CP1: OLIMPO
¿Qué harías si los dioses conspiraran en tu contra?
Está bien, lo sé. Esa no es la realidad, pero es así como se siente.
-Por favor, mamá... -rogaba insistentemente mientras nos dirigíamos al salón principal de la casa de Eros para encontrarme con mi padre-. No quiero ir a la Tierra.
-La decisión ya está tomada, así que entra. Tu padre debe estar esperándote -señaló la imponente puerta frente a nosotras.
Resignada, atravesé la puerta bruscamente y me encontré al otro lado con Atenea y mi padre.
-¿Me llamaste? -me dirigí a mi padre, aunque la respuesta era obvia.
-Sí, como tu madre te habrá informado, serás enviada a la Tierra -me miró seriamente.
-Aún no lo entiendo. ¿Por qué tienen tanto empeño en salvar a esas personas? Sus almas están tan corrompidas que deberían entregárselas a Hades. Seguro él les daría mejor uso -murmuré, dejando escapar mis pensamientos más oscuros.
Mi padre me observó durante unos segundos, analizándome.
-Créeme, lo he considerado, pero todos merecen una segunda oportunidad, Axelia. Por eso te envío a ti.
-No creo estar lista.
-Sí lo estás -afirmó.
-¿Qué te hace estar tan seguro?
-Nunca se puede tener certeza absoluta sobre algo, mi pequeña, incluso siendo un dios -rió levemente-, pero si de algo estoy seguro, es de que serás lo suficientemente capaz para manejar esto -colocó su mano sobre mi hombro-. En algún momento esto iba a suceder. Sé que será difícil tomar mi lugar, pero te has preparado toda tu vida para esto.
Lo miré a los ojos y le dediqué una sonrisa, pequeña pero genuina.
-¿Y si fracaso? ¿Qué ocurrirá si no soy lo suficientemente buena para salvarlos? Padre, no puedo enfrentar esto sola.
Atenea nos interrumpió.
-Lamento interrumpir su emotivo momento, pero he considerado esto con mucho cuidado. Ya que serás enviada a la Tierra, he decidido enviar a mi hijo contigo para que aprenda sobre la cultura humana. Como diosa de la Sabiduría y como madre, sé que juntos se cuidarán bien.
La idea no me terminaba de convencer. Ethos y yo nunca habíamos tenido ningún tipo de contacto.
-Con todo respeto, Atenea, no creo que sea una buena idea -dije, balbuceando.
-Lamento decirte que ya hemos tomado una decisión y nada nos hará cambiar de opinión. Saldrán mañana por la mañana, así que es mejor que te prepares.
Terminó de hablar, dejándome con la palabra en la boca y sin opción para quejarme.
¿Acaso no tomarían en cuenta mi opinión sobre este asunto?
-Ya lo has escuchado -la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos.
Asentí con la cabeza, dando por terminada aquella conversación, y me encaminé hacia mis aposentos.
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El día en que seríamos enviados a la Tierra había llegado.
Como si se tratara de una marcha fúnebre, comencé a caminar hacia el salón principal.
Una imponente puerta de roble se alzaba frente a mí.
Respiré profundamente, conteniendo el aliento por unos segundos, para luego exhalar en un suspiro sonoro.
-Vamos, Axelia, puedes hacerlo -estaba a punto de entrar cuando alguien se acercó a mi lado.
-¿Nerviosa? -era la primera vez que Ethos me dirigía la palabra, su voz resonaba grave.
-¿Se nota mucho?
-Sí -sonrió ampliamente, revelando un hoyuelo en su mejilla.
Ahora que lo observaba de cerca, podía detallarlo perfectamente: sus ojos eran azules como el cielo, su cabello era castaño oscuro con algunos rizos, al igual que su madre, y su piel tenía un tono bronceado que parecía casi dorado si dejabas volar la imaginación.
-Creo que deberíamos entrar. ¿Estás lista?
-Sí... Solo dame unos segundos para mentalizarme. -Respiré profundamente, intentando calmar mis nervios, y exhale lentamente. Era ahora o nunca-. Estoy lista.
Ethos asintió y abrió la imponente puerta. Al otro lado estaban mis padres, Atenea y Afrodita.
-Finalmente han llegado -habló mi padre-. ¿Están listos?
-No, pero no tenemos opción -respondió Ethos irónicamente. Mi padre solo sonrió.
-¿Por qué no llevan nada? -preguntó Afrodita.
-La verdad es que no me gusta la ropa de los mortales, es... ¿Cómo decirlo? -traté de buscar las palabras correctas.
-¿Fea? ¿Rara? -intervino Ethos.
Afrodita rió.
-En cierto modo, sí, pero no pueden ir desnudos ni con túnicas en el mundo humano, lamentablemente. Recuerden que deben pasar desapercibidos y eso no está bien visto en su sociedad -nos recordó Afrodita-. No se preocupen, yo los ayudaré con eso.
Con un chasquido, nuestra vestimenta fue reemplazada por ropa humana, nada extravagante pero funcional.
-Espero que les guste.
Observé mi atuendo. "No está mal", pareció coincidir Ethos conmigo.
-También tenemos algo para ustedes -esta vez habló Atenea.
Se acercó a su hijo.
-Ethos, hijo de Atenas, dios de la guerra y la sabiduría, acércate -ordenó.
Atenea hizo aparecer un collar de plata con una hermosa piedra roja redondeada.
-Cuando te sientas solo o asustado, no dudes en pedir mi ayuda. Este collar te protegerá y guiará tu camino cuando te sientas perdido. Confía en él, pues su magia es tan antigua como el propio universo conocido.
Atenea colocó el collar a Ethos y luego lo abrazó fuertemente.
-Axelia, hija de Eros, diosa del amor correspondido y la atracción sexual -mi padre me llamó-. Sé que tomar mi lugar será difícil. Aún recuerdo la primera vez que lancé una flecha a una persona... La verdad es que las cosas no salieron muy bien -comenzó a reír-. Pero tú tienes un don y sé que lo harás mejor que yo. Le pedí a Hefesto que creara un arco especial para ti. Puede transformarse en un brazalete, pensé que sería más cómodo y discreto de esa manera -me entregó el brazalete/arco-. Estas son flechas especiales. Cualquier humano o dios que sea herido por ellas quedará instantáneamente bajo el efecto de Cupido.
-¿Y por qué son especiales?
-Porque, como dije, cualquier dios o humano que las reciba se enamorará, pero no tendrán efecto en ti.
-Entonces, no importa cuántas veces me hiera con ellas, no me enamoraré por estar bajo su efecto, ¿verdad?
-¡Exacto! Son como flechas de entrenamiento.
-Muchas gracias.
-Bien -interrumpió Afrodita-. Creo que es hora de que emprendan el viaje, o el Olimpo se inundará de lágrimas.
-Tienes razón -coincidió Atenea.
-¿A dónde iremos? -preguntó Ethos.
-Irán a una pequeña ciudad que no tiene nada de especial, pero será un buen comienzo para ustedes. Se hospedarán con una familia de clase media. Hécate ha hecho creer a la familia que son estudiantes de intercambio. Está de más decir que creen que son humanos, así que actúen como adolescentes normales y no permitan que descubran lo que son.
"Genial."
-Bueno, eso es todo. Espero que sus misiones sean exitosas -dijo Atenea.
Atenea abrazó por última vez a su hijo y yo abracé a mi padre.
-Espero que la cuides bien, o te atravesaré con una flecha, y no será precisamente para que te enamores. -susurró mi padre a Ethos, quien tragó saliva.
-No se preocupe, la cuidaré con mi vida -respondió Ethos con firmeza y luego tomó mi mano.
-Es hora de irnos -dije, y comenzamos a dirigirnos al portal.
Adiós, lujos del Olimpo, los extrañaré.
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