Corazón XXIV.
"Odio, odio, te juro que ¡odio! El puto ruido, de verdad, ¿cual es el sentido de hacer ruido si no es para nada productivo? ¿Cual es la idea de escuchar música a todo volumen si no a todos les gusta? ¿Cuál es el sentido de gritar si no para decir algo importante? ¿Cual? Dime cual, mierda. Ahora mismo están todos gritando y no me dejaban leer, así que me puse a quejarme aquí del puto ruido. Odio el ruido.
- Roma".
Antonio ladeó la cabeza ante la queja escrita, se dio cuenta que Roma si estaba bastante enojado al momento de escribir pues sentía el relieve tras la hoja que estaba mal doblada y con una pequeña mancha en la esquina del papel. Ya conocía de memoria las notas de él, siempre impecables, dobladas simétricamente y escritas con suavidad para que no se notara del otro lado. Sí, Roma estaba enfadado con el ruido de ese momento.
Esperó con impaciencia hasta que el timbre sonó anunciando la finalización de las clases, tomó sus cosas ya arregladas y salió del salón corriendo, sorprendiendo a sus compañeros que se quedaron mirando en completo silencio hacía la puerta.
Al bajar las escaleras casi saltando no se percató de que del piso inferior también había geste y chocó con uno de ello provocando una seguidilla de empujones, se disculpó casi a los gritos de todos con una suave sonrisa y cuando se disponía a seguir su camino a la salida se obligó a detener sus pasos para no golpearse con otro que iba en dirección contraria. Ya después de esa accidentada forma de bajas al fin puede dar un respiro al llegar a las puertas principales.
- Bastardo -le llamó la voz de Lovino junto a él. Antonio lo miró y embozó una tímida sonrisa-. ¿Nos vamos? Mira que dejar a mi hermano a su suerte no se me hace una gran idea.
- ¿Eh? ¿Dejaste a Feliciano solo? -preguntó incorporándose preocupado.
- B-bueno, no tan así. Pero no confió de sus amigos...
- ... ¿Son los que estoy pensando? -Lovino asintió. No necesitaban de más palabras para saber de quienes hablaban-. Entonces ¿por qué no? Kiku se ve como una persona muy fiable y Ludwig es amigo de Feli desde niños...
- Y Ludwig -dijo como si escupiera el nombre-. Es hermano de Gilbert y digamos que ese no es un buen amigo después de todo. ¿Como me puedo fiar del hermano de alguien que si le da la espalda a sus "amigos"?
Antonio bajó la mirada ante la mención de uno de los que fue su mejor amigo, si bien no le importaba tanto que fuera de él aún no lograba superar aquello. Por supuesto Lovino se dio cuenta del cambió de humor y de inmediato se arrepintió.
- Venga, va. Dejemos a mi hermano de lado y vayamos al grano. ¿Nos vamos?
- ¿Feli va a estar bien?
- ¡Maldición Antonio! Sí, sí va a estar mejor que nunca. No me importa ese idiota ahora, importas tu.
- ¿Yo?
Lovino se sonrojó al percatarse de lo que había dicho. - Mueve tu trasero, quiero gelato.
- ¡Y gelato tendrás! -lo tomó de la muñeca y comenzó a caminar en dirección contraria a la que debían ir comúnmente.
Antonio estaba emocionado, tanto, que no le importaba lo que sucediera a su alrededor. ¿Hace cuánto tiempo no se sentía en las nubes? De pronto se detuvo y giró para mirar al italiano el cual le devolvió la mirada confundida. Llevó una de sus manos hasta la mejilla contraria y sonrió.
- Tenías una pestaña en la mejilla.
- Eh... Ya... -lo adelantó para calmar el palpitar de su corazón y el color de sus mejillas.
Antonio lo siguió calmado unos pasos más atrás mirando fijamente a Lovino. Algo le hacía ruido en su interior cada vez que lo miraba o tan solo recordaba y solo allí se percató que ese "ruido" siempre, siempre estuvo ahí.
Siempre estuve enamorado de Lovino y solo ahora me di cuenta.
- Soy un idiota.
- Sí, lo eres -Lovino lo detuvo del brazo y señaló la tienda a su lado-. Aquí está la gelatería.
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