Corazón XVII.
Ya había perdido la cuenta de cuantos minutos se había quedado mirando el cuchillo pensando de qué manera acabar con su vida, le parecía molesto acobardarse en esos momentos. Dejó el cuchillo en su lugar y se fue a sentar en el sillón, el reloj ya iba a marcar las una de la madrugada y su hermano aún no llegaba a casa, no le sorprendía, hace meses que el horario de llegada se había convertido en algo totalmente irrelevante.
Abrazó sus piernas sobre el sillón y se quedó mirando la televisión apagada cuando el tono de su móvil le hizo pegar un salto del susto, contra su propia mente y ganas corrió hasta el aparato casi con desesperación.
Desconocido.
Frunció el ceño, se estaba esperando aquella llamada, pero temía que fuera justo ahora.
— ¿Diga?
» ¿Habla Antonio Fernández?
— Sí, con él... —tragó saliva y quitó una lágrima que amenazaba con caer.
» Lo llamamos desde el hospital ... Su hermano, Joao Fernández llegó a nuestros recintos en estado grave...
Antonio cayó sentado sobre su cama, había dejado de oír lo que decía la voz de la señora tras el teléfono, sus lágrimas caían ¿cuántas personas más debía perder? ¿Qué tan miserable debía llegar a ser?
— ¿Antonio? ¡Antonio! Por Dios, ¿estas bien? Hey, contesta por favor... Antonio, Antonio...
Abrió los ojos con dificultad debido a la cantidad de lagaña acumulada en sus ojos por las lágrimas, cuando logró enfocar la mirada sobre el rostro preocupado de su hermano mayor.
Fue una pesadilla.
— ¿Que?
— Oh... Toño ¿Que te has hecho? ¿Por qué de nuevo?
El español fue rodeado por los brazos del mayor quien lo ayudó a levantarse del suelo y lo encaminó hasta el sillón, fue cuando se dio cuenta que sus brazos estaban rojos por la sangre coagulada.
Lo había hecho.
Se había cortado.
— Hermano, Toño, querido ¿por qué? ¿Por qué otra vez?
Silencio.
— ¿Antonio?
— Lo odio. Me odio. No quiero, no puedo... Hermano, Joao. Ya no lo soporto, ya no quiero vivir. No soporto vivir... No puedo, no puedo, no puedo, no puedo...
Y fue abrazado con fuerza, mientras ambos lloraban. ¿Para qué seguir luchando una partida que, para ambos, ya estaba perdida? ¿Acaso esperaban un milagro?
Las notas... Tal vez...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro