Corazón III.
Cuando llegó a casa su hermano seguía tirado en el sillón con una botella de whisky en la mano, se pregunta si está vivo, pero teme confirmarlo por lo que saltando los vidros desparramados en el suelo se encierra en su habitación, y saca de su mochila el corazón de papel que apareció en su puesto por tercer día consecutivo. Tal vez así dejaran de poner corazones en su banca.
"Sonríe"
Eso era lo único que decía la pequeña nota con la misma caligrafía de ayer, fue al baño para botar el corazón y se miró en el espejo embozando una sonrisa.
Es inútil.
La sonrisa estaba rota y se notaba lo forzada que era, se lavó la cara y volvió a su habitación cerrando con llave y tirándose en su cama mirando el techo de un blanco manchado, siguió con la mirada a una araña que caminaba con total libertad por la muralla hasta esconderse detrás del armario y no volver a aparecer, allí se quedó como esperando que el insecto saliera de su escondite.
De pronto el sonido de algo cae le llamó la atención, se levantó a paso lento para ver que pasó, pero todo seguía igual, en su lugar, su hermano dormido en el sofá, los libros llenos de polvo en el estante, los vidrios en su lugar, la televisión rota sobre el mueble, las sillas desparramadas, la mesa con loza sucia de días... Se desordena el cabello y toma el teléfono para llamar a una pizzería.
Minutos después llega el pedido el cual recibe y paga sin propina, la corta por la mitad una se la come y la otra deja en la caja sobre la mesa de centro con una nota para su hermano, camina por el pequeño pasillo deteniéndose frente la puerta que fue de su madre, ese lugar era el único que se mantenía igual, ordenado y perfumado, lo limpiaban todos los domingos en un silencioso acuerdo con su hermano para tomar turnos.
Siguió de largo y entró a la habitación del hermano, apestaba a marihuana, polvo y alcohol. Hace un buen tiempo nadie entraba, miró la guitarra en una esquina impecable, a veces no entendía como las cosas que alguna vez fueron de su fallecida madre las podían mantener en perfecto estado siendo el caso de que ninguno estaba interesado en la escoba.
Un amor demasiado grande.
Se encaminó hasta ella y la tomó para por fin irse a su habitación y dejarla en algún lugar, tal vez con aquel instrumento allí se sentiría algo mejor para mañana.
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