nos rodeaba, no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa ante la escena. Ethos no había dicho nada abiertamente, pero todos sabíamos lo que ocurría en su corazón. Había una conexión real entre él y Sofía, y quizás, eso les daría la fuerza que necesitarían para la batalla que se avecinaba.

—De acuerdo —dije finalmente, retomando el control de la situación—. Sofía, entrenarás con Luca. Ethos, Aurel, necesito que recopilen toda la información posible sobre cómo sellar permanentemente el poder de Tánatos. Él volverá, y esta vez tenemos que estar preparados.

Ethos asintió, pero sus ojos seguían sobre Sofía por un segundo más antes de alejarse hacia Aurel.

—Yo me encargaré de los preparativos —dijo Aurel con la mente ya enfocada en su próxima misión—. Si existe alguna manera de detenerlo, la encontraremos.

—Nos quedan cinco días hasta la Luna de Sangre —reiteré, mirando a cada uno de mis compañeros. Sentía el peso de la responsabilidad caer sobre mis hombros como una losa, pero también sabía que no estaba sola—. No habrá segundas oportunidades. O ganamos esta vez, o lo perdemos todo.

El silencio que siguió fue absoluto. Sabían lo que significaba. Cada uno de nosotros llevaba un peso, una carga que superar. Y, sin embargo, en ese momento, en esa pequeña cámara destrozada por el enfrentamiento, compartimos un momento de unión. Una promesa silenciosa de que enfrentaríamos lo que fuera necesario, juntos.

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Esa noche fue la primera en mucho tiempo en la que pude dormir sin sobresaltos, aunque solo fuera por unas pocas horas. Pero cuando el sol comenzó a elevarse, su luz apenas traspasaba la neblina de preocupación que colgaba sobre nuestras cabezas. Desperté con una sensación de urgencia, sabiendo que cada día que pasaba era un día más cerca del enfrentamiento final.

El entrenamiento comenzó tan pronto como el sol alcanzó su punto más alto. Sofía y Luca se dirigieron a un claro cercano, mientras Ethos y Aurel revisaban textos antiguos en busca de cualquier indicio sobre cómo detener a Tánatos para siempre. Yo, mientras tanto, sentí el peso de mis propias dudas crecer.

Caminé por los alrededores del bosque, tratando de despejar mi mente, pero mis pensamientos seguían regresando al enfrentamiento que estaba por venir. ¿Sería suficiente? ¿Podríamos realmente derrotar a Tánatos y salvar el mundo de su destrucción?

El sonido de risas interrumpió mis pensamientos, y al seguir el eco, llegué al claro donde Sofía y Luca entrenaban. Sus movimientos eran gráciles y fluidos, una combinación de ataques y defensas que mostraba la rápida evolución de Sofía bajo la tutoría de Luca. Ella estaba mejorando, eso era innegable. Cada movimiento era más preciso, cada conjuro más poderoso.

Pero lo que realmente llamó mi atención fue la forma en que Ethos, que había estado supervisando desde un lado, la miraba. Había algo más que simple admiración en su expresión. Había un brillo en sus ojos que me recordó lo que yo misma había sentido tantas veces cuando veía a alguien a quien amaba luchar.

La verdad era que, entre la batalla que se avecinaba y la incertidumbre de lo que vendría después, algunos lazos estaban haciéndose más fuertes.

—No está mal, Sofía —comenté, emergiendo de las sombras y uniéndome a ellos—. Parece que estás encontrando tu fuerza.

Ella sonrió, y por primera vez desde que todo comenzó, vi confianza genuina en su rostro. Sofía finalmente estaba aceptando quién era.

—Gracias, Axelia. Luca es un buen maestro —respondió ella.

Miré a Luca, que simplemente sonrió con modestia antes de volver su atención a Ethos, que parecía estar perdido en sus propios pensamientos.

—Bueno, sigamos así —dije finalmente—. Nos queda poco tiempo, y mucho por hacer.

Los días siguientes iban a ser los más duros de nuestras vidas, pero sabía que no íbamos a enfrentarlos solos.

La batalla final se acercaba, y con ella, la verdadera prueba de nuestra lealtad, nuestra fuerza y nuestro amor.

El reloj seguía corriendo.

Me quedé un momento más observando cómo Sofía seguía practicando con Luca, su cuerpo en un estado casi instintivo, aprendiendo a canalizar su magia. Las plumas de Luca brillaban bajo la luz tenue, y su voz calmada resonaba mientras le daba instrucciones claras y firmes. Había algo casi hermoso en la manera en que Sofía aceptaba su poder, aunque la duda aún la acechaba. Sabía que, cuando llegara el momento de la verdad, ella estaría lista, pero hasta entonces, el entrenamiento debía continuar.

—Lía, ¿qué tienes en mente? —La voz de Ethos, calmada y casi imperceptible, me sacó de mis pensamientos. Me volví hacia él, que observaba a Sofía desde un ángulo más cercano. Su mirada no había cambiado. Había algo profundo en sus ojos, algo que delataba lo que sentía, aunque él aún no se había atrevido a decirlo en voz alta.

Suspiré, cruzando los brazos. El peso de nuestras responsabilidades crecía cada día más, y con solo cinco días restantes antes de la Luna de Sangre, la presión era inmensa.

—Estoy pensando en lo que viene —le dije, mi tono cargado de tensión—. No solo en la batalla, sino en lo que nos pasará a todos después. Si sobrevivimos, quiero decir.

Ethos asintió, comprendiendo sin necesidad de palabras. Él también sentía esa carga, el peso del mundo sobre nuestros hombros, pero más allá de la batalla, también estaban nuestras conexiones, nuestros vínculos con aquellos que amábamos. Él, sin duda, lo sabía bien, aunque no lo dijera.

—Tenemos que estar preparados para todo, Lía. Lo que venga después... ya lo resolveremos, si llegamos a ese punto.

Me giré hacia él, notando el leve brillo en sus ojos. No era el mismo Ethos que conocí al principio. Había cambiado, al igual que todos nosotros, pero quizás más que nadie. En ese instante, una ligera sonrisa cruzó su rostro, pero había algo más detrás de ella. Algo más que no estaba relacionado solo con la misión.

—Tienes razón —respondí, dándole una palmada en el hombro—. Pero Ethos, hay algo que deberías hacer antes de que sea demasiado tarde.

Ethos me miró, confundido por un momento. Entonces, siguió mi mirada hacia Sofía, quien aún se concentraba en sus movimientos con una intensidad que delataba cuán determinada estaba por mejorar.

—Ella... —comenzó a decir Ethos, pero luego cerró la boca. Podía ver cómo luchaba con sus palabras, el miedo de lo que podría suceder si no las decía a tiempo.

—Dile cómo te sientes —lo animé—. No podemos darnos el lujo de quedarnos con cosas sin decir, Ethos. No sabemos lo que sucederá en cinco días. No sabemos quién sobrevivirá y quién no. No lo dejes para después.

Él pareció considerar mis palabras por un momento. Luego, asintió con decisión, y sin decir más, comenzó a caminar hacia Sofía. Lo seguí con la mirada mientras se acercaba a ella, mi corazón latiendo con anticipación. Podía ver cómo Sofía lo notaba acercarse, deteniendo su entrenamiento y dándole una pequeña sonrisa.

Me alejé lentamente para darles algo de privacidad. Este era un momento para ellos. Ethos había demostrado su lealtad, su coraje y su sacrificio una y otra vez, pero ahora tenía que dar el paso más difícil: ser honesto consigo mismo y con lo que sentía.

Mientras ellos hablaban, me alejé hacia el borde del claro, buscando un lugar donde pudiera estar sola por unos momentos. El estrés de la misión, la presión de la batalla que se avecinaba y el miedo a perder a quienes amaba pesaban más de lo que estaba dispuesta a admitir. Pero allí, en ese rincón solitario, permití que esas emociones afloraran. Sentí un nudo en el pecho que solo se liberaría cuando todo esto terminara.

Apoyé la espalda contra un árbol y cerré los ojos. Escuché el susurro del viento a través de las ramas y me dejé llevar por ese sonido, permitiéndome un breve momento de paz antes de que el caos regresara.

—Axelia.

La voz de Luca me hizo abrir los ojos. Lo vi caminar hacia mí. Había un leve aire de preocupación en su mirada, pero también una determinación inquebrantable.

—¿Todo bien? —pregunté, intentando sonreír para ocultar el cansancio que me embargaba.

—Lo mismo podría preguntarte —respondió con una sonrisa torcida, pero luego se puso serio—. Sabes que no puedes cargar todo el peso tú sola, ¿verdad?

Suspiré. —Lo sé, Luca. No lo estoy intentando... o al menos no lo quiero hacer.

—Lo haces, aunque no te des cuenta —respondió, cruzando los brazos y mirándome fijamente—. Todos estamos en esto juntos, y tú no tienes que salvar al mundo sola. Confía en nosotros.

—Confío en ustedes. Lo hago. —Bajé la mirada, sintiéndome vulnerable. Había algo en su tono, en la manera en que me hablaba, que me hizo darme cuenta de lo mucho que estaba cargando—. Es solo que... no puedo evitar sentir que todo depende de mí. Soy la hija de Eros. Se espera que yo... que yo sea quien haga lo correcto, que salve el día.

Luca se acercó, poniendo una mano en mi hombro.

—Tienes razón en una cosa: eres la hija de Eros. Y eso significa que tienes un gran poder. Pero también significa que no estás sola. Somos un equipo, Lía. Y juntos podemos hacer frente a lo que venga, pero debes confiar en que cada uno de nosotros está dispuesto a darlo todo. No solo tú.

Las palabras de Luca resonaron en mí, y por un momento, el peso que llevaba se sintió un poco más liviano. Asentí, agradecida por su apoyo, pero también consciente de que necesitaba hacer más que solo aceptar sus palabras. Necesitaba creerlas.

—Gracias, Luca. Significa mucho.

Sonrió, su habitual actitud despreocupada asomando de nuevo.

—No te preocupes, siempre estaré aquí para recordártelo cuando lo necesites. Además, alguien tiene que mantener a este equipo unido cuando las cosas se pongan difíciles, ¿no?

Sonreí, agradecida por su compañía y su apoyo. No sabía lo que nos esperaba en los próximos días, pero sentía que, con ellos a mi lado, nuestras posibilidades de sobrevivir eran mucho mayores.

Cuando regresamos al claro, Ethos y Sofía seguían hablando, pero algo en su lenguaje corporal había cambiado. Parecían más cercanos, más conectados, y pude ver una leve sonrisa en los labios de Sofía mientras miraba a Ethos con una nueva comprensión.

Quizás él había encontrado el valor para decirle lo que sentía. Y quizás ella, finalmente, comenzaba a comprender que su poder no era solo un reflejo de su linaje, sino algo que debía abrazar.

Los días restantes serían duros, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí una chispa de esperanza. No solo por la batalla que nos esperaba, sino por lo que todos éramos capaces de lograr juntos.

Miré hacia el cielo, observando cómo el sol comenzaba a descender en el horizonte. El tiempo se acababa, pero estábamos listos para enfrentar lo que viniera.

Y mientras la sombra de la Luna de Sangre se acercaba, supe que estábamos listos para la guerra.

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