Corazón IV.
Cuando se levantó lo primero que sintió fue el sonido del agua en el baño, salió para ver qué pasaba y se topó con la agradable y desagradable sorpresa de su hermano tomando un baño; agradable porque confirmó que sigue vivo y desagradable porque se baña con la puerta abierta, oh bueno, no hay puerta.
— Joao... ¿Y la puerta del baño? —preguntó como algo casual.
— Explotó.
Y ese fue el final de la conversación.
Antonio fue a prepararse un café a la vez que se colocaba el uniforme, no tenía tiempo para ducharse. Tomó sus cosas y salió, toco el botón para pedir el ascensor, esperó al menos cinco minutos hasta que las puertas se abrieron dejando ver a dos de sus vecinos.
— ¡Buenos días, Antonio! —saludó Feliciano desde su silla de ruedas. A veces admiraba que el chico fuera tan alegre a pesar de estar pegado a la silla.
Hizo un gesto de cabeza en forma de saludo que fue ignorado por el otro que se hallaba más concentrado en su móvil que en él, espero ansioso a que llegarán al primer piso para luego salir a paso apurado a la parada.
Entró a su clase y se dirigió a su puesto tomando el corazón de papel que allí estaba.
"Deja de llorar, tus lágrimas te van a ahogar, salvate y no te fallaré, hecha andar y si la vida te pisa desenvaina una sonrisa y vuelvete a levantar".
Bufó, arrugando el corazón y colocándolo en su mochila, para botarlo en casa. Se comenzaba a carcomer la mente pensando en quién dejaba eso en su banco, sus primeras opciones son Francis y Gilbert, pero la letra no la reconocía.
Como si importara.
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